22.09.11

 

El 26 de septiembre de 2010, acompañados por nuestro Obispo, acogimos en el Centro Penitenciario de Martutene, la Cruz y el Icono de la JMJ. En la homilía D. José Ignacio invitó a la Pastoral Penitenciaria a organizar una peregrinación a la JMJ con aquellos internos que quisieran y pudieran asistir. En ese momento, nos pareció un sueño inalcanzable y lejano. Pero Dios hace posible lo imposible y con la ayuda del Obispo y las facilidades de la Dirección del Centro Penitenciario, el 20 de agosto salió para Madrid un autobús con 20 peregrinos, 10 de ellos internos/as….

Así empieza la carta que un grupo de internos de la prisión de Martutene escribieron después de la pasada JMJ. La práctica totalidad de aquellos que han conocido lo ocurrido han manifestado su satisfacción. Un obispo puso en práctica lo que la Escritura dice en Hebreos 13,3: “Acordaos de los presos, como si estuvierais con ellos encarcelados…“; y en Mt 25,36 “estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme“. Los presos de Martutene siguen en la cárcel pero por unos días han podido disfrutar del regalo de participar en el más multitudinario acto de comunión eclesial que ha tenido lugar en la historia reciente de España.

Sin embargo, hay al menos una persona en España al que todo esto le ha parecido muy mal. Y no ha tenido otra idea mejor que hacer que arremeter contra el obispo de San Sebastián. Se trata de César Vidal Manzanares. El pasado lunes protagonizó una de sus actuaciones más penosas desde que está en el mundo de la radio. Lo pueden ver en el siguiente vídeo:

 

Es obvio que a muchos de sus oyentes les resultó chocante la beligerancia de don César en este asunto y así se lo manifestaron al día siguiente en un email que fue leído en el programa (escuchad aquí a partir del minuto 1:30). El director de “Es la noche de César” se mantuvo en sus trece.

Los argumentos de Vidal, más o menos, son los siguientes:

1- Los presos reciben atención pastoral en las cárceles. No hace falta que salgan para la visita del Papa.

2- La ley dictamina que los presos estén en las cárceles, no de excursión.

3- La ley tiene que ser igual para todos, obispos incluidos.

Bien, vamos por partes. La Constitución española dice lo siguiente en su artículo 25.2:

Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social y no podrán consistir en trabajos forzados. El condenado a pena de prisión que estuviere cumpliendo la misma gozará de los derechos fundamentales de este Capítulo, a excepción de los que se vean expresamente limitados por el contenido del fallo condenatorio, el sentido de la pena y la Ley penitenciaria. En todo caso, tendrá derecho a un trabajo remunerado y a los beneficios correspondientes de la Seguridad Social, así como al acceso a la cultura y al desarrollo integral de su personalidad.

Es decir, guste más o guste menos, la cárcel en España no está sólo para que los delincuentes paguen por sus delitos contra la sociedad. El sistema carcelario debe buscar su reinserción. Entre las medidas de reinserción está, por ejemplo, la concesión del tercer grado. Hay presos que sólo van a dormir a las cárceles y el resto del día están fuera, trabajando o buscando trabajo. Pero incluso para aquellos que no han alcanzado ese tercer grado, existen otras opciones como permisos extraordinarios, humanitarios (p.e, acudir a un funeral de un familiar), etc. Corresponde a las autoridades carcelarias decidir quién, cómo y cuándo se conceden esos permisos.

En ese sentido, no es la primera vez que un preso sale de la cárcel para acudir a un acto religioso. Ya hay presos que han ido, por ejemplo, al Santuario de Lourdes. Y algunos han realizado las últimas etapas del Camino de Santiago. A don César Vidal le podrá parecer mejor o peor que la Constitución diga lo que dice y que la ley permita tales cosas, pero lo que de ninguna manera puede hacer es arremeter contra un obispo que lo único que busca es la conversión y rehabilitación plena de un grupo de presos. Atacar a Mons. Munilla por hacer lo que ha hecho es un acto de miseria moral de primer orden. Ni más, ni menos. Y no digo qué otros diócesis han hecho lo mismo con otros presos en esta JMJ, porque César Vidal es muy capaz de poner a parir a sus obispos.

Ni que decir tiene que en ocasiones se usa la ley peintenciaria para aprobar actos repugnantes, como es sacar de la cárcel a un etarra para que cuide de una madre que no necesita cuidados y que finalmente no cuida. Es conocido por todos que hay presos que se aprovechan de las medidas de reinserción para volver a cometer delitos. Es obligado pedir a los responsables de las cárceles y a los jueces que se encargan de conceder permisos que realicen su labor adecuadamente, de manera que no abran las puertas a aquellos que no lo merecen. Pero es su deber constitucional y legal el acceder a iniciativas como la que nos ocupa.

Me pregunto si detrás de todo esto no subyace la visión que tiene el protestantismo sobre la redención. Para Lutero la justificación y redención es un acto extrínseco a la persona que no tiene por qué afectar a su condición pecadora. Se trata de un acto de justicia imputada o puramente atribuida, no inherente. Para Lutero, la naturaleza humana quedó tras el pecado original irremediablemente corrompida. El hombre perdió su libertad y todas sus obras son necesariamente pecado. Dios, con todo, sin renovar interiormente a quien cree en él y en él confía, le aplica los méritos y la santidad de Cristo, le considera como si fuese interiormente justo y renovado: el hombre es, por tanto, simultáneamente justo y pecador. Aunque se sienta pecador y no realice obras buenas, basta con abandonarse en el Señor y en su misericordia, que de por sí actúa en el hombre.

Si aplicáramos esa doctrina a nuestras cárceles, los indultos y los permisos no requerirían de un cambio de actitud real de los presos. Bastaría con que aceptaran las medidas de gracia. Sin embargo, aplicar la doctrina católica implica que sí requiere de una participación o colaboración real del preso con el Estado que quiere reinsertarle. El protestantismo da por hecho que las buenas obras vienen después. El catolicismo da por hecho que sin buenas obras, no hay verdadera salvación.

Las autoridades civiles no están en su puesto para practicar la caridad cristiana. Pero si la caridad cristiana contribuye al bien común, si sirve para transformar a un delicuente en una persona nueva capaz de convertirse en un ciudadano de bien, sería absurdo impedirlo. El ojo por ojo puede resultar muy atrayente para mentalidades puritanas y legalistas, pero Cristo vino a enseñarnos otra cosa. Vino a sanar a los pecadores, a ayudarles a cambiar. Eso es lo que Mons. Munilla ha pretendido hacer con ese grupo de presos de Martutene. Y nadie que merezca el nombre de cristiano puede criticarle por ello.

Vaya desde aquí mi agradecimiento al obispo de San Sebastián por haber dado a esos presos la oportunidad de respirar un poco de libertad al lado del millón y medio de jóvenes que acompañaron al Vicario de Cristo. Y a esos presos les pido que, si no lo han hecho ya, entreguen sus vidas al Señor, que es la única manera de ser verdaderamente libres. Ruego para que Dios les ayude a hacer tal cosa. Su gracia todo lo puede.

Luis Fernando Pérez Bustamante