5.07.11

Vivir “contra”

A las 10:51 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Hay personas que parecen apostar por vivir en una actitud de continua oposición a casi todo, en un permanente “a la contra”. Si pensamos que no todo es compatible y que “A” no puede ser al mismo tiempo “no A”, es normal que, al optar por una cosa, seamos, en principio, contrarios a la realidad opuesta. Por ejemplo, si creo que se debe decir la verdad he de ser contrario a la mentira, pero eso no significa que el enfrentamiento con la mentira haya de convertirse en la finalidad de mi vida desplazando a lo principal: la apuesta por la verdad.

Un cristiano no está, primeramente, “contra” nada y menos contra nadie. Está, primeramente, “a favor de”: a favor de Dios, de la Iglesia, de la humanidad, de la creación, del mundo como obra de Dios. Naturalmente, esta elección “a favor de” implica, como consecuencia, la oposición a todo lo que amenaza los planes de Dios, que no son otros que la salvación de los hombres. Y así el cristiano está, consecuentemente, en contra de la negación de Dios, del desprecio de la Iglesia, de las conductas que amenazan a la humanidad, de la destrucción de lo creado, etc.

Trazar estas prioridades no es una tarea secundaria. El “sí” es ante todo un “sí”, aunque lleve consigo también un “no”; pero lo más importante es el “sí”. Si uno se encuentra un poco perdido en medio de un laberinto o de un territorio inexplorado agradecería, sobre todo, que le señalasen cuál es la ruta adecuada. Vale, es también una orientación que nos digan: “ese no es el camino”; pero la verdadera guía la encontramos cuando alguien nos dice: “es por aquí por donde debes ir”.

La mirada de Cristo hacia los hombres es una mirada de misericordia, de compasión, de amor: “Al ver a las gentes, se compadecía de ellas, porque estaban extenuadas y abandonadas, ‘como ovejas que no tienen pastor’ ”, leemos en el evangelio según san Mateo. Jesús no se limita a señalar los caminos que no conducen a ninguna parte, sino que, sobre todo, indica el camino auténtico: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Cuando se enseña a un niño a leer y a escribir no se le deben mostrar únicamente las letras o las sílabas que lee mal sino, sobre todo, las que lee bien, porque de ese modo verá que aprender a leer no es imposible, sino que con un poco de esfuerzo es una meta que está a su alcance. Análogamente, poco se consigue – pienso yo – subrayando los males o los defectos del otro si no proponemos una alternativa capaz de ilusionar, cargada de verdad y de racionabilidad, de gradualidad y de paciencia.

Advertir un mal no es curarlo. Poco consuelo nos daría un médico que se limitase al diagnóstico sin atreverse a ofrecer ninguna terapia, ninguna esperanza de combatir o de aliviar la enfermedad. Si los médicos obrasen siempre de ese modo, los pacientes dejarían de acudir a ellos y de confiarían a los hechiceros que, quizá con menos verdad, ofreciesen el bálsamo de una cierta ilusión.

Hasta los “indignados” del 15-M hacen propuestas. Es que quien no propone nada no tiene ni el derecho a estar indignado. Quienes en el seno de la Iglesia viven en la perpetua queja, en el imperecedero lamento, en el sempiterno “ay”, en una monótona aflicción, sería bueno que propusiesen algo, poco o mucho, pero algo. Los desiertos los vemos todos, pero no todos somos capaces de convertir un desierto en un oasis. Con “ayes” no creo que se consiga.

Guillermo Juan Morado.