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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 11 de septiembre de 2011

Santa Sede

Benedicto XVI recuerda el 10° aniversario de los ataques del 11 S

Papa: El hombre necesita recuperar la primacía de Dios en la sociedad

La familia no es sólo objeto sino sujeto de la pastoral, asegura el Papa

Benedicto XVI invita a los novios a “no tener miedo” al matrimonio

Dios llora en la tierra

Cara a cara con una Iglesia mártir

Mundo

Ayudar a los matrimonios en crisis, una obra de misericordia

Monseñor Dolan: que el legado del 11S sea de esperanza

La Iglesia en América Latina ante la cultura digital

Análisis

Marginar el matrimonio

Angelus

Benedicto XVI: Cristo, esperanza y consuelo de la vida cotidiana

Documentación

Discurso del Papa a parejas de novios

Discurso del Papa a las familias y los sacerdotes

Homilía del Papa en la Misa de clausura del Congreso Eucarístico


Santa Sede


Benedicto XVI recuerda el 10° aniversario de los ataques del 11 S
Envió un mensaje al arzobispo de Nueva York
ANCONA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- En este domingo en que se cumple el décimo aniversario de los ataques terroristas contra las Torres Gemelas del 11 de septiembre de 2001, que provocaron más de 3.000 víctimas, el Papa Benedicto XVI pidió un rechazo contundente de la violencia.

En las palabras que pronunció al introducir la oración mariana del Ángelus tras la misa que presidió en Ancona, en conclusión del XXV Congreso Eucarístico nacional italiano, el Pontífice quiso recordar ese día de hace diez años que cambió el curso de la historia.

“Al recordar al Señor de la Vida las víctimas de los atentados que sucedieron ese día, y a sus familiares, invito a los responsables de las naciones y a los hombres de buena voluntad a rechazar siempre la violencia como solución a los problemas y a resistir a la tentación del odio y a trabajar en la sociedad, inspirándose en los principios de la solidaridad, de la justicia y de la paz”, afirmó.

Benedicto XVI envió también un mensaje a monseñor Timothy M. Dolan, arzobispo de Nueva York y presidente de la Conferencia Episcopal de este país, en el que elogió al pueblo americano “por la valentía y generosidad que mostró en las operaciones de rescate y por su tenacidad para seguir adelante con esperanza y confianza”.

“En este día, mis pensamientos se dirigen a los sombríos sucesos del 11 de septiembre de 2001, cuando se perdieron tantas vidas inocentes en la brutal agresión contra las torres gemelas del World Trade Center y los ataques sucesivos en Washington D.C. y Pensilvania”, afirma la nota.

La tragedia de aquel día, afirmó el Papa “se agravó aún más por la reivindicación de sus autores de actuar en nombre de Dios”.

“Una vez más, se debe afirmar inequívocamente que ninguna circunstancia jamás puede justificar actos de terrorismo. Cada vida humana es preciosa ante los ojos de Dios y no se debería escatimar ningún esfuerzo en el intento de promover en todo el mundo un respeto genuino por los derechos inalienables y la dignidad de los individuos y los pueblos en todo lugar”.

“Me uno a vosotros al encomendar a las miles de víctimas a la infinita misericordia de Dios Omnipotente y al pedir a nuestro Padre celestial que siga consolando a quienes lloran la pérdida de sus seres queridos.”.

El Papa concluyó deseando “que un compromiso firme por la justicia y una cultura global de solidaridad ayuden a liberar al mundo del rencor que tan a menudo desencadena actos de violencia; y creen las condiciones de mayor paz y prosperidad, ofreciendo un futuro más luminoso y seguro”.

El mensaje del Papa al arzobispo de Nueva York ha sido publicado por ZENIT: www.zenit.org/article-40326?l=spanish

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Papa: El hombre necesita recuperar la primacía de Dios en la sociedad
No hay verdadera libertad sin Dios, afirma Benedicto XVI
ANCONA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- La primacía de Dios en la vida cotidiana es necesaria para que el hombre encuentre la verdad sobre sí mismo, pues las ideologías que han querido organizar la sociedad prescindiendo de Dios no han podido saciar al hombre.

Este es el mensaje que el Papa Benedicto XVI lanzó hoy en la homilía con la que clausuró el 25º Congreso Eucarístico italiano, en los astilleros navales de la ciudad italiana de Ancona, a orillas del Adriático.

El Pontífice destacó la importancia de que Dios “vuelva a estar” en la sociedad humana.

“Lo que primero debemos recuperar en nuestro mundo y en nuestra vida es la primacía de Dios, porque esta primacía es la que nos permite volver a encontrar la verdad de lo que somos, y es en conocer y seguir la voluntad de Dios donde encontramos nuestro verdadero bien”.

En el mundo de hoy, “tras haber dejado aparte a Dios, o haberlo tolerado como una elección privada que no debe interferir con la vida pública, ciertas ideologías han intentado organizar la sociedad con la fuerza del poder y de la economía”.

Pero, prosiguió, “ la historia nos demuestra, dramáticamente, que el objetivo de asegurar a todos el desarrollo, el bienestar material y la paz prescindiendo de Dios y de su revelación se ha resuelto en un dar a los hombres piedras en lugar de pan”.

Esto sucede, afirmó, porque el hombre es “incapaz de darse la vida a sí mismo”, sino que “se comprende solo a partir de Dios: es la relación con él la que da consistencia a nuestra humanidad y la que hace buena y justa nuestra vida”.

Por otro lado, el Papa quiso afirmar que el hombre no puede ser “verdaderamente libre” sin Dios. “A menudo – afirmó – confundimos la libertad con la ausencia de vínculos, con la convicción de poder actuar solos, sin Dios, al que se ve como un límite a la libertad”.

Sin embargo, prosiguió, “esta es una ilusión que no tarda en volverse desilusión, generando inquietud y miedo”, pues “sólo en la apertura a Dios, en la acogida de su don, somos verdaderamente libres, libres de la esclavitud del pecado que desfigura el rostro del hombre, y capaces de servir al verdadero bien de los hermanos”.

Tiempo y espacio para Dios

El Papa subrayó a los presentes que es imprescindible “dar tiempo y espacio a Dios, para que sea el centro vital” de la existencia humana.

La “fuente para recuperar y reafirmar la primacía de Dios”, añadió, es la Eucaristía: “aquí Dios se hace tan cercano que se hace nuestro alimento, aquí Dios se hace fuerza en el camino a menudo difícil, aquí se hace presencia amiga que trasforma”.

“La comunión eucarística, queridos amigos, nos arranca de nuestro individualismo, nos comunica el espíritu del Cristo muerto y resucitado, nos conforma a Él; nos une íntimamente a los hermanos en ese misterio de comunión que es la Iglesia, donde el único Pan hace de muchos un solo cuerpo”.

La Eucaristía, subrayó el Papa, “sostiene y trasforma toda la vida cotidiana”, pues “en la comunión eucarística está contenido el ser amados y el amar a nuestra vez a los demás".

Desde ella “nace una nueva e intensa asunción de responsabilidades a todos los niveles de la vida comunitaria, nace por tanto un desarrollo social positivo, que tiene en el centro a la persona, especialmente cuando es pobre, enferma o desgraciada”.

El Papa invitó a participar de esta “espiritualidad eucarística”, que es “verdadero antídoto contra el individualismo y el egoísmo que a menudo caracterizan la vida cotidiana, lleva al descubrimiento de la centralidad de las relaciones, a partir de la familia”.

Esta espiritualidad, continuó, “es el alma de una comunidad eclesial que supera divisiones y contraposiciones y valora la diversidad de carismas y ministerios poniéndolos al servicio de la unidad de la Iglesia, de su vitalidad y de su misión”.

También, esta espiritualidad eucarística “es el camino para restituir dignidad a los días del hombre y por tanto a su trabajo en la búsqueda de su conciliación con los tiempos de la fiesta y de la familia y el compromiso de superar la incertidumbre de la precariedad y el problema del paro”.

Por último, “nos ayudará también a acercarnos a las distintas formas de fragilidad humana, conscientes de que éstas no ofuscan el valor de la persona, sino que requieren proximidad, acogida y ayuda”.

“Del Pan de la vida tomarán vigor una nueva capacidad educativa, atenta a dar testimonio de los valores fundamentales de la existencia, del saber, del patrimonio espiritual y cultural; su vitalidad nos hará habitar en la ciudad de los hombres con la disponibilidad de gastarnos en el horizonte del bien común para la construcción de una sociedad más justa y fraterna”, concluyó.

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La familia no es sólo objeto sino sujeto de la pastoral, asegura el Papa
En el encuentro con matrimonios y sacerdotes en Ancona
ANCONA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Benedicto XVI ha propuesto en su viaje a Ancona un cambio de mentalidad para muchas personas en la Iglesia: es necesario, considera, que la familia no sea sólo objeto de la misión pastoral, sino que se convierta en sujeto.

Este fue el mensaje que el pontífice dejó en la tarde de este domingo a los matrimonios y a los sacerdotes reunidos en la catedral de San Ciriaco de Ancona, ciudad costera en la que ha culminado el vigésimo quinto Congreso Eucarístico Nacional italiano.

El obispo de Roma pidió “superar una visión reductiva de la familia, que la considera como mera destinataria de la acción pastoral”.

El pontífice reconoció que “en esta época difícil”, ciertamente la familia “necesita particulares atenciones. No por ello, sin embargo, debe disminuir su identidad o mortificada su responsabilidad específica”.

“La familia es riqueza para los esposos, bien insustituible para los hijos, fundamento indispensable de la sociedad, comunidad vital para el camino de la Iglesia”, subrayó.

Por eso consideró que en la Iglesia, “valorar la familia significa reconocer su relevancia en la acción pastoral”.

“El ministerio que nace del Sacramento del Matrimonio es importante para la vida de la Iglesia: la familia es lugar privilegiado de educación humana y cristiana y sigue siendo, para este fin, la mejor aliada del ministerio sacerdotal; esta es un don precioso para la edificación de la comunidad”.

“Ninguna vocación es una cuestión privada --advirtió--, mucho menos la del matrimonio, porque su horizonte es toda la Iglesia”.

En el contexto del Congreso Eucarístico, el pontífice quiso dejar su consejo más apremiante para los matriomonios que le escuchaban. “La Eucaristía –dijo refiriéndose a la familia-- es el centro y la fuente de esta unidad que anima toda la acción de la Iglesia”.

“Que el Misterio eucarístico incida cada vez más profundamente en vuestra vida cotidiana --afirmó--: tomareis inspiración y fuerza de este Sacramento para vuestra relación conyugal y para la misión educativa a la que sois llamados; construid vuestras familias en la unidad, don que viene de lo alto y que alimenta vuestro compromiso en la Iglesia y en promover un mundo justo y fraterno”.

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Benedicto XVI invita a los novios a “no tener miedo” al matrimonio
El noviazgo debe ser un “camino de fe”
ANCONA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- El Papa Benedicto XVI celebró un emotivo encuentro con jóvenes parejas de novios en la Piazza del Plebiscito de Ancona, con ocasión de su visita pastoral a esta ciudad italiana para clausurar el 25º Congreso Eucarístico Nacional.

El Papa mantuvo este encuentro inmediatamente después de otro en la catedral con familias y sacerdotes, en el que el Pontífice había hablado largo rato de la importancia de la familia y del matrimonio dentro de la Iglesia (ver www.zenit.org/article-40334?l=spanish).

Al dirigirse a los novios, tras escuchar el testimonio de una pareja, Benedicto XVI les invitó a considerar el tiempo de noviazgo como “un itinerario de fe” y a no tener miedo de asumir las responsabilidades que implica el matrimonio cristiano.

El Papa expresó su alegría de concluir con este encuentro con los novios, con el tema “Te desposaré” (Os 2,22), la jornada, “casi como queriendo confiar la herencia de este acontecimiento de gracia a vuestras jóvenes vidas”.

“Por lo demás, la Eucaristía, don de Cristo para la salvación del mundo, indica y contiene el horizonte más verdadero de la experiencia que estáis viviendo: el amor de Cristo como plenitud del amor humano”, dijo a los jóvenes.

En este sentido, les recordó que “la experiencia del amor tiene dentro de sí la tensión hacia Dios” y les exhortó a hacer del tiempo de preparación al matrimonio “un itinerario de fe”.

“Redescubrid para vuestra vida de pareja la centralidad de Jesucristo y del caminar en la Iglesia”, les dijo. “No descuidéis la importancia vital de este encuentro”; “de la Eucaristía brota el sentido cristiano de la existencia y una forma nueva de vivir ”.

“No tendréis, entonces, miedo de asumir la comprometida responsabilidad de la elección conyugal; no temeréis entrar en este "gran misterio", en el que dos personas se hacen una sola carne”.

Valentía

El Papa reconoció que “en ciertos aspectos, el nuestro es un tiempo no fácil, sobre todo para vosotros los jóvenes”.

“La mesa está repleta de muchas cosas deliciosas, pero, como en el episodio evangélico de las bodas de Caná, parece que haya faltado el vino de la fiesta”, afirmó.

El Papa constató que “sobre todo, la dificultad de encontrar un trabajo estable extiende un velo de incertidumbre sobre el futuro. Esta condición contribuye a dejar para más adelante la asunción de decisiones definitivas, e incide en modo negativo sobre el crecimiento de la sociedad, que no consigue valorar plenamente la riqueza de energías, de competencias y de creatividad de vuestra generación”.

“Falta el vino de la fiesta también a una cultura que tiende a prescindir de claros criterios morales”, en el que a menudo parece prevalecer “la aparente exaltación del cuerpo, que en realidad banaliza la sexualidad y tiende a hacerla vivir fuera de un contexto de comunión de vida y de amor”, prosiguió.

En este contexto, el Pontífice exhortó a los jóvenes a no perder la esperanza y a no tener miedo de afrontar los desafíos presentes en una relación seria y duradera.

“Tened valor, también en las dificultades, permaneciendo firmes en la fe. Estad seguros de que, en toda circunstancia, sois amados y custodiados por el amor de Dios, que es nuestra fuerza”, les exhortó.

El valor de la castidad

Benedicto XVI recordó a los jóvenes que el noviazgo representa “etapa única, que abre a la maravilla del encuentro y que hace descubrir la belleza de existir y de ser preciosos para alguien”.

“todo amor humano es signo del Amor eterno que nos ha creado, y cuya gracia santifica la decisión de un hombre y de una mujer de entregarse recíprocamente la vida en el matrimonio”, indicó, instándoles a vivir el noviazgo “en la espera confiada de este don”.

“Solo con esta condición el lenguaje del amor será siendo significativo también con el paso de los años”, comentó.

Por ello, el Papa afirmó que la convivencia prematrimonial “no es una garantía para el futuro”: “Quemar etapas acaba por 'quemar' el amor, que el cambio necesita respetar los tiempos y la gradualidad en las expresiones; necesita dar espacio a Cristo, que es capaz de hacer un amor humano fiel, feliz e indisoluble”.

Igualmente, pidió a los jóvenes que se eduquen “en la libertad de la fidelidad, que lleva a custodiarse mutuamente, hasta vivir el uno para el otro”.

“Preparaos para elegir con convicción el "para siempre" que distingue al amor: la indisolubilidad, antes que una condición, es un don que debe desearse, pedirse y vivirse, más allá de cualquier situación humana cambiante”. Esta fidelidad les hará “capaces también de estar abiertos a la vida y de ser padres”.

Los novios, les recomendó por último, no deben cerrarse en “relaciones intimistas, falsamente tranquilizadoras” sino que su relación debe “convertirse en levadura de una presencia activa y responsable en la comunidad”.

“ Fidelidad, indisolubilidad y transmisión de la vida son los pilares de toda familia, verdadero bien común, patrimonio precioso para toda la sociedad. Desde ahora, fundad sobre ellos vuestro camino hacia el matrimonio y dad testimonio de él también a vuestros coetáneos: ¡es un servicio precioso!”, concluyó”.

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Dios llora en la tierra


Cara a cara con una Iglesia mártir
Monseñor Tejado cuando comenzó su ministerio sacerdotal en Albania
ROMA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org). – La Iglesia de Albania sufrió una persecución masiva y violenta bajo el dictador comunista Enver Hoxa. Aún así, el comunismo - a diferencia del laicismo - no fue capaz de sacar a Dios del corazón de la gente, afirma un asesor del Vaticano que ha comenzado su ministerio sacerdotal en Albania.

Monseñor Segundo Tejado Muñoz, subsecretario del Pontificio Consejo Cor Unum, recuerda su primer destino como sacerdote en Albania como la mejor época de su vida.

Ha hablado con el programa de televisión "Dios llora en la Tierra" de la Catholic Radio and Television Network (CRTN), en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada, sobre lo que un sacerdote debe aprender al ejercer su ministerio entre quienes han arriesgado sus vidas por la fe.

- Usted llegó a Albania justo después de la muerte de Enver Hoxa. ¿Cuál fue su experiencia de entonces?

Monseñor Tejado: Fui a Albania a trabajar y para ayudar en las primeras etapas de establecimiento de la Iglesia justo después de la caída del comunismo. No sabía nada de Albania porque España tenía poca relación con los Balcanes. Mi experiencia fue maravillosa - difícil pero maravillosa. Comprendí que el Señor me había llamado a ir a Albania. Albania es muy pobre y encontré a gente necesitada; en los países comunistas muchas veces la gente está contra la fe, pero no en Albania. La gente respetaba mi condición sacerdotal. Fue el inicio de la Iglesia. El Papa llegó allí en 1994 y consagró a los primeros obispos. Fue una experiencia muy buena, pero muy difícil también, porque se persiguió a la Iglesia, y así se tuvo que empezar de nuevo, comenzar a hablar sobre Jesús, a hablar sobre el Señor y organizar toda la Iglesia.

- ¿Qué le llamó la atención cuando llegó a Albania?

Monseñor Tejado: Vi una población y una Iglesia que había sufrido mucho durante la época comunista, pero la persecución no destruyó algo en sus corazones. Ese algo venía del cielo. Durante la era comunista decían que el cielo estaba cerrado.

- El país era totalmente ateo. ¿Cómo es que todavía quedan semillas de fe?

Monseñor Tejado: El comunismo no pudo destruir la esperanza en la gente. En nuestros países, la secularización ha destruido esta esperanza en nuestros corazones. En estos países, bajo el comunismo, el sentido de Dios se mantuvo. Se puede hablar de Dios con esta gente de una forma que no se puede en nuestras sociedades secularizadas, en las que la gente no encuentra ni en Dios ni en su fe nada importante o interesante. La gente que estuvo bajo los regímenes comunistas es capaz de discutir y estar abiertos, con sus corazones, a Dios.

- ¿Los católicos albanos sufrieron una dura persecución?

Monseñor Tejado: Sí, la Iglesia en Albania es una Iglesia mártir. Permanecieron en unión con San Pedro, con el Papa y eso fue muy importante para ellos. Enver Hoxa pidió a la Iglesia católica en Albania que se convirtiera en una iglesia nacional, como en China, pero los obispos y sacerdotes se negaron: "Permaneceremos en unión con Pedro, con el Papa", y por eso fueron perseguidos y sufrieron una situación terrible.

- ¿Influyeron estos testigos en su vocación como sacerdote?

Monseñor Tejado: ¡Sí! Cuando se habla con los perseguidos, algo se queda contigo. Te encuentras cara a cara con una persona que ha arriesgado su vida por el Señor; esto es muy importante para un sacerdote - arriesgar la vida por el Señor y por la Iglesia.

- ¿Qué riesgos corrieron por el Señor?

Monseñor Tejado: Cada día de sacerdote estoy llamado a arriesgar mi vida por el Señor; a hacer su voluntad. Se trata de una experiencia espiritual. Si se conoce a una persona que ha corrido riesgos no sólo un día sino una vida, por el Señor, te preguntas por qué no puedes hacer los mismo y ofrecer su vida por completo al Señor. Estos es muy importante para un sacerdote, no sólo para un sacerdote sino para todo cristiano.

- ¿Ha dejado una parte de sí mismo en Albania?

Monseñor Tejado: La mitad de mi corazón. Estuve allí nueve años. Fue mi primer destino como sacerdote y, al ser mi primer destino, lo recuerdo con mucho cariño. Fue un periodo muy bonito de mi vida - el mejor, creo, de verdad, y también por las dificultades, las cruces, que el Señor permitió en mi vida. Me hizo humilde y ser humilde, ya se sabe...

- La Madre Teresa vino de Albania. ¿Hasta qué punto es importante para la Iglesia católica allí?

Monseñor Tejado: La Madre Teresa es una figura muy importante para todos nosotros. Nació en Skopje, la parte albanesa de Macedonia. Para los albaneses, ella es muy especial porque, tras la caída del comunismo, los albaneses estaban perdiendo la esperanza. El mensaje de la Madre Teresa, "nada es imposible para Dios", es un mensaje que me traje de allí, y es un mensaje también para todas las personas. Si tenemos este tipo de modelos en nuestras vidas, nada es imposible para nosotros si estamos con el Señor. La visita del Papa y la Madre Teresa fue, como dicen los albaneses, como si el cielo se abriera de nuevo. La era comunista había cerrado el cielo a la gente, la Madre Teresa y el Papa abrieron el cielo otra vez.

* * *

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para “Dios llora en la Tierra”, un programa semanal radiotelevisivo producido por la Catholic Radio and Television Network en colaboración con la organización católica Ayuda a la Iglesia Necesitada.

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Más información en: www.ain-es.org, www.aischile.cl

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Mundo


Ayudar a los matrimonios en crisis, una obra de misericordia
Afirma un obispo español
SAN SEBASTIÁN, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Los cristianos no pueden permanecer indiferentes ante las rupturas matrimoniales, e incluso ayudar a la reconciliación es una de las más grandes “obras de misericordia” necesarias en la actualidad.

Así lo afirmó el obispo de San Sebastián, monseñor José Ignacio Munilla, el pasado 8 de septiembre, en una misa celebrada en la catedral con motivo de la patrona de esta ciudad vasca, la Virgen del Coro.

El prelado aludió a las cifras ofrecidas esta semana por el Instituto español de Política Familiar, según las cuales actualmente se rompen tres de cada matrimonios en España.

Según este informe, en el año 2000, de cada 100 matrimonios contraídos se producían 47 rupturas, mientras que en 2010, de cada 100 matrimonios contraídos, se producen 75 rupturas.

En su homilía, el prelado vasco pidió “no minimizar la tragedia que encierran esas cifras”, pues “no se trata de meras estadísticas, sino que detrás de estos datos fríos se esconden dramas personales, vidas llenas de dolor, y también fracasadas, niños desconcertados, futuros inciertos…”

“Vivimos en una generación que ha conquistado grandes cotas de progreso; y no me refiero solamente al progreso técnico, sino también a muchas conquistas sociales. Pero al mismo tiempo y, paradójicamente, hay un gran salto entre este progreso técnico-social y la crisis espiritual que padece una buena parte de la población”, afirmó.

Monseñor Munilla aseguró que la sociedad actual padece “una orfandad moral y espiritual muy notoria… El materialismo sofocante y la frivolidad generalizada, hacen que estemos más necesitados de 'madre' y de 'padre' que nunca”.

“De hecho, las heridas afectivas son más frecuentes entre nosotros, de lo que a primera vista pueda parecer”, subrayó. “Cabría afirmar que en nuestros días, ese ser humano que presume falsamente de autosuficiencia, está más necesitado que nunca de ser acogido con entrañas de misericordia”.

En este sentido, exhortó a los presentes a un “esfuerzo paciente en pro de la reagrupación de las familias rotas”.

“La salud del matrimonio y la salud de la familia están especialmente necesitadas de “misericordia”, es decir, de la sanación de las heridas originadas por tantas rupturas”, afirmó. “¡No hay mayor acto de misericordia que luchar por la unidad de la familia, y ayudar al reencuentro de las parejas separadas!”

“No podemos permanecer con los brazos cruzados mientras nuestros familiares, conocidos y vecinos fracasan en sus proyectos matrimoniales. Es importante que, en la medida en que lo veamos oportuno, nos ofrezcamos como canales de comunicación hacia quienes puedan ayudarles”.

También pidió a los políticos “iniciativas que favorezcan la estabilidad de la familia”. “Es muy triste que se haya llegado a identificar el concepto de 'mediación familiar', con los esfuerzos en favor de una ruptura pactada, en lugar de entender la mediación familiar como una terapia para superar las dificultades que ponen en peligro la unidad de la familia.

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Monseñor Dolan: que el legado del 11S sea de esperanza
El 10 aniversario es un momento para recordar e ir hacia adelante
WASHINGTON, D.C., domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- El décimo aniversario de los ataques terroristas que tuvieron lugar en Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001, es un momento no sólo de recordar, sino también de ir hacia adelante, dijo el presidente de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.

Monseñor Timothy Dolan de Nueva York dijo esto en una declaración publicada unos días antes del aniversario. Este conmemora los diez años del secuestro de los cuatro aviones que se estrellaron en Nueva York, Washington D.C, Shanksville y Pensilvania. En total 3.000 muertos como resultado de los ataques, incluyendo a los 19 secuestradores.

“Recordamos con respeto a los afectados directamente por esta tragedia, los que murieron, resultaron heridos o perdieron a sus seres queridos”, escribió monseñor Dolan. “De forma especial recordamos la generosa respuesta (de policías, bomberos, sacerdotes y otras valientes personas), de los que arriesgaron, y muchas veces perdieron, sus vidas esforzándose valerosamente para salvar a otros”.

Se estima que más de 400 profesionales, incluyendo 343 miembros del cuerpo de bomberos, murieron en Nueva York el 11 de septiembre. Muchos de ellos murieron cuando las torres cayeron.

El arzobispo dijo que es importante no sólo recordar los ataques sino también la respuesta: “Nos dedicamos a la oración, a ayudarnos y apoyarnos unos a otros. Las manos se abrían en oración y al servicio de todos los que habían perdido tanto”.

Yendo más allá, monseñor Dolan dijo que como país “seguimos decididos a rechazar las ideologías extremistas que perversamente utilizan la religión para justificar ataques contra civiles inocentes”.

“Este décimo aniversario del 11S puede ser un tiempo de renovación”, añadió. “Hace diez años en los ámbitos religioso, político, social y étnico nos unimos como un solo pueblo para curar las heridas y defendernos del terrorismo”.

“A medida que afrontamos los retos actuales de la gente en paro, la lucha de las familias y los continuos peligros de las guerras y del terrorismo, convoquemos el espíritu del 11S de unidad para afrontar nuestros desafíos. Recemos para que el último legado del 11S no sea el miedo, sino la esperanza para un mundo renovado”.

12/9

En un artículo publicado el pasado miércoles en la web Catholic New York,monseñor Dolan decía que además de lo que sucedió el 11S había mucho que aprender del 12/9.
Relató como el párroco de St. Peter, cerca de la Zona Cero, le dijo: “Los ciudadanos de Nueva York no recordamos sólo los horrores y los sufrimientos del 11S; también conmemoramos el 12 de septiembre”.

“Me costó un poco entender el significado de esta frase”, admitió el arzobispo. Pero entonces explicó: “Los neoyorquinos estábamos sobrecogidos, asustados, enfadados, entristecidos y sacudidos por la muerte y la destrucción inolvidable del 11S, cierto; pero ¡los neoyorquinos no estábamos paralizados o derrotados!”

“Se recuperaron inmediatamente, convirtiéndose en personas de fe, oración, esperanza y amor intensos, tan pronto como comenzó el rescate, la recuperación, la reconstrucción y la asistencia. Y no ha parado desde entonces”.

“El 11S nos podría haber vuelto en animales estáticos, paranoicos, y viciosos y nuestros atacantes dementes nos habrían vencido”, continuó monseñor Dolan, “o sacar la parte más noble del alma humana, como el sacrificio heroico, la solidaridad en el servicio, los esfuerzos infinitos en el rescate, las comunidades unidas, las oraciones por los que murieron y por sus familias en luto, la cura y la renovación”.

“El 11S no tuvo la última palabra”, añadió, “sino que la tuvo el 12”.
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En la web de ZENIT: Texto completo de la declaración: www.zenit.org/article-33379?l=english

En la red artículo en Catholic New Yorkwww.cny.org

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La Iglesia en América Latina ante la cultura digital
Congreso organizado por la Santa Sede y el episcopado latinoamericano en Chile
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Entre el 17 y el 20 de octubre se efectuará en Santiago de Chile el Congreso internacional “Iglesia y Cultura Digital”, organizado por la Red Informática de la Iglesia en América Latina (RIIAL).

Este Congreso es promovido por el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales (PCCS) y el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), junto con la Conferencia Episcopal de Chile y la Pontificia Universidad Católica de Chile. Entre los representantes del PCCS que viajarán a Chile para esta ocasión se cuenta monseñor Claudio María Celli, Presidente del consejo pontificio.

Según explica la doctora Leticia Soberón, coordinadora General de la RIIAL, el encuentro dirigirá “una mirada lúcida, sin ingenuidades, pero llena de esperanza, a la sociedad digital de hoy, para discernir sus oportunidades y evitar sus riesgos. Nuestro objetivo es conocer mejor la cultura comunicativa para anunciarle a Cristo en su propio lenguaje, realizando la Misión continental, suscitando auténtica comunión en una sociedad hiper-comunicada donde las personas se sienten con frecuencia tan solas”.

En este sentido, el Congreso desea lanzar una “decidida lucha contra la exclusión digital de personas y comunidades, estudiando en el mapa de la conectividad de la Iglesia dónde están las comunidades que no tienen acceso al banquete de la cultura y del intercambio por Internet, para que aporten también sus propias experiencias”. Añadió además que, como en una mesa común, se intentará poner en relación los que tienen soluciones con aquéllos que las buscan.

El evento recogerá también los frutos de varios años de trabajos realizados en el continente por diversas entidades y personas, además del PCCS, el CELAM y las Conferencias Episcopales, como son las agrupaciones de comunicadores SIGNIS y OCLACC, el Centro Guadalupe y el Grupo de Investigación y Reflexión de la RIIAL, la Asociación de Servidoras , CAMECO y tantos otros servicios y medios eclesiales de comunicación.

El Congreso incluirá tres grandes campos temáticos: Teológico y pastoral, Inclusión digital, y Aplicativos (discernimiento tecnológico ante las diversas necesidades). Además contempla dos modalidades de participación: presencial y virtual. El programa del Congreso, las vías de participación y los aportes del proceso preparatorio, se encuentran disponibles en el sitio Web del Congreso: www.riial.org/congreso.

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Análisis


Marginar el matrimonio
Por qué esta tendencia amenaza a la sociedad
ROMA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org). – Según varios comentaristas, uno de los factores tras los últimos disturbios en Inglaterra es la ruptura del matrimonio y la vida familiar. Si así fuera, las conclusiones de un informe reciente sobre el matrimonio presentan una situación preocupante.

El mes pasado el Instituto Brookings de Washington, D. C., publicaba un estudio titulado "La Marginación del Matrimonio en la América de Clase Media". Analizaba el estado civil del 51% de los adultos jóvenes que han terminado la secundaria pero no tienen estudios universitarios.

El matrimonio goza de buena salud entre los norteamericanos universitarios más ricos, que suelen casarse antes del nacimiento de su primer hijo. El informe señalaba, de hecho, que el nivel de divorcios para este grupo ha descendido a un nivel comparable al de inicios de los setenta.

Según los autores del informe, W. Bradford Wilcox y Andrew J. Cherlin, la historia es muy diferente para aquellos con menos educación , que tienen un alto nivel de situaciones de cohabitación y divorcio. "El alejamiento del matrimonio en la nación, que comenzó en las comunidades con bajos ingresos en los años sesenta y setenta, se ha desplazado ahora hacia la América de clase media", apuntaba el informe.

En los últimos años, las mujeres norteamericanas con estudios medios tenían siete veces más probabilidades de tener un hijo fuera del matrimonio que las mujeres con estudios universitarios. En general, el 44% de los nacimientos de mujeres con sólo la secundaria tienen lugar fuera del matrimonio. Un porcentaje a comparar con el 54% de la mujeres que no terminaron la secundarias y con el 6% de las mujeres con titulación universitaria.

El aumento de los nacimientos fuera del matrimonio tiene su causa en una niveles más altos de convivencia sin matrimonio y ha habido pocos cambios en el número de nacimientos de mujeres que viven solas. Este aumento es motivo de preocupación dado que los niños están muchos mejor en una familia casada estable, señalaba el informe.

Según datos recientes, las parejas que viven en relaciones de hecho son inherentemente inestables, y el 65% de los hijos de estas relaciones sufrirán la ruptura antes de cumplir los 12 años. Este porcentajes es sólo del 24% para los niños nacidos en el matrimonio.

Causas

El informe citaba tanto factores culturales como económicos que están tras este cambio de situación. El mercado laboral para hombres con una educación media se ha deteriorado de modo considerable dejándolos con puestos de trabajo menos estables y salarios reales más bajos que hace una generación.

Al mismo tiempo, hay una expectativa general de que se necesita un buen trabajo y buenos ingresos para comprometerse a casarse, por lo que convivir como pareja de hecho se ha adoptado como la alternativa, mientras se espera conseguir el trabajo adecuado.

Aun así esto no lo explica todo. El informe observaba que, en el pasado, durante la Gran Depresión por ejemplo, las penurias económicas no llevaron a cambios importantes de la vida familiar.

El informe destacaba tres grandes cambios culturales que han jugado un papel crucial en este cambio de situación.

En primer lugar, ha cambiado la actitud hacia la actividad sexual y el criar a los hijos fuera del matrimonio. Hoy día este comportamiento es mucho más aceptado y esto, en combinación con la introducción de los anticonceptivos, ha debilitado enormemente los valores familiares tradicionales que una vez reinaron en este sector de la sociedad.

Las mujeres solteras con bajos ingresos suelen seguir adelante y tener hijos, en vez de esperar a una mejor situación, que puede implicar el riesgo de no tener hijos. Esta mentalidad se ha extendido a las mujeres con una educación media.

En segundo lugar, ha habido un significativo descenso en la participación religiosa entre los miembros de la clase media norteamericana. En comparación con los años setenta, la asistencia religiosa semanal se ha reducido de un 40% a un 28%.

En tercer lugar, el marco legal que afecta a la vida familiar ha sufrido una importante reorientación. Con la introducción del divorcio sin causa, se ha pasado de apoyar el compromiso matrimonial a hacer hincapié en los derechos individuales.

Cambio

Cambiar la tendencia hacia las parejas de hecho y los altos niveles de divorcio no es una tarea fácil, admitía el informe. Entre las medidas que se sugieren están las siguientes:

- Proporcionar una mejor formación para aquellos trabajos que requieren aquellas capacidades que permitan a aquellos con estudios medios encontrar trabajos mejores y más estables.

- Cambiar la forma en que se calculan las prestaciones sociales, a partir de la actual situación en la que se penalice el matrimonio, debido a que las parejas de hecho pierden apoyo económico una vez que se casan. Deberían aumentarse también las ventajas en impuestos por hijos.

- Intentar cambiar las actitudes culturales de igual forma que se llevan a cabo campañas contra el tabaquismo y la conducción bajo el alcohol.

- Invertir en programas educativos para los niños desfavorecidos en edad preescolar como un modo de aumentar las expectativas de empleo de las generaciones futuras.

- Reformar las leyes del divorcio para mitigar las consecuencias del divorcio sin causa. Esto podría incluir programas de educación obligatoria y también periodos de espera para las parejas con hijos.

Casualmente uno de los autores del informe Brookings ha trabajado para otra publicación sobre el matrimonio y las parejas de hecho que se publicaba un poco más tarde, en agosto. El director del National Marriage Project, W. Bradford Wilcox, junto con otros 18 expertos en familia, publicaban la tercera edición del informe: "¿Por qué importa el Matrimonio: 30 Conclusiones de las Ciencias Sociales".

Según el informe, cuando se trata de lo mejor, la familia intacta, biológica y casada sigue siendo el marco privilegiado. Además, el matrimonio hace una importante aportación al bien común, con beneficios para la economía, la sanidad y la educación.

Tras analizar cientos de informes sobre el matrimonio y la vida familiar, los autores tenían buenas y malas noticias.

La buena noticia es que el divorcio se ha reducido, casi hasta el nivel de antes de los setenta. La mala noticia es que esta mejora ha sido oscurecida debido al aumento de la cohabitación. Esto significa que hoy los niños es más probable que vivan en una pareja de hecho antes que verse afectados por un divorcio.

Sólo el 55% de quienes tenían 16 años en la década del 2000 vivían con ambos padres, en comparación con el 66% de veinte años antes.

La inestabilidad de las parejas de hecho tiene un impacto negativo en los niños, según el informe. Los niños tienen el triple de probabilidades de ser objeto de abuso en las familias de hecho que en hogares intactos, con sus padres biológicos casados. Son también comunes el consumo de drogas, los problemas en la escuela y el mal comportamiento.

Asia

Estos cambios en la vida familiar ni mucho menos se limitan a Estados Unidos. La portada del 20 de agosto de la revista The Economist se dedicaba a lo que titulaba "El vuelo del matrimonio" en Asia.

En Japón, por ejemplo, mientras que el porcentaje de mujeres en parejas de hecho era hace 20 años de un solo dígito, actualmente alcanza el 20%. La edad media de matrimonio es ahora mucho mayor. En los países más ricos de Asia es de 29-30 años para las mujeres, y 31-33 años para los hombres. En algunos países el promedio de edad al casarse ha subido en cinco años en las últimas tres décadas.

Además cada vez se casan menos mujeres. En el 2010 un tercio de las mujeres que cumplieron los 30 estaba solteras. En el mismo año, el 37% de las mujeres taiwanesas entre 30 y 34 años estaban solteras, con un 21% en la franja de los 35 a 39. Se trata de un cambio notable, señalaba el artículo, considerando que hace unas décadas sólo el 2% de las mujeres de este grupo de edad estaban solteras en la mayoría de los países asiáticos.

El porcentaje de divorcios, aunque considerablemente menor que en Occidente, se ha duplicado desde los años ochenta.

Tradicionalmente, la vida familiar ha sido muy importante en Asia. En una fecha tan cercana como 1994, Lee Kuan Yew, ex primer ministro de Singapur, atribuía el éxito económico de Asia a la fortaleza de los lazos familiares y de las virtudes aprendidas en la vida familiar.

Con el matrimonio en dificultades, tanto en Occidente como en Asia, el coste de no hacer nada para remediarlo es simplemente demasiado alto para dejar que esta tendencia continúe.

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Angelus


Benedicto XVI: Cristo, esperanza y consuelo de la vida cotidiana
Hoy en el rezo del Ángelus
ANCONA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación las palabras que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy al introducir la oración mariana del Ángelus en el astillero de Ancona (Italia), al concluir la misa de clausura del 25º Congreso Eucarístico Nacional.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

antes de concluir esta solemne celebración eucarística, la oración del Ángelus nos invita a reflejarnos en María Santísima, para contemplar el abismo de amor del que procede el Sacramento de la Eucaristía. Gracias al "fiat" de la Virgen, el Verbo se hizo carne y vino a habitar entre nosotros. Meditando el misterio de la Encarnación, nos dirigimos todos, con la mente y el corazón, hacia el Santuario de la Santa Casa de Loreto, del que nos separan sólo pocos kilómetros. La tierra de las Marcas está toda iluminada por la presencia espiritual de María en su histórico Santuario, que hace aún más bellas y dulces estas colinas. A ella confío en este momento la ciudad de Ancona, la diócesis, las Marcas e Italia entera, para que en el pueblo italiano esté siempre viva la fe en el Misterio eucarístico, que en cada ciudad y en cada pueblo, desde los Alpes hasta Sicilia, hace presente a Cristo Resucitado, fuente de esperanza y de consuelo para la vida cotidiana, especialmente en los momentos difíciles.

Hoy nuestro pensamiento va también al 11 de septiembre de hace diez años. Al recordar al Señor de la Vida las víctimas de los atentados que sucedieron ese día, y a sus familiares, invito a los responsables de las naciones y a los hombres de buena voluntad a rechazar siempre la violencia como solución a los problemas y a resistir a la tentación del odio y a trabajar en la sociedad, inspirándose en los principios de la solidaridad, de la justicia y de la paz.

Por intercesión de María Santísima, pido, finalmente, al Señor que recompense a todos aquellos que han trabajado por la preparación y la organización de este Congreso Eucarístico Nacional, y a éstos dirijo de corazón mi más vivo agradecimiento.

Angelus Domini

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Documentación


Discurso del Papa a parejas de novios
Durante su viaje pastoral a Ancona (Italia)
ANCONA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a jóvenes parejas de novios reunidas en la Piazza del Plebiscito de Ancona (Italia), durante su visita pastoral a esta ciudad italiana, para clausurar el 25º Congreso Eucarístico Nacional.

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Queridos novios

Estoy contento de concluir esta intensa jornada, culmen del Congreso Eucarístico Nacional, encontrándome con vosotros, casi como queriendo confiar la herencia de este acontecimiento de gracia a vuestras jóvenes vidas. Por lo demás, la Eucaristía, don de Cristo para la salvación del mundo, indica y contiene el horizonte más verdadero de la experiencia que estáis viviendo: el amor de Cristo como plenitud del amor humano. Doy las gracias al arzobispo de Ancona-Osimo, monseñor Edoardo Menichelli, por su cordial saludo, y a todos vosotros por esta viva participación; gracias también por las palabras que me habéis dirigido y que yo acojo confiando en la presencia en medio de nosotros del Señor Jesús: ¡sólo Él tiene palabras de vida eterna, palabras de vida para vosotros y para vuestro futuro!

Los que planteáis son interrogantes que, en el actual contexto social, asumen un peso aún mayor. Quisiera ofreceros sólo alguna orientación para una respuesta. Para estos aspectos, el nuestro es un tiempo no fácil, sobre todo para vosotros los jóvenes. La mesa está repleta de muchas cosas deliciosas, pero, como en el episodio evangélico de las bodas de Caná, parece que haya faltado el vino de la fiesta. Sobre todo, la dificultad de encontrar un trabajo estable extiende un velo de incertidumbre sobre el futuro. Esta condición contribuye a dejar para más adelante la asunción de decisiones definitivas, e incide en modo negativo sobre el crecimiento de la sociedad, que no consigue valorar plenamente la riqueza de energías, de competencias y de creatividad de vuestra generación.

Falta el vino de la fiesta también a una cultura que tiende a prescindir de claros criterios morales: en la desorientación, cada uno se ve empujado a moverse de forma individual y autónoma, a menudo solo en el perímetro del presente. La fragmentación del tejido comunitario se refleja en un relativismo que oculta los valores esenciales; la consonancia de sensaciones, de estados de ánimo y de emociones parece más importante que compartir un proyecto de vida. También las decisiones de fondo se vuelven frágiles, expuestas a una perenne revocabilidad, que a menudo se considera expresión de libertad, mientras que señala más bien su carencia. Pertenece a una cultura privada del vino de la fiesta también la aparente exaltación del cuerpo, que en realidad banaliza la sexualidad y tiende a hacerla vivir fuera de un contexto de comunión de vida y de amor.

¡Queridos jóvenes, no tengáis miedo de afrontar estos desafíos! No perdáis nunca la esperanza. Tened valor, también en las dificultades, permaneciendo firmes en la fe. Estad seguros de que, en toda circunstancia, sois amados y custodiados por el amor de Dios, que es nuestra fuerza. Por esto es importante que el encuentro con Él, sobre todo en la oración personal y comunitaria, sea constante, fiel, precisamente como el camino de vuestro amor: amar a Dios y sentir que Él me ama. ¡Nada nos puede separar del amor de Dios! Estad seguros, además, de que también la Iglesia está cerca de vosotros, os apoya, no deja de miraros con gran confianza. Ella sabe que tenéis sed de valores, los verdaderos, sobre los que vale la pena construir vuestra casa. El valor de la fe, de la persona, de la familia, de las relaciones humanas, de la justicia. No os desaniméis ante las carencias que parecen apagar la alegría en la mesa de la vida. En las bodas de Caná, cuando faltó el vino, María invitó a los siervos a dirigirse a Jesús y les dio una indicación precisa: “Haced lo que él os diga" (Jn 2,5). Atesorad estas palabras, las últimas de María recogidas en los Evangelios, casi un testamento espiritual, y tendréis siempre la alegría de la fiesta: ¡Jesús es el vino de la fiesta!

Como novios os encontráis viviendo una etapa única, que abre a la maravilla del encuentro y que hace descubrir la belleza de existir y de ser preciosos para alguien, de poderos decir recíprocamente: tu eres importante para mí. Vivid con intensidad, gradualidad y verdad este camino. ¡No renunciéis a perseguir un ideal alto de amor, reflejo y testimonio del amor de Dios! ¿Pero cómo vivir esta fase de vuestra vida, dar testimonio del amor en la comunidad? Quisiera ante todo deciros que evitéis encerraros en relaciones intimistas, falsamente tranquilizadoras; haced más bien que vuestra relación se convierta en levadura de una presencia activa y responsable en la comunidad. No olvidéis, además, que para ser auténtico, también el amor requiere un camino de maduración: a partir de la atracción inicial y del “sentirse bien” con el otro, educaos a “querer bien” al otro, a “querer el bien” del otro. El amor vive de gratuidad, de sacrificio de si, de perdón y de respeto del otro.

Queridos amigos, todo amor humano es signo del Amor eterno que nos ha creado, y cuya gracia santifica la decisión de un hombre y de una mujer de entregarse recíprocamente la vida en el matrimonio. Vivid este tiempo del noviazgo en la espera confiada de este don, que debe ser acogido recorriendo un camino de conocimiento, de respeto, de atenciones que no debéis extraviar nunca: sólo con esta condiciónel lenguaje del amor será siendo significativo también con el paso de los años. Educaos, por tanto, desde ahora a la libertad de la fidelidad, que lleva a custodiarse mutuamente, hasta vivir el uno para el otro. Preparaos para elegir con convicción el "para siempre" que distingue al amor: la indisolubilidad, antes que una condición, es un don que debe deseasrse, pedirse y vivirse, más allá de cualquier situación humana cambiante. Y no penséis, según una mentalidad difundida, que la convivencia sea una garantía para el futuro. Quemar etapas acaba por “quemar” el amor, que el cambio necesita respetar los tiempos y la gradualidad en las expresiones; necesita dar espacio a Cristo, que es capaz de hacer un amor humano fiel, feliz e indisoluble. La fidelidad y la continuidad de vuestro querer os harán capaces también de estar abiertos a la vida, de ser padres:la estabilidad de vuestra unión en el Sacramento del Matrimonio permitirá a los hijos que Dios quiera daros crecer confiados en la bondad de la vida. Fidelidad, indisolubilidad y transmisión de la vida son los pilares de toda familia, verdadero bien común, patrimonio precioso para toda la sociedad. Desde ahora, fundad sobre ellos vuestro camino hacia el matrimonio y dad testimonio de él también a vuestros coetáneos: ¡es un servicio precioso! Sed agradecidos a cuantos con compromiso, competencia y disponibilidad os acompañan en la formación: son signo de la atención y del cuidado que la comunidad cristiana os reserva. No estáis solos: buscad y acoged en primer lugar la compañía de la Iglesia.

Quisiera volver aún sobre un punto esencial: la experiencia del amor tiene dentro de sí la tensión hacia Dios. ¡El verdadero amor promete lo infinito! Haced, por tanto, de este tiempo vuestro de prpearación al matrimonio un itinerario de fe: redescubrid para vuestra vida de pareja la centralidad de Jesucristo y del caminar en la Iglesia. María nos enseña que el bien de cada uno depende del escuchar con docilidad la palabra del Hijo. En quien se fía de Él, el agua de la vida cotidiana se transforma en el vino de un amor que hace buena, bella y fecunda la vida. Caná, de hecho, es anuncio y anticipación del don del vino nuevo de la Eucaristía, sacrificio y banquete en el que el Señor nos alcanza, nos renueva y nos transforma. No descuidéis la importancia vital de este encuentro; que la asamblea litúrgica dominical os encuentre plenamente partícipes: de la Eucaristía brota el sentido cristiano de la existencia y una forma nueva de vivir (cfr Exhort. ap. postsin. Sacramentum caritatis, 72-73). No tendréis, entonces, miedo de asumir la comprometida responsabilidad de la elección conyugal; no temeréis entrar en este "gran misterio", en el que dos personas se hacen una sola carne (cfr Ef 5,31-32).

Queridísimos jóvenes, os confío a la protección de san José y de María Santísima; siguiendo la invitación de la Virgen Madre – "Haced lo que él os diga" – no os faltará el gusto de la verdadera fiesta y sabréis llevar el "vino" mejor, el que Cristo da para la Iglesia y para el mundo. Quisiera deciros que yo también estoy cerca de vosotros y de quienes, como vosotros, viven este maravilloso camino del amor. ¡Os bendigo de todo corazón!

[Traducción del italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Discurso del Papa a las familias y los sacerdotes
Durante su viaje pastoral a Ancona (Italia)
ANCONA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el Papa Benedicto XVI dirigió hoy a los matrimonios y a los sacerdotes reunidos en la catedral de San Ciriaco de Ancona, durante su viaje a esta ciudad parala clausura del 25º Congreso Eucarístico Nacional italiano.

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Queridos sacerdotes y queridos esposos

La colina sobre la que está construida esta catedral nos ha permitido una bellísima vista de la ciudad y del mar; pero al atravesar el majestuoso pórtico, el alma queda fascinada por la armonía del estilo románico, enriquecido por un entretejido de influencias bizantinas y de elementos góticos. También en vuestra presencia – sacerdotes y matrimonios procedentes de las distintas diócesis italianas – se capta la belleza de la armonía y de la complementariedad de vuestras diferentes vocaciones. El conocimiento y la estima mutuas, compartiendo la misma fe, llevan a apreciar el carisma del otro y a reconocerse dentro del único "edificio espiritual" (1 Pe 2,5) que, teniendo como piedra angular al mismo Cristo Jesús, crece bien ordenado para ser templo santo en el Señor (cfr Ef 2,20-21). Gracias, por tanto, por este encuentro: al querido arzobispo, monseñor Edoardo Menichelli – también por las amables palabras con que lo ha presentado – y a cada uno de vosotros.

Quisiera detenerme brevemente en la necesidad de reconducir Orden sagrado y Matrimonio a la única fuente eucarística. Ambos estados de vida tienen, en el amor de Cristo, que se entrega a sí mismo para la salvación de la humanidad, la misma raíz; son llamados a una misión común: la de dar testimonio y hacer presente este amor al servicio de la comunidad, para la edificación del Pueblo de Dios (cfr Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1534). Esta perspectiva permite ante todo superar una visión reductiva de la familia, que la considera como mera destinataria de la acción pastoral. Es verdad que, en esta época difícil, ésta necesita particulares atenciones. No por ello, sin embargo, debe disminuir su identidad o mortificada su responsabilidad específica. La familia es riqueza para los esposos, bien insustituible para los hijos, fundamento indispensable de la sociedad, comunidad vital para el camino de la Iglesia.

A nivel eclesial, valorar la familia significa reconocer su relevancia en la acción pastoral. El ministerio que nace del Sacramento del Matrimonio es importante para la vida de la Iglesia: la familia es lugar privilegiado de educación humana y cristiana y sigue siendo, para este fin, la mejor aliada del ministerio sacerdotal; esta es un don precioso para la edificación de la comunidad. La cercanía del sacerdote a la familia, a su vez, le ayuda a tomar conciencia de su propia realidad profunda y de su propia misión, favoreciendo el desarrollo de una fuerte sensibilidad eclesial, Ninguna vocación es una cuestión privada, mucho menos la del matrimonio, porque su horizonte es la Iglesia entera. Se trata por tanto de saber integrar y armonizar, en la acción pastoral, el ministerio sacerdotal con "el auténtico Evangelio del matrimonio y de la familia" (Enc. Familiaris consortio, 8) para una comunión fáctica y fraterna. Y la Eucaristía es el centro y la fuente de esta unidad que anima toda la acción de la Iglesia.

Queridos sacerdotes, por el don que habéis recibido en la Ordenación, sois llamados a servir como pastores a la comunidad eclesial, que es "familia de familias", y por tanto a amar a cada uno con corazón paterno, con auténtico olvido de vosotros mismos, con dedicación plena, continua y fiel: vosotros sois signo vivo que remite a Cristo Jesús, el único Buen Pastor. Conformaos a Él, a su estilo de vida, con ese servicio total y exclusivo del que el celibato es expresión. También el sacerdote tiene una dimensión esponsal; es ensimismarse con el corazón de Cristo Esposo, que da la vida por la Iglesia su esposa (cfr Exhort. ap. postsin. Sacramentum caritatis, 24). Cultivad una profunda familiaridad con la Palabra de Dios. Luz en vuestro camino, Que la celebración cotidiana y fiel de la Eucaristía sea el lugar donde obtener la fuerza para entregaros a vosotros mismos cada día en el ministerio y vivir constantemente en la presencia de Dios: Él es vuestra morada y vuestra heredad. De esto debéis ser testigos para la familia y para cada persona que el Señor pone en vuestro camino, también en las circunstancias más difíciles (cfr ibid., 80). Animad a los cónyuges, compartid sus responsabilidades educativas, ayudadles a renovar continuamente la gracia de su matrimonio. Haced protagonista a la familia en la acción pastoral. Sed acogedores y misericordiosos, también con aquellos a los que les cuesta más cumplir con los compromisos asumidos en el vínculo matrimonial y con cuantos, por desgracia, han fracasado.

Queridos esposos, vuestro Matrimonio se arraiga en la fe de que “Dios es amor" (1Jn 4,8) y en que seguir a Cristo significa "permanecer en el amor" (cfr Jn 15,9-10). Vuestra unión – como enseña el apóstol Pablo – es signo sacramental del amor de Cristo por la Iglesia (cfr Ef 5,32), amor que culmina en la Cruz y que es “significado y realizado en la Eucaristía" (Exhort. ap. Sacramentum caritatis, 29). Que el Misterio eucarístico incida cada vez más profundamente en vuestra vida cotidiana: tomareis inspiración y fuerza de este Sacramento para vuestra relación conyugal y para la misión educativa a la que sois llamados; construid vuestras familias en la unidad, don que viene de lo alto y que alimenta vuestro compromiso en la Iglesia y en promover un mundo justo y fraterno. Amad a vuestros sacerdotes, expresadles el aprecio por el generoso servicio que llevan a cabo. Que sepáis también soportar sus límites, sin renunciar nunca a pedirles que sean entre vosotros ministros ejemplares que os hablan de Dios y que os conducen a Él. Vuestra fraternidades para ellos una preciosa ayuda espiritual y un apoyo en las pruebas de la vida.

Queridos sacerdotes y queridos esposos, que sepáis encontrar siempre en la santa Misa la fuerza para vivir la pertenencia a Cristo y a su Iglesia, en el perdón, en el don de sí mismos y el la gratitud. Que vuestra actuación cotidiana tenga en la comunión sacramental su origen y su centro, para que todo se haga para gloria de Dios. De este modo, el sacrificio de amor de Cristo os transformará, hasta haceros en Él “un solo cuerpo y un solo espíritu" (cfr Ef 4,4-6). La educación en la fe de las nuevas generaciones pasa también a través de vuestra coherencia. Darles testimonio de la belleza exigente de la vida cristiana, con la confianza y la paciencia de quien conoce el poder de la semilla arrojada a la tierra. Como en el episodio evangélico que hemos escuchado (Mc 5,21-24.35-43), sed, para cuantos están confiados a vuestra responsabilidad, signo de la benevolencia y de la ternura de Jesús: en Él se hace visible cómo el Dios que ama la vida no es ajeno o lejano a las vicisitudes humanas, sino que es el Amigo que nunca abandona. Y en los momentos en los que se insinúe la tentación de que todo empeño educativo es vano, obtened de la Eucaristía la lz para reforzar la fe, seguros de que la gracia y el poder de Jesucristo pueden alcanzar al hombre en toda situación, también la más difícil.

Queridos amigos, os confío a todos a la protección de María, venerada en esta catedral con el título de “Reina de todos los Santos". La tradición une su imagen al ex voto de un marinero, en acción de gracias por la salvación de su hijo, que salió indemne de una tempestad marina. Que la mirada materna de la Madre acompañe también vuestros pasos en la santidad hacia un puerto de paz.

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Homilía del Papa en la Misa de clausura del Congreso Eucarístico
Durante la Misa de Clausura
ANCONA, domingo 11 de septiembre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía que el Papa Benedicto XVI pronunció hoy durante la Misa de Clausra del Congreso Eucarístico Nacional celebrado esta semana en la ciudad italiana de Ancona.

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Queridísimos hermanos y hermanas

Hace seis años, mi primer viaje apostólico en Italia de mi pontificado me condujo a Bari, para el 24° Congreso Eucarístico Nacional. Hoy he venido a concluir solemnemente el 25°, aquí en Ancona. Doy gracias al Señor por estos intensos momentos eclesiales que refuerzan nuestro amor a la Eucaristía y que nos ven unidos en torno a la Eucaristía. Bari y Ancona, dos ciudades asomadas al mar Adriático; dos ciudades ricas de historia y de vida cristiana; dos ciudades abiertas a Oriente, a su cultura y a su espiritualidad; dos ciudades que los temas de los Congresos Eucarísticos han contribuido a acercar: en Bari hicimos memoria de cómo “sin el Domingo no podemos vivir"; hoy nos encontramos bajo el lema de "Eucaristía para la vida cotidiana".

Antes de ofreceros algunos pensamientos, quisiera dar las gracias por esta participación coral vuestra: en vosotros abrazo espiritualmente a toda la Iglesia que está en Italia. Dirijo un saludo y mi reconocimiento al presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Angelo Bagnasco, por las cordiales palabras que me ha dirigido también en nombre de todos vosotros; a mi Legado a este Congreso, cardenal Giovanni Battista Re; al arzobispo de Ancona-Osimo, monseñor Edoardo Menichelli, a los obispos de la Metropolía, de las Marcas y a aquellos llegados numerosos de todas partes del país. Junto con ellos, saludo a los sacerdotes, a los diáconos, a los consagrados y las consagradas, y a los fieles laicos, entre quienes veo a muchas familias y muchos jóvenes. Mi gratitud va también a las Autoridades civiles y militares y a cuantos, a título diverso, han contribuido al buen desarrollo de este evento.

"¡Esta palabra es dura! ¿Quién puede escucharla?" (Jn 6,60). Ante el discurso de Jesús sobre el pan de la vida, en la sinagoga de Cafarnaúm, la reacción de los discípulos, muchos de los cuales abandonaron a Jesús, no está muy alejada de nuestras resistencias ante el don total que Él hace de sí mismo. Porque acoger verdaderamente este don quiere decir perderse a sí mismos, dejarse implicar y transformar, hasta vivir de Él, como nos recordó el apóstol Pablo en la segunda lectura: "Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la vida como en la muerte, pertenecemos al Señor” (Rm 14,8).

"¡Esta palabra es dura!"; es dura porque a menudo confundimos la libertad con la ausencia de vínculos, con la convicción de poder actuar solos, sin Dios, al que se ve como un límite a la libertad. Esta es una ilusión que no tarda en volverse desilusión, generando inquietud y miedo y llevando, paradójicamente, a anhelar las cadenas del pasado: “Ojalá el Señor nos hubiera hecho morir en Egipto…" – decían los judíos en el desierto (Ex 16,3), como hemos escuchado. En realidad, sólo en la apertura a Dios, en la acogida de su don, somos verdaderamente libres, libres de la esclavitud del pecado que desfigura el rostro del hombre, y capaces de servir al verdadero bien de los hermanos.

"¡Esta palabra es dura!"; es dura porque el hombre cae a menudo en la ilusión de poder “transformar las piedras en pan”. Tras haber dejado aparte a Dios, o haberlo tolerado como una elección privada que no debe interferir con la vida pública, ciertas ideologías han intentado organizar la sociedad con la fuerza del poder y de la economía. La historia nos demuestra, dramáticamente, que el objetivo de asegurar a todos el desarrollo, el bienestar material y la paz prescindiendo de Dios y de su revelación se ha resuelto en un dar a los hombres piedras en lugar de pan. El pan, queridos amigos y amigas, es “fruto del trabajo del hombre”, y en esta verdad está recogida toda la responsabilidad confiada a nuestras manos y a nuestro ingenio; pero el pan es también, incluso antes, "fruto de la tierra", que recibe de lo alto el sol y la lluvia: es un don que hay que pedir, que nos quita toda soberbia y nos hace invocar con la confianza de los humildes: "Padre (…), danos hoy nuestro pan de cada día" (Mt 6,11).

El hombre es incapaz de darse la vida a sí mismo, él se comprende solo a partir de Dios: es la relación con él la que da consistencia a nuestra humanidad y la que hace buena y justa nuestra vida. En el Padre nuestro pedimos que sea santificado Su nombre, que venga Su reino, que se haga Su voluntad. Lo que primero debemos recuperar en nuestro mundo y en nuestra vida es la primacía de Dios, porque esta primacía es la que nos permite volver a encontrar la verdad de lo que somos, y es en conocer y seguir la voluntad de Dios donde encontramos nuestro verdadero bien. Dar tiempo y espacio a Dios, para que sea el centro vital de nuestra existencia.

¿De dónde partir, como de la fuente, para recuperar y reafirmar la primacía de Dios? De la Eucaristía: aquí Dios se hace tan cercano que se hace nuestro alimento, aquí Dios se hace fuerza en el camino a menudo difícil, aquí se hace presencia amiga que trasforma. Ya la Ley dada por medio de Moisés era considerada como “pan del cielo", gracias al cual Israel se convirtió en el pueblo de Dios, pero en Jesús la palabra última y definitiva de Dios se hace carne, nos sale al encuentro como Persona. Él, Palabra eterna, es el verdadero maná, es el pan de la vida (cfr Jn 6,32-35) y realizar las obras de Dios es creer en Él (cfr Jn 6,28-29). En la Última Cena Jesús resume toda su existencia en un gesto que se inscribe en la gran bendición pascual a Dios, gesto que Él vive como Hijo como acción de gracias al Padre por su inmenso amor. Jesús parte el pan y lo comparte, pero con una profundidad nueva, porque Él se entrega a sí mismo. Toma el cáliz y lo comparte, para que todos podamos beber, pero con este gesto Él entrega la "nueva alianza en su sangre", se entrega a sí mismo. Jesús anticipa el acto de amor supremo, en obediencia a la voluntad del Padre: el sacrificio de la Cruz. La vida le será quitada en la Cruz, pero ya desde ahora Él la ofrece por sí mismo. Así la muerte de Cristo no se reduce a una ejecución violenta, sino que es transformada por Él en un acto libre de amor, de autodonación, que atraviesa victoriosamente la misma muerte y reafirma la bondad de la creación salida de las manos de Dios, humillada por el pecado y finalmente redimida. Este inmenso don es accesible a nosotros en el Sacramento de la Eucaristía: Dios se nos da, para abrir nuestra existencia a Él, para implicarla en el misterio de amor de la Cruz, para hacerla partícipe del misterio eterno del que procedemos y para anticipar la nueva condición de la vida plena en Dios, en espera de la cual vivimos.

¿Pero qué comporta para nuestra vida cotidiana este partir de la Eucaristía para reafirmar la primacía de Dios? La comunión eucarística, queridos amigos, nos arranca de nuestro individualismo, nos comunica el espíritu del Cristo muerto y resucitado, nos conforma a Él; nos une íntimamente a los hermanos en esemisterio de comunión que es la Iglesia, donde el único Pan hace de muchos un solo cuerpo (cfr 1 Cor 10,17), realizando la oración de la comunidad cristiana de los orígenes recogida en el libro de la Didajé: "Como este pan partido estaba diseminado por las colinas y, recogido, se convirtió en una cosa sola, así tu Iglesia, desde los confines de la tierra sea reunida en tu Reino" (IX, 4). La Eucaristía sostiene y trasforma toda la vida cotidiana. Como recordaba en mi primera encíclica, “en la comunión eucarística está contenido el ser amados y el amar a nuestra vez a los demás", por lo que "una Eucaristía que no se traduzca en amor concretamente practicado está fragmentada en sí misma" (Deus caritas est, 14).

La bimilenaria historia de la Iglesia está tachonada de santos y santas, cuya existencia es signo elocuente de cómo precisamente desde la comunión con el Señor, desde la Eucaristía nace una nueva e intensa asunción de responsabilidades a todos los niveles de la vida comunitaria, nace por tanto un desarrollo social positivo, que tiene en el centro a la persona, especialmente cuando es pobre, enferma o desgraciada. Nutrirse de Cristo es el camino para no permanecer ajenos o indiferentes a la suerte de los hermanos, sino entrar en la misma lógica de amor y de entrega del sacrificio de la Cruz; quien sabe arrodillarse ante la Eucaristía, quien recibe el cuerpo del Señor no puede no estar atento, en la trama ordinaria delos días, a las situaciones indignas del hombre, y sabe inclinarse en primera persona hacia el necesitado, sabe partir su pan con el hambriento, compartir el agua con el sediento, vestir al desnudo, visitare al enfermo y al encarcelado (cfr Mt 25,34-36). En cada persona sabrá ver al mismo Señor que no dudó en entregarse a sí mismo por nosotros y por nuestra salvación. Una espiritualidad eucarística, entonces, es verdadero antídoto contra el individualismo y el egoísmo que a menudo caracterizan la vida cotidiana, lleva al descubrimiento de la centralidad de las relaciones, a partir de la familia, con particular atención en curar las heridas de las disgregadas. Una espiritualidad eucarística es el alma de una comunidad eclesial que supera divisiones y contraposiciones y valora la diversidad de carismas y ministerios poniéndolos al servicio de la unidad de la Iglesia, de su vitalidad y de su misión. Una espiritualidad eucarística es el camino para restituir dignidad a los días del hombre y por tanto a su trabajo en la búsqueda de su conciliación con los tiempos de la fiesta y de la familia y el compromiso de superar la incertidumbre de la precariedad y el problema del paro. Una espiritualidad eucarística nos ayudará también a acercarnos a las distintas formas de fragilidad humana, conscientes de que éstas no ofuscan el valor de la persona, sino que requieren proximidad, acogida y ayuda. Del Pan de la vida tomarán vigor una nueva capacidad educativa, atenta a dar testimonio de los valores fundamentales de la existencia, del saber, del patrimonio espiritual y cultural; su vitalidad nos hará habitar en la ciudad de los hombres con la disponibilidad de gastarnos en el horizonte del bien común para la construcción de una sociedad más justa y fraterna.

Queridos amigos, volvamos de esta tierra de las Marcas con la fuerza de la Eucaristía, en una ósmosis constante entre el misterio que celebramos y los ámbitos de nuestro día a día. No hay nada de auténticamente humano que no encuentre en la Eucaristía la forma adecuada para ser vivido en plenitud: que la vida cotidiana se convierta por tanto en el lugar del culto espiritual, para vivir en todas las circunstancias la primacía de Dios, dentro de la relación con Cristo y como ofrenda al Padre (cfr Exhort. ap. postsin. Sacramentum caritatis, 71). Sí, "el hombre no vive solamente de pan, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4,4): nosotros vivimos de la obediencia a esta palabra, que es pan vivo, hasta entregarnos, como Pedro, con la inteligencia del amor: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios" (Jn 6,68-69).

¡Como la Virgen María, convirtámonos también nosotros en “seno” disponible para ofrecer a Jesús al hombre de nuestro tiempo, despertando el deseo profundo de esa salvación que viene solo de Él, Buen camino, con Cristo Pan de vida, a toda la Iglesia que está en Italia!

[Traducción del original italiano por Inma Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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