9.09.11

Eppur si muove - ¿Mujeres sacerdotes?

A las 12:33 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Eppur si muove
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Hay que temas que son, ciertamente, polémicos y que siempre que se tratan o plantean causan movimientos a favor y en contra. Además es uno que lo es recurrente de parte de los creyentes (lo que digan los que no lo sean poco debe importarnos) que quieren hacer de la Iglesia católica otra Iglesia y otra forma de ver las cosas como si fuera igual una cosa que la otra y como si diera igual lo mismo que lo contrario.

Que la mujer pueda ser sacerdote en el seno de la Iglesia católica es una pretensión que se basa, por ejemplo, en el hecho incontrovertible de que faltan sacerdotes y que muchas Parroquias están desasistidas por quien deberían estar asistidas. Y, sin embargo, siendo cierto lo de la falta de ministros ordenados sacerdotes, eso no debería utilizarse como causa de presión sobre la jerarquía y, al fin y al cabo, sobre toda la Esposa de Cristo.

También se dice que se trata de un tema relacionado, más que nada, con la igualdad que debe haber entre hombre y mujer.

Por eso hay quien sostiene que no hay razón alguna para excluir a las mujeres del orden sacerdotal y que, en realidad,

-La Iglesia católica tiene algo en contra de las mujeres.
-La Iglesia católica quiere controlar la libertad de las mujeres.
-La Iglesia católica culpa de todos los “actos impuros” a la mujer.
-La Iglesia católica nomina a la mujer enemigo público de la misma.
-Para la Iglesia católica las mujeres son incubadoras sin alma al servicio de los hombres.

-La mujer ha estado siempre relegada en la Iglesia católica.

Y lo que puede resultar definitivo:

-La mujer, por ejemplo, en la Iglesia Anglicana, puede ser sacerdote.

Y, sin embargo Ante estas corrientes de pensamiento, la Iglesia, iluminada por la fe en Jesucristo, habla en cambio de colaboración activa entre el hombre y la mujer, precisamente en el reconocimiento de la diferencia misma”.

Tales palabras se recogen en el documento “Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y el mundo”. Muestra, por así decirlo, algo más que una intención porque, en realidad, lo que hace tal texto es desmentir lo arriba recogido, como crítica, al respecto de la actuación que la Iglesia católica tiene respecto a la mujer.

Sería mejor, por ejemplo, hablar, de diversidad de tareas que cada cual realiza independientemente del sexo de que se trate y que eso no implica que el hecho de que la mujer no pueda ser sacerdote suponga algún ataque de misoginia o algo por el estilo.

Es, además, en la diversidad de tareas donde se realiza cada persona que forma parte de la Iglesia católica siendo propio de cada una de ellas lo que le corresponde llevar a cabo sin, por ello, poder sentir rebajamiento de aptitudes ni nada por estilo porque, al fin y al cabo, todas tienen igual de importancia.

¿Satisface esto a los pensamientos llamados “avanzados” que dentro de la Iglesia católica existen? Seguramente no porque lo que, en realidad quieren, es una ruptura con una forma de llevar a cabo las interioridades de la Esposa de Cristo.

Pero la verdad es muy otra.

Por otra parte, la Iglesia católica tiene a una mujer, María, como “bendita entre las mujeres” (Lc 1,42) y ve en la entrega de la que la Madre de Dios al plan del Creador, el perfecto ejemplo de lo que debe ser el comportamiento de la creación de Dios en forma de mujer. Y esto no es nada malo ni parece nada malo sino, al contrario, algo que debería ser muy meditado por todos aquellos que buscan espacios de “expansión” del hacer de la mujer en la Iglesia católica.

Esto dicho, sin embargo, “Muy lejos de otorgar a la Iglesia una identidad basada en un modelo contingente de femineidad, la referencia a María, con sus disposiciones de escucha, acogida, humildad, fidelidad, alabanza y espera, coloca a la Iglesia en continuidad con la historia espiritual de Israel. Estas actitudes se convierten también, en Jesús y a través de él, en la vocación de cada bautizado” (Carta a los obispos citada arriba)

Recordemos, por otra parte, para que más de un despistado sepa a qué atenerse, las palabras que san Pablo escribiera a los de Corinto (Primera Epístola, concretamente en 12, 28 - 31):

En la Iglesia, hay algunos que han sido establecidos por Dios, en primer lugar, como apóstoles; en segundo lugar, como profetas; en tercer lugar, como doctores. Después vienen los que han recibido el don de hacer milagros, el don de curar, el don de socorrer a los necesitados, el don de gobernar y el don de lenguas.

¿Acaso todos son apóstoles? ¿Todos profetas? ¿Todos doctores? ¿Todos hacen milagros? ¿Todos tienen el don de curar? ¿Todos tienen el don de lenguas o el don de interpretarlas? Ustedes, por su parte, aspiren a los dones más perfectos. Y ahora voy a mostrarles un camino más perfecto todavía

Por si no fuera suficiente lo aquí traído, el beato Juan Pablo II, en definitivo documento Ordinatio Sacerdotalis zanja la cuestión:

“Por tanto, con el fin de alejar toda duda sobre una cuestión de gran importancia, que atañe a la misma constitución divina de la Iglesia, en virtud de mi ministerio de confirmar en la fe a los hermanos (cf. Lc 22,32), declaro que la Iglesia no tiene en modo alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y que este dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la Iglesia.“(O.S. 4).

Y, sin embargo, la realidad es muy tozuda porque la Encarnación del Verbo ha producido, como resultado, una Persona, Cristo, de sexo masculino. Se podrá discutir, entonces, por qué Dios se encarnó en un varón pero no en una mujer. Sin embargo, sabiendo que así ha sido así sólo un varón representa a Cristo-varón. Y eso es, simplemente, innegable e irrebatible.

En realidad, además de lo dicho sobre el sentido equivocado que algunos creyentes tiene sobre la situación de la mujer en la Iglesia católica también se produce lo que podríamos denominar una concepción equivocada del sacerdocio sacramental. Así, se puede confundir con el sacerdocio común de los fieles y querer, sosteniendo tal confusión, que lo que puede hacer un hombre (sacerdote) también puede hacerlo una mujer.

Y esto debe entenderse muy bien para no querer plantear lo que no se puede plantear.

Decimos, a este respecto, que el sacerdocio ministerial es, al fin y al cabo, un signo sacramental de Cristo Sacerdote. Lo es, sobre todo en cuanto se refiere al Sacrificio Eucarístico, en el cual, además de ser Cristo Sacerdote también es Víctima. Así, teniendo en cuenta que los signos sacramentales no son, en exclusiva, signos puramente convencionales sino que tienen una especial relación con Jesucristo, no es poco cierto que en la Eucaristía sólo es posible establecer una, digamos, “semejanza natural” entre el Mesías y quien hace de ministro si este último es un varón. Por eso arriba se ha dicho lo del hecho incontrovertible de la Encarnación y cuál fue el resultado de la misma. Aquí nada es producto de la casualidad sino, en todo caso, de la Providencia de Dios.

Por eso no resulta extraño que haya creyentes que se opongan a lo aquí dicho. Sin embargo, es poco comprensible que lo aquí dicho tenga mucho que ver con la voluntad de Dios y que a la misma haya oposición de quien se dice hijo suyo. Eso sí que es extraño.

Eleuterio Fernández Guzmán