3.07.11

El llanero solitario está enfermo

A las 7:57 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General
 

Cuando una persona toma una bocacalle, la primera a la izquierda, cambiando su rumbo vital a cambio de un puñado de dólares, caídos de la mesa de un diario de tirada nacional, y dispone de licencia para disparar desde un bazar de todo a cien a cualquiera que se mueva por el paisaje del oeste americano construido de cartón piedra, esa persona está enferma.

Su enfermedad es vivir y creerse que su sombra le persigue a muerte, lo que le conduce a perseguir a los demás, antes que su propia sombra acabe con él. Esta enfermedad, quien la padece es digno de lástima, porque tiene el alma negra como el betún, pero hace un mal inmenso a la comunidad donde dice estar: su religión.

Por la caseta ferial de tiro pasan laicos, curas, frailes, monjas obispos, cardenales, el propio Papa y no dispara a Dios porque no lo vemos con los ojos de la cara. Pero las dudas de su existencia están marcadas y demostradas en su forma de sacar el revolver y disparar a quienes pastorean el rebaño religioso.

El llanero solitario cree que la gente ve con gusto sus escenificaciones del viejo oeste. Está equivocado. Muchos están en su caseta de feria para reírse y mofarse. Su enfermedad le hace confundir las alabanzas con las mofas. Es una escena que hemos visto en muchas películas con el doctor, con el pistolero, con el cacique siempre envuelto en sombras de quiero y no puedo.

Estas burlas y risas, el llanero solitario, las justifica en que en la red es imposible domesticar la libertad de expresión. Craso error. Su enfermedad necesita esos estímulos de tensar la cuerda para justificar su propia manía de perseguir a los de más altura intelectual y social y moral que él mismo.

Cuando más se muestra la enfermedad es en las veces que clama dónde están sus seguidores, los practicantes de su religión. No recuerda que muchos murieron, otros están en un geriátrico y una minoría nostálgica no cuenta para nada en ninguna parte.

La táctica de la mente enfermiza del llanero solitario es la división. Nunca suma. Siempre resta o divide. Y multiplicar no está en sus esquemas de malicia evidente.

El llanero solitario seguirá cabalgando por los duros caminos de su escenario de calor y polvo de cartón piedra. Seguirá disparando a sus sombras malditas que no le dejan vivir en libertad, cuando ésta la puede alcanzar acudiendo a un psiquiatra. O volviendo sobre sus pasos y dándose de cara con Dios Padre, quien perdona a los hijos que acuden arrepentidos de sus desvaríos y pecados.

Tomás de la Torre Lendínez

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