12.09.11

A Pagola le duele él mismo

A las 12:08 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Sujetos activos contra la fe
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Ciertamente Jesucristo, en su doctrina y mensaje, dijo que el perdón es, en esencia, una característica que ha de conformar a sus discípulos. Él mismo hizo manifestación de tal misericordia en el momento más duro de su Pasión y perdonó a los que, tan injustamente, lo estaban haciendo morir de muerte, y muerte de cruz.

Eso, que es tan verdad como que nos tenemos que morir cuando Dios quiera, no deja de ser, además, un aviso para todos los que nos decimos hijos de Dios y queremos, haciendo tal manifestación de filiación divina, actuar como debemos. Y perdonar es, al fin y al cabo, actuar de forma misericordiosa.

Hay personas que apuntan los errores ajenos en piedra y los aciertos en agua. Así, lo malo queda sin olvidar para siempre y lo bueno fácilmente pasa a la historia. Pero también hay personas, que son creyentes, que tienen la costumbre de tener por bueno lo que es palmariamente malo y por positivo lo que es contrario a la doctrina de la Iglesia católica que, recordemos, es creación de Dios mismo.

Pretenden, además, que el perdón sea como un derecho que, aún de tenerlo, se prodigue sin ton ni son y siempre, siempre, quieren ver blanqueadas sus negras acciones bajo el amparo de la misericordia que, como hijos de Dios, ha de ser nuestro exacto método de conducta.

Algunos, incluso, disimulan sus verdaderas intenciones en peticiones de aquiescencia a su conducta prefiriendo que se oculte la verdad pero que prevalezca su simple humana opinión, mundana las más de las veces y entregada, tristemente, al devenir del siglo.

Y, sin embargo, no parecen darse cuenta de que cuando entienden que se debe perdonar siempre, “setenta veces siete” como dijo Cristo (Mt 18, 22), es porque, en realidad, hay algo que perdonar y, a lo mejor, su proceder no ha sido el mejor ni el más adecuado ni el que se aviene con la voluntad de Dios. Se perdona, por lo tanto, porque ha habido ofensa y, entonces, está en el corazón de quien debe olvidar lo hecho el hacerlo. Pero ofensa ha de haber habido porque, de otra forma, no se pediría, con tanta insistencia, que hay que “vivir perdonando”.

No quieren corregir lo que hacen sino, en todo caso, que se les perdone lo hecho. Al parecer no son de aquellos creyentes que saben que no son mejor católicos cuando no pecan nunca (impropio del ser humano ordinario como es fácil comprobar) sino cuando al pecar, piden perdón y siguen adelante. No. Ellos prefieren seguir su propio camino y sembrado de cizaña y, además, que se les perdone sin, al parecer, haber aprendido nada ni arrepentirse.

Soberbia se le puede llamar a eso.

Y, sin embargo, tienen la tendencia, maliciosa, de querer tensar la cuerda más de lo que conviene para que no se rompa y, además, piden cuentas de no sé que débitos, a quien les afean la conducta. También difunden que existe una extraña obcecación en, precisamente, hacer ver que lo que está mal hecho mal hecho está y que no otra cosa se puede hacer que poner negro sobre blanco para que se conozca quien pone lo negro y qué blanco se hecha a perder de hacer tal cosa.

Por eso hay algunos creyentes que se duelen, disimulando, de sus mismos errores y pretenden achacar a otros que se les pongan delante para que quiten la viga de la disidencia de su ojo y, quitándola, entiendan que la crítica es, la mayoría de las veces, corrección fraterna porque no hay nada peor que un hermano en la fe deje de serlo.

Pero hay algo que es mucho peor y que debería hacerles pensar, a alguno en concreto más que a otros, y es que aunque todo lo dicho hasta aquí lo entiendan como agua de borrajas o de poca importancia, en realidad deberían saber, saben, que incluso hay algo que no se perdona y que es el pecado contra el Espíritu Santo (Mt 12, 31, Mc 3, 29 y Lc 12, 10). Se rechaza la gracia y el corazón se cierra a la misma. Por eso, en el fondo, no se perdona al no haber arrepentimiento, y se sigue por el camino torcido del que no hablaba, precisamente, Juan el Bautista (Lc 3, 4). Y, a cambio, piden el perdón de los que saben que no dará fruto el agostamiento de la semilla que por su proceder y por el sometimiento al calor del mundo no fructificará sino que, al contrario de lo que sostienen, quedará al borde del camino muerta y seca, hueca de la Verdad.

Y en eso están, claro, en su condena eterna ganada con el esfuerzo de quien se cree amparado por la buena voluntad de Dios olvidando, sin embargo, que además de ser bueno, el Creador también es justo.

Eleuterio Fernández Guzmán