10.10.11

El Encuentro de Asís y el "no" normativo de los Padres

A las 5:47 PM, por La Buhardilla de Jerónimo
Categorías : General

Presentamos un resumen de dos interesantes intervenciones del reciente Congreso sobre la próxima “Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo”, convocada por Benedicto XVI en el XXV aniversario del Encuentro de Asís querido por el Beato Juan Pablo II. En una de las interesantes ponencias, cuyo resumen ahora presentamos, se ha explicado la auténtica posición de los Padres de la Iglesia frente al pluralismo religioso de su tiempo y cómo se concilia esto con la jornada convocada por el Santo Padre.

 

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La intervención inicial del Congreso estuvo a cargo del P. Serafino Lanzetta, profesor en el Seminario Teológico Inmaculada Mediadora. Su interesante relación estuvo centrada en la perspectiva de la Dominus Iesus (“La Dominus Iesus: la unicidad salvífica de Cristo y de la Iglesia”), famoso documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe que se remonta al año 2000, año en que era Prefecto el entonces Card. Ratzinger.


 

Después de haber indicado que este documento es una respuesta del Magisterio a los problemas teológicos del pluralismo religioso, el P. Lanzetta pasó a afrontar algunos nudos importantes que surgen de la Dominus Iesus.


 

Él puso en evidencia, en primer lugar, que “faltando en este variado panorama teológico denunciado un concepto claro de «salvación», fácilmente se la confunde con las meras aspiraciones humanas de liberación, de progreso, de una cierta armonía y pacificación intramundana. Para muchos, el verdadero diálogo interreligioso habría alcanzado su meta cuando hubiese asegurado a todos los diversos liderazgos religiosos una convivencia pacífica, en un mundo de por sí plural”.


 

Esta eventual “recíproca estima” – dice el P. Lanzetta – “podría ser un primer paso, pero ciertamente no basta para responder a la pregunta religiosa de «¿quién es Dios? ¿Cómo puedo encontrarlo?»”.


 

Luego el P. Lanzetta afrontó el tema del Congreso haciendo una consideración muy importante: “con frecuencia, de cincuenta años atrás a esta parte, se ha generado un equívoco: el Cristianismo, como cualquier otra religión, no puede pretender un carácter de absoluto, porque nadie puede gloriarse de poseer la verdad. La verdad está siempre más allá de nosotros mismos. Sí, es cierto: la verdad nos trasciende siempre porque la verdad es Dios. Sin embargo, al mismo tiempo que nos trasciende, no se pierde en los intentos pluralistas de buscarla. Permanece siempre una e idéntica”. He aquí porque hay sólo una posible peregrinación en la vida: la que conduce a la verdad, a Cristo, el cual viene al encuentro del hombre diciendo “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn. 14,6).


 

El problema de la verdad no es un problema de “cantidad sino de esencia”: “el cristiano – explica el P. Lanzetta – no es un cínico defensor de un título de superioridad respecto a los otros; es más bien alguien que, en cuanto santificado por la verdad, vive en ella, está en la verdad, y su permanecer allí se convierte en posibilidad para que también otros se acerquen a ella”.


 

Después de un amplio razonamiento teológico, que se podrá apreciar en su totalidad en las actas del Congreso, es muy interesante la conclusión del P. Lanzetta: “Hoy, en nuestra Iglesia, es necesario tener el coraje, después de muchos años de intentos de diálogos, a menudo sin éxito, de decir al mundo que hay varias religiones - este es un dato sociológico fácilmente verificable - pero que hay un solo Dios, una sola religio vera, una sola mediación salvífica. Detenerse en el pluralismo y justificarlo de todos los modos no da razón del verdadero problema. ¿Entonces no se puede hablar más de paz? Sí, pero también ser realistas: ella siempre estará lejos hasta que no seamos alcanzados por Aquel que ha hecho de los dos pueblos, de los judíos y de los griegos, un solo pueblo, derribando el muro de separación, la enemistad con Dios, por medio de la Cruz”.


 

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La intervención del profesor Don Manfred Hauke, docente de Dogmática y Patrología en la Facultad teológica de Lugano, ha ofrecido algunos elementos fundamentales para poder orientarse dentro de la teología de las religiones, que en los últimos años produjo una gran cantidad de publicaciones, no siempre conformes a la fe católica.


 

El prof. Hauke recordó que no es la primera vez en la historia que la Iglesia se encuentra viviendo una situación de pluralismo: ya en el tiempo antiguo, los cristianos se encontraban viviendo en medio de un pluralismo religioso muy amplio, que incluía los cultos paganos, las religiones orientales, hasta el encuentro, en los tiempos de Juan Damasceno, con el Islam. En ese contexto son realmente abundantes las intervenciones de los Padres de la Iglesia y de los escritores eclesiásticos que asumen para nosotros no sólo y no tanto un rol informativo sino también normativo.


 

El interés por la posición de los Padres frente a las religiones de su tiempo es una nota característica y constante de la reflexión del actual Sumo Pontífice, que siempre ha compartido aquel rasgo fuertemente contestatario de los Padres respecto a los cultos paganos. El prof. Hauke recuerda que para Joseph Ratzinger “el cristianismo, en su teología de la historia de la religión, no toma sencillamente partido por lo religioso, por lo conservador que se atiene a las reglas de sus instituciones heredadas; el «no» cristiano a los dioses significa más bien una opción por lo rebelde que se atreve a salir de las costumbres a causa de la conciencia: tal vez este rasgo revolucionario del cristianismo ha sido escondido por demasiado tiempo bajo lemas conservadores”.


 

¿Cómo puede ser resumida, entonces, la posición de los Padres frente al pluralismo religioso de su época? La posibilidad del hombre ser salvado es real, pero al mismo tiempo está amenazada por el pecado y por la acción del diablo. Tal influjo negativo se muestra en particular en la veneración de los ídolos, de las imágenes que representaban a los dioses paganos. Los ídolos son estrechamente vinculados a la acción de los demonios. Testimonio de esta lectura patrística de la realidad pluralista es la traducción de los LXX del versículo 5 del Salmo 96: Omnes dii gentium daemonia (los dioses de los gentiles son demonios).


 

Se trata, por lo tanto, esencialmente, de una posición más bien negativa: ciertamente no se trataba de una recepción tout-court de la herencia religiosa pagana. Los viejos cultos, según los Padres, debían dejar lugar a la adoración del verdadero Dios y del único Señor Jesucristo. Sólo para algunos puntos singulares de la religión pagana se destacaban elementos positivos mientras que las muy citadas “semillas del Verbo” no eran buscadas tanto en la religión sino más bien en la reflexión filosófica.


 

El tiempo patrístico, por lo tanto, está bien lejos de considerar las religiones paganas en cuanto tales como portadores de revelación divina. Para los Padres, un “diálogo” parecía posible con los no-cristianos individuales con el fin de abrirlos a Cristo, y no tanto con las religiones mismas.


 

Por lo tanto, para un acercamiento de la teología de las religiones que permanezca fiel a la tradición patrística, es fundamental que se valorice la necesidad de Dios, de Jesucristo y de la Iglesia para la salvación y que se reconozca la adoración del único Dios en los “santos paganos” y la presencia del Verbo en los elementos de verdad y de bondad presentes en las religiones y en la filosofía. Sin embargo, no son estos elementos en sí mismos los que abren al Evangelio: depende del no-cristiano individual, de cómo él recoge estos elementos, el llegar a una praeparatio evangelica y poder ser alcanzado por la gracia divina.


 

En el interesante debate conclusivo del Congreso, el prof. Hauke ha recordado además cómo la modalidad que el Santo Padre quiere imprimir al próximo encuentro de Asís tiene presente, precisamente, este “no” normativo de los Padres; él, de hecho, no ha querido ninguna oración en común y ninguna oración según los diversos ritos, sino una oración silenciosa, donde el corazón de cada uno pueda abrirse a las inspiraciones del Espíritu Santo, según la propia rectitud y buena voluntad. Los momentos en común, en cambio, concernirán no a un diálogo interreligioso con una finalidad religiosa sino más bien a algunas problemáticas concretas, como la paz, la persecución religiosa, etc., que ven involucradas a las mismas religiones en cuanto fenómenos socialmente significativos.


 

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Fuente: Verum peregrinantes


 

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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