22.07.11

 

El histerismo del progresismo eclesial va in crescendo una vez que han comprobado que entre las nuevas hornadas de obispos españoles se aprecia una clara y nítida actitud pastoral encaminada a atajar la raíces de la secularización interna de la Iglesia, que en opinión de muchos es la principal responsable de la crisis eclesial que llevamos padeciendo durante décadas. Esos obispos son el aire fresco y renovado en contraposición al mortecino aroma a naftalina que desprende ese sector progre de la Iglesia, que no se resiste a pasar a la historia a pesar de que ha demostrado sobradamente su incapacidad de producir fruto. De la higuera muerta del progresismo no se recogen ni vocaciones religiosas, ni vida sacramental sana, ni otra cosa que no sea un neo-cesaropapismo izquierdista -y nacionalista en Cataluña, Euskadi y Galicia- de vía estrecha.

Son varios los prelados que han demostrado ya no tener miedo al ataque de las hordas mediática del progerío eclesial. El más vilipendiado, con diferencia, es el obispo de San Sebastián, Mons. José Ignacio Munilla. Como quiera que ya he escrito sobre él recientemente, no es plan de que vuelva a repetir lo mismo. Sólo constatar que sus enemigos le acaban de hacer un gran favor publicando el acta de la última reunión del consejo diocesano. Vemos a un obispo con las ideas claras. Se podrá equivocar o no, pero al menos no se resigna a que todo siga igual. Para eso le han nombrado obispo, dicho sea de paso. Si Roma hubiera querido que nada cambiara, a San Sebastián habrían enviado a otro tipo de obispo.

En Cataluña tenemos el, por ahora, obispo más joven de España. Mons. Novell ha demostrado igualmente que tiene la sana intención de tomar las medidas que crea oportunas. Además, no le hace ascos a los medios de comunicación. Incluso se podría decir que se prodiga excesivamente en los mismos, aunque no seré yo quien me queje de ello. Desde un primer momento, tomó una serie de decisiones que marcaban una línea de actuación muy concreta para la diócesis que pastorea. Para su consejo de gobierno se rodeó de sacerdotes jóvenes con los que, además de la juventud, comparte una misma idea de cómo han de hacerse las cosas.

Hace unos días, Mons. Novell ha sido noticia por una carta dirigida a sus fieles en las que les informa de que la falta de sacerdotes va a provocar la supresión de aquellas misas en las que el número de asistentes sea bajo. En otras palabras, ha decidido coger por los cuernos el toro que va a embestir a infinidad de diócesis españolas, sobre todo aquellas en las que hay mucha presencia del mundo rural. El obispo de Solsona no parece estar dispuesto a que proliferen las celebraciones de la Palabra en su iglesia. Si no hay cura, no hay Misa. Y si no hay Misa, lo mejor que pueden hacer los fieles es traladarse a donde sí la haya. Las celebraciones presididas por seglares o religiosos no ordenados deberían de ser el último recurso.

El paladín del sector mediático-progre les ha dedicado hoy un artículo a ambos obispos. Que José Manuel Vidal atice a Munilla es normal, porque ese es casi su pan nuestro de cada día, pero que también la emprenda contra el obispo de Solsona es señal de que ya se ha dado cuenta de que en él hay una figura emergente que tiene muy poco que ver con su forma de entender la Iglesia. De los dos ha escrito:

Nuevos obispos, pero viejos modelos. Tan viejos que se remontan a antes del Concilio. Vuelven a Trento. Recuperan lo peor del gobierno eclesial, en el que el obispo deja de ser hermano y pastor, para convertirse en amo del rebaño.

El Concilio. Siempre el Concilio. El progresismo usa el término “Concilio” a modo de mantra, como si fuera el “Oooom” de los que practican la meditación trascendetal. Siempre el Concilio pero contra el verdadero Concilio. Como si la Iglesia hubiera nacido en el Vaticano II. Como si Trento fuera el mismísimo diablo. Como si la autoridad episcopal fuera un invento medieval. El caso es que el Concilio dijo esto:

Los laicos, al igual que todos los fieles cristianos, tienen el derecho de recibir con abundancia de los sagrados Pastores los auxilios de los bienes espirituales de la Iglesia, en particular la palabra de Dios y les sacramentos. Y manifiéstenles sus necesidades y sus deseos con aquella libertad y confianza que conviene a los hijos de Dios y a los hermanos en Cristo. Conforme a la ciencia, la competencia y el prestigio que poseen, tienen la facultad, más aún, a veces el deber, de exponer su parecer acerca de los asuntos concernientes al bien de la Iglesia.
Lumen Gentium 37

Pero también esto:

Los laicos, como los demás fieles, siguiendo el ejemplo de Cristo, que con su obediencia hasta la muerte abrió a todos los hombres el dichoso camino de la libertad de los hijos de Dios, acepten con prontitud de obediencia cristiana aquello que los Pastores sagrados, en cuanto representantes de Cristo, establecen en la Iglesia en su calidad de maestros y gobernantes.
Ibibem

Y no fue Trento, sino San Ignacio de Antioquía, quien escribió lo siguiente en la primera década del siglo II:

Por lo tanto es apropiado que andéis en armonía con la mente del obispo; lo cual ya lo hacéis. Porque vuestro honorable presbiterio, que es digno de Dios, está a tono con el obispo, como si fueran las cuerdas de una lira. Por tanto, en vuestro amor concorde y armonioso se canta a Jesucristo. Y vosotros, cada uno, formáis un coro, para que estando en armonía y concordes, y tomando la nota clave de Dios, podáis cantar al unísono con una sola voz por medio de Jesucristo al Padre, para que Él pueda oíros y, reconocer por vuestras buenas obras que sois miembros de su Hijo. Por tanto os es provechoso estar en unidad intachable, a fin de que podáis ser partícipes de Dios siempre.
A los Efesios, IV

Y por si fuera poco, también escribió:

Sí, y os corresponde a vosotros también no tomaros libertades por la juventud de vuestro obispo, sino, según el poder de Dios el Padre, rendirle toda reverencia, tal como he sabido que los santos presbíteros tampoco se han aprovechado de la evidente condición de su juventud, sino que le han tenido deferencia como prudente en Dios; no ya a él, sino al Padre de Jesucristo, a saber, el Obispo de todos. Por tanto, por el honor de Aquel que os ha deseado, es apropiado que seáis obedientes sin hipocresía. Porque un hombre no engaña a este obispo que es visible, sino que intenta engañar al otro que es invisible; y en este caso debe contar no con carne sino con Dios, que conoce las cosas escondidas.
A los Magnesianos, III

Si alguien piensa que la Iglesia Católica debe de abandonar el modelo que está marcado desde el principio -no en Trento-, quizás deba considerar si no es él quien debe de abandonar la Iglesia.

Además de Munilla y Novell, contamos con otros obispos con menos de 50 años que llevan poco tiempo al frente de sus diócesis. Por ejemplo. Mons. Iceta en Bilbao, Mons. Escribano en Teruel, Mons. García Beltrán en Guadix. Seguro que me olvido de alguno pero es que un servidor no tiene el fichero episcopal con el que cuenta el insigne Paco Pepe.

No sabemos cuál será la política de nombramientos episcopales en el futuro inmediato. La llegada del cardenal Ouellet a la congregación para los obispos puede haber marcado ya un antes y un después. No tanto por lo que es el prelado canadiense como por lo que implica la salida del cardenal Re, con quien el cardenal Rouco mantenía una relación personal importante. Es bastante probable que a la hora de nombrar obispos para España, en Roma ya pese más la opinión del cardenal Cañizares que la del Arzobispo de Madrid. De hecho, probablemente las ternas que envíe a Roma el Nuncio Fratini estarán menos monitorizadas de lo que estuvieron las del anterior Nuncio, que curiosamente es ahora el secretario del dicasterio vaticano responsable de estos nombramientos. En todo caso, y sin desmerecer a las diócesis que están pendientes de los próximos nombramientos, lo que le toca a la Iglesia en España de aquí a los dos-tres próximos años es el relevo del Cardenal Rouco en Madrid y el Cardenal Sistach en Barcelona. Y en ese tipo de nombramientos la intervención directa y personal del Papa es mucho más clara que para diócesis “menores".

¿Supondrá todo eso que no lleguen al episcopado español sacerdotes con un perfil similar al de los obispos que he mencionado? Lo dudo. Los presbíteros que hoy están entre los 40 y 50 años accedieron al sacerdocio durante el papado de Juan Pablo II. Recibieron la vocación en medio de la crisis postconciliar, la cual conocen de primera mano. Y eso imprime carácter. Sin duda, hablamos de un sector del presbiterio español en el que hay diversidad de estilos y de sensibilidades. Pero entre ellos lo que no abunda, desde luego, son los partidarios de ese modelo progre-eclesial que ha demostrado ser un fracaso. Y si hablamos de los seminaristas, el progresismo es prácticamente inexistente. Y si cada vez hay menos curas jóvenes progres, es prácticamente imposible que tengamos obispos progres para la Iglesia en España de las próximas décadas. Y eso lo saben los que hoy arremeten contra los obispos jóvenes. Podrán patalear lo que quieran, podrán lograr incluso algún éxito parcial en sus campañas brutales -p.e, Sucumbíos-, pero la Iglesia es un tren demasiado pesado y potente como para ser detenido o descarrilado poniendo unas cuantas piedas en los raíles que el Espíritu Santo ha clavado en la tierra firme del evangelio.

Luis Fernando Pérez Bustamante