La tarde se posó silenciosa ayer sobre los aledaños de la Catedral de
Santander en los momentos previos al comienzo de los actos
centrales de los 'Días en la Diócesis'. La iniciativa,
programada por el Obispado, ha estado dirigida a los jóvenes
peregrinos de varias nacionalidades que han llegado a España
para participar en las 'Jornadas Mundiales de la Juventud'. Como
guinda a las actividades de este fin de semana, el Lignum
Crucis, el trozo más grande que se conserva en el mundo de la
cruz de Cristo, salió del monasterio de Santo Toribio de Liébana
por novena vez desde que llegase a la comarca en el siglo IX. Se
trataba acoger la reliquia y marchar en procesión desde la
Catedral hasta el Parque de las Llamas. Y la respuesta, tanto de
los jóvenes peregrinos, como de fieles de todas las edades, no
pudo ser más entusiasta. A las 16.00 horas la plaza de la
Catedral estaba vacía, a la espera de la llegada del Lignum
Crucis, prevista para las 17.00 horas. Tan sólo el paso cedido
por la Junta de Cofradías de Santander para portar la reliquia
durante la procesión hacía entrever la demostración de fe que
iba a tener lugar.
La presidenta de la Junta de Cofradías Penitenciales de
Santander, Teresa Saro, se mostraba feliz: «El paso es en el que
sale el Resucitado durante la Semana Santa. La Junta suele
prestarlo para el Corpus y hoy es un honor poder cederlo para
una procesión tan importante», afirmó. Un grupo de trabajadores
adornaba el paso con flores rojas. Algunos de los jóvenes
peregrinos iban acercándose y se sentaban en las escaleras a
escuchar música con sus teléfonos móviles o, simplemente, a
charlar.
Poco antes de las 17.00 horas, el acceso a la iglesia baja de la
Catedral ya estaba repleta de fieles y miembros de la
organización que aguardaban, impacientes, la llegada de la
reliquia. Asimismo, jóvenes de la Cofradía de la Santa Cruz de
Liébana, esperaban con sus tambores. Miembros del Cabildo de la
Catedral salieron a recibir al Lignum Crucis, que llegaría,
finalmente, a las 17.20 horas, en un coche gris plateado,
escoltado por dos motoristas y un furgón de la Policía Nacional,
y un coche de la Guardia Civil. Del coche se bajó Juan Manuel
Núñez, superior del monasterio de Santo Toribio de Liébana y
junto a él, se agolparon los representantes de la Cofradía de la
Santa Cruz, que habían llegado desde Potes precediendo a la
reliquia y el Arcipreste de Liébana Elías Hoyal. Había llegado
el momento de iniciar una breve procesión -de apenas unos pocos
metros- hasta la Catedral. Comenzaron en ese momento a sonar los
tambores. Una vez alcanzado el paso de la Junta de Cofradías, la
reliquia se dispuso sobre la peana.
Gran emoción
La entrada estuvo dominada por la gran emoción de los presentes
al ver el Lignum Crucis. La iglesia baja de la Catedral fue el
escenario escogido para llevar a cabo una breve oración con la
reliquia presidiendo el altar. Fueron poco más de diez minutos
en los que los asistentes se mostraron deseosos de acercarse y
besar el trozo más grande que se conserva de la Cruz. Pero no
pudo ser. La programación se retrasaba con motivo de la tardanza
en la llegada del Lignum Crucis y tuvieron que darse prisa en
concluir la ceremonia.
Afuera, el paisaje había cambiado sensiblemente. La multitud de
fieles había engordado con la presencia de los jóvenes
peregrinos que fueron llegando poco a poco. Ahí ya se encontraba
el grueso de los peregrinos. Las nubes, que unas pocas horas
antes habían soltado unas pequeñas gotas, como aviso, esta vez
parecían respetar a la concurrencia.
Los jóvenes estaban exhultantes y portaban orgullosos sus
banderas. Sobre todo, los de la delegación de Suiza, quienes se
comportaron como los más orgullosos. Pero no eran los únicos.
Con la misma soltura se desenvolvían los provenientes de
Polonia, México, Puerto Rico y, por supuesto, España. La salida
fue aún más numerosa y emocionante para los presentes. Las
personas de más edad optaron por ceder el testigo a los jóvenes,
quienes iniciaron la procesión a las 18.00 horas. La presidía el
Obispo de Santander, Vicente Jiménez, quien se había incorporado
a los actos tras la ceremonia en la Catedral. El superior del
monasterio de Santo Toribio y los miembros de la Cofradía de la
Santa Cruz presidían la comitiva. Detrás, miembros de cofradías
santanderinas, como las del Amor o la de la Pasión. A medida que
iba alejándose de la Catedral y tomaban las calles de Santander,
la procesión iba nutriéndose de curiosos y fieles que no habían
podido acceder a la Catedral. Un cordón separaba la larga fila
de peregrinos.
Vigilia
Tras una larga marcha, y que estuvo pasada por agua durante los
tramos finales, a las 21.00 horas llegaron a su destino. Aunque
estaba previsto que el final del recorrido tuviese lugar en el
Parque de las Llamas, la amenaza de lluvia obligó a la
organización a desviar las actividades previstas al Palacio de
los Deportes. Allí tuvo lugar el reparto de la cena y la Vigilia
de Oración, oficiada por el obispo. Por último, Mario San Miguel
y el Ejército del Amor ofrecieron un concierto ante los
peregrinos. Una vez terminado, los peregrinos no volvieron a sus
casas de acogida, sino que fueron repartidos entre el Pabellón
Polideportivo de la Universidad de Cantabria y el edificio de la
Obra San Martín, ya que hoy, temprano salen directamente en 15
autobuses rumbo a Madrid.
A las 10.00 horas, los jóvenes serán despedidos con una misa que
se celebrará en el interior de la carpa del Circo Sensaciones,
junto al colegio de los Agustinos, en El Sardinero. La idea de
celebrar la misa de despedida de los jóvenes en ese
emplazamiento, surgió de la propia Dirección del circo, según ha
explicado la Diócesis de Santander.