29.07.11

Elecciones en España el 20-N

A las 1:43 PM, por Luis Fernando
Categorías : Cristianos en la vida pública, Actualidad

 

José Luis Rodríguez Zapatero acaba de anuciar que las próximas elecciones generales tendrán lugar el próximo 20 de noviembre. Fecha “peculiar” debido a que fue el día del año en que murió Francisco Franco (1975) y José Antonio Primo de Rivera (1936) fue fusilado por el régimen republicano. Dado que Zapatero podía haber elegido cualquier otra fecha del mes de noviembre, es evidente que alguna intención política tiene al optar por esa. Lo mismo es su último “servicio” a la “memoria histórica” del siglo pasado.

En todo caso, mi opinión sobre los casi ocho años de gobierno se resume de la siguiente manera: Es, de lejos, el peor presidente de gobierno que ha tenido España desde el regreso de la democracia. ¿Por qué?

- Por declarar como derecho el aborto, el asesinato de un ser humano en el seno materno.

- Por su traición a las víctimas del terrorismo etarra.

- Por pretender que la unión entre dos personas homosexuales es un matrimonio.

- Por hacer del matrimonio civil una farsa sin protección legal alguna mediante el divorcio express.

- Por imponer una asignatura adoctrinadora, Educación para la ciudadanía, que atenta contra el derecho de los padres a que sus hijos sea educados según sus valores.

- Por reabrir las heridas del pasado, empeñándose en que España vuelva a mirar hacia la Guerra Civil en vez de dejarla, de una vez por todas, en los libros de historia.

- Por haberse puesto al servicio de la destrucción de la unidad de España, situándose al frente de las reinvidicaciones del nacionalismo separatista.

Ahora bien, Zapatero no habría hecho todo eso si su partido no le hubiera apoyado de forma practicamente unánime. Las pocas voces discrepantes han venido de aquellos que no tenían responsabilidades política o de quienes, como Rosa Díez, comprendieron que la única solución era salir del PSOE para fundar un nuevo partido.

Lo que el PSOE ofrece a los españoles es más de lo mismo pero peor. Alfredo Pérez Rubalcaba será el candidato socialista a presidir el próximo gobierno. Él representa lo peor del socialismo en todos los aspectos. Hábil en la dialéctica política, supone el puente entre el PSOE de hoy y el de Felipe González, asumiendo en su persona lo peor de ambas etapas. Su victoria, a día de hoy casi impensable, supondría una mayor radicalización de los socialistas camino de la extrema izquierda. No en vano hace unos días dijo que él soñaba con un PSOE que pudiera ser reconocido por un socialista del siglo XIX. O sea, aunque esto no lo dice él, un socialismo revolucionario, totalitario y brutalmente anticlerical. Con eso está dicho todo.

Enfrente tiene, sobre todo, al principal partido de la oposición. Un Partido Popular empeñado en ganar las elecciones gracias a la desesperación de los españoles ante la crisis económica. Que el PP sabe gestionar la economía mejor que el PSOE -salvo casos como el de Gallardón en Madrid- es algo que no creo que admita discusión. Pero la crisis en España tiene mucho más de moral y de identidad nacional que de económica. Y, eso está claro, no es el PP un partido que sostenga un discurso y una acción política mínimamente aceptable para quien, como un servidor, cree que a la hora de votar hay que tener en cuenta los principios no negociables planteados por Benedicto XVI:

En efecto, el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables. Así pues, los políticos y los legisladores católicos, conscientes de su grave responsabilidad social, deben sentirse particularmente interpelados por su conciencia, rectamente formada, para presentar y apoyar leyes inspiradas en los valores fundados en la naturaleza humana“.
Sacramentum caritatis, 83

Del PP sólo hemos obtenido, hasta ahora, un compromiso para derogar la actual ley del aborto y volver a la anterior. Esa que permitía cien mil abortos al año en España. Esa que permitía matar a un niño justo antes de nacer en determinados casos. Bien estará que el aborto vuelva a ser delito y deje de ser un derecho, pero con eso no basta. En relación al matrimonio homosexual, el PP se atendrá a lo que diga el TC. Respecto a la EpC, parece que quieren cambiar su nombre y modificar su contenido, anulando su carácter adoctrinador, pero dejando la puerta abierta a la continuidad de una asignatura que en un futuro seguirá siendo instrumento para que el Estado intervenga en algo que le corresponde sobre todo a los padres. En relación a la política anti-terrorista, Rajoy parece menos favorable a los intereses etarras que Zapatero, bajo cuyo gobierno hemos visto como el director general de la policía daba un chivatazo a Eta, pero si uno piensa en María San Gil resulta complicado estar confiado en que este PP no va a ser, ni de lejos, lo mismo que el PP de Aznar en esa materia. Y en cuanto a la unidad de España, pocos dudan que el PP se aliará de nuevo con los nacionalistas si necesita su voto.

Obviamente existen otras opciones políticas a las que votar. Las católicas o “filocatólicas” son y serán extraparlamentarias. Como escribí hace no mucho, el voto católico apenas existe en este país. Y eso lo saben todos los partidos que sí tienen posibilidad de llegar al parlamento. En ese sentido, la influencia de los valores evangélicos en la acción política española presente y futura, al menos a corto-medio plazo, será escasa por no decir nula. Es por ello que creo que las próximas elecciones no van a suponer un cambio sustancial para el destino de esta nación. Se trata, como mucho, de cambiar lo nefasto por lo malo. O sea, la teoría del mal menor. Esa por la que se justifican los que, temerosos de que su voto no sirva para nada, son responsables, siquiera en parte, de que todo siga igual. De hecho, no parece que la Iglesia en España vaya a aconsejar otra cosa. Preveo que los obispos emitan un comunicado que será una fotocopia de los publicados con motivo de otras elecciones. Nihil novum sub sole.