28.06.11

Tras la mágica noche de San Juan

A las 12:54 AM, por Luis Santamaría
Categorías : Neopaganismo - Wicca

 

“A coger la verbena los mis amores van, a coger la verbena la noche de San Juan”, canta el grupo musical Alollano, de mi tierra zamorana, aludiendo a una planta muy común y a una noche muy determinada, con connotaciones mágicas. El Diccionario de la Real Academia Española la recoge en su forma de locución verbal coloquial (“coger la verbena”), diciendo que se refiere al hecho de “madrugar mucho para irse a pasear, principalmente en las mañanas de San Juan y de San Pedro”. Entre otras cosas, se atribuía a la verbena la propiedad de evitar la picadura de la culebra.

Hemos vivido hace muy poco la popular noche de San Juan, el paso del 23 al 24 de junio, que coincide en el Hemisferio Norte con el solsticio de verano, “la noche más corta del año”. Los católicos celebramos la natividad de San Juan Bautista –la única figura de la historia de la salvación de la que recordamos no sólo el día de su muerte, sino también el de su nacimiento, como pasa con Jesús y su Madre–, pero se trata de una fecha significativa de amplias resonancias astronómicas y astrológicas, y que nos lleva directamente a multitud de tradiciones paganas.

Año tras año, uno se sorprende del crecimiento y la reaparición de estas costumbres, que en algunos lugares se recuperan y en otros se inventan. Los medios de comunicación no sólo informan estos días de hogueras y espectáculos musicales, sino también de otras curiosas convocatorias que se van repartiendo por la geografía de varios lugares. Voy a fijarme en España, para mostrar cómo sucede algo parecido a Halloween. Una inocente hoguera sirve para congregar a la gente en torno a una fecha especial.

¿Especial por qué? ¿Y por qué una hoguera? El doble sentido del fuego encendido, tanto iluminador (y así dar fuerza al sol, que irá menguando desde ese día) como purificador (de todo lo negativo en las vidas de los presentes), y la vinculación a los ciclos agrarios y de la naturaleza, son elementos que se priman en algo que va cobrando cada vez más importancia. ¿Una fiesta más? Voy a echar una mirada a algunas cosas que se han podido ver en los periódicos en torno a esta fecha.

Las fiestas, por ejemplo, de Vigo, se vieron reflejadas así en el diario Atlántico: “Brujas, cabrones y cabritos anunciaron en el Casco Vello la fiesta de San Xoán con la que se celebra llegada del sosticio. Una noche, la más corta del año, llena de magia”. Ya aparecen elementos mágicos y brujeriles, tan vinculados a la cultura gallega anterior al cristianismo, y leemos cosas como que, tras encender las brujas las diversas hogueras por la ciudad, junto al mar, “en un ritual mágico, los elementos se unieron y el fuego entró en comunión con el agua”.

Hay un paso más allá de lo anecdótico y pasajero, que nos habla de cosas más o menos espirituales, que yo situaría en el ámbito de la superstición: “la crisis no fue impedimento para que familias enteras acudiesen a la hoguera para quemar los miedos, purificar el alma y pedir buenos deseos para la estación que hoy comienza”. También nos enteramos, al leer este periódico, que hay una asociación cultural que celebra esta noche en continuidad con “el Samaín en octubre”. Se trata, nada menos, que de la festividad pagana celta que en nuestro mundo globalizado conocemos como Halloween, entre el 31 de octubre y el 1 de noviembre.

Sin salir de Galicia, el diario El Mundo publicaba un artículo interesante sobre los asuntos curativos de este solsticio, y todo eso de las hierbas que, cogidas con el rocío mañanero del 24 de junio, tendrían propiedades terapéuticas y mágicas. Un profesor de Ciencias consultado por la periodista afirma que, además de las bondades medicinales de estos vegetales, “lo que les da eficacia, y hay muchos que aseguran que les funciona, es la fuerza psicológica que le da la gente, que hace que actúen con efecto placebo”.

Es más, después de haber investigado este tema en profundidad, entre la gente rural de esas tierras, señala a que estas costumbres “sirven para espantar el mal de ojo y la brujería del solsticio de verano”. Se trata de la cultura popular, y en principio no hay que alarmarse ni pensar en cosas raras. Pero, como dice el profesor, “no se sabe muy bien dónde está la frontera entre la brujería y la realidad”.

Yendo a otros lugares nos encontramos con multitud de citas culturales, amparadas u organizadas por las instituciones públicas, sobre las brujas y lo mágico. En Jabaloyas, por ejemplo, según informaba Europa Press, se celebraron unas jornadas que recuerdan las leyendas que vinculan a esta localidad turolense “con la brujería, el esoterismo y el mundo mágico”, según el propio alcalde. No sólo eso, sino que “la ubicación del municipio ya tiene un halo un tanto misterioso, sobre todo en los atardeceres de lluvia y niebla”, en palabras del regidor municipal. Entre festejo y festejo, la representación de un aquelarre, o la elección de la bruja más guapa y de la más fea.

También, si nos vamos a la cercana Navarra, nos encontramos con que “en Zugarramurdi la llegada del verano es sinónimo de rituales esotéricos, pócimas secretas y danzas mágicas”, como explicaba el diario Público. En este pueblo, marcado por los episodios históricos del siglo XVII en torno a las llamadas “brujas de Zugarramurdi”, también una función “trasladará a los asistentes a las reuniones de brujas que se celebraban en el siglo XVII”.

¿Alertarse por esto? No conviene sacar las cosas de quicio. Pero tampoco puede dejarse pasar esto que, poco a poco, se va extendiendo como algo cultural y popular. ¿Por qué en algunos lugares esto se promociona más que las fiestas de origen cristiano? ¿Es que lo cristiano es confesional y no puede emplearse como algo para el bien común, y estas celebraciones neopaganas sí pueden ser aceptadas por todos? ¿Hasta dónde son cosas a las que no se da importancia como supersticiones sin sentido, o se quiere por el contrario promover una nueva confesionalidad pagana?

La historia nos dice que, a pesar de todos los errores que, por desgracia, pueblan la historia del cristianismo, la fe que tuvo su origen en un judío casi desconocido del siglo I sirvió para humanizar una humanidad sometida muchas veces a las fuerzas de la naturaleza que querían controlarse por medio de la magia y de los sacrificios. Hoy, bastantes siglos después, no sólo se mira con simpatía a cultos paganos pre-cristianos, sino que el movimiento llega a promover hasta con dinero público la recuperación o invención del paganismo. ¿El culto de moda? Quizá es algo más, y se trata de una espiritualidad que conecta bien con el hombre postmoderno y secularizado. Habrá que seguir estando atentos, y estudiando el tema. Que el coger la verbena la noche de San Juan puede tener muchos sentidos, pero muchos.

Antes de terminar, quiero recoger una feliz casualidad, que es la celebración este año, más tarde de lo habitual, de la solemnidad del Cuerpo y de la Sangre de Cristo, la popular fiesta del Corpus Christi. El pasado 23 de junio, jueves, a punto del solsticio, se celebró en la ciudad de Roma, presidida por el Papa. En la homilía de la Misa, ante su catedral, San Juan de Letrán, el sucesor de Pedro dijo que “no hay nada de mágico en el Cristianismo. No hay atajos, sino que todo pasa a través de la lógica humilde y paciente de la semilla de grano que se parte para dar la vida, la lógica de la fe que mueve las montañas con el suave poder de Dios”. Eso, nada de magia. Aquí sólo queremos vivir de la fe. Pero a veces se nos hace cuesta arriba, y el atajo humano más fácil es la magia. La de las hierbas, las lunas y las estrellas. La del paganismo y el neopaganismo.

Luis Santamaría del Río
En Acción Digital, 26/06/11.