25.09.11

 

Como cabía esperar, la Asamblea Universitaria de la, todavía, Pontificia Universidad Católica del Perú, decidió que no iba a aceptar la petición de cambio de estatutos propuesta por la Santa Sede. Entre dichos cambios, figuraba el que la elección de Rector debería tomarse por parte del arzobispo, que debería de elegirlo de una terna propuesa por la Asamblea. Da igual quien sea en cada momento dicho arzobispo. La idea, fruto del sentido común, es que una universidad católica y pontificia, debe estar bajo el control de la propia Iglesia. De lo contrario, no tiene lógica alguna que dicha universidad se llame católica ni pontificia.

Los responsables de la PUCP han optado por lo que ellos llaman “independencia” y autonomía universitaria respecto a la Iglesia. Es posible, aunque no lo sé, que la legislación peruana les ampare. Sobre este asunto he leído artículos de diversa índole. Siendo español no tiene mucho sentido que me pronuncie al respecto, ya que es una cuestión que tendrán que dilucidar los peruanos. Ahora bien, no hace falta ser muy inteligente para entender que una universidad que es confesionalmente católica no puede actuar al margen de lo que la Iglesia Católica diga.

El Papa va a enviar un visitador apostólico a intentar arreglar el asunto. Será un cardenal. El problema es que viendo el éxito de las visitas apostólicas que están teniendo lugar recientemente, o analizando lo que está ocurriendo en Sucumbíos -donde parece que va a ocurrir algo muy parecido a una rendición ante los heterodoxos-, el riesgo de que los rebeldes de la PCUP logren pisotear la dignidad de la Iglesia no es escaso.

En mi opinión, lo que la Iglesia debe hacer es demostrar que no va a aceptar que las siglas C y P son mero adorno en sus centros universitarios. Si se traga ese sapo en Perú, no habrá razón alguna para no tragarse sapos similares en el resto del orbe. Lo que está en juego no es la autonomía de una universidad peruana, sino la autonomía de la Iglesia para ejercer el control sobre sus universidades.

En ese sentido, sólo cabe mantenerse firme ante los rebeldes. Como no van a cambiar -ya lo habrían hecho- toca pelear en los tribunales peruanos por la propiedad de la universidad, que pudo nacer gracias a la herencia de un señor que dijo muy claramente en su testamento que el dinero lo donaba para fundar una universidad católica, no una universidad cualquiera. Y si, por las razones que sea, se pierde el litigio en los tribunales, la Iglesia ha de retirar a la PUCP la condición de Católica y Pontificia.

Yo iría más allá y propondría la desacralización de cualquier templo o capilla que haya dentro del recinto universitario. Eso lo puede hacer el cardenal Cipriani sin necesidad de que la Santa Sede intervenga. Es decir, si los responsables de esa universidad no quieren obedecer a la Iglesia, que la misma salga por completo de allá. Los que, como Satanás y sus ángeles, dicen “Non serviam", no tienen lugar en la comunión eclesial. Y, por supuesto, me pondría inmediatamente manos a la obra para fundar una auténtica universidad católica y pontificia en el país. Es evidente que la PUCP ya no lo es. La mayoría de su asamblea ha demostrado que no quieren serlo. Y eso no lo va a cambiar ningún cardenal enviado por Roma.

Luis Fernando Pérez Bustamante