2.08.11

Civilización bastarda

A las 11:08 AM, por Luis Fernando
Categorías : Actualidad, Sociedad siglo XXI

 

La primera acepción del término “hijo bastardo” aparece en el diccionario de la RAE de la siguiente manera: 1- hijo nacido de una unión no matrimonial. A eso se le añade que el término “bastardo” -sin el hijo por delante-, se define primariamente tal que así: 1- Que degenera de su origen o naturaleza.

Pues bien, la noticia que dio ayer El País y que reproducimos hoy en InfoCatólica muestra bien a las claras cuál es la situación de la sociedad en que vivimos. Y no ya la sociedad, sino la civilización. Lázaro olía mejor cuando el Señor fue a resucitarle.

Efectivamente, la otrora civilización cristiana ha degenerado de su origen y naturaleza. Los que antes eran países cristianos hoy son otra cosa. Son la degeneración del cristianismo. La apostasía ha convertido a Occidente en una civilización bastarda. Y una de las consecuencias lógicas es que proliferen los hijos bastardos, nacidos fuera del matrimonio.

Ahora bien, lo primero de todo que conviene señalar es que precisamente esos niños no tienen culpa alguna de haber nacido fuera de la unión matrimonial. Dado que el término bastardo todavía tiene un significado peyorativo y se puede usar como un insulto, no conviene usarlo para referirse a ellos. Al hijo de una prostituta no le vamos a llamar haciendo referencia a la “profesión” de su madre. Idem a los hijos concebidos en relaciones sexuales esporádicas o de parejas no unidas en matrimonio.

De hecho, el principal problema hoy en día no es tanto que se conciban hijos fuera del matrimonio como que los mismos sean asesinados en el seno materno antes de que puedan nacer. A las civilizaciones bastardas sus hijos les resultan una carga que conviene eliminar.

Los datos que aparecen en la noticia son impactantes. En diez años se ha duplicado el número de hijos nacidos fuera del matrimonio. Y en otros diez está previsto que en otros diez años, sean más los que nazcan fuera que dentro de la institución familiar.

Entre las causas aducidas por los expertos figura en primer lugar la secularización de la sociedad. Es decir, a más alejamiento del cristianismo, menos hijos y más destrucción de la familia. Estamos recogiendo lo que se ha sembrado en las últimas tres décadas.

Habrá personas que se alegren de que sean así las cosas. Habrá quien presente esas cifras como una señal de progreso. Habrá quien disfrute porque cree que esto indica que la fe cristiana ha dejado de ser uno de los pilares de la sociedad occidental. Pues bien, que se agarren porque vienen curvas. Una civilización que se niega a tener hijos y que los pocos que tiene nacen en un contexto de completa inestabilidad familiar está destinada a perecer. Decir eso no es convertirse en profeta de calamidades. Es aplicar el sentido común.

La duda que queda es qué tipo de civilización tomará el lugar de la actual. A la caída del Imperio romano no había una civilización fuerte y dominante capaz de tomar el testigo, de manera que los diversos invasores acabaron asumiendo buena parte de la civilizació romana pre-existente. El cristianismo cumplió un papel fundamental para conservar lo bueno que quedaba atrás y para dar identidad a lo que estaba naciendo. Pero lo que hoy tiende a desaparecer es toda traza de dicho cristianismo. Y sí existe una civilización poderosa capaz de ocupar su lugar. Es el Islam. Que no necesita invadirnos militarmente porque lo está haciendo demográficamente.

Es cuestión de tiempo, quizás menos de un siglo, el que en la Europa que apostata de Cristo y de la cruz empiece a reinar la media luna. Y si alguien piensa que la democracia occidental es capaz, por sí misma, de impedir tal hecho, es porque no conoce bien cuáles son los efectos del sistema democrático allá donde el islamismo es mayoritario. Como dijo un líder musulmán hace años en una reunión de diáologo inter-religioso: “os invadiremos con vuestras leyes y os someteremos con las nuestras“.

Si la sociedad occidental, en especial la europea, quiere evitar ese escenario, sólo tiene un camino: convertirse de nuevo a Cristo y al evangelio. A los católicos nos toca ser levadura que leude positivamente la masa. Hoy apenas nos oyen. Hoy nos desprecian. Mañana nos pedirán que les salvemos. Quién sabe si Cristo no vuelve antes para poner fin a todo.

¡¡Maranata!!

Luis Fernando Pérez Bustamante