14.09.11

Arzobispo anglicano John Hepworth. Fotografía de James Elsby  ©The Australian

Un tema que se ha tratado de modo bien extenso en InfoCatólica –y en este blog– es el de los Ordinariatos y todo el proceso de «vuelta a casa» de grupos de fieles provenientes del anglicanismo.

Con inmensa alegría y expectación hemos ido contando los pasos, las dificultades, los pronósticos. Los más duchos en la materia ya sabéis que una pieza fundamental ha sido la TAC – Traditional Anglican Communion –, comunión de iglesias anglicanas que acudieron a la llamada maternal de la Iglesia Católica. El camino quedaba fijado con la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus, y la figura canónica del Ordinariato.

El ‘líder’ que guía a la TAC en la travesía es el Primado John Hepworth. A todos los que observábamos el proceso nos parecía un personaje, cuanto menos, curioso. Dado que la ordenación anglicana no es válida –se perdió la sucesión apostólica– los pastores anglicanos, uno a uno, y estudiando las circunstancias, podían ser ordenados y en caso de que estuviesen casados, ordenados con la dispensa del celibato. No así los obispos, incluso en la tradición ortodoxa son siempre célibes. Los ‘obispos’ anglicanos casados no pueden llegar a serlo católicos.

En ese contexto nos llamaba la atención el caso del australiano Hepworth. Se ordenó como sacerdote católico en 1968 y en 1972 abandona y se va al Reino Unido. Se divorció y volvió a casar. El 1976 se une a la Iglesia Anglicana de Australia, en 1996 obispo auxiliar y en 1992 es elegido primado de la TAC.

Su ’situación’ levantó algunas suspicacias. Hubo quien lo interpretó como una vía de escape para sacerdotes católicos que no aceptasen el celibato (conviene recordar que Hepworth es ya sacerdote, para siempre). Otros dudaron de sus buenas intenciones. Pero parece que hay mucha más rectitud de intención de lo que parece, y se nota la mano de la Providencia. Sin lugar a dudas, lo que hay es un drama escalofriante que ha salido a la luz el pasado fin de semana.

John Hepworth fue abusado sexualmente por dos sacerdotes y un compañero seminarista durante 12 años. Los hechos son salvajes, abren las carnes. He dudado en traducirlo, pero lo siento, no puedo, me supera el relato. Hasta que se ha publicado la historia en ‘The Australian‘ el dolor personal sólo era conocido por su familia y algunos amigos cercanos.

Hoy es portada en algunos medios el nuevo intento de llevar al Santo Padre a los tribunales, como antes de cada viaje apostólico. De Hepworth no se ha dicho nada. Las conductas contrastan. Y, al menos a mi, ayudan a entender un poco mejor los motivos del primado anglicano y maravillarme de los caminos del Señor, que se sirve de un sujeto así como lider de la vuelta a casa de miles de personas.

«Quien tuvo, retuvo»

De otro modo es difícil de comprender alguno de los pasajes que se cuentan en el reportaje. Por ejemplo la preocupación que dirige al obispo católico Wilson en 2008 y que le gustaría resolver antes de su muerte:

No busco venganza. Me siento profundamente engañado por una vida sacerdotal que he estado ejerciendo por medio de subterfugios, fuera de la comunión de la Iglesia Católica.

«Huí con miedo, pero yo nunca quise irme», dijo sobre su decisión de apartarse de la iglesia en 1974, atormentado por el abuso, mientras que fue seminarista y sacerdote joven.

La iglesia está llena de pecadores… Pero es don de Dios para la raza humana a través de Jesucristo… Yo nunca he perdido el sentido de la vocación de ser sacerdote.

También manifestó gratitud al Card. Pell y al rápido proceso del Comisionado Independiente de Melbourne. Conviene recordar que el Card. Pell fue acusado injustamente de abusos sexuales hace años. Él sabe lo que es el proceso. El Comisionado fue creado por el cardenal, y la justicia –petición de disculpas y compensación– la ofrece Melbourne, no la Diócesis de Adelaida, en la que todavía continúa a paso de tortuga el proceso.

A pesar del sufrimiento, Hepworth conservaba una amor apasionado por la Iglesia. También escribía en 2008:

Huí de la Iglesia, pero nunca he perdido mi amor por ella.

Creo que era justo, sin entrar en detalles, contar esta parte de la historia. Dios quiera que se encuentren los modos de arreglar su situación, lo que está mal está mal. Pero Hepworth sabe que la misericordia de Dios se nos ofrece todos los días.

Su testimonio está encontrando numerosas adhesiones, y se acrecienta el asombro porque «quiera volver a esa Iglesia», la Católica, la Iglesia.