6.09.11

 

Pues sí, he titulado mi post de hoy de la misma manera que Francisco José Fernández de la Cigoña tituló ayer uno de los suyos, dedicado a hablar de las coincidencias entre él y un servidor.

Efectivamente somos amigos desde hace años. Nos hemos visto en persona pocas veces pero rara es la semana que no hablamos por teléfono. En varias ocasiones hemos compartido mesa y mantel, solos o acompañados de periodistas e incluso obispos. Pero sobre todo, por gracia de Dios compartimos la misma fe. Una fe que nos ha sido dada. Una fe que marca nuestras vidas. Una fe que nos lleva a prestar, desde nuestras limitaciones evidentes y no sin fallos, un servicio a la Iglesia a través de nuestros blogs. Al menos esa es nuestra intención. Dios y la propia Iglesia serán quienes determinen si les servimos o nos servimos.

Paco Pepe y yo coincidimos en el análisis de las causas de la crisis que lleva sufriendo la Iglesia desde hace décadas. Y también coincidimos en cuáles pueden ser las medidas a tomar para poner coto a esa crisis. Pero tampoco hay mucho mérito en esa coincidencia. Son miles y miles los católicos que piensan igual. La mayoría de ellos lo manifiestan en los comentarios a noticias y blogs. Otros, desde sus propios blogs.

Durante mucho tiempo, sin duda demasiado, las únicas voces críticas en la Iglesia con repercusión mediática venían del ámbito heterodoxo-progresista o, en el otro extremo, del lefebvrista. En medio había un gran vacío que de ninguna manera podía ocupar el oficialismo, que es ese sector informativo-opinativo que no se caracteriza precisamente por su contundencia apologética. Conste que creo que es necesario que existan medios oficialistas. Pero cuando se trata de “combatir por la fe que ha sido transmitida a los santos de una vez para siempre” (Jud 3), hace falta una actitud más enérgica. Y en eso andamos.

Habrá quien nos pregunte a cuento de qué nos hemos puesto a desempeñar esta labor o en base a qué nos creemos con autorización eclesial para hacer lo que hacemos. La respuesta a ambas preguntas viene de lo que el Papa Pío XII dijo en 1950 acerca de la opinión pública dentro de la Iglesia

Finalmente, Nos querríamos todavía añadir una palabra referente a la opinión pública en el seno mismo de la Iglesia (naturalmente, en las materias dejadas a la libre discusión). Se extrañarán de esto solamente quienes no conocen a la Iglesia o quienes la conocen mal. Porque la Iglesia, después de todo, es un cuerpo vivo y le faltaría algo a su vida si la opinión pública le faltase; falta cuya censura recaería sobre los pastores y sobre los fieles. Pero también aquí la prensa católica puede hacer un servicio muy útil. A este servicio, sin embargo, más que a cualquier otro, el periodista debe aportar aquel carácter del que Nos hemos hablado, y que está formado por un inalterable respeto y un amor profundo hacia el orden divino, es decir, en el caso presente, hacia la Iglesia tal como ella es, no solamente en los designios eternos, sino tal como vive concretamente aquí abajo en el espacio y en el tiempo, divina, sí, pero formada por miembros y por órganos humanos.

Si posee este carácter, el publicista católico sabrá evitar tanto un servilismo mudo como una crítica descontrolada. Ayudará con una firme claridad a la formación de una opinión católica en la Iglesia, precisamente cuando, como ahora, esta opinión oscila entre los dos polos, igualmente peligrosos, de un espiritualismo ilusorio e irreal y de un realismo derrotista y materializante. Alejada de estos dos extremos, la prensa católica deberá ejercer entre los fieles su influencia sobre la opinión pública en la Iglesia. Solamente así se podrán eludir todas las ideas falsas, por exceso o por defecto, sobre la misión y sobre las posibilidades de la Iglesia en el dominio temporal y, en nuestros días, sobre todo en la cuestión social y el problema de la paz.

Eso, y no otra cosa, es lo que Paco Pepe y muchos otros intentamos hacer. A veces cometemos excesos. No somos seres angélicos. Somos pecadores y en ocasiones algunos de nuestros pecados -por ejemplo, el de la soberbia- salen a la luz en nuestros escritos. Pero sinceramente, creo que si no existiéramos tendrían que inventarnos.

La crítica desde el amor, desde la comunión, desde la fidelidad plena al Magisterio es buena y necesaria. Como dijo Paco Pepe en su post de ayer, no pretendemos gobernar la Iglesia desde nuestros blogs. Somos conscientes de que no tenemos ni tendremos autoridad eclesial alguna. Opinar sobre lo que se debe hacer no es obligar a hacerlo. Y en todo caso, siempre nos atenemos a lo que la Iglesia enseña.

A diferencia de los heterodoxos, que gritan y patalean para que la Iglesia sea algo diferente a lo que siempre ha sido, nosotros pedimos que la Iglesia sea fiel a sí misma y que se cumpla con lo que los apóstoles pidieron que se hiciera con quienes enseñan un evangelio diferente. Los progres dicen “otra Iglesia es posible". Nosotros decimos “Iglesia, sé tú misma”. Habrá quien quiera situarse en medio de unos y de otros. Pero cuando de lo que se trata es de la defensa de la verdad, y la Iglesia es columna y baluarte de la misma, las tibiezas sobran.

A los que nos acusan de falta de caridad, digo que no hay mayor caridad que estar dispuesto a ser usado como instrumento de Dios para la salvación de los que están en el error. Así lo dice la Escritura en los dos últimos versículos de la carta de Santiago:

Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro le convierte, sepa que el que convierte a un pecador de su camino desviado, salvará su alma de la muerte y cubrirá multitud de pecados.
Stg 5,19-20

 

A eso nos dedicamos. En eso estamos. Y en ello seguiremos si Dios no dispone otra cosa.

Luis Fernando Pérez Bustamante