Durante el ángelus dominical en Castelgandolfo

El Papa denuncia de nuevo la situación de los más necesitados en el Cuerno de África

 

Ayer domingo Benedicto XVI ha comentado el Evangelio del día que nos presenta el milagro de la «multiplicación de los panes». El milagro hace pensar en la institución de la Eucaristía: «El Señor invita a los discípulos para que sean ellos quienes distribuyan el pan para la multitud«. La condición de aquella multitud, ha dicho el Papa en su alocución previa al Ángelus, «hace pensar en tantos hermanos y hermanas que en estos días, en el Cuerno de África, sufren las dramáticas consecuencias de la carestía, agravadas por la guerra y por la falta de instituciones sólidas».

01/08/11 6:16 AM


 

(RV) “En la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana”, recordó Benedicto XVI. “Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo”.

Precisamente el santo que la Iglesia celebraba ayer, san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús da testimonio al vivir “buscando a Dios en todas las cosas, y amándolo en todas las criaturas”.

Texto completo de la alocución del Santo Padre:

El Evangelio de este domingo describe el milagro de la multiplicación de los panes, que Jesús cumple para una multitud de personas que lo han seguido para escucharlo y ser aliviados por varias enfermedades. Al anochecer los discípulos sugieren a Jesús que despida a la multitud, para que puedan ir a comer. Pero el señor tiene en mente otra cosa “dadles vosotros de comer” (Mt 14,16). Ellos no tienen “sino cinco panes y dos peces”. Jesús entonces cumple un gesto que hace pensar en el sacramento de la Eucaristía: “levantando los ojos al cielo, bendijo, y partió y dio los panes a los discípulos, y los discípulos a la multitud” (Mt 14,19). El milagro consiste en compartir fraternamente pocos panes que, confiados a la potencia de Dios, no solo bastan para todos, sino que además sobran, hasta llenar doce canastos.

El Señor invita a los discípulos para que sean ellos quienes distribuyan el pan para la multitud; de este modo los instruye y los prepara para la futura misión apostólica: en efecto deberán llevar a todos el alimento de la Palabra de vida y de los Sacramentos.

En este signo prodigioso se entrelazan la encarnación de Dios y la obra de la redención. Jesús, en efecto, “desciende” de la barca para encontrar a los hombres. San Máximo el Confesor afirma que el Verbo de Dios “se dignó, por amor nuestro, a hacerse presente en la carne, derivada de nosotros y conforme a nosotros menos que en el pecado, y a exponernos la enseñanza con palabras y ejemplos convenientes a nosotros. El Señor nos ofrece aquí un ejemplo elocuente de su compasión hacia la gente. Hace pensar en tantos hermanos y hermanas que en estos días, en el Cuerno de África, sufren las dramáticas consecuencias de la carestía, agravadas por la guerra y por la falta de instituciones sólidas.

Cristo está atento a la necesidad material, pero quiere donar de más, porque el hombre está siempre “hambriento de algo de más, tiene necesidad de algo de más”. En el pan de Cristo está presente el amor de Dios; en el encuentro con El “nos nutrimos, por así decir, del mismo Dios viviente, comemos verdaderamente el «pan del cielo»” . Queridos amigos, “en la Eucaristía Jesús nos hace testigos de la compasión de Dios por cada hermano y hermana. Nace así, en torno al Misterio eucarístico, el servicio de la caridad para con el prójimo” (Exhortación . ap. postsin. Sacramentum caritatis, 88). Nos lo testimonia también San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús de quien hoy la Iglesia hace memoria. Ignacio eligió, en efecto, vivir “buscando a Dios en todas las cosas, y amándolo en todas las criaturas”.

Confiamos a la Virgen María nuestra oración para que abra nuestro corazón a la compasión hacia el prójimo y al compartir fraterno.

Mensaje en español:

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española que participan en esta oración mariana y a los que se unen a ella a través de la radio y la televisión. En este domingo, invito a todos a abrir el corazón a la Palabra de Dios, en donde Jesucristo aparece como el verdadero alimento, que nutre y sacia los más nobles deseos que anidan en nuestro interior. Que, a ejemplo de María Santísima, encontremos nuestra dicha en cumplir la voluntad de su divino Hijo, y así alcanzaremos aquella luz que no conoce el ocaso, el amor que no defrauda y la esperanza que alienta y consuela. Que el Señor os bendiga y os conceda días llenos de serenidad.