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Servicio diario - 6 de octubre de 2011

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Especial

Joan Rigol: “La Sagrada Familia quiere elevar hacia lo trascendente”

Santa Sede

La adecuada formación sacerdotal explicada por autoridad vaticana

De la Otra Memoria

Sagunto y la frustración del mal absoluto

Mundo

La responsabilidad social empresarial debe estar centrada en la persona

La misión forma parte del ser cristianos

España: próximo congreso mundial de educación católica

Paraguay: Contra el adoctrinamiento sexual del gobierno

Actualidad

La madre Ana María Janer será beatificada este sábado

Entrevistas

Estudio: La mayoría de los sacerdotes son felices y valoran el celibato

Documentación

Encuentro del cardenal Piacenza con seminaristas estadounidenses


Especial


Joan Rigol: “La Sagrada Familia quiere elevar hacia lo trascendente”
Entrevista al presidente del Patronato de la Sagrada Familia al dejar su cargo
BARCELONA, jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- El número de personas que han visitado la basílica de la Sagrada Familia de Barcelona durante este año ha aumentado de manera espectacular (un 38% entre enero y agosto) y el patronato del templo prevé superar por primera vez en su historia los tres millones de visitantes anuales.

Además, han aumentado las donaciones al templo un 90%, con lo que, en medio de una profunda crisis económica generalizada, el ejercicio se cerrará previsiblemente con superávit.

El hecho de que fuera el mismo Papa Benedicto XVI quien consagrara el templo, el pasado mes de noviembre, y la presentación a todo el mundo de la espectacular y original belleza del interior de la iglesia ideada por Gaudí, con su efecto llamada, han ayudado a la proyección de la basílica.

Lo explica en la siguiente entrevista concedida a ZENIT el hasta ahora presidente delegado del Patronato de la Sagrada Familia, Joan Rigol, quien deja el puesto después de siete años al considerar cumplidos los objetivos propuestos.

- ¿Qué balance realiza de su etapa al frente del Patronato de la Sagrada Familia?

Joan Rigol: Ha habido un efecto: que la gente del país ha descubierto la Sagrada Familia fundamentalmente a través de la venida del Papa y del reportaje televisivo que se realizó. Descubrieron una Sagrada Familia que no pensaban que fuera tan bonita como la vieron.

Esto es debido a unos objetivos que nos marcamos como Patronato: en primer lugar, priorizar el cierre por dentro de la Sagrada Familia y acabar su interior; y en segundo lugar, organizar la Sagrada Familia con suficiente capacidad de gestión como para hacer eficiente la construcción de la obra y acoger a la gente que viene.

Esta organización interna, que no se ve, ha sido también una de nuestras prioridades: crear el equipo de gestión.

Esto ha cuajado con un incremento de visitantes que es debido a un efecto llamada de la Sagrada Familia, junto a la mejora del turismo que viene a nuestra casa.

El número de turistas descendió en el año 2008, empezó a crecer en 2009, realizó un salto importante en 2010 y el año 2011 se está llevando mejor que el año pasado. Y ello en la Sagrada Familia, pero también como exponente del turismo en general en Cataluña.

Tenemos que ver que la Sagrada Familia no debe quedar definida por el turismo. Aunque hay que reconocer que es un polo de atracción importante en este sentido, la Sagrada Familia no se realizó para incrementar el turismo de la ciudad, sino para dar un mensaje de espiritualidad a la sociedad contemporánea. Esto es lo que Gaudí quería. No hizo un monumento, sino un templo.

La Sagrada Familia tiene que realizar la aproximación de la sociedad contemporánea a los valores evangélicos.

Al mismo tiempo, debe ser un lugar en el que las personas que lo vayan a visitar encuentren en el arte de Gaudí una apertura hacia su sentido de trascendencia.

- Deja su puesto después de una gran experiencia…

Joan Rigol: He sido presidente delegado del Patronato de la Sagrada Familia durante siete años.

Me lo pidió el cardenal de Barcelona, dije que sí y cuando los objetivos que me había propuesto se han alcanzado, he pedido el relevo.

- ¿Le ha servido su experiencia en los ámbitos político y económico?

Joan Rigol: Sin duda, porque la Sagrada Familia tiene una proyección institucional importante, tanto en los puntos en los que ha tenido problemas –como en la construcción del túnel del tren de alta velocidad-, como en sus actividades, tanto las constructivas como las culturales.

Este sentido institucional que uno ha aprendido en los diversos lugares políticos los he puesto al servicio de la Sagrada Familia.

- ¿Qué significa para el templo haber sido consagrado por el Papa?

Joan Rigol: Darle la proyección universal. El mismo Gaudí ya decía que vendría gente de todo el mundo. Él lo intuía.

Pero la venida del Papa significó poner la Sagrada Familia en el mapa del mundo, especialmente en el mapa del mundo católico. Esta dimensión universal de la Sagrada Familia es una aportación que Benedicto XVI ha realizado.

- ¿Qué ha pasado desde entonces?

Joan Rigol: Primero, se ha incrementado la afluencia de visitantes. Se ha establecido un ritmo de culto que consiste en que una vez al mes de celebra una misa abierta a mucha gente dentro de la Sagrada Familia, donde caben unas seis mil personas.

Es necesario, a mi entender, un ritmo más fluido de culto y un tipo de actividad que ilumine la misión que tiene la Sagrada Familia en el conjunto de la sociedad y de la Iglesia. Esto debo dejarlo a quien me sustituye, es un proyecto de futuro.

Tenemos que generar actividades en las que haya temas de confluencia entre la visión cristiana de los valores y la de la sociedad contemporánea.

Y debe tener una visión más internacional. Porque la Sagrada Familia capta el interés de gente de todo el mundo, y especialmente de toda Europa.

- ¿Se refiere a potenciarla como “atrio de los gentiles”?

Joan Rigol: El “atrio de los gentiles” es uno de los aspectos en los que Barcelona será un punto de referencia, siguiendo la línea de lo que dicen el Papa y el presidente del Consejo Pontificio de la Cultura, el cardenal Gianfranco Ravasi.

Todavía está por hacer, debe ser un punto de referencia por los criterios que se den y por la proyección que se les dé a estos criterios.

- ¿La Sagrada Familia tendrá una función destacada en la llamada “Misión Metrópolis” con la que diversas ciudades europeas organizarán simultáneamente iniciativas relacionadas con la nueva evangelización?

Joan Rigol: Este es otro elemento que no se polariza en la Sagrada Familia, sino que es para todo el arzobispado de Barcelona.

El obispado participa en unas actividades con dimensión internacional y alguna función tendrá la Sagrada Familia. Pero en todo, la Sagrada Familia debe tener su propia dinámica, que debe generarse desde la misma experiencia de la Sagrada Familia.

- ¿La parroquia de la Sagrada Familia continúa su vida como antes de la consagración de la basílica?

Joan Rigol: La parroquia continúa en la cripta, con su propia actividad. Son dos actividades diferentes: la de la basílica, con una dimensión europea y universal, y la de la parroquia, que atiende la pastoral de sus fieles.

- ¿Cómo se consiguió que el Papa fuera a Barcelona a consagrar la Sagrada Familia?

Joan Rigol: Porque el cardenal de Barcelona se lo propuso y lo consiguió. Es un éxito personal suyo.

También hay que decir que todos hemos puesto nuestro esfuerzo para tenerla acabada antes de que el Papa tuviera disponibilidad para venir.

- ¿Fue una decisión de última hora?

Joan Rigol: No, ya llevábamos muchos meses intentando que viniera el Papa. La agenda del Papa es muy complicada y debía ajustarse a las posibilidades de esa agenda.

- Después de siete años, ¿qué lecciones podría compartir de la responsabilidad que ha desempeñado en la Sagrada Familia?

Joan Rigol: Personalmente creo que la Sagrada Familia es un don que tiene la Iglesia de Barcelona, la catalana y la europea.

Es una posibilidad real de un lugar al que accede mucha, mucha gente y que es conocido en todo el mundo para poder irradiar los valores del Evangelio. Y eso lo tenemos que saber aprovechar.

Vienen visitantes, muchos creyentes y muchos no creyentes, y debemos saber encontrar una reflexión sobre el valor trascedente de la persona que se expresa a través del arte, y el valor que tenemos los cristianos que creemos en Jesús.

- ¿Cuál cree que es el futuro de la Sagrada Familia?

Joan Rigol: Lo dejo a los responsables actuales, son ellos quienes deben ir configurándolo para que no sea sólo un lugar de aperturismo, sino de mundo sensible culturalmente desde el punto de vista de los valores trascendentes de la persona y con actitud de fe cristiana.

- ¿Dónde cree que radica el éxito de este templo?

Joan Rigol: Gaudí era un personaje que dio una dimensión a la arquitectura muy personal y muy potente que tiene unas razones de tipo técnico.

La altura de la Sagrada Familia no es sólo una cuestión monumental, sino que responde a una visión suya de elevar al hombre hacia arriba, hacia lo trascendente.

Y esto lo hizo con una arquitectura genial y un gran sentido de fe cristiana. Esto dio el valor a la Sagrada Familia como un lugar único por su personalidad arquitectónica y por su contenido cristiano.

Por Patricia Navas

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Santa Sede


La adecuada formación sacerdotal explicada por autoridad vaticana
Coloquio de monseñor Piacenza con los seminaristas de Los Ángeles
LOS ÁNGELES, jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- El primado de Dios es fundamental en la formación sacerdotal, que debe priorizar la formación humana y reservar un lugar central a una formación intelectual sin equívocos, afirmó el prefecto de la Congregación para el Clero, el cardenal Mauro Piacenza este martes en un coloquio informal con los seminaristas de Los Ángeles.

El purpurado está interviniendo estos días en la reunión anual de sacerdotes hispánicos en servicio en los Estados Unidos, por invitación del nuevo arzobispo de la archidiócesis de Los Ángeles.

Al dirigirse a los seminaristas antes de escuchar y responder a sus preguntas, el cardenal afirmó que la santidad es la verdadera prioridad y el único recurso posible para la necesaria reforma.

“El seminario de la santidad tiene un rector verdaderamente magnífico y es una mujer: la bienaventurada Virgen María”, dijo.

El representante vaticano confió a los seminaristas “el secreto de la felicidad, el secreto de la plena realización de la vida Sacerdotal: donar todo, sin conservar nada para uno mismo, ¡siguiendo el ejemplo de Jesús!”.

También les dijo que “el futuro de la Iglesia, que es cierto, porque está en las manos de su Cabeza y Señor, que es Cristo, pulsa en vuestras existencias”.

Les invitó a vivir el tiempo del seminario como “la gran ocasión que se os da para realizar una extraordinaria experiencia de intimidad con Dios”.

“La relación que habréis tejido con Él en estos años, ciertamente se profundizará y cambiará durante la vida, pero los fundamentos, el meollo de aquella relación, ¡se constituye ahora!”, exclamó.

Y destacó que el momento formativo comunitario, que la Iglesia considera necesario para la formación de sus sacerdotes, “es, en dicho sentido, ¡irrepetible!”.

El purpurado dio las gracias a los seminaristas por su “sí ¡tan generoso!” y les aseguró su oración “para que sea total e incondicionado”.

También les ofreció unas reflexiones sobre lo que el prefecto de la Congregación para el Clero considera fundamental hoy, y siempre, en la formación sacerdotal.

¡Hombres de Dios!

Respecto al primado de Dios, el cardenal destacó que “cualquier otra motivación, que también puede acompañar el inicio de la percepción de una llamada al sacerdocio, confluye en el movimiento de total donación al Señor y en el reconocimiento de su primado en nuestra vida, en la vida de la Iglesia y en la del mundo”.

A continuación, explicó que “primado de Dios” significa “primado de la oración, de la intimidad divina; primado de la vida espiritual y sacramental”.

En este sentido, afirmó: “la Iglesia no tiene necesidad de gestores, ¡sino de hombres de Dios!”, necesidad “de hombres creyentes y, por tanto, creíbles”.

“Primado de Dios significa primado de la vida sacramental, vivida hoy y ofrecida, a su tiempo, ¡a todos nuestros hermanos!”, continuó.

Y señaló que los hombres buscan en el sacerdote “lo que sólo él puede dar: la divina Misericordia, el Pan de vida eterna, un nuevo horizonte de significado ¡que haga más humana la vida presente y posible la eterna!”.

El cardenal Piacenza indicó que la Iglesia necesita “hombres fuertes, firmes en la fe, capaces de conducir a los hermanos a una auténtica experiencia de Dios”.

“La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes que, en las tempestades de la cultura dominante, cuando “la barca de no pocos hermanos es combatida por las olas del relativismo” sepan, en efectiva comunión con Pedro, tener firme el timón de la propia existencia, de las comunidades que les han sido confiadas y de los hermanos que piden luz y ayuda para su camino de fe”, añadió.

Formación humana

Además del primado indiscutido de Dios, continuó, “es necesario que la formación humana ocupe el puesto fundamental que le corresponde”.

En este sentido consideró indispensable “con toda honestidad, ponerse en juego, confiando a Dios, a través del Director espiritual”.

Y advirtió a los seminaristas que no cedan a la ilusión por la que las cuestiones no resueltas (o no debidamente afrontadas) se podrán improvisamente resolver después de la ordenación: “¡No es así! ¡Y la experiencia lo demuestra!”, exclamó.

También reconoció la necesidad de “un justo grado de autoconocimiento” en la formación humana de los seminaristas.

“Las llamadas ciencias humanas pueden ofrecer una válida ayuda, ¡pero sobre todo tiene necesidad de “estar en contacto” con la Santa Humanidad de Cristo!”, dijo, destacando la importancia para ello de la adoración eucarística prolongada.

Formación intelectual

El cardenal prosiguió su intervención indicando que “juntamente con la formación humana, es central la intelectual”.

Constató que en las últimas décadas, la formación intelectual ha ocupado una importante parte de toda formación seminarista y apuntó que “ahora, muy probablemente, en este ámbito es necesario valorar atentamente las proporciones y los equilibrios”.

“Aunque se desea para todos una buena formación, no todos los sacerdotes deberán ser teólogos”, explicó.

Sobre esa formación intelectual, indicó que “debe tender a transmitir los contenidos ciertos de la fe, argumentado razonablemente sus fundamentos escriturísticos, los de la gran Tradición eclesial y del Magisterio y hacerse acompañar por los ejemplos de vida de sacerdotes santos”.

“No debéis desorientaros en los meandros de las diversas opiniones teológicas que no dan certeza y ponen la Verdad revelada a la par de cualquier otro “pensamiento humano” -aconsejó-. Uno se forma en las certezas y tratando de tener en el propio equipaje una visión de síntesis con el entusiasmo de la misión”.

El prefecto mostró su convencimiento en que “una buena y sólida formación teológica, que descubra también el fundamento filosófico de la metafísica y no tema acoger toda la Verdad completa, es el mejor antídoto a las tantas “crisis de identidad”.

Y destacó la necesidad de utilizar el Catecismo y de “que la formación intelectual no viva equívocos de ningún género”.

Continuidad tras el Vaticano II

Respecto al Concilio Vaticano II, el cardenal Piacenza advirtió ante las “polarizaciones, a veces ideológicas, que la interpretación de aquel acontecimiento providencial ha suscitado”.

“Seréis vosotros, probablemente, la primera generación que interpretará correctamente el Concilio Vaticano II, no según el “espíritu” del Concilio, que tanta desorientación ha traído a la Iglesia, sino según cuanto realmente el acontecimiento conciliar ha dicho, en sus textos, a la Iglesia y al mundo”, afirmó.

“¡No existe un Concilio Vaticano II diverso del que ha producido los textos hoy en nuestra posesión!”, exclamó.

“En estos textos nosotros encontramos la voluntad de Dios para su Iglesia y con ellos es necesario confrontarse, acompañados por dos mil años de Tradición y de vida cristiana”, aseguró.

“¡Pero no existe, ni podría existir una Iglesia pre-Conciliar y una post-Conciliar! -añadió-. Si fuera así, la segunda – la nuestra – ¡sería histórica y teológicamente ilegítima!”.

Sacerdotes santos

Finalmente, recordó a los seminaristas el ejemplo de los santos sacerdotes Agustín, Ambrosio, Tomás de Aquino, Carlos Borromeo, Juan Maria Vianney, Juan Bosco, Pío X, el Padre Pío y José María Escrivá y del beato Juan Pablo II”.

Y concluyó: “Seréis sacerdotes de la Iglesia que está formada por tantísimos santos sacerdotes que durante los siglos han hecho luminoso, bello y radiante y por tanto fácilmente reconocible, el rostro de Cristo, Señor, en el mundo”.

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De la Otra Memoria


Sagunto y la frustración del mal absoluto
Una anciana de derechas que salvó a dos jóvenes milicianos
MADRID, jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos una nueva contribución del historiador José Andrés-Gallego a esta serie “De la Otra Memoria”, sobre actos de bondad durante la guerra civil española. En este caso se trata de la heroica intervención de una anciana para salvar a dos jóvenes del bando contrario, en la ciudad valenciana de Sagunto.

* * * * *

En el artículo anterior de esta sección de ZENIT, les comenté que había asistido en Munster a un seminario sobre la represión en la guerra civil española y que me sorprendió que se empleaRa en él el concepto de “mal absoluto”. Uno estaba seguro de que el mal absoluto ni existe ni puede existir. Es metafísica y ontológicamente imposible. El mal necesita del bien para existir.

Comprendo que esta última idea haga zozobrar a más de uno (y eso, precisamente, entre la gente bondadosa). Si la existencia del bien es requisito para que exista el mal, a lo mejor se arregla todo sin hacer el bien (ni tampoco el mal, claro). Pues bien, el problema es que nadie -absolutamente nadie- puede vivir tomando decisiones que no sean buenas ni malas, y eso a lo largo de tres años (que fue lo que duró la última guerra española). Es imposible hasta el extremo de que no hay forma de encontrar un caso de alguien que, por lo menos, lo intentara. Lo que intentaban en 1936-1939, en España, los de ambos bandos, era ganar la guerra. Para unos y otros, el bien era vencer. Y unos y otros sabían que, para lograrlo, tenían que derrotar (o sea hacer el mal) a los contrarios.

¿Y si no se conformaban con vencer y lo que querían era exterminarse mutuamente? Para que eso sea posible, es necesario es que todos los militantes del bando que lo intenta sean unánimes en el deseo de exterminar al otro. Si no se da esa unanimidad, siempre podrá haber alguien que haga lo que esté en su mano para impedir el exterminio.

Pondré un ejemplo. Durante unas semanas de la guerra civil española, la ciudad valenciana de Sagunto se convirtió en tierra de nadie. Los nacionales la asediaban por el norte y los republicanos la defendían desde el sur. Y hubo momentos en que no fue de unos ni de otros. Cuando unos lograban entrar en ella, conseguían los otros rechazarlos y obligarlos a abandonarla. Pero no podían quedarse porque, enseguida, sucedía lo contrario.

En una de esas, apareció un camión, se detuvo en el centro de la ciudad y todo el mundo se dio cuenta de que eran milicianos los que iban en él. Había una diferencia tan grande entre los uniformes de uno y de otro ejército, que no hacía falta preguntar. Se bajaron y comenzaron a gritar que hacían falta más soldados para impedir que los nacionales entraran. Se trataba de defender Sagunto como bastión de izquierdas.

La apelación dio resultados y comenzaron a presentarse voluntarios (por supuesto, de izquierdas). Entre ellos, dos muchachos de 15 y 18 años muy conocidos por la militancia izquierdista de toda la familia. Subieron a la caja del camión, dispuestos a ir al frente, y hete aquí que, de pronto, llegó una mujer de la casa vecina a la suya y, con enorme energía, ordenó a los dos chicos que se bajasen de inmediato. Y ellos -perplejos- la obedecieron. La perplejidad se comprende. Era la abuela de una familia de derechas, a la que los de izquierdas le habían matado ya al marido y a un hijo. Vivían junto a ellos, en un azagador de Sagunto al que sólo daban (y dan) tres casas: las de esas dos familias enemistadas de una manera radical (casi el mal absoluto) y la de otra familia que era también de izquierdas, pero que endulzaba la vida elaborando turrón.

Es sorprendente desde luego que los dos jóvenes de izquierdas hicieran caso a la mujer de una familia odiada, de derechas, que les daba la orden insólita de bajar del camión que iba a llevarles a defender su propia causa (la de "izquierdas"). Pero la psique humana es así. A veces, percibimos algo que no sabemos explicar y que nos lleva, sin embargo, a obedecer a verdaderos despropósitos. Tiene que ver, seguramente, con los gestos, más que con las palabras. Pero dejo la explicación a los psicólogos, que saben, de esas cosas, mucho más que este historiador.

Hubo, además, otro hecho curioso, y es que los de la camioneta no increparon a la mujer. Arrancaron y desaparecieron del lugar. Fue entonces cuando la odiada vecina de derechas recurrió a la mediación de la vecina del turrón y quiso hablar con los padres de aquellos dos muchachos. Les explicó que los que acababan de marchar en el camión llevaban botas del Ejército Nacional. Le había parecido que eran "nacionales" disfrazados de "milicianos". Habían ido a reclutar gentes de izquierdas, pero no era para llevarlos a defender Sagunto, sino para matarlos.

Comprenderán ustedes que, con mujeres del temple de aquella viuda saguntina a la que le habían matado al marido y un hijo y no quería que ocurriera lo mismo a sus vecinos (y enemigos), no hay manera de exterminar al enemigo y lograr el mal absoluto.

Usted puede decir que esa historia (real) solo demuestra que hay gente buena en todas partes, pero que el exterminio es cosa de los jefes y que los jefes son los que tienen el poder (de exterminar, entre otras cosas) con mayor eficacia que una viuda con buenos sentimientos que solo salva a un par de jóvenes.

A eso replicaría (i) que salvar a dos jóvenes basta para que el mal no sea absoluto; (ii) que la eficacia numérica dependerá del número de personas que actúen de esa manera y (iii) que esta sección es fruto de una evidencia de años, como he dicho desde el principio: la de que, en todos y cada uno de los relatos que he leído o que he escuchado sobre la represión en la guerra civil, aparecen acciones buenas (casi todas las veces, además, eficaces); por tanto, no hablo de una excepción, sino de una de las muchas variedades en que el bien se hizo realidad.

Si alguien no está de acuerdo, le invito a que se asome al blog que va abajo y lo diga y lo explique. Procuraré hacerme eco de ello.

José Andrés-Gallego

blog: joseandresgallego.wordpress.com
www.joseandresgallego.com

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Mundo


La responsabilidad social empresarial debe estar centrada en la persona
Declaración del X Congreso Latinoamericano de Uniapac
GUAYAQUIL, jueves 6 octubre 2011 (ZENIT.org).- Líderes empresariales de doce países, pertenecientes a UNIAPAC, se reunieron en Guayaquil, Ecuador, para el X Congreso Latinoamericano “Empresario Latinoamericano, Generador de Rentabilidad Económica y Social”.

Los líderes empresariales de la Unión Internacional Cristiana de Líderes de Empresas (UNIAPAC), de doce países de América: Argentina, Bolivia Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México, Paraguay, Perú, República Dominicana, Uruguay y Venezuela; de Europa: Bélgica y Francia, suscribieron una declaración, con fecha de 29 de septiembre, animados por el deseo de desarrollar su actividad empresarial en la fe cristiana.

“Los diferentes niveles de desarrollo económico y social de nuestros pueblos en América Latina marcan, por una parte, la necesidad de una ética que anteponga el bien común y el respeto integral de la persona humana a los intereses particulares. Por otra, la necesidad de políticas sociales y económicas que permitan lograr el crecimiento del hombre y su sociedad”, afirma la declaración.

Los empresarios cristianos ven con preocupación “las graves desviaciones del sistema económico de libre empresa” así como que “en algunos países de Latinoamérica se están destruyendo economías y empresas que se construyeron a lo largo de generaciones y se está volviendo a modelos que claramente demostraron el siglo pasado su ineficacia, empobreciendo a muchos países”. Por ello, afirman, “es necesario apoyar a la libre empresa, entendiendo por esto el derecho a la libre iniciativa y a la libre concurrencia, respetando la dignidad de todo ser humano y los derechos que de ella emanan, buscando un auténtico desarrollo”.

La resolución en gran parte de estos problemas o cuestiones se puede lograr, señalan los reunidos en Guayaquil, “con la puesta en práctica de una economía al servicio del hombre, que sea respetuosa de las necesidades de las personas y su desarrollo individual”. “La generación de riqueza económica –añaden- debe ser al mismo tiempo generadora de riqueza social”.

Las empresas de América Latina, señalan, “deben sortear los vaivenes producidos por estos ambientes y por la falta de responsabilidad y compromiso de algunos de los dirigentes empresariales” ya que esto “ha dificultado la realización de algunos de sus objetivos centrales, como la generación de empleos y la participación en la sociedad”.

América Latina, subrayan, “tiene una responsabilidad importante en el mundo empresarial y social debido a su participación en la generación de productos básicos necesarios en otras regiones  del planeta”.

Según estos directivos, “el empresario, idealista pero pragmático, debe ser el conductor de esta misión donde la rentabilidad y eficiencia productiva sean coherentes y vinculadas al desarrollo de las personas, que directa o indirectamente están relacionadas con la empresa. Empresa constituida por personas para personas”. Por ello, la orientación principal debe ser una implementación de una estrategia empresarial nutrida por la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) , “focalizada en la persona”.

“La solidaridad es, ante todo, ser todos responsables de todos –afirman--. La subsidiariedad y el bien común son parte del desarrollo económico que se completan con los conceptos del  don y la gratuidad mencionados en la encíclica Caritas in Veritate. Esto se logra mediante una participación activa a  través de una ética económica hecha vida que genere el desarrollo económico e individual de las personas. Los empresarios y todas las organizaciones de la sociedad debemos ser partícipes de este proceso”.

Las discusiones y las experiencias prácticas empresariales vertidas en este encuentro  demuestran que el camino hacia la definición y puesta en práctica del nuevo rol a desempeñar por los dirigentes de empresa es posible, dicen, “a través de un proceso ordenado, que enriquezca la operación empresarial, es decir logrando resultados económicos que permitan una distribución racional de la riqueza generada y que sean fundamento de la sustentabilidad empresarial futura”.

Invitan a los empresarios, gobiernos, sindicatos y  sociedades “a crear un clima de confianza, de desarrollo sustentable, mediante el fortalecimiento de las instituciones, la total transparencia en los actos de gobierno, el mantenimiento del estado de derecho, un firme comportamiento ético y el permanente impulso de culturas de participación, de responsabilidad social y de compromiso ciudadano”.

“La coherencia –concluyen- en el ejercicio de los principios del pensamiento social cristiano es una guía de inspiración para que empresarios, investigadores y otros agentes económicos encontremos motivos de esperanza para desarrollar caminos concretos de una economía puesta al servicio del bien común y así construir un mundo mejor, a partir de la centralidad en las personas”.

Para más información: www.uniapacla.org.

Por Nieves San Martín

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La misión forma parte del ser cristianos
El arzobispo de Río de Janeiro sobre el desafío misionero en la actualidad
SAO PAOLO, jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- “Ser misioneros forma parte de nuestro ser cristianos”, destacó en un artículo monseñor Orani João Tempesta, arzobispo de Río de Janeiro (Brasil).

El prelado recordó que el mes de octubre tiene dos “objetivos”: por un lado “las misiones que marcan las reflexiones en nuestras comunidades”, por el otro “es también el mes del Rosario, de antigua tradición, que nos invita a una vida de oración contemplativa”.

Estos dos temas, afirmó, “se complementan porque necesitamos una vida espiritual intensa y oraciones para vivir testimoniando a Jesús Resucitado y anunciarlo a las personas de nuestro tiempo”.

Monseñor Tempesta se ha detenido especialmente en el tema de las misiones, indicando que somos “esencialmente misioneros”.

La misión fundamental de la Iglesia “es siempre la de anunciar la Palabra de Dios que resuena en el corazón de los fieles, testimoniada y vivida, que debe aparecer en toda la vida del pueblo de Dios”, explicó. “Todos nosotros nos convertimos en seguidores y misioneros partiendo de la Gracia que recibimos de Dios a través del Santo Bautismo”.

“A partir del conocimiento de la Gracia de Dios, adoptada en el corazón de los que buscan la solidez de la revelación divina en sus vidas, se percibe la necesidad de la misión”.

“Es también misión de la Iglesia denunciar todo lo que es contrario a la Palabra de Dios, como las injusticias provocadas por los intereses particulares que desvían el recorrido cristiano”.

“Ser misionero es, en primer lugar, un gran compromiso que el cristiano asume a favor de la realización del Reino de Dios, en el que las criaturas creadas por Él deben proclamar y dar testimonio de su propia fe, llevando al conocimiento de todas las personas la Palabra de vida que cura, libera y salva”

“Ser misioneros es, antes que nada, el acto de asumir la fe en su plenitud, en una dinámica viva de acogida de la propia vocación”.

“En estos tiempos de grandes dificultades para la misión de la Iglesia, que sufre diversas persecuciones en el mundo, no es fácil 'ser discípulos', no es sencillo estar presente en la sociedad en la que una minoría prefiere que 'se olvide a Dios'”, reconoció monseñor Tempesta.

“En el discernimiento de 'los signos de los tiempos', vemos la necesidad de una 'nueva evangelización' y la valentía de proclamar lo que creemos y lo importantes que son los valores anunciados por los misioneros”.

Todo es tierra misión

Muchas veces, prosiguió monseñor Tempesta, se piensa que para ser misioneros “es necesario entrar en una orden religiosa y profesar los votos para ser enviados a una tierra lejana y trabajar en la evangelización de los hermanos”.

Obviamente, “existe este tipo de trabajo misionero en la vida de la Iglesia”, gracias a “nuestros hermanos que dan su propia vida en el anuncio y testimonio del Evangelio en lugares en los que Cristo no ha sido anunciado todavía”.

La misión, sin embargo, es inherente “a todos los bautizados”, y “debemos actuar como verdaderos misioneros en el entorno en el que vivimos, comenzando por nuestra familia y comunidad, en la que ejercitamos nuestro apostolado”.

Santa Teresita del Niño Jesús, recordó además el arzobispo, “no salió nunca del Carmelo, pero fue una gran misionera, aleccionada por sus continuas oraciones, por su espíritu misionero que llevaba como inquietud en su corazón y desde lo profundo de su amor por Dios”.

En este contexto, el mes de octubre es “un momento para reforzar la acción de rezar y ayudar por el buen resultado del trabajo de los misioneros que están en misión en tierras muy lejanas de su país o ciudad de origen”, además de “la oportunidad de hacer que nuestra misión cotidiana pueda surtir los efectos necesarios en el corazón de todos los fieles, para que procedan buscando cada vez más la cercanía con Dios”.

“La misión de todos nosotros consiste en el hecho de deber abrazar la propuesta que Dios nos ha hecho en el momento en el que, movido por un amor incondicional, nos ha dado la vida”, recordó el arzobispo de Río de Janeiro.

“Sé tú también un misionero de Jesucristo”, exhortó.

[Traducción del italiano por Carmen Álvarez]

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España: próximo congreso mundial de educación católica
Será inaugurado por el cardenal Zenon Grocholewski
ZARAGOZA, jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- Zaragoza será el escenario del XVII Congreso Mundial de la Educación Católica del 18 al 21 de octubre. Bajo el lema “La Escuela, un lugar de esperanza para los derechos humanos”, más de seiscientos profesionales de la educación de 104 países – que representan a 44 millones de alumnos – debatirán sobre las vías de defensa de los derechos humanos y los valores morales y éticos en la educación.

Según informa a ZENIT la Oficina Internacional de la Educación Católica (OIEC), convocante del encuentro, en la sede central de Caja Rural de Aragón, profesionales de la educación, delegados y secretarios regionales de América, Asia, África, Medio Oriente y Europa, y representantes permanentes de la organización en Naciones Unidas, UNESCO, Consejo de Europa y el Vaticano, debatirán y aportarán ideas, alternativas y experiencias de éxito que permitan constatar la existencia de fórmulas para mejorar la situación de la educación en el mundo.

La conferencia inaugural será impartida por el cardenal Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede.

El secretario general de la OIEC, el padre Ángel Astorgano, afirma que “actualmente vivimos un momento global de crisis y esa situación podría ahogar la mirada hacia el futuro”. “Parece que todo va mal y que no hay salidas”. Sin embargo, ha subrayado que el objetivo de la organización es “generar esperanza y dibujar nuevos horizontes de futuro”.

“La escuela, como lugar importante de la educación junto con la familia, debería ser un espacio donde se sembrara la semilla de la esperanza que diera luego los frutos de confianza y de ilusión del mañana”, añade Ángel Astorgano.

Bajo el lema “La Escuela, un lugar de esperanza para los Derechos Humanos” -, “el evento quiere acentuar la importancia del respeto al trato justo y la igualdad detodos los seres humanos, así como la preeminencia de la educación en valores moralesy éticos, que debe acompañar siempre a la transmisión del conocimiento”.

“Además de participantes en el congreso –añade monseñor Ureña -, vosotros sois peregrinos honorables y muy distinguidos. La catedral-basílica de Nuestra Señora del Pilar y la catedral del Salvador se honran en recibiros y os otorgan las gracias mayores que están a nuestro alcance”.

La visita del cardenal Grocholewski – afirma el obispo de Zaragoza -, “ refuerza sin duda que los temas que se abordarán en este congreso son una muestra de los avances y retos con los que se enfrenta toda la comunidad educativa y un intercambio fructífero entre naciones”.

Son ponentes del congreso: Álvaro Marchesi, secretario general de la Organización de Estados Iberoamericanos; Carlos Hué, licenciado en Pedagogía y en Psicología Universidad Complutense de Madrid; Catherine Deremble, directora de establecimiento coordinador de la Institución Sta. Marie-Grand Lebrun de Burdeos; Christian H. Tydén Forrest, director de Division Franklin Covey España; Javier Cortés Soriano, director general del Grupo SM; José Antonio Sancha, presidente de la Fundación Proteas; Mario Leonardo Peresson Tonelli, miembro de la junta directiva de la Conferencia de Religiosos de Colombia; Sean Covey, vicepresidente ejecutivo de Global Solutions and Partnerships de Franklin Covey; Sebastián Muriel Herrero, vicepresidente de desarrollo corporativo de Tuenti

La OIEC es una organización no gubernamental que representa a la educación católica de todo el mundo. Fundada en 1952 en Lucerna, Suiza, a iniciativa de un grupo de nueve países, tiene su secretaría general en Bruselas, y sus 210.000 centros asociados agrupan a más de 44 millones de alumnos de 102 países. El objetivo principal es coordinar y animar a los centros católicos de todos los continentes.

Se puede encontrar más información sobre la programación y horario del Congreso Mundial de la Escuela Católica en el sitio web www.infoiec.info.

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Paraguay: Contra el adoctrinamiento sexual del gobierno
Protesta católica contra el Marco Rector Pedagógico
CIUDAD DEL ESTE, jueves 6 octubre 2011 (ZENIT.org).- El obispo de la diócesis de Ciudad del Este asistió a un acto a favor de la vida y la familia, junto a un centenar de padres de familia, educadores, seminaristas y sacerdotes, que acompañaron el acto en repudio al Marco Rector Pedagógico.

Este marco  pretende ser implementado por el Ministerio de Educación dentro de las escuelas y colegios de Paraguay.

Monseñor Rogelio Livieres – informa a ZENIT la diócesis de Ciudad del este -, dio su apoyo y se unió a las organizaciones quedefienden la vida y la familia, y junto a él asistieron al evento el vicario general monseñor Kevin Lieberman y el vicario para la Familia, monseñor Francisco Velázquez.

“La causa que nos reúne hoy es una causa muy importante para el mismo bien de la República. Es una causa llena de nobleza que nos interesa a todos porque, desde hace tiempo, hay en nuestro país la ola que ha sacudido al mundo desde hace más de veinte años y que ha llevado a deformar la conciencia de muchísima gente”, indicó el obispo al inicio de su discurso.

“Este Marco Rector pretende enseñar desde el preescolar o primer grado que no solamente hay varones y mujeres, sino personas que tienen el sexo diferente, y que es tan legítimo como todos los demás. Nosotros hemos de mantener que Dios creó al hombre, y los creó varón y mujer. Hay dos sexos: masculino y femenino. Y no hay un tercer sexo”, enfatizó monseñor Livieres.

El prelado definió el Marco Rector "con la palabra ‘equivocado’, contiene un error grande sobre la naturaleza del hombre. Y nosotros debemos positivamente presentar una alternativa, dar una educación sexual a los niños desde la edad que se pretenda, que sea recta, correcta; sin omitir a nadie, pero sin confusión. Todavía no sabemos nosotros si la homosexualidad es innata o adquirida. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que es un misterio” explicó el obispo a los presentes.

“Nosotros queremos dar una educación sexual correcta a los niños y a los adolescentes. Contamos con material abundante, escrito a lo largo de veinte años por familias y por movimientos, por la misma Iglesia que hicieron frente en diversos lugares".

"Gracias a Dios a nosotros nos llegó este problema tardíamente, tenemos tiempo porque ya en otros lugares ya se hicieron muchas cosas buenas y entonces actuaremos con cierta ventaja”, manifestó el prelado.

En otro momento, destacó: “No tenemos que quedarnos tranquilos porque hayan diferido la aprobación de este Marco Rector para la educación sexual, porque simplemente han diferido, la resolución del asunto está aprobada. El proyecto tal como está, la forma de socialización de este modo de pensar fue malo en nuestro país. Encontró una oposición universal, pocas veces la sociedad se opone con tanta firmeza como pasó contra la implementación del Marco Rector”.

“Las cosas cambian, los imperios han caído; pero no podemos esperar que esta idea caiga del mismo modo, tenemos que presentar una vigilancia y oposición constante. Hace veinte años asistimos asombrados a la caída del comunismo, un ejemplo de lo que parecía como algo definitivamente instalado en el mundo y sin embargo cayó como una cosa endeble y enfermiza. Y esto que parece como un movimiento universal que nos va a arrasar puede acabarse como se acaban las olas en la playa. Sin ninguna fuerza y puede quedar en ‘opá reí’, pero para eso tenemos que trabajar mucho” expresó.

El obispo indicó que desde el obispado de Ciudad del Este se creará una comisión que se haga cargo de la difusión de las ideas verdaderas en materia de sexualidad. Y con los materiales existentes se difundirá una sana educación sexual.

“Quiero hacer un llamado al presidente de la República, porque toda iniciativa del Ministerio en última instancia es responsabilidad del presidente de la República. Él tiene una formación adecuada en esta materia y sabe lo malo que es todo esto que se está proponiendo bajo su nombre. Confío en que le llegue el mensaje de alguna u otra manera y se haga más cargo de esta situación. Le insto, le animo al presidente de la República a que tome las verdaderas banderas, que son banderas de la naturaleza humana, de la dignidad humana y de la formación de la generaciones futuras”, remarcó monseñor Livieres.

Más información en:www.diocesiscde.org/index.php/noticias/1529--mons-livieres-se-unio-al-evento-en-favor-de-la-vida-y-la-familia.

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Actualidad


La madre Ana María Janer será beatificada este sábado
Se trata de la fundadora del Instituto de hermanas de la Sagrada Familia de Urgell
LA SEU D’ URGELL, jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).-El pasaje bíblico favorito de Ana María Janer era:“Porque tenía hambre, y me disteis de comer, tenía sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; iba desnudo, y me vestisteis, estaba enfermo, y me visitasteis; estaba en la cárcel y vinisteis a verme” (Mateo 25, 31 – 46).

La fundadora del Instituto de hermanas de la Sagrada Familia de Urgell será beatificada el próximo sábado, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato S.D.B, en representación del papa Benedicto XVI.

“Tú Señor, me darás gracia para serte esposa fiel, que te ame mucho y te sirva en la persona de los enfermos, desvalidos”, decía la sierva de Dios”.

Llamada a servir a los más pobres

Ana María nació el 18 de diciembre de 1800 en Cervera, una pequeña población ubicada en la Diócesis de Solsona, provincia de Lérida - España. Estudió en el Real Colegio de Educandas y colaboró en el cuidado de enfermos en el Hospital Castelltort. Allí se dio cuenta que Dios la llamaba a consagrarse en el hospital de Cervera.

En diálogo con ZENIT, desde Córdoba- Argentina, la hermanaCecilia Gutiérrez, integrante de la comunidad fundada por ella, y autora del himno oficial de su beatificación, comparte que ella descubrió a Jesús “en las necesidades humanas de su tiempo”.

“A lo largo de su vida fue madurando y creciendo en ella ese amor con que ella misma se experimentó amada por Dios, un amor que nunca se quedó en ella misma sino que fue dado y compartido, cada vez con mayor radicalidad”, dice la religiosa.

En 1833 estalló la primera guerra carlista y el hospital de Castelltort se convirtió en hospital militar.“La situación con la que se encontró la Madre Janer en los campos de batalla no fue fácil y aunque no contaba con los medios suficientes, supo organizar e infundir serenidad en aquellas personas, supo dar alivio, consolar”, cuenta la hermana Cecilia.

Los heridos de guerra la llamaban “la madre” porque “lo arriesgaba todo para vendarle las heridas y la madre que los ayudaba a morir pacificados por dentro y con Dios”, dice la religiosa. Un amor que no distinguía de qué bando venían y que reconocía la misma dignidad en cada uno de los combatientes. Pero en 1836, la junta del hospital expulsó a las hermanas.

Y después de la batalla de Gra se dirigió a Solsona donde se puso a disposición de la diócesis. El infante Carlos de Borbón le pidió que coordinara los hospitales de la zona carlista y ella así lo hizo.

En 1844 retornó al hospital de Cervera. Cinco años después pasó como directora a la Casa de Caridad o de Misericordia de la misma ciudad. Albergaba a niños huérfanos, jóvenes discapacitados y ancianos. También daban clases a niños y niñas externos.

En 1859 aceptó la petición del obispo de Urgell, Josep Caixal Estradé, y estableció una hermanad de caridad en el hospital de pobres enfermos de La Seu d’Urgell.

Las respuestas que la futura beata comenzó a dar a las necesidades de la Iglesia y la sociedad fueron la semilla para la fundación del Instituto de Hermanas de la Sagrada Familia de Urgell el 29 de junio de 1859.

Hoy el carisma e identidad de estas hermanas es la caridad que pretende ser el reflejo del amor de Dios, especialmente en los más débiles y vulnerables.

Actualmente el  Instituto está presente España, Andorra, Italia, Argentina, Paraguay, Uruguay, Chile, Colombia, México, Perú y Guinea Ecuatorial. Trabajan en escuelas, hospitales y residencias, misiones, parroquias, y otros apostolados acordes con este carisma. 

También existen loslaicos janerianos. Se trata de jóvenes o adultos que se identifican con el carisma de la madre Janer y se sienten llamados por el Señor a colaborar de cerca en la misión del Instituto. Para ello se forman y hacen suyo el carisma. Ellos en la práctica se comprometen a llevar adelante muchas de las obras fundadas por la futura beata.

Para esta familia espiritual, la beatificación de su fundadora resulta una invitación a “gozarnos con la Iglesia por la vida de esta nueva beata, una mujer que amó y sirvió en y a la Iglesia siempre y en todo ámbito eclesial: en la comunidad, en la Iglesia local, en la fidelidad y colaboración incondicional con los Pastores”, dice la hermana Cecilia.

Así mismo, trae una responsabilidad: “hacer opciones de vida, a aportar lo que somos y tenemos para que esta historia que comenzó con el sí de Ana María, pueda continuar y dar frutos de vida para la Congregación, para la Iglesia”, comenta la religiosa.

La madre Janer tenía un amor especial por la cruz. Mirar a Cristo crucificado se convirtió para ella en un aliciente que le permitía ser “signo y testimonio claro de aquel que nos amó primero, de aquél que nos ama hasta dar la vida”, dice la hermana Cecilia.

Ana María murió el 11 de enero de 1885 y pidió morir en el suelo como penitente por amor a Cristo “que por mí expiró clavado en la cruz”, dijo la beata.

Por Carmen Elena Villa

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Entrevistas


Estudio: La mayoría de los sacerdotes son felices y valoran el celibato
Entrevista con monseñor Stephen Rossetti
Por Genevieve Pollock

WASHINGTON, D.C., jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- Los sacerdotes en general, están entre los miembros más felices de la sociedad, declara monseñor Stephen Rossetti, y contrariamente a la opinión laicista, muchos consideran el celibato como un aspecto positivo en sus vocaciones.

Estas son algunas de las conclusiones destacadas por monseñor Rossetti en su libro, “¿Por qué los sacerdotes son felices?” (Ave Maria Press), saldrá a la venta el próximo miércoles.

El autor, que actualmente desempeña el cargo de decano asociado en el seminario y los programas ministeriales de la Universidad Católica de América, también ha escrito “Nacimiento de la Eucaristía”, “La alegría del Sacerdocio”, y “Cuando el león ruge”. Como psicólogo licenciado, monseñor Rossetti trabajó previamente como presidente y CEO del Instituto Saint Luke, un centro de tratamiento y educación para el clero y los religiosos.

El autor encuestó a 2.500 sacerdotes y llegó a conclusiones que la sociedad moderna encontraría sorprendentes.

En esta entrevista con ZENIT, explicó algunos de estos descubrimientos, incluyendo la relación entre la felicidad de un sacerdote y su relación con Dios y con los demás, y los signos de esperanza para el futuro del sacerdocio.

- Su investigación muestra una conclusión que el público encontraría sorprendente: Los sacerdotes están entre las personas más felices del mundo. ¿Por qué no oímos hablar de esta felicidad más a menudo?

Monseñor Rossetti: Ha habido un cierto número de estudios en Estados Unidos en los últimos años cuyas conclusiones eran exactamente las mismas: Casi el 90% de los sacerdotes encuestados eran felices. En mi estudio, el 92'4%.

En una investigación parecida, cuando el National Opinion Center llevó a cabo su encuesta científica a unos 27.000 americanos, resultó que los sacerdotes en general estaban más satisfechos y eran más felices que el resto de americanos. Esto es especialmente destacable ya que más del 50% de los americanos se declararon infelices con sus trabajos.

Sin embargo este constante y asombroso hallazgo de la felicidad en los sacerdotes sigue siendo un secreto. ¿Por qué? Antes que nada, porque las buenas noticias no son noticia. Las tragedias y los escándalos llenan las portadas pero los rostros de los muchos sacerdotes felices no lo hacen.

En segundo lugar, aunque de igual importancia, la secularización de nuestra cultura engendra una especie de negativismo hacia la religión organizada. Existe la creencia secular en la actualidad de que practicar la fe debe ser algo restrictivo y triste.

Algunos pensadores modernos sugieren que la única manera de encontrar la felicidad humana es liberarse de las imposiciones de la religión. Consideran la religión como algo restrictivo para la verdadera libertad y humanidad de la persona. Por tanto, usando la lógica ser un sacerdote debe ser la cosa más triste del mundo.

De esta manera, escuchar que los sacerdotes están entre las personas más felices del país es increíble. El hecho de la felicidad clerical es un desafío poderoso y fundamental para la concepción secular moderna.

Pero para nosotros los cristianos, esto sólo confirma las verdades de nuestra fe. Jesús rezaba “Que mi alegría esté en vosotros, para que vuestra alegría sea completa”. La alegría es uno de los frutos inconfundibles del Espíritu Santo.

Ser un cristiano verdadero y completo es conocer el don de Dios de la alegría. El pensamiento laico busca esta alegría pero lo hace en lugares equivocados.

Lo único que tiene sentido es que estos hombres, que han dedicado sus vidas al servicio de Dios y al de los demás en la fe católica como sacerdotes, han sido completados lenta y suavemente por Dios con una felicidad y alegría interiores.

Jesús nos prometió esta alegría y es una verdad demostrable.

- ¿Cuáles son los factores clave que contribuyen a la felicidad de un sacerdote?

Monseñor Rossetti: Tuve que realizar una ecuación de regresión múltiple para encontrar las variables más importantes que contribuyen a la felicidad sacerdotal. La primera y más potente fue la variable de la “paz interior”.

Los que transmitían una imagen positiva y una sensación de paz interior fueron los más felices entre los sacerdotes.

Pensándolo bien, esto tiene mucho sentido. El factor más importante de la felicidad de la persona es lo que ellos aportan a sus trabajos y a sus vidas. Si nos sentimos bien dentro, probablemente nos sentiremos felices con lo que nos rodea.

Este también es un desafío para todos nosotros: Si somos infelices con nuestras vidas, quizás el sitio donde comenzar no es la crítica de lo que hay fuera sino que hay que dirigir nuestra mirada al interior.

Curiosamente mi investigación demostró que el predictor más potente de la paz interior es la relación personal con Dios. La correlación resultó una gran r=.55, que es una correlación muy fuerte en una investigación en ciencias sociales.

Así que ¿de dónde viene la paz interior? Cuando uno tiene una sólida relación con Dios, tiene mucha paz interior. Jesús nos prometió este regalo. Él dijo: “Mi paz os dejo, mi paz os doy”.

Fue muy emocionante para mí ver las verdades del Evangelio dispuestas ante mis ojos en forma de estadísticas. Sólo encontramos la paz verdadera y duradera en Dios.

Y por supuesto, también la relación personal con Dios fue fuertemente predictiva de la felicidad. De nuevo una correlación importante (r=.53).

Así que vemos como nuestra vida espiritual es un poderoso contribuyente para la paz interior y la felicidad personal.

Si hay demasiada violencia y amargura en nuestro mundo actual ¿de dónde viene?

Mis conclusiones sugieren que nunca encontraremos la paz interior y la alegría que estamos buscando hasta que tengamos una relación personal con Dios. La mayoría de nuestros sacerdotes han encontrado este tipo de relación y son hombres felices por esta razón.

- ¿Podría decirnos algo sobre el papel de las relaciones interpersonales, con la familia, los amigos, los feligreses, en la felicidad de un sacerdote?

Monseñor Rossetti: Hay varios descubrimientos sorprendentes en la investigación, que reflexionándolo un poco, tienen mucho sentido.

Por ejemplo, realicé otra ecuación de regresión múltiple y pregunté cuál era el predictor más fuerte en una relación con Dios, es decir, qué variable parecía contribuir más a una relación positiva con Dios. La respuesta fue clara: tener amigos cercanos (la correlación fue de r=.46)

Desarrollar una relación sana con los demás nos ayuda a conectar con Dios.

Muchas veces el mismo Jesús habló del amor de Dios y del amor al prójimo como dos caras de la misma moneda. O, como nos dicen las Escrituras, “El que no ama al hermano al que ve no puede amar a Dios al que no ve”.

Los resultados estadísticos confirman esta enseñanza del Evangelio: Para amar al prójimo y construir una relación caritativa con los amigos, la familia y los más allegados necesitamos amar a Dios y viceversa. Todo esto es importante para ser feliz.

El aislamiento provoca infelicidad. Estamos hechos para relacionarnos con los demás.

Las buenas noticias son que la amplia mayoría de los sacerdotes encuestados, más del 90%, tienen amistades sólidas con otros sacerdotes y con laicos. Una de las grandes alegrías y apoyos para la vida de un sacerdote es su conexión con los demás. El concepto laicista de que los sacerdotes son personas solitarias, y aisladas sencillamente no es verdad.

Sin duda, la felicidad sacerdotal ha aumentado en los últimos años y es probable que aumente aún más. En mi investigación sólo el 3'1% de los sacerdotes pensaban dejar el sacerdocio. Dada la enorme presión que sufre el sacerdocio en la actualidad y los muchos desafíos reales a los que se enfrentan estos hombres, esto es muy importante.

- ¿Y el celibato? ¿Cómo está relacionado con la felicidad de un sacerdote?

Monseñor Rossetti: Esto también fue un descubrimiento interesante. Los sacerdotes que han sido llamados por Dios a vivir un vida célibe y que experimentan el celibato como una gracia personal, a pesar de las dificultades, parecen ser hombres felices. La correlación entre esta visión positiva del celibato y la felicidad sacerdotal fue r=.47.

Las buenas noticias es que más del 75% de los sacerdotes consideran el celibato como una parte positiva de sus vidas.

Se prevé que este porcentaje aumente en el futuro, ya que son los sacerdotes jóvenes quienes defienden con más energía el mandato del celibato.

Así que contrariamente a la mentalidad laicista, el apoyo al celibato sacerdotal aumentará en el futuro en los sacerdotes de los Estados Unidos. Está desapareciendo este tema “candente” entre los sacerdotes de estados Unidos.

Pero éste es el desafío. Una cosa es aceptar el celibato como una parte necesaria de la vida del sacerdote, pero requiere un profundo nivel de espiritualidad experimentar el celibato como un don de Dios y una gracia personal. Requiere una profundidad de vida muy concreta.

Como afirmo y reflexiono en los resultados del estudio, me siento muy inspirado por el compromiso y la vitalidad espiritual de la vida de estos sacerdotes.

Esta es la verdadera realidad que subyace en las conclusiones del estudio: nuestros sacerdotes son hombres santos y felices.

[Traducción del inglés por Carmen Álvarez]

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Documentación


Encuentro del cardenal Piacenza con seminaristas estadounidenses
En la archidiócesis de Los Angeles
LOS ANGELES, jueves 6 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el discurso que el cardenal Mauro Piacenza, prefecto de la Congregación para el Clero, dirigió a los seminaristas de habla hispana de la archidiócesis de Los Angeles (EE.UU.), el pasado martes 4 de octubre.

* * * * *

Venerado Hermano en el Episcopado,

Queridos Formadores,

Muy queridos Seminaristas:

Es para mí motivo de profunda alegría poder encontraros en esta breve estancia Norteamericana.

El futuro de la Iglesia, que es cierto, porque está en las manos de su Cabeza y Señor, que es Cristo, pulsa en vuestras existencias. Los seminaristas de hoy, Sacerdotes de mañana, son la esperanza viva del camino que la Iglesia siempre realiza en el mundo. Gracias de corazón, en nombre de la Iglesia, por el vuestro sí ¡tan generoso! Sabed desde ahora, que el Prefecto de la Congregación para el Clero reza por vosotros, para que el vuestro sí al Señor sea total e incondicionado.  

Esto es el secreto de la felicidad, el secreto de la plena realización de la vida Sacerdotal: donar todo, sin conservar nada para uno mismo, ¡siguiendo el ejemplo de Jesús!

No pretendo en este encuentro proponeros una conferencia, sino, sencillamente, un coloquio informal, concediendo espacio a vuestras eventuales preguntas espontáneas. A vuestras preguntas antepongo algunas breves reflexiones sobre lo que juzgo fundamental hoy, y siempre, en la formación sacerdotal.

1. El primado de Dios

Es algo adquirido por la experiencia eclesial, que las vocaciones nacen, florecen, se desarrollan y llegan a madurez sólo donde se reconoce claramente el primado de Dios. Cualquier otra motivación, que también puede acompañar el inicio de la percepción de una llamada al sacerdocio, confluye en el movimiento de total donación al Señor y en el reconocimiento de su primado en nuestra vida, en la vida de la Iglesia y en la del mundo.

Primado de Dios significa primado de la oración, de la intimidad divina; primado de la vida espiritual y sacramental. La Iglesia no tiene necesidad de gestores, ¡sino de hombres de Dios! No tiene necesidad de sociólogos, psicólogos, antropólogos, politólogos - y todas las demás  actuaciones que conocemos y podemos imaginar -.

La Iglesia tiene necesidad de hombres creyentes y , por tanto, creíbles, de hombres que, acogida la llamada del Señor, ¡sean sus motivados testigos en el mundo!

Primado de Dios significa primado de la vida sacramental, vivida hoy y ofrecida, a su tiempo, ¡a todos nuestros hermanos! Muchas cosas pueden encontrar los hombres en los otros; en el Sacerdote, sin embargo, buscan lo que sólo él puede dar: la divina Misericordia, el Pan de vida eterna, un nuevo horizonte  de significado ¡que haga más humana la vida presente y posible la eterna!

Vivid, queridísimos Seminaristas, este tiempo del seminario – que es transeunte – como la gran ocasión que se os da para realizar una extraordinaria experiencia de intimidad con Dios.

La relación que habréis tejido con Él en estos años, ciertamente se profundizará y cambiará durante la vida, pero los fundamentos, el meollo de aquella relación, ¡se constituye ahora! El tiempo del Seminario es, en dicho sentido, ¡irrepetible! No obstante cualquier buena experiencia que pueda acaecer en nuestra vida, antes y después de este tiempo, la sabiduría de la Iglesia indica el momento formativo comunitario como necesario para la formación de sus Sacerdotes.         

¡La Iglesia tiene necesidad de hombres fuertes! De hombres firmes en la fe, capaces de conducir a los hermanos a una auténtica experiencia de Dios.

La Iglesia tiene necesidad de sacerdotes que, en las tempestades de la cultura dominante, cuando “la barca de no pocos hermanos es combatida por las olas del relativismo” (cfr. J. Ratzinger, Homilía en la Santa Misa Eligendo Romano Pontifice), sepan, en efectiva comunión con Pedro, tener firme el timón de la propia existencia, de las comunidades que les han sido confiadas y de los hermanos que piden luz y ayuda para su camino de fe.

2. Las prioridades de la formación

Además del primado indiscutido de Dios, es necesario que la formación humana ocupe el puesto fundamental que le corresponde. Nadie puede esperar una humanidad perfecta para acceder a las órdenes sagradas, pero es indispensable, con toda honestidad, ponerse en juego, confiando a Dios, a través del Director espiritual, todo sobre uno mismo. No cedáis a la ilusión por la que las cuestiones no resueltas (o no debidamente afrontadas) se podrán improvisamente resolver después de la ordenación. ¡No es así! ¡Y la experiencia lo demuestra!

La formación humana tiene ciertamente necesidad de un justo grado de auto-conocimiento, y en este sentido las llamadas ciencias humanas pueden ofrecer una válida ayuda, ¡pero sobre todo tiene necesidad de “estar en contacto” con la Santa Humanidad de Cristo!

¡Estando con Él nosotros somos plasmados progresivamente! ¡Es Él, de verdad, formador! En este sentido, ¡la adoración eucarística prolongada desempeña también un papel fundamental y sobre todo en la formación humana! Dejarse “broncear” por el Sol eucarístico, significa, en el tiempo, limar las propias aristas, aprender del humilde por excelencia, estar en la escuela de la Caridad hecha carne.

Juntamente con la formación humana, es central la intelectual. No cabe duda de que ésta ha ocupado, en los últimos decenios, una importante parte de toda formación seminarista. Ahora, muy probablemente, en este ámbito es necesario valorar atentamente las proporciones y los equilibrios. Aunque se desea para todos una buena formación, no todos los Sacerdotes deberán ser teólogos.

La formación intelectual debe tender a transmitir los contenidos ciertos de la fe, argumentado razonablemente sus fundamentos escriturísticos, los de la gran Tradición eclesial y del Magisterio y hacerse acompañar por los ejemplos de vida  de Sacerdotes santos. No debéis desorientaros en los meandros  de las diversas opiniones teológicas que no dan certeza y ponen la Verdad revelada a la par de cualquier otro “pensamiento humano”. Uno se forma en las certezas y tratando de tener en el propio equipaje una visión de síntesis con el entusiasmo de la misión.

Estoy personalmente convencido de que una buena y sólida formación teológica, que descubra también el fundamento filosófico de la metafísica y no tema acoger toda la Verdad completa, es el mejor antídoto a las tantas “crisis de identidad” que algunos viven, por desgracia. En este sentido, el Santo Padre Benedicto XVI ha recordado varias veces la imprescindible utilización del Catecismo de la Iglesia Católica como horizonte al que mirar y como referencia cierta de nuestro actual pensamiento teológico.

El catecismo es también el gran instrumento que el Beato Juan Pablo II donó a toda la Iglesia, para la correcta hermenéutica del Concilio Vaticano II. También bajo este aspecto es necesario que la formación intelectual no viva equívocos de ningún género.

Vosotros habéis nacido en el Postconcilio (creo casi todos) y quizás, por eso sois hijos del Concilio, en cuanto más inmunes a las polarizaciones, a veces ideológicas, que la interpretación de aquel Acontecimiento providencial ha suscitado.  

Seréis vosotros, probablemente, la primera generación que interpretará correctamente el Concilio Vaticano II, no según el “espíritu” del Concilio, que tanta desorientación ha traído a la Iglesia, sino según cuanto realmente el Acontecimiento Conciliar ha dicho, en sus textos, a la Iglesia y al mundo.

¡No existe un Concilio Vaticano II diverso del que ha producido los textos hoy en nuestra posesión! Y en estos textos nosotros encontramos la voluntad de Dios para su Iglesia y con ellos es necesario confrontarse, acompañados por dos mil años de Tradición y de vida cristiana.

La renovación es siempre necesaria a la Iglesia, porque siempre necesaria es la conversión de sus miembros, ¡pobres pecadores! ¡Pero no existe, ni podría existir una Iglesia pre-Conciliar y una post-Conciliar! Si fuera así, la segunda – la nuestra – ¡sería histórica y teológicamente ilegítima!

Existe una única Iglesia de Cristo, de la que vosotros formáis parte, que va desde Nuestro Señor hasta los Apóstoles, desde la Bienaventurada Virgen María hasta los Padres y Doctores de la Iglesia, desde el Medioevo hasta el Renacimiento, desde el Románico hasta el Gótico, el Barroco, y así sucesivamente hasta nuestros días, ininterrumpidamente, sin alguna solución de continuidad, ¡nunca!    

¡Y todo porque la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, es la unidad de su Persona que se nos dona a nosotros, sus miembros!

Vosotros, queridísimos Seminaristas, seréis sacerdotes de la Iglesia de San |Agustín, de San Ambrosio, de Santo Tomás de Aquino, de San Carlos Borromeo, de San Juan Maria Vianney, de San Juan Bosco, de San Pío X, hasta el santo Padre Pío,   a San José María Escrivá y el Beato Juan Pablo II. Seréis sacerdotes de la Iglesia que está formada por tantísimos santos Sacerdotes que durante los siglos han hecho luminoso, bello, irradiante y por tanto fácilmente reconocible, el rostro de Cristo, Señor, en el mundo. 

La verdadera prioridad y la verdadera modernidad, pues, queridos míos, ¡es la santidad! El único posible recurso para una auténtica y profunda reforma es la santidad y ¡nosotros tenemos necesidad de reforma! ¡Para la Santidad no existe un seminario, a no ser el de la Gracia de Nuestro Señor y de la libertad que se abre humildemente a su acción plasmadora y renovadora!  

El Seminario de la Santidad, tiene, pues, un Rector verdaderamente magnífico y es una mujer: la Bienaventurada Virgen María. ¡Que Ella, que durante toda la vida nos repetirá: “Haced lo que Él os diga”, pueda acompañarnos en este arduo pero fascinador camino!

He aquí, pues, que os he dicho parte de cuanto deseaba deciros; lo demás os lo diré en la oración de cada día porque desde ahora en adelante os llevaré conmigo todos los días al altar, y recordaros que ser sacerdote en estos tiempos difíciles es bello, pero sacerdotes de verdad. Se es feliz si no se está a medias tintas: ¡o todo o nada!

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