1.09.11

¿Es esto posible?

A las 12:23 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe
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De vez en cuando le surgen a uno temas que no se los espera o, mejor, que no le gustaría encontrárselos. El de hoy es uno de ellos que, en verdad, produce perplejidad y tristeza por lo que, en el fondo, supone.

Antes que nada tengo que decir que el que esto escribe, como cristiano, es un pecador (no por ser discípulo de Cristo sino por no ser, siempre, fiel) y que no pocas veces tengo que pedir perdón por lo hecho o por lo no hecho, que de todo hay en la viña de cada cual.

Sin embargo, hay cosas que, por ir exactamente contra la esencia del cristianismo causan estragos en el corazón de quien, aunque quizá pueda calificarse de excesivamente ortodoxo, cree que la fe en Dios tiene que ir desde lo mínimo a lo máximo y que no podemos capitidisminuir nuestra creencia introduciendo en ella ciertos aspectos claramente antagónicos.

Esto lo digo por lo que sigue.

El domingo pasado, 28 de agosto, escuchando, en Radio María, el programa “La semana”, que dirige Jorge Barco y en el que participa, también como conversador, Juanjo Romero, director técnico de InfoCatólica, llamó un oyente cuyo nombre ni conozco ni creo que sea importante conocerlo. Lo que sí importa es lo que dijo porque, a lo mejor, no es la única persona, creyente católica (pues lo era y así lo dijo) que lleve a la práctica lo que tal persona llevaba.

Digo que dijo que le gustaba hacer yoga mientras escuchaba la radio. Y luego continuó con lo que tenía que decir.

Antes he dicho que se me puede motejar de ortodoxo, incluso de fundamentalista católico (en el sentido que esto tiene de quien cree importante lo fundamental de su fe y no en otros sentidos torcidos). Por eso a alguien le puede parecer que esto es un tema baladí cuando, en realidad, es básico y esencial para comprender el estado de despiste en el que se puede encontrar más de un creyente católico.

Eso puede ir unido a la creencia que el Reiki es una buena práctica para un católico o, incluso, que se puede ser masón y, a la vez, católico. Son, así, ejemplos, de lo aquí apuntado que llevan a pensar que el nivel de conocimiento sobre la fe que uno tiene puede llegar a ser escaso o, en todo caso, no lo suficiente como se merece Dios, su Hijo Jesucristo y el mismo Espíritu Santo.

A mí me extrañó que aquella persona dijera eso porque yo tenía entendido que el yoga y el catolicismo no se llevan nada bien. Pero podía tratarse de alguna deficiencia en mi información católica y, a lo mejor, estaba juzgando mal a alguien que hacía las cosas de forma correcta y, en esencia, bien. Todo podía ser.

Bueno. Entonces hice lo que cualquiera debería hacer. Pero se debería hacer antes de hacer otras cosas como, por ejemplo, yoga, siendo, a la vez, católico y, para más señas perteneciente a un movimiento muy importante (que no viene al caso) de la Esposa de Cristo.

Acudí, digo, a las fuentes de información a las que hoy día resulta muy fácil acudir. Y el resultado fue, ha sido, devastador para quien haga lo que aquel señor hacía pretendiendo compatibilizarlo con su religión católica, imposible de cohonestar con la misma y, además, triste para quien, desde fuera de tal situación, ve con objetividad lo que se consigue haciendo tal cosa, el fin que el yoga pretende.

El 15 de octubre de 1989 la Congregación para la Doctrina de la Fe emitió un documento titulado “Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre algunos aspectos de la meditación cristiana”. Se refiere el mismo, como desde el principio se dice a que “Con la expresión “métodos orientales” se entienden métodos inspirados en el Hinduismo y el Budismo, como el ‘Zen’, la ‘meditación trascendental’ o el ‘Yoga’. Se trata, pues, de métodos de meditación del Extremo Oriente no cristianos que, no pocas veces hoy en día, son utilizados también por algunos cristianos en su meditación”.

En concreto, en el punto 28 de tal documento se dice lo siguiente:

“Algunos ejercicios físicos producen automáticamente sensaciones de quietud o de distensión, sentimientos gratificantes y, quizá, hasta fenómenos de luz y calor similares a un bienestar espiritual. Confundirlos con auténticas consolaciones del Espíritu Santo sería un modo totalmente erróneo de concebir el camino espiritual. Atribuirles significados simbólicos típicos de la experiencia mística, cuando la actitud moral del interesado no se corresponde con ella, representaría una especie de esquizofrenia mental que puede conducir incluso a disturbios psíquicos y, en ocasiones, aberraciones morales”.

Es bien cierto que tal documento no condena, digamos, de forma expresamente el yoga pero sí dice, en su punto 12 que “estas propuestas u otras análogas de armonización entre meditación cristiana y técnicas orientales deberán ser continuamente cribadas con un cuidadoso discernimiento de contenidos y de método, para evitar la caída en un pernicioso sincretismo” y, no me negará nadie que resulta, de todo, punto, difícil, evadirse de la influencia espiritual que tiene tal práctica que no es, precisamente, cristiana sino, en todo caso, hinduista y orientalizante.

Por eso mismo, dice un poco después (26), que “La experiencia humana demuestra que la posición y la actitud del cuerpo no dejan de tener influencia sobre el recogimiento y la disposición del espíritu. Esto constituye un dato al que han prestado atención algunos escritores espirituales del Oriente y del Occidente cristiano“.

Por lo tanto, no es nada banal ni de poca importancia que un cristiano, aquí católico, practique yoga sin saber lo que, en realidad, hace porque no es posible separar el yoga en cuanto ejercicio físico de lo que tiene de contenido espiritual. Es decir, se hace para algo y por algo y ni el para ni el por son cristianos.

Pero es que, además, según dejó dicho en 2003, el Consejo Pontificio de la Iglesia Católica para Diálogo Interreligioso (en el documento “Jesucristo: portados del Agua de la Vida”), en concreto en 2.1, que “Entre las tradiciones que confluyen en la Nueva Era pueden contarse: las antiguas prácticas ocultas de Egipto, la cábala, el gnosticismo cristiano primitivo, el sufismo, las tradiciones de los druidas, el cristianismo celta, la alquimia medieval, el hermetismo renacentista, el budismo zen, el yoga, etc.” y, recordemos que la Nueva Era es, digamos, una línea de pensamiento que pretende, entre otras cosas, terminar con el cristianismo como si hubiera pasado ya su tiempo de estar en el mundo.

Muchas personas, sin embargo, es más que posible que no utilicen el yoga por motivos de meditación porque comprendan, a lo mejor, que cristianamente, no es admisible. Esto lo digo porque también se puede dar el caso de que se haga tal práctica por motivos relacionados con de salud física.

A este respecto, escribía en Forum Libertas (“El Yoga es incompatible con el cristianismo”), el religioso, sacerdote y predicador carismático James Manjackal, MSFS, que “Para algunos el Yoga es un medio de relajación y de alivio de la tensión, para otros es un ejercicio que promueve la salud y el estar en forma y, para una minoría, es un medio para la curación de enfermedades. En la mente del católico medio, ya sea laico o del clero, hay mucha confusión pues el Yoga según se promueve entre los católicos no es exclusivamente ni una disciplina relacionada con la salud ni una disciplina espiritual sino que unas veces es una cosa, otras veces la otra, y frecuentemente una mezcla de las dos.

Pero el hecho es que el Yoga es principalmente una disciplina espiritual y sé que incluso hay sacerdotes y hermanas en seminarios y noviciados que aconsejan el Yoga como una ayuda para la meditación y para la oración. Es triste que hoy en día, muchos católicos estén perdiendo la confianza en las grandes prácticas espirituales y místicas para la oración y la disciplina que recibieron de grandes santos como Ignacio de Loyola, Francisco de Asís, Francisco de Sales, Santa Teresa de Ávila, etc. y ahora sigan a espiritualidades y místicas orientales que provienen del Hinduismo y del Budismo. A este respecto, un cristiano sincero debería informarse sobre la compatibilidad del Yoga con la espiritualidad cristiana y sobre la conveniencia de incorporar sus técnicas en la oración y en la meditación cristianas.”

 

No parece, por lo tanto, que practicar yoga sea nada benéfico para un católico porque no deberíamos olvidar que, como se ha dicho arriba en otro sentido, el yoga no procura flexibilizar el cuerpo porque tenga tal objetivo sino que lo hace para alcanzar un fin espiritual que no es, precisamente cristiano ni, aquí, católico.

Lo bien cierto es, sin embargo, que en más ocasiones de las que debería producirse, se procura practicar yoga por parte de católicos como si se tratase de algún tipo de bien que se puede obtener como, por ejemplo, la relación, el silencio interior o efectos similares.

EXCURSUS

Ruego, por favor, a los lectores que hayan podido ver en alguna Parroquia o local perteneciente a la Iglesia católica, avisos proponiendo el yoga como ejercicio físico o como lo que sea, que lo hagan saber.

FIN DEL EXCURSUS

Véase, entonces, lo aquí apenas apuntado (hay mucha más información al respecto) para estar en la total seguridad que lo único que puede producir, a la larga o a la corta, en un católico, la práctica del yoga es un alejamiento de Dios, Creador del Cielo y de la Tierra y de todo lo visible e invisible. Vamos, de Aquel que mantiene la creación y por Quien vivimos y existimos.

Por eso preguntaba arriba que si esto es posible. Y, me parece, a fuer de ser francos, que no.

Eleuterio Fernández Guzmán