¡Nos vemos en Madrid!

 

Es una alegría que la Iglesia quiere ofrecer a los jóvenes para que disfruten el ser católicos y compartir la fe con otros muchos de diferente países y continentes, como otros lo disfrutamos hace años en otras Jornadas de la Juventud y hoy recordamos dichos encuentros como algo importante en nuestra vida.

02/08/11 9:55 AM


 

Para los curas de Madrid, Getafe y Alcalá, escaparnos este año unos días de vacaciones resulta tarea ardua, por todo lo que hay que preparar para la JMJ. Una parroquia como la del abajo firmante, en la que se acogen peregrinos en las familias, en la parroquia y a la que nos han encomendado cuidar de 12 colegios que van a estar llenos de jóvenes de diferentes países, ha tenido que realizar un buen esfuerzo de logística. Lo cual hemos hechos todos, sacerdotes y fieles, con gran ilusión y, además, nos le hemos pasado bien organizando todo. Es más, uno de los mejores frutos de este evento mundial para una sencilla parroquia de barrio va a ser precisamente el modo como tanta gente ha trabajado para preparar la llegada y alojamiento de los peregrinos.

Pero hemos conseguido escaparnos un grupo de sacerdotes, como todos los años, y descansar juntos. Este año, por donde hemos ido, en las iglesias que hemos visitado o donde hemos ido a celebrar Misa, el denominador común era el mismo: ¡Nos vemos en Madrid! Y no es una experiencia aislada, noticias de este tipo me llegan por todas partes. Un sacerdote conocido fue con su parroquia de peregrinación por Italia a finales de junio y contaba que la cantinela era la misma por donde iba: ¡Nos vemos en Madrid!

Y otro que con sus padres ha visitado Inglaterra durante el mes de julio me decía que allá donde llegaba, en ambientes de Iglesia, claro está, le repetían lo mismo: Madrid, la Jornada Mundial de la Juventud. Y esto, empezando por la catedral de Westminster y siguiendo por el Oratorio de Brompton, los Blackfriars de Oxford, etc. Era algo común en cada iglesia: El cartel de la JMJ y la alegría de los que allí se encontraban porque venían a Madrid a ver al Papa.

Parece que en la Iglesia europea –ojalá en el mundo entero- la consigna es la misma. Lo cual incluye a todas las sensibilidades y estilos (me escribía ayer un amigo sacerdote francés por si puedo alojar en mi casa a su sobrina y a una amiga que este otoño entrarán en una congregación de dominicas del rito extraordinario), todos unidos alrededor del Papa. Este es el momento de sentirnos todos una familia, unidos entorno al Vicario de Cristo, el dulce Cristo en la tierra que decía Santa Catalina de Siena.

Es una alegría que la Iglesia quiere ofrecer a los jóvenes para que disfruten el ser católicos y compartir la fe con otros muchos de diferente países y continentes, como otros lo disfrutamos hace años en otras Jornadas de la Juventud y hoy recordamos dichos encuentros como algo importante en nuestra vida.

Es una alegría, por otra parte, que a algunos les cuesta entender por falta de fe o de sensibilidad religiosa o por el motivo que sea, es lógico que lo manifiesten. Los unos con buena educación, los otros con menos educación menos buena, cada uno con la que tiene (no se pueden pedir imposibles). Protestas, carteles, campañas contra la visita del Papa (se cuidan muy mucho de protestar contra la visita de un millón de jóvenes, pues eso les haría quedar fatal) que son como gotas de agua en el océano del entusiasmo de los jóvenes que vienen y de los que les acogen aquí. Por otro lado dichas protestas manifiestan una amargura ante la sana alegría ajena que es bastante significativa…

Sea como sea, con carteles de Izquierda Unida –y compañeros- o sin ellos, los jóvenes del mundo entero están haciendo el equipaje y vienen a Madrid a estar con sus pastores que también vienen y, sobre todo, con el Papa. Que nadie se pierda esta fiesta –aunque sea por la televisión- pues está pensada para todos. Ojalá compartiendo la alegría de los jóvenes de la Iglesia todos disfrutemos un poco de algo tan sencillo y alegre como el ser católicos.

 

P. Alberto Royo Mejía, sacerdote