La campaña de recaudación de fondos de 2011 ha terminado.

Falta todavía un poco para llegar a la meta que permitirá a ZENIT seguir adelante hasta finales de 2011. Puede ver la situación actual de los fondos que hemos recibido gracias a la generosidad de los lectores en: http://www.zenit.org/spanish/donativos.html.

Aún están llegando cheques, por lo que todavía no podemos comunicar el resultado final de la campaña. Les informaremos en cuanto el balance final esté listo.

Deseamos hacer llegar nuestro profundo agradecimiento a todos los lectores que han enviado su donativo, así como a todos los que nos han mandado mensajes de solidaridad asegurando sus oraciones por el éxito de la campaña.
Todo este apoyo nos da fuerzas y nos anima enormemente para seguir adelante en nuestro trabajo.

Puede encontrar el mapa de donativos 2011 en: http://donations.zenit.org/es/map

Todavía es posible mandar donativos a través de: http://www.zenit.org/spanish/donativos.html

 

¡ Muchas gracias !

 


ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 30 de julio de 2011

Jornadas Mundiales de la Juventud

JMJ, en agosto florece la esperanza

Foro

Religiones en diálogo

Malestar globalizado

Siempre es posible la esperanza

Mensaje a nuestros lectores

Vacaciones de verano. ZENIT regresa el 16 de agosto


Jornadas Mundiales de la Juventud


JMJ, en agosto florece la esperanza
Por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo
OVIEDO, sábado, 30 de julio de 2011 (ZENIT.org).- En estos días hemos visto a jóvenes asesinados por otro joven enloquecido en una isla junto a Oslo, en Noruega. Otros se han acampado en medio de las plazas de ciudades para reivindicar su particular decálogo, que oscila entre la justa y fresca aspiración a que las cosas sean distintas, y la revolución en nombre de la nada y del hastío. Otros se mueven de acá para allá buscadores inquietos pero tal vez sin norte y sin maestros, y como decía el Quijote deambulan sin saber de dónde vienen y sin saber a dónde van. Pero también hay otros que no van segando la vida de nadie, ni están en las movidas ácratas que terminan por llenarte de vacío, ni tampoco se agitan por entusiasmos de corto recorrido con dichas que duran lo que tarda un suspiro bebido, movido o fumado.

                  Sí, hay otros jóvenes, no pocos, están en los últimos momentos de preparación para el encuentro con el Papa Benedicto XVI en la JMJ, la Jornada Mundial de la Juventud. ¡Qué contraste de vaivenes, de posturas, de ideales! Siempre impresiona el hecho de que un grupo de más de un millón y medio de jóvenes, vengan a escuchar a un anciano octogenario que no les va a cantar ningún rap, ni a demostrar su resistencia física en un deporte de moda, ni a engatusar con una ocurrencia de revolución de medio pelo, sino que les va a hablar del Evangelio, de Jesucristo vivo, de la Iglesia de Dios.

Hay algo en el corazón del joven que se resiste y hasta se rebela. Benedicto XVI recuerda en su mensaje para la JMJ de este año en Madrid dentro de unos días ya, que el «tiempo la juventud sigue siendo la edad en la que se busca una vida más grande. Al pensar en mis años de entonces, sencillamente, no queríamos perdernos en la mediocridad de la vida aburguesada. Queríamos lo que era grande, nuevo. Queríamos encontrar la vida misma en su inmensidad y belleza».

                  Sí esta es la gran diferencia que hace distintos a unos jóvenes y a otros de una misma generación. No censurar la grandeza que les palpita por dentro, no acabar en un aburguesamiento que termina por domesticar las revoluciones que eran mentira. Con toda su inmensidad bella, con toda su grandeza nueva, hay algo que en el joven de cualquier edad, siempre se manifiesta como un reclamo que le surge de lo más verdadero y puro del corazón.

                  Porque ¿cuáles son los valores, las aspiraciones, las metas de una juventud diferente? El Papa lo apunta en ese mensaje con toda una carga de humilde realismo y de apasionada confesión: «Desear algo más que la cotidianidad regular de un empleo seguro y sentir el anhelo de lo que es realmente grande forma parte del ser joven. ¿Se trata sólo de un sueño vacío que se desvanece cuando uno se hace adulto? No, el hombre en verdad está creado para lo que es grande, para el infinito. Cualquier otra cosa es insuficiente. San Agustín tenía razón: nuestro corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti. El deseo de la vida más grande es un signo de que Él nos ha creado, de que llevamos su “huella”. Dios es vida, y cada criatura tiende a la vida; en un modo único y especial, la persona humana, hecha a imagen de Dios, aspira al amor, a la alegría y a la paz. Entonces comprendemos que es un contrasentido pretender eliminar a Dios para que el hombre viva».

                  Me resuenan estas palabras tan verdaderas como un respetuoso diálogo que sale al encuentro de las auténticas inquietudes de los jóvenes de todas las épocas. Una invitación a acompañar la búsqueda de las certezas desde el testimonio de quien ya ha encontrado la Verdad: Jesucristo. Estamos de enhorabuena. En agosto nos encontramos con Benedicto XVI en Madrid. Firmes en la fe y arraigados en Cristo, este año agosto no nos agosta, sino que florece. Vuelve la esperanza. No tengamos miedo de abrir las puertas al Redentor. 

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Foro


Religiones en diálogo
Cardenal Jean-Louis Tauran
CIUDAD DEL VATICANO, sábado 29 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito en “L’Osservatore Romano” el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, en preparación a la Jornada de oración por la paz en el mundo convocada por Benedicto XVI el 27 de octubre en Asís.

* * *

El 27 de octubre se celebrará, como es sabido, el 25º aniversario de la histórica «Jornada de oración por la paz en el mundo», convocada en Asís, en 1986, por el beato Juan Pa­blo II. Aquella gran iniciativa no de­bería hacer que se olviden otros dos acontecimientos que el mismo Pontí­fice promovió en la ciudad de san Francisco: la «Jornada mundial de oración por la paz en los Balcanes», el 23 de enero de 1994, y la «Jornada de oración por la paz en el mundo», el 24 de enero de 2002, en un mo­mento de preocupante tensión inter­nacional. El 25º aniversario —al cual Benedicto XVI ha querido dar como tema Peregrinos de la verdad, peregri­nos de paz— se celebrará y vivirá en el signo de la reflexión, del diálogo y de la oración.

La reflexión, el silencio, el distan­ciamiento son compañeros necesa­rios de todo diálogo verdadero: si no existieran, este proceso correría el peligro de empobrecerse y de redu­cirse a un intercambio de ideas, con poco contenido espiritual e intelec­tual o sin él. Una vez más nos pre­guntaremos: ¿por qué los cristianos se empeñan en dialogar con perso­nas y comunidades de otras religio­nes? Un primer motivo es que todos somos criaturas de Dios y, por tanto, hermanos y hermanas. Luego, el he­cho de que Dios actúa en cada per­sona humana, la cual, ya mediante el uso de la razón, puede presentir la existencia del misterio de Dios y re­conocer valores universales, constitu­ye un segundo motivo. Existe, por último, un tercer motivo: descubrir en las diversas tradiciones religiosas el patrimonio de valores éticos co­munes que permite a los creyentes contribuir, come tales, en particular a la afirmación de la justicia, de la paz y de la armonía en las socieda­des de las que son miembros con pleno derecho.

Esa reflexión requiere tiempo, in­tercambio de puntos de vista, honra­dez intelectual y humildad. No es raro que los interrogantes que sur­gen en los interlocutores del diálogo necesiten un tiempo de estudio, de reflexión y también un intercambio dentro de un mismo grupo religioso en diálogo. La Jornada del próximo 27 de octubre favorecerá, desde lue­go, esta reflexión, tanto a nivel per­sonal como colectivo.

El diálogo que la Iglesia procura instaurar con creyentes de otras reli­giones, pero también con toda per­sona en búsqueda del Absoluto, se coloca en la estela del particular diá­logo de Dios con la humanidad a través de su Verbo hecho hombre: «En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos» (Hb 1, 1-2). Ese diálogo se realiza procurando siem­pre conciliar verdad y caridad (cf. Ef 4, 15).

El diálogo no es una conversación entre responsables religiosos o cre­yentes de varias religiones; no es una negociación de tipo «diplomático»; no es terreno de regateo y, menos aún, de componendas; no está moti­vado por intereses políticos o socia­les; no busca subrayar las diferencias ni eliminarlas; no tiende a crear una religión global, aceptada por todos; no se promueve sólo por una inicia­tiva personal, ni como hobby; no cae en la tentación de la ambigüedad de los conceptos y de las palabras.

El diálogo verdadero, en cambio, es un espacio para el testimonio recí­proco entre creyentes que pertenecen a religiones diversas, para conocer más y mejor la religión del otro y los comportamientos éticos que de ella brotan. Esto permite, al mismo tiem­po, corregir imágenes equivocadas y superar prejuicios y estereotipos so­bre personas y comunidades. Se tra­ta de conocer al otro como es y, por tanto, como tiene derecho a ser co­nocido, no como se dice que es y, menos aún, como se pretende que sea. Gracias al conocimiento directo y objetivo del otro, se incrementan el respeto y la estima recíprocos, la comprensión mutua, la confianza y la amistad.

Se conocen bien las cuatro moda­lidades principales, según las cuales los creyentes están llamados a dialo­gar: el diálogo de la vida (comunión de alegrías y de pruebas de la vida cotidiana); el diálogo de las obras (colaboración de cara a la promo­ción del desarrollo integral del hom­bre); el diálogo teológico, cuando es posible (comprensión de las respecti­vas herencias religiosas); y el diálogo de la experiencia religiosa (compartir las mutuas riquezas espirituales).

En la Jornada del 27 de octubre, no faltarán los espacios de diálogo, tanto formales como informales. El primer momento —formal— estará constituido por la conmemoración del encuentro de 1986, así como por los de 1994 y de 2002, y por una profundización del tema de la Jorna­da: Peregrinos de la verdad, peregrinos de paz. Además del Santo Padre, in­tervendrán exponentes de algunas de las delegaciones presentes. Un momento significativo de diálogo se­rá asimismo la adhesión al compromiso tomado el 24 de enero de 2002 en favor de la paz. Todos renovaránsus compromisos manifestados aquel día: «Nos comprometemos a... ». El contenido de aquel «Decálogo» se ha demostrado profético y sigue conservando toda su actualidad. Basta recordar el segundo compro­miso: «Nos comprometemos a ense­ñar a las personas a respetarse y esti­marse recíprocamente, para hacer posible una convivencia pacífica ysolidaria entre los miembros de et­nias, culturas y religiones diversas» (L'Osservatore Romano, edición en lengua Española, 1 de febrero de 2002, p. 7).

Se sobreentiende que la oración acompaña siempre el inicio, el desa­rrollo y la conclusión de toda acción del cristiano. Entre el diálogo con Dios —la oración— y con los demás hay una relación casi natural. Esto es verdad en particular en el delica­do campo del diálogo entre creyen­tes de diversas religiones. El cristia­no comprometido en el diálogo siempre necesita luz, discernimiento, prudencia y valentía, dones del Espí­ritu Santo.

En el diálogo, los cristianos están llamados también a dar testimonio del espíritu de oración que los ani­ma. La oración es una de las dimen­siones en las que el cristiano hace brillar ante los demás sus buenas obras para que las vean y den gloria a su Padre que está en los cielos (cf. Mt 5, 16).

Nuestros coloquios con los inter­locutores musulmanes del Consejo pontificio para el diálogo interreli­gioso comienzan siempre con un momento de oración que puede rea­lizarse tanto con un tiempo de silen­cio como con la lectura de un pasaje del Evangelio y del Corán. También las comidas, momentos de conviven­cia fraterna, están precedidos por

momentos de oración silenciosa o por una «invocación» teológicamen­te aceptable por ambas partes. Aún sigue vivo el recuerdo de la plegaria del beato Juan Pablo II al concluir su discurso a los jóvenes musulma­nes de Marruecos en Casablanca, el 19 de agosto de 1985: «Oh Dios, tú eres nuestro Creador. Tú eres bueno y tu misericordia no conoce límites. A ti la alabanza de toda criatura. Oh Dios, tú has dado a los hom­bres, que somos nosotros, una ley interior con que debemos vivir. Ha­cer tu voluntad es cumplir nuestro deber. Seguir tus pasos es conocer la paz del alma. Te ofrecemos nuestra obediencia. Guíanos en todas las ac­ciones que emprendemos a lo largo de nuestra vida. Líbranos de las ma­las inclinaciones que desvían nuestro corazón de tu voluntad. No permi­tas que invoquemos tu nombre para justificar los desórdenes humanos. Oh Dios, tú eres el único. A ti se di­rige nuestra adoración. No permitas que nos separemos de ti. Oh Dios, juez de todos los hombres, concéde­nos formar parte del número de tus elegidos en el último día. Oh Dios, autor de la justicia y de la paz, otór­ganos la verdadera alegría, y el au­téntico amor, así como una fraterni­dad duradera entre las naciones. Cólmanos de tus dones por siempre. Así sea» (L’Osservatore Romano, edi­ción en lengua española, 15 de sep­tiembre de 1985, p. 15).

La Jornada del 27 de octubre in­cluirá momentos de oración, enten­dida como diálogo de todo creyente con Dios o con el Absoluto, cada cual según su propria tradición reli­giosa o su búsqueda de la verdad. La peregrinación misma, en este ca­so en Asís, expresa la «búsqueda de la verdad y del bien». El creyente está «siempre en camino hacia Dios», es un peregrino de la verdad, así como es peregrino todo hombre que se siente «en el sendero de la búsqueda de la verdad».

Si «la imagen de la peregrinación resume (...) el sentido del aconteci­miento que se celebrará», esto signi­fica que la oración será un elemento fundamental de la Jornada del 27 de octubre. El viaje desde Roma hasta Asís, aunque sea una ocasión de co­nocimiento recíproco y de diálogo informal entre los participantes, po­drá ser también un tiempo de refle­xión y de oración. Tras el almuerzo compartido como signo de fraterni­dad y de frugalidad, seguirá un mo­mento de oración personal y de re­flexión. El camino-peregrinación vespertino en silencio hacia la basíli­ca de San Francisco también ofrece­rá un espacio a la oración y a la me­ditación personal. Para los católicos, será significativa la vigilia de oración presidida por el Santo Padre con los fieles de la diócesis de Roma en la basílica papal de San Pedro, la no­che precedente. La invitación a las Iglesias particulares y a las comuni­dades de todo el mundo para que organicen momentos análogos de oración ilustra su importancia en es­ta Jornada.

Con ocasión de la audiencia general del 14 de mayo de 2008, evocando la figura de Dioniso Aeropagita, Benedicto XVI afirmó: «Se ve que el diálogo no acepta la superficialidad. Precisamente cuando uno entra en la profundidad del encuentro con Cristo, se abre también un amplio espacio para el diálogo. Cuando uno encuentra la luz de la verdad, se da cuenta de que es una luz para todos; desaparecen las polémicas y resulta posible entenderse unos a otros o, al menos, hablar unos con otros, acercarse. El camino del diálogo consiste precisamente en estar cerca de Dios en Cristo, en la profundidad del encuentro con él, en la experiencia de la verdad, que nos abre a la luz y nos ayuda a salir al encuentro de los demás: la luz de la verdad, la luz del amor. A fin de cuentas, nos dice: tomad cada día el camino de la experiencia, de la experiencia humilde de la fe. Entonces, el corazón se hace grande y también puede ver e iluminar a la razón para que vea la belleza de Dios» (L’Osservatore Romano, edición en lengua española, 16 de mayo de 2008, p. 12).

Surge espontáneamente el deseo de que todos los participantes en la Jornada de Asís del 27 de octubre, así como las numerosas personas y comunidades de creyentes que se unirán a ellos, comprendan mejor el significado de lo que se afirma en la declaración Nostra aetate: «La Iglesia católica no rechaza nada de lo que en estas religiones es verdadero y santo. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas que, aunque discrepen mucho de lo que ella mantiene y propone, no pocas veces reflejan un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres» (n. 2).


 

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Malestar globalizado
Monseñor Felipe Arizmendi Esquivel
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, sábado, 30 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo escrito por monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, con el título “Malestar globalizado”.

* * *

VER

En la otrora pacífica y engreída Noruega, desconcierto y pesar por el múltiple e irracional asesinato de días recientes, causado por un desequilibrado, quien de esa forma dice hacer un bien a Europa y a su país. Asombro por la muerte inesperada de una cantante británica de apenas 27 años, en pleno auge de éxitos. Preocupación por los frecuentes suicidios de jóvenes y de quienes no encuentran otra forma de enfrentar sus problemas. Denuncias del gobierno irlandés contra la Iglesia Católica, por actuaciones, a su juicio, inadecuadas en pasados casos de pederastia clerical. Violentas manifestaciones en Grecia e inconformidad social en España. Levantamientos contra dictadores y gobernantes en varias partes del mundo. Y muchos otros casos.

Entre nosotros, plantones y bloqueos carreteros, pidiendo justicia y solución a problemas contra el gobierno o entre organizaciones sociales, con el injusto y grave daño a quienes nada tenemos que ver. Críticas severas y descalificaciones entre partidos, legisladores, candidatos a puestos públicos y dirigentes sociales. Persistencia de la pobreza y falta de trabajo y de oportunidades. Inconsistencia matrimonial y abismo generacional en las familias y en las poblaciones, sobre todo campesinas e indígenas. Inseguridad y violencia, narcotráfico y secuestro, combate al crimen organizado y secuelas colaterales, panfletos y anónimos, robos y desconfianzas…

JUZGAR

¿Qué es lo que provoca estas y muchas otras situaciones? ¿Por qué no vivimos en el paraíso original? ¿Hay propuestas y soluciones de fondo? Cada quien aporta lo suyo; nosotros ofrecemos a Dios.

Dice el Papa Benedicto XVI: “El momento histórico actual está marcado pro luces y sombras. Asistimos a comportamientos complejos: encerramiento en sí mismo, narcisismo, deseo de poseer y de consumir, sentimientos y afectos desliados de la responsabilidad. Muchas son las causas de esta desorientación, que se manifiesta en un profundo malestar existencial, pero en el fondo de todo se puede entrever la negación de la dimensión trascendente del hombre y de la relación fundamental con Dios” (2-VII-2011).

“La técnica que domina al hombre lo priva de su humanidad. El orgullo que genera ha hecho surgir en nuestras sociedades un economicismo intratable y cierto hedonismo, que determina los comportamientos de modo subjetivo y egoísta. El debilitamiento del primado de lo humano conlleva un desvarío existencial y una pérdida del sentido de la vida. De hecho, la visión del hombre y de las cosas sin referencia a la trascendencia desarraiga al hombre de la tierra y, más fundamentalmente, empobrece su identidad misma” (9-VI-2011).

“Donde Dios desaparece, el hombre cae en la esclavitud de idolatrías, como han mostrado, en nuestro tiempo, los regímenes totalitarios, y como muestran también diversas formas de nihilismo, que hacen al hombre dependiente de ídolos, de idolatrías; lo esclavizan… La verdadera adoración de Dios no destruye, sino que renueva, transforma. Ciertamente, el fuego de Dios, el fuego del amor quema, transforma, purifica, pero precisamente así no destruye, sino que crea la verdad de nuestro ser, recrea nuestro corazón” (15-VI-2011).

ACTUAR

¿Quieres encontrar sentido a tu vida? Busca a Dios. ¿Anhelas que tu familia goce de paz y estabilidad? Acérquense a Dios. ¿Pides y exiges que nuestra patria y el mundo cambien? Abramos el corazón a Dios. ¿Sueñas y gritas por que se acaben la violencia y la injusticia? No destierres a Dios de las leyes, de las costumbres, de la política, de la economía, de la escuela.

Dios no es enemigo a vencer, sino padre, amigo, salvador, redentor, liberador. Dios es fuente de justicia, de verdad, de paz y de amor. Dios es consuelo y aliento, luz y camino. Dios te guía por senderos seguros, que te exigen control de tus pasiones bajas, renuncia a tu egoísmo, solidaridad con los pobres, crucifixión de ti mismo, pero sólo así tu vida será Vida, tendrá sentido y valor, inmanencia y trascendencia; sólo así serás alguien y no uno más del montón.

Si no me crees, ¡haz la prueba y verás cuán bueno es el Señor!

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Siempre es posible la esperanza
Por monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos
BURGOS, sábado, 30 de julio de 2011 (ZENIT.org).- Estos días he conocido la historia de dos casos sobrecogedores y, a la vez, llenos de esperanza: la de Laura, mujer mejicana, y la de José-Antonio, de Barcelona. Ellos mismos narran las tragedias humanas a las que les condujeron el aborto y el alcohol. Y lo que es capaz de hacer el amor de Dios cuando uno se decide a darle acogida en su corazón.

Laura se trasladó a la ciudad de México cuando tenía 16 años. «Me alojé con una tía lesbiana -cuenta- y allí comencé a impregnarme de muchas ideas y a experimentar un fuerte rechazo a la Iglesia Católica».A los 18 años comenzó a tener relaciones sexuales, pensando que no pasaba nada si un día quedaba embarazada: «aborto y ya está». Efectivamente, quedó embarazada y decidió abortar. «Pero con mi bebé –dice- murieron todas mis ilusiones. Creo que ese día yo me asesiné, me hundí en un infierno de tristeza y vi destruido mi proyecto de vida». Durante veinte años no dejó de ir de un psicólogo a otro y cuando oía llorar a un bebé sentía un dolor interminable y una tristeza espantosa. Cayó en todo: en la brujería, en el vacío, en la soledad. «No encuentro palabras para explicarlo».

Años más tarde se casó y fue a vivir a otra ciudad. Al lado de su nueva casa había una iglesia y el sonar de las campanas y el canto de los fieles penetraba por la ventana. Durante mucho tiempo siguió sin entrar en ella. «Cansada de la vida, decidí entrar en el templo y confesarle al sacerdote todo lo que me estaba ocurriendo. En ese momento me regresó la paz, porque el sacerdote me enseñó a perdonarme a mí misma». De la mano de Dios, su vida ha ido cambiando poco a poco y hoy es una mujer casada, tiene un hijo de cinco años y vive feliz con su marido, que también la ha ayudado en su recuperación. Hace unos días sintió rabia cuando leyó «la declaración de una mujer que decía: Dejad que las mujeres aborten en paz. ¡Qué tontería! No saben a dónde están conduciendo a las mujeres».

Antonio tenía un buen empleo y una familia. Empezó a beber por alternar y terminó haciéndose esclavo de la barra de los bares. La convivencia matrimonial se deterioró «y mis borracheras hacían de mi hogar un verdadero infierno». Trabajaba como jefe de área en una multinacional, pero su progresiva dependencia del alcohol le hizo perder el puesto de trabajo. Al poco, le abandonó su esposa. Poco a poco fue perdiendo los amigos. Un buen día, le cortaron la luz por falta de pago. «Mi única ilusión era conseguir una botella de vino y me acostaba pensando de dónde sacaría cien pesetas para conseguir un litro de vino peleón». No pisaba una iglesia desde hacía más de veinte años. Una noche llegó borracho como de costumbre a casa. «Tenía un crucifijo en mi habitación, lo miré y aquella noche me arrodillé y llorando le dije: “Si tú no me sacas de este pozo yo no puedo salir”».

Unos días más tarde, una mujer del barrio a la que no conocía, se le acercó y le dijo: “Jesús te ama”. Él se lo tomó a broma y pensó: «¿Cómo puede Jesús quererme a mí con la vida que llevo y riéndome de todas esas cosas de iglesia?» Siguieron hablando y a los pocos días le llevó a un grupo de oración de la Renovación Carismática. «Un día me confesé, después de tantos años. Pero no podía comulgar, no me había perdonado a mí mismo. Más tarde ya lo hice» Siguió participando en el grupo y poco a poco su vida se fue normalizando. Cayó gravemente enfermo pero Dios se sirvió de la enfermedad como «de palanca para dejar definitivamente la bebida». Hace ya 16 años que no prueba el alcohol. «Veo, concluye, que el Señor actúa en nuestras vidas diariamente. A Él le debo que me sacara del pozo. Por eso, animo a los que tengan problemas de bebida que acudan al médico que puede curarles: Jesús». Como decía al principio: dos casos tan impresionantes como esperanzadores.

Estos días he conocido la historia de dos casos sobrecogedores y, a la vez, llenos de esperanza: la de Laura, mujer mejicana, y la de José-Antonio, de Barcelona. Ellos mismos narran las tragedias humanas a las que les condujeron el aborto y el alcohol. Y lo que es capaz de hacer el amor de Dios cuando uno se decide a darle acogida en su corazón.

Laura se trasladó a la ciudad de México cuando tenía 16 años. «Me alojé con una tía lesbiana -cuenta- y allí comencé a impregnarme de muchas ideas y a experimentar un fuerte rechazo a la Iglesia Católica».A los 18 años comenzó a tener relaciones sexuales, pensando que no pasaba nada si un día quedaba embarazada: «aborto y ya está». Efectivamente, quedó embarazada y decidió abortar. «Pero con mi bebé –dice- murieron todas mis ilusiones. Creo que ese día yo me asesiné, me hundí en un infierno de tristeza y vi destruido mi proyecto de vida». Durante veinte años no dejó de ir de un psicólogo a otro y cuando oía llorar a un bebé sentía un dolor interminable y una tristeza espantosa. Cayó en todo: en la brujería, en el vacío, en la soledad. «No encuentro palabras para explicarlo».

Años más tarde se casó y fue a vivir a otra ciudad. Al lado de su nueva casa había una iglesia y el sonar de las campanas y el canto de los fieles penetraba por la ventana. Durante mucho tiempo siguió sin entrar en ella. «Cansada de la vida, decidí entrar en el templo y confesarle al sacerdote todo lo que me estaba ocurriendo. En ese momento me regresó la paz, porque el sacerdote me enseñó a perdonarme a mí misma». De la mano de Dios, su vida ha ido cambiando poco a poco y hoy es una mujer casada, tiene un hijo de cinco años y vive feliz con su marido, que también la ha ayudado en su recuperación. Hace unos días sintió rabia cuando leyó «la declaración de una mujer que decía: Dejad que las mujeres aborten en paz. ¡Qué tontería! No saben a dónde están conduciendo a las mujeres».

Antonio tenía un buen empleo y una familia. Empezó a beber por alternar y terminó haciéndose esclavo de la barra de los bares. La convivencia matrimonial se deterioró «y mis borracheras hacían de mi hogar un verdadero infierno». Trabajaba como jefe de área en una multinacional, pero su progresiva dependencia del alcohol le hizo perder el puesto de trabajo. Al poco, le abandonó su esposa. Poco a poco fue perdiendo los amigos. Un buen día, le cortaron la luz por falta de pago. «Mi única ilusión era conseguir una botella de vino y me acostaba pensando de dónde sacaría cien pesetas para conseguir un litro de vino peleón». No pisaba una iglesia desde hacía más de veinte años. Una noche llegó borracho como de costumbre a casa. «Tenía un crucifijo en mi habitación, lo miré y aquella noche me arrodillé y llorando le dije: “Si tú no me sacas de este pozo yo no puedo salir”».

Unos días más tarde, una mujer del barrio a la que no conocía, se le acercó y le dijo: “Jesús te ama”. Él se lo tomó a broma y pensó: «¿Cómo puede Jesús quererme a mí con la vida que llevo y riéndome de todas esas cosas de iglesia?» Siguieron hablando y a los pocos días le llevó a un grupo de oración de la Renovación Carismática. «Un día me confesé, después de tantos años. Pero no podía comulgar, no me había perdonado a mí mismo. Más tarde ya lo hice» Siguió participando en el grupo y poco a poco su vida se fue normalizando. Cayó gravemente enfermo pero Dios se sirvió de la enfermedad como «de palanca para dejar definitivamente la bebida». Hace ya 16 años que no prueba el alcohol. «Veo, concluye, que el Señor actúa en nuestras vidas diariamente. A Él le debo que me sacara del pozo. Por eso, animo a los que tengan problemas de bebida que acudan al médico que puede curarles: Jesús». Como decía al principio: dos casos tan impresionantes como esperanzadores.

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Mensaje a nuestros lectores


Vacaciones de verano. ZENIT regresa el 16 de agosto
 
CASTEL GANDOLFO, sábado, 30 de julio de 2011 (ZENIT.org).- La redacción de ZENIT disfrutará de unos días de descanso con motivo del verano boreal. El servicio informativo regresará el 16 de agosto.  

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