ANÁLISIS | La problemática de los coptos en Egipto

'Rogad por nosotros'

 

  • Un 8% de la población egipcia profesa la religión ortodoxa copta
  • La lista de injusticias que hiere la existencia de los coptos es larga
  • En Egipto solo existen 2.000 templos cristianos frente a unas 93.000 mezquitas

 

«Rogad por nosotros», suplicaba hace unos meses un vecino del barrio de los basureros de El Cairo. El arrabal, donde las cabras y las moscas conviven entre las toneladas de desechos diarios que escupe la megalópolis cairota, había sido un campo de batalla unas jornadas atrás. Las hogueras, que arrasaron algunas viviendas y redujeron a escombros varias fábricas de reciclaje, humeaban aún cuando el vecindario –mayoritariamente cristiano- se restañaba las heridas.

La agresión, cuya autoría aún no ha sido esclarecida, segó la vida de una docena de personas. Y sembró dudas sobre el papel del ejército, al que muchos vecinos criticaron su pasividad. Entonces la mayoría de los egipcios culpó del incidente a una contrarrevolución orquestada por las últimas y nostálgicas huestes de Hosni Mubarak, derrocado el 11 de febrero tras 18 días de revueltas. "Desde el 25 de enero (inicio de la revolución), estamos más unidos. No hubo cristianos y musulmanes en las revueltas sino el pueblo. Ni una sola iglesia fue atacada cuando la policía desapareció" explicaba a EL MUNDO Nathalie Manad, una cristiana de 28 años convencida de que no había ninguna persecución contra la Iglesia Ortodoxa Copta, un credo que profesa un 8 por ciento de la población egipcia.

El 7 de mayo otro episodio de violencia sectaria sacudió el popular barrio de Imbaba. El rumor de que una copta convertida al islam permanecía retenida en una iglesia corrió veloz aquella noche hasta desatar los enfrentamientos entre fieles de ambos credos, que acabaron con otros 12 fallecidos.

El año no había empezado bien para la minoría cristiana. 23 personas murieron en una atentado reivindicado por la red terrorista Al Qaeda contra una iglesia de la ciudad mediterránea de Alejandría. Ni la dictadura de Hosni Mubarak, con la que los coptos tenían garantizada una exigua cuota de representación en el parlamento, logró protegerles.

Un rosario de desigualdades

Los coptos, desprovistos de la supuesta salvaguarda del antiguo régimen, temen por su futuro. Les atenaza la creciente presencia pública de los salafistas o el poder electoral de los Hermanos Musulmanes y su partido «La Libertad y la Justicia».

La lista de injusticias que hiere su existencia es larga y el Gobierno transitorio se ha comprometido a revisarla. En tiempos de Mubarak, la minoría cristiana tenía la puerta cerrada a cal y canto a ascensos o puestos de mayor responsabilidad en el aparato estatal.

Ahora la mayoría musulmana suní aspira a mantener el segundo artículo de la Constitución vigente. "El islam es la religión del estado (?) y la principal fuente de legislación es la jurisprudencia islámica (Sharia)".

No son las únicas raíces de la desigualdad: La conversión de musulmanes al cristianismo es una larga travesía por el desierto. Nada que ver –critican organizaciones de derechos humanos- con las facilidades que presenta el camino inverso. La construcción o reparación de un templo religioso está repleta de obstáculos. De hecho, según datos del Ministerio de Asuntos Religiosos, en Egipto solo existen 2.000 templos cristianos frente a unas 93.000 mezquitas.

La violencia podría ser también un reflejo de un sistema educativo precario. Los libros de texto omiten los seis siglos en los que Egipto fue tierra cristiana. No sería raro que los antepasados de muchos habitantes del país árabe rezaran en iglesias o hablaran la lengua copta, hoy casi extinguida.

La llama que ha hecho saltar todas las alarmas este domingo es muy preocupante. La tierra de los faraones, administrada por los uniformados, inicia el próximo 28 de noviembre un largo calendario electoral con la celebración de la primera fase de los comicios legislativos. Y el Gobierno de transición tiene demasiados frentes abiertos. La violencia sectaria –en aumento desde el triunfo de la revolución- amenaza con herir el sueño de «libertad, derechos humanos y dignidad» que una multitud pacífica acarició en Tahrir.