Homilía de Juan del Río en el funeral por los soldados muertos en Afganistán

"Qué elevado precio tiene la libertad"

"Toda la sociedad española siente vuestro dolor"

Juan del Río, 28 de junio de 2011 a las 12:27
 

(Juan del Río, arzobispo castrense).- ¡Los igualó la dignidad, el honor y la lucha por la libertad! "Está claro que Dios no hace distinción de persona...sea de la nación que sea" (Hech 10,34). El sargento Manuel Argudín Perrino, natural de Gijón y la soldado Niyireth Pineda Marín de Colombia, encontraron la muerte como consecuencia de un vil atentado al norte de Qala-e-Naw en el escenario bélico de Afganistán. Nuestros héroes pertenecieron al Regimiento más antiguo de Europa el de Infantería Ligera Soria IX en Fuerteventura, Ellos como valientes soldados defendían los compromisos internacionales de España en la acción conjunta de los países democráticos ante el terrorismo.

Cuando todavía no nos habíamos recuperado del zarpazo de los terroristas afganos de hace unos ocho días en el que hirieron a cuatro soldados españoles, ahora nos hallamos ante la dura realidad de este otro nuevo atentado que trae muerte y más sufrimiento. Desde lo más profundo del corazón humano brota espontáneamente este lamento: ¡Dios mío! Qué elevado precio tiene la libertad. Qué interminables se hacen los días para un soldado hasta llegar a la misión cumplida. Anhelamos un mundo construido sobre las bases de la justicia, el derecho y respeto entre las naciones y nos topamos continuamente con aquellos que han hecho del pánico su forma de vida. Parece como si el oprobio de la guerra fuera a triunfar frente a los anhelos de paz entre los pueblos.

Toda la sociedad española siente vuestro dolor, queridos familiares del Sargento Argudín y la soldada Pineda. A estos sentimientos de condolencia juntamente con la plegaria al Dios de la vida se une la Conferencia Episcopal Española como el Señor Obispo de Gran Canaria, aquí presente. Estoy en medio de vosotros como ministro de la esperanza y de la vida eterna. Como el servidor de los servidores de España, aquellos que están dispuestos a dar sus vidas por su patria. No tengo formulas mágicas para devolveros vuestro hijos, a vuestro padre, a vuestra madre, a vuestro esposo. Os ofrezco el bálsamo del consuelo cristiano que penetra hasta los foros más íntimos de nuestro ser y que cura nuestras heridas. Sí, la única confianza que nos sostiene es que "El Señor aniquilará a la muerte para siempre" (Is 25,6). La respuesta definitiva la encontramos en el Dios de la Vida que nos ha creado para que vivamos eternamente con Él. Esa propuesta de salvación nos ha llegado por la fe en Jesucristo que siendo inocente, fue presa del odio del poder y de los intereses de turno. Pero Él, siendo verdadero Dios y Hombre, ha cargado con todas las injusticias y pecados del mundo.

Con su muerte y resurrección nos ha abierto caminos de esperanza para que nadie se sienta desfraudado, abandonado ante hechos tan inexplicables como los que tenemos ante nosotros. Por eso, sentimos las palabras de las Bienaventuranza de Jesús como una medicina que nos ayuda a soportar el dolor presente y futuro: "Dichosos vosotros los sufridos, los que lloráis, los que tenéis sed de justicia, los limpios de corazón, los que trabajáis por la paz, los perseguidos...porque vuestra recompensa será grande en los cielos" Estas palabras del Evangelio nos ayudan a vivir estos momentos de manera menos traumática, nos da paz interior y nos refuerza a comprender que somos seres de paso. Al final, no sabemos ni el día ni la hora en que la muerte llamará a la puerta de casa, Es entonces, cuando nos encontramos con la verdad de la vida, de que este cuerpo corruptible se revista de incorruptibilidad. Porque si no fuera así, y todo terminara en la pura descomposición, en la nada de la nada, seríamos los seres más desgraciados del planeta, porque caminaríamos sin esperanza ¡Consolaos pues en la fe en Cristo Muerto y Resucitado!

La familia castrense siempre recuerda a los compañeros que dieron su vida por España, con signos, silencio y toques de oración como el que estamos celebrando. Todo en su conjunto revela cómo el militar ha sido educado para asumir su propia muerte como precio a la seguridad, defensa y libertad de los otros. Por eso mismo, estamos agradecido a nuestros hermanos Sargento Argudin y la soldado Pineda, porque el sacrificio de sus vidas revela los altos ideales de la milicia que se recuerda en el acto castrense por los caídos. Si es humano llorar su partida, mucho más alentador es saber que ellos entendieron que la muerte no es el final del camino. Por eso, decimos: Dejad que el grano muera y venga el tiempo oportuno: dará cien granos por uno la espiga de primavera. Mirad que es dulce la espera cuando los signos son ciertos; tened los ojos abiertos y el corazón consolado: si Cristo ha resucitado, ¡resucitarán estos militares nuestros! (cf. LH, Tom IV, p.1672).