ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 26 de octubre de 2011

Especial

Unidad entre las religiones para llevar a Dios a los hombres

Hacia Asís con María Santísima, Madre de los Creyentes

Santa Sede

Benedicto XVI: el mal se vence con el bien, con el amor

Mundo

Caritas ante las elecciones: sentar las bases de un nuevo orden social

Agradezco a Dios que seamos libres

El mañana del Mediterráneo: realidad y posibilidad

Flash

Proponen crear una Región Apóstólica de frontera

Documentación

Asís: Carta de bienvenida al Santo Padre


Especial


Unidad entre las religiones para llevar a Dios a los hombres
El director de LOsservatore Romano explica el encuentro de Asís
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 26 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- El encuentro interreligioso que se celebrará en Asís el próximo 27 de octubre no está en contraposición con los anteriores. El ecumenismo que tiene por objetivo la unidad entre las confesiones cristianas es un camino irreversible. Asís supone, además, un encuentro con otras religiones. Pero no es el sincretismo el camino que la Iglesia Católica está recorriendo.

Así lo ha declarado el director de L'Osservatore Romano, Giovanni Maria Vian, en una entrevista concedida a ZENIT.

El director explicó: “No creo que haya una contraposición real entre el 1986 y el 2011, creo que se trata más de interpretaciones. Si de la Jornada de 1986 se ha concluido que todas las religiones son iguales, que es indiferente el credo y que la elección cristiana es igual a las demás, esto no tiene nada que ver con la iniciativa de Juan Pablo II”.

Vian recordó que ya según los pensadores cristianos de los primeros siglos “la verdad está en el Logos, en Cristo, y está presente misteriosamente en todos los lugares del universo: es la teoría de las 'semillas del Logos', derivada del pensamiento estoico”.

Simplificando al extremo, Vian dijo: “Fragmentos de la única verdad que son esparcidos misteriosamente por todas partes. Es esto lo que permitió a los Jesuitas en el siglo XVII, misioneros en la India, Japón, China como Roberto De Nobili, Alessandro Valignano y Matteo Ricci, encontrar pequeñas partes de verdad también en estas antiquísimas tradiciones religiosas que nunca han conocido a Cristo. Y sobre esta base un teólogo como Karl Rahner habló, en el siglo XX, de cristianos anónimos”.

Volviendo a Asís, el director del periódico de la Santa Sede recordó que “se entiende que los caminos de salvación pueden ser muchos porque nadie conoce los designios de Dios. Sigue válida la enseñanza tradicional de la Iglesia Católica, confirmada por el Vaticano II, de la que se realizó después la declaración Dominus Iesus publicada en 2000; un documento que es una resumen de las afirmaciones del Concilio Vaticano II sobre la unidad de la salvación traída por Cristo, el único salvador del mundo”.

Vian fue muy claro: “Benedicto XVI lo repite continuamente, en coherencia con toda la tradición católica, ininterrumpida y viva”.

Sobre la elección de respetar, en el encuentro interreligioso de Asís, la identidad específica de cada uno para evitar el riesgo de sincretismo, el director de L'Osservatore Romano no tuvo dudas: “Creo que esta es la intención”.

Y consideró equivocada la idea de considerar Asís como un encuentro sincrético: “Es necesario conocer un poco la formación cultural, la enseñanza episcopal y después papal de Karol Wojtyla, sin olvidar que, desde finales de 1981, el papa nombró a Joseph Ratzinger como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, manteniéndolo en este puesto, a pesar de las peticiones reiteradas del cardenal, que quería volver a sus estudios en Baviera. Teniendo en cuenta todo esto, me parece verdaderamente imposible que hubiese sincretismo en las intenciones de Juan Pablo II, cuando convocó el encuentro de Asís en 1986”.

Y recordó que “Asís no es sólo una cita ecuménica. El ecumenismo es un camino irreversible, como dijeron Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, Benedicto XVI: un camino en el que no se vuelve atrás y que las confesiones cristianas asumieron en un movimiento que nace a finales del s.XIX para alcanzar la unidad. Una unidad que sería posible, en un plazo de tiempo relativamente breve, entre la Iglesia Católica, las antiguas Iglesias Orientales y las Ortodoxas, desde la perspectiva de un camino común que implica también a anglicanos y protestantes”.

Sin embargo, “Asís no es sólo un encuentro intercristiano, sino una confrontación con las demás religiones, sin existir un sincretismo que mezcla todo indistintamente”.

Sobre el reciente motu proprio Porta Fidei del pasado 17 de octubre, Vian explicó que “la iniciativa de Benedicto XVI de convocar un Año de la Fe pone de relieve lo que está en el corazón del Papa: los cristianos, hoy, se ocupan de muchas cosas pero tienen el riesgo de perder de vista lo esencial”.

Para el director de L'Osservatore Romano esto es muy importante. “En el viaje que Benedicto XVI ha realizado recientemente a su patria lo ha dicho con claridad. El Papa sabe perfectamente que la Iglesia en Alemania tiene estructuras extraordinarias, sabe que ayuda a muchas iglesias locales en el mundo, pero ha querido aspirar a más”.

En resumen, los riesgos son graves. Como escribió el papa el 10 de marzo de 2009: “La llama de la fe puede apagarse en países incluso de antigua tradición cristiana. Una fe que no es ideología y ni siquiera una moral”. Como escribió Benedicto XVI en la Deus caritas est y ahora repite en el motu proprio sobre este nuevo año de la fe.

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Hacia Asís con María Santísima, Madre de los Creyentes
No obstáculo al diálogo sino canal de luz y gracia para cristianos y personas de buena voluntad
Por el padre Mario Piatti icms

ROMA, miércoles 26 de octubre de 2011 (ZENIT.org)- Desde los orígenes, la Iglesia ha identificado en la figura de Juan -e l”discípulo amado”- los rasgos distintivos de todo discípulo del Señor, al que el Maestro, como último don de amor, desde la Cruz entregaba a su Madre. La mutua “encomienda” de Juan a María y del discípulo a la Madre, sellada con la Sangre de Cristo y por la solemnidad de “aquella hora” (cfr. Jn 19,25-27), ha sido considerada, a menudo, como fundamento de la auténtica devoción mariana y de la “consagración a María” (pedida por la misma Virgen en sus apariciones y, de forma explícita en Fátima).

Sin entrar en esta amplia y fascinante problemática y literatura, querría intentar, breve y sencillamente, ampliar esta perspectiva, colocándola en un horizonte universal.

Se advierte un cierto cansancio, a veces, cuando se habla de María Santísima a nuestros hermanos separados, sobre todo en el área protestante (como se sabe, por razones culturales e históricas la situación es distinta en Oriente) o en el proponerla, más allá de los confines de la catolicidad, a los “hombres de buena voluntad”, casi como si la Virgen fuese un obstáculo al diálogo “entre los principales sistemas” o una figura demasiado ligada a la esfera sentimental y, por tanto, un poco blanda, carente de consistencia teológica.

En realidad, ¿quién mejor que una madre puede ser el centro y el enlace afectivo más auténtico y profundo para todos los que siguen a Cristo el Señor?

La riquísima tradición oriental, por un lado, y la rigurosa referencia a la “sola Scriptura” por el otro, en realidad parecen confluir admirablemente en María, la theotokos, punto de unión “humanísimo” y materno de las exigencias evangélicas. La vertiente “mariana” de la Fe sólo puede consolidar los puentes de un diálogo --difícil, pero siempre fecundo y muy necesario- entre las distintas Iglesias, que en la Virgen pueden contemplar la respuesta más bella, más libre, más responsable y también más concreta al Verbo de Dios.

Su pariente Isabel exclama, llena de estupor e inspirada por el Altísimo: “¿Cómo es que la Madre de mi Señor viene a mí? (Lc 1,43)", palabras que preceden a las sucesivas proclamaciones solemnes de la Iglesia, de su maternidad divina, lo inmaculado de su alma, la asunción al Cielo; que resuenan en nuestro corazón y en el espíritu de quien, sin prejuicios, se acerca a Ella, recibiendo, con estupor, una lección de vida única, santa, inigualable.

Asociada en todo a la vida terrena del Hijo, María manifiesta, al mismo tiempo y de manera singular, la plena solidaridad con nuestra experiencia humana. Está siempre al lado de Cristo, y sobre todo en aquellos “sucesos” existenciales que marcan la vida de todo hombre: el nacimiento, la familia, la socialización, el sufrimiento, el dolor y la muerte.

Todo en Ella, está profundamente marcado por la fe en Yahvé, por la referencia a la Palabra del Altísimo y al misterio de Su Voluntad, también cuando, angustiada, no comprende (cfr. Lc 2,48-50) pero continúa confiando y guardando en su corazón todas estas cosas (Lc 2,51). También cuando todo parece, inexorablemente, concluirse en la tragedia de la Cruz. Ella acompaña, paso a paso, a su Hijo en el recorrido de su misión terrena con la fidelidad inquebrantable de quien ha puesto a Dios como fundamento de su existencia: el Stabat Mater de Juan (19,25) recoge propiamente la irrevocabilidad de su elección por Cristo, de quien es Madre pero --y quizás más- es la discípula por excelencia, extraordinaria en su humildad y fortaleza, en su incomparable dulzura y en su firmeza. Mujer de Fe, por tanto, mujer formada y plasmada por la Fe, que en Ella produce el fruto de una Caridad sin límites, imagen de la Caridad de la Iglesia. En este sentido, María habla al corazón de nuestros “hermanos separados”, con su acento típicamente materno.

Pero Ella también sabe hablar al corazón de todo hombre. Hay un lenguaje universal, hecho de amor, de comprensión, de atención y de ternura, que la Virgen encarna de un modo totalmente original. No por casualidad, el Evangelio de Juan se abre, en su colorismo mariano, con el episodio de las Bodas de Caná (Jn 2) y se cierra con la imagen dramática del Calvario: como diciendo que todo hombre puede sentirse cercano y solidario con aquella Mujer --da igual el Credo o la religión a la que pertenezca- porque con Ella comparte algo que es muy humano, la experiencia del amor (la viva atención por los esposos) y del dolor (la participación en la Pasión y en la Cruz). María está siempre allí, donde discurre la vida, donde hay “una experiencia humana”: por esto puede hablar al corazón de todo hombre.

No se trata de extender, indebida y superficialmente, las prerrogativas marianas a ámbitos que, aparentemente, no le pertenecen y no le competen, sino de reconocer un “carisma” único, expresión del “genio femenino” de María, que ha producido y produce tanto bien en la Iglesia y que puede contribuir a dialogar también con el mundo a partir de la esfera de la cotidianidad.

[Traducción del italiano por Carmen Álvarez]

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Santa Sede


Benedicto XVI: el mal se vence con el bien, con el amor
Hoy en la Audiencia General
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 26 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- A continuación les ofrecemos la catequesis que el Santo Padre ha impartido a los peregrinos, provenientes de Italia y de todas partes del mundo, congregados para la Audiencia. Esta se ha desarrollado en el Aula Pablo VI, donde el Santo Padre ha presidido una Celebración de la Palabra en preparación de la Jornada de Reflexión, Diálogo y Oración por la Paz y la Justicia en el mundo Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

hoy la cotidiana cita de la Audiencia general asume un carácter particular, ya que estamos en la vigilia de la Jornada de Reflexión, Diálogo y Oración por la Paz y la Justicia en el mundo, que tendrá lugar mañana en Asís, veinticinco años después del primer histórico encuentro convocado por el beato Juan Pablo II. He querido dar a esta Jornada el título de Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz, para expresar el compromiso que queremos renovar solemnemente, junto con los miembros de diversas religiones, y también con hombres no creyentes pero que buscan con sinceridad la verdad, en la promoción del verdadero bien común de la humanidad y en la construcción de la paz. Como ya he tenido oportunidad de recordar “Quién está en camino hacia Dios no puede dejar de transmitir paz, quién construye la paz no puede dejar de acercarse a Dios”.

Como cristianos, estamos convencidos de que la contribución más valiosa que podemos ofrecer a la causa de la paz es la de la oración. Por este motivo nos encontramos hoy como Iglesia de Roma, junto a los peregrinos presentes en la Urbe, en la escucha de la Palabra de Dios, para invocar con fe el don de la paz. El Señor puede iluminar nuestra mente y nuestros corazones y guiarnos para ser constructores de justicia y de reconciliación en nuestras realidades cotidianas y en el mundo.

En la lectura del profeta Zacarías, que acabamos de escuchar, ha resonado un anuncio lleno de esperanza y de luz (cfr Zc 9,10). Dios promete la salvación, invita a “alegrarnos mucho” porque esta salvación se está concretando. Se habla de un rey: “Mira que tu Rey viene hacia ti; él es justo y victorioso” (v.9), pero el que es anunciado no es un rey que se presenta con la potencia humana, la fuerza de las armas; no es un rey que domina con el poder político y militar; es un rey manso, que reina con humildad y suavidad frente a Dios y a los hombres, un rey distinto con respecto a los grandes soberanos del mundo: “está montado sobre un asno, sobre la cría de una burra”, dice el profeta (ibidem). Se manifiesta cabalgando en el animal de la gente normal, del pobre, en contraste con los carros de guerra de los ejércitos de los potentes de la tierra. Incluso, es un rey que hará desaparecer estos carros, destruirá los arcos de batalla, anunciará la paz a las naciones (cfr v. 10).

Pero ¿quién es este rey del que habla el profeta Zacarías? Vamos por un momento a Belén y escuchemos de nuevo lo que el Ángel dice a los pastores que velan de noche, guardando a su propio rebaño. El Ángel anuncia una alegría que será la de todo el pueblo, vinculada con un signo pobre: un niño envuelto en pañales, tumbado en un pesebre (cfr Lc 2,8-12). Y la multitud celeste canta “Gloria a Dios en los más alto de los cielos y sobre la tierra paz a los hombres que Él ama” (v. 14), a los hombres de buena voluntad. El nacimiento de aquel niño, que es Jesús, lleva un anuncio de paz a todo el mundo. Pero vamos también a los momentos finales de la vida de Cristo, cuando entra en Jerusalén acogido por una multitud en fiesta. El anuncio del profeta Zacarías de la venida de un rey humilde y manso volvió a la mente de los discípulos de Jesús de un modo especial, después de los sucesos de la pasión, muerte y resurrección, del Misterio pascual, cuando revisaron con los ojos de la fe el feliz ingreso del Maestro en la Ciudad Santa. Cabalgaba sobre un asno prestado (cfr Mt 21,2-7): no sobre una rica carroza, no a caballo como los grandes. No entra en Jerusalén acompañado de un potente ejército de carros y de caballeros. Era un rey pobre, el rey de los que son los pobres de Dios. En el texto griego aparece el término  praeîs, que significa los mansos, los humildes; Jesús es el rey de los anawim, de los que tienen el corazón libre de la ambición del poder y de la riqueza material, de la voluntad y de la búsqueda del dominio sobre el otro. Jesús es el rey de los que tienen esa libertad interior que les hace capaces de superar la avidez, el egoísmo que hay en el mundo, y que saben que sólo Dios es su riqueza. Jesús es el rey pobre entre los pobres, manso entre los que quieren ser mansos. De este modo, Él es el rey de paz, gracias a la potencia de Dios, que es la potencia del bien, la potencia del amor. Es un rey que hará desaparecer los carros y caballos de batalla, que destrozará los arcos de guerra; un rey que lleva a su cumplimiento la paz desde la Cruz, uniendo la tierra y el cielo y colocando un puente fraterno entre los hombres. La Cruz es el nuevo arco de paz, signo e instrumento de reconciliación, de perdón, de comprensión, signo de que el amor es más fuerte que toda violencia, y toda opresión más fuerte que la muerte: el mal se vence con el bien, con el amor.

Este es el nuevo reino de paz en el que Cristo es el rey; y es un reino que se extiende sobre toda la tierra. El profeta Zacarías anuncia que este rey manso, pacífico, dominará “de mar a mar y del Río hasta los confines de la tierra” (Zc 9,10). El reino que Cristo inaugura tiene dimensiones universales. El horizonte de este rey pobre, humilde, no es el de un territorio, de un Estado sino los confines del mundo; más allá de toda barrera de raza, lengua, cultura, crea comunión, crea unidad. Y ¿dónde vemos realizarse actualmente este anuncio? En la gran red de las comunidades eucarísticas que se extiende sobre toda la tierra reemerge luminosa la profecía de Zacarías. Es un gran mosaico de comunidades en las que se hace presente el sacrificio de amor de este rey manso y pacífico; es el gran mosaico que constituye el “Reino de paz” de Jesús de mar a mar, hasta los confines del mundo; es una multitud de “islas de paz” que irradian paz. Por todas partes, en todas las realidades, en toda cultura, de las grandes ciudades con sus edificios hasta los pequeños pueblos con las moradas humildes, de las potentes catedrales a las pequeñas capillas. Él viene, se hace presente; y al entrar en comunión con Él, también todos los hombres se unen entre ellos en un único cuerpo, superando divisiones, rivalidades, rencores. El Señor viene en la Eucaristía para sacarnos de nuestro individualismo, de nuestras particularidades que excluyen a los demás, para formar con nosotros un solo cuerpo, un solo reino de paz en un mundo dividido.

¿Pero cómo podemos construir este Reino de paz en el que Cristo es el Rey? El mandamiento que Él deja a sus Apóstoles y, a través de ellos, a todos nosotros es: “Id pues y haced que todos los pueblos sean mis discípulos... yo estaré siempre con vosotros hasta el fin del mundo” (Mt 28,19-20). Como Jesús, los mensajeros de la paz de su reino deben ponerse en camino, deben responder a su invitación. Deben ir, pero no con la potencia de la guerra o con la fuerza del poder. En la lectura del Evangelio que hemos escuchado, Jesús envía a setenta y dos discípulos a la gran mies que es el mundo, invitándoles a rezar para que el Señor de la mies, mande obreros a su mies (cfr Lc 10,1-3); pero no les envía con medios potentes sino “como corderos en medio de lobos” (v.3), sin bolsa ni cayado, ni sandalias (cfr v. 4). San Juan Crisóstomo, en una de sus homilías, comenta: “Siempre que seamos corderos, venceremos y aunque estemos rodeados de muchos lobos, conseguiremos superarlos. Pero si nos convertimos en lobos, seremos derrotados, porque nos faltará la ayuda del Pastor (Homilía 33, 1: PG 57, 389). Los cristianos no deben ceder nunca a la tentación de convertirse en lobos entre lobos; el reino de paz de Cristo no se extiende con el poder, con la fuerza, con la violencia sino con el don de uno mismo, con el amor llevado al extremo, también a los enemigos. Jesús no vence al mundo con la fuerza de las armas, sino con la fuerza de la Cruz, que es la verdadera garantía de la victoria. Y esto tiene como consecuencia para quien quiere ser discípulo del Señor, su enviado, el estar preparado para la pasión y para el martirio, para perder la propia vida por Él, para que en el mundo triunfe el bien, el amor, la paz. Esta es la condición para poder decir, entrando en toda realidad: “Paz a esta casa”(Lc 10,5).

Ante la basílica de San Pedro, se encuentran dos grandes estatuas de los santos Pedro y Pablo, fácilmente identificables: san Pedro tiene en las manos las llaves, san Pablo, sin embargo, tiene en las manos una espada. Para quien no conoce la historia de este último, podría pensar que ha sido un gran general que condujo potentes ejércitos y que con la espada sometió a pueblos y naciones, procurándose fama y riqueza con la sangre de los demás. Sin embargo, es exactamente lo contrario: la espada que tiene en las manos es el instrumento con el que Pablo fue muerto, con el que sufrió el martirio y esparció su propia sangre. Su batalla no fue la de la violencia, de la guerra, sino la del martirio por Cristo. Su única arma fue el anuncio de “Jesucristo y Cristo crucificado” (1Cor 2,2). Su predicación no se basó en “discursos persuasivos de sabiduría, sino en la manifestación del Espíritu y de su potencia” (v.4). Dedicó su vida a llevar el mensaje de reconciliación y de paz del Evangelio, gastando sus energías en hacerlo resonar hasta los confines de la tierra,. Y esta fue su fuerza: no buscó una vida tranquila, cómoda, lejos de las dificultades, de las contrariedades, sino que se consumió por el Evangelio, se dio a sí mismo sin reservas, y así se convirtió en el gran mensajero de la paz y de la reconciliación de Cristo. La espada que san Pablo tiene en las manos recuerda también la potencia de la verdad, que a veces puede herir, puede hacer daño; el Apóstol permaneció fiel a esta verdad, la sirvió, sufrió por ella, entregó su vida por ella. Esta lógica también nos sirve a nosotros, si queremos ser portadores del reino de paz anunciado por el profeta Zacarías y realizado por Cristo: debemos estar dispuestos a pagar en persona, a sufrir en primera persona la incomprensión, el rechazo, la persecución. No es la espada del conquistador la que construye la paz, sino la espada del sufridor, del que sabe dar su propia vida.

Queridos hermanos y hermanas, como cristianos queremos invocar de Dios el don de la paz, queremos pedirle que nos convierta en instrumentos de su paz en un mundo lacerado por el odio, las divisiones, los egoísmos, las guerras, queremos pedirle que el encuentro de mañana en Asís favorezca el diálogo entre las personas de distinta pertenencia religiosa y que lleve un rayo de luz capaz de iluminar la mente y el corazón de todos los hombres, para que el rencor le devuelva el sitio al perdón, la división a la reconciliación, el odio al amor, la violencia a la mansedumbre, y en el mundo reine la paz. Amén.

Queridos hermanos y hermanas, antes de saludaros en las distintas lenguas, comienzo con un llamamiento. En este momento, el pensamiento va a la población de Turquía duramente golpeada por el terremoto, que ha causado graves pérdidas de vidas humanas, numerosos desaparecidos y daños incalculables. Os invito a uniros a mí en la oración por los que han perdido la vida y a estar espiritualmente cercanos a tantas personas que tan duramente han sido probadas. Que el Altísimo dé apoyo a todos los que están comprometidos en la obra de socorro. Ahora saludo en las distintas lenguas.

[En español dijo:]

Saludo con afecto a los peregrinos de lengua española, en particular a los venidos de España, México, Costa Rica, Argentina y otros países latinoamericanos. Invito a todos a ser incansables en construir la paz, y pedir al Señor que este don de su gracia reine en las naciones y en el corazón de todos los hombres.

[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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Mundo


Caritas ante las elecciones: sentar las bases de un nuevo orden social
Presentan documento en la Universidad Pontificia de Salamanca
MADRID, miércoles 26 octubre 2011 (ZENIT.org).- La Universidad Pontificia de Salamanca (UPSA) presenta hoy en Madrid un documento elaborado por Caritas en el que la organización humanitaria de la Iglesia católica hace propuestas políticas ante los retos que vive hoy la sociedad española. El documento fue enviado a los representantes políticos de todo el arco parlamentario, y las más altas instituciones del Estado, con vistas a iluminar los programas de los partidos ante las próximas elecciones generales anticipadas del 20 de noviembre.

En el Auditorio Juan Pablo II, de la sede madrileña de la UPSA, se presenta el documento enviado a los parlamentarios, en coincidencia con la inauguración de una nueva edición del Master en Orientación y Mediación Familiar que organiza el Instituto Superior de Ciencias de la Familia de la UPSA.

El Instituto Superior de Ciencias de la Familia de la UPSA y Caritas Diocesana de Salamanca presentan el documento “Propuestas Políticas de Caritas Española ante los retos actuales de la situación social”. Un documento que en septiembre fue enviado a los políticos.

El acto tenía prevista la presencia del rector de la UPSA Ángel Galindo García, Alfonso Salgado Ruiz, director del Instituto Superior de Ciencias de la Familia, y Guillermo Fernández, de Caritas Española.

Caritas Española remitió el pasado mes a todos los grupos parlamentarios y a las altas instituciones del Estado un documento en el que, bajo el título “Propuestas políticas ante los retos actuales de la situación social” se aportan criterios para superar la desigualdad existente en España.

Caritas se considera interlocutor cualificado para proponer una serie de criterios de actuación pública en materia de política social --de manera estructurada y a la luz su experiencia diaria de trabajo con las víctimas de la exclusión- que contribuyan a superar las estructuras de desigualdad todavía presentes en España.

Como se señala en la presentación –informaba Caritas este 20 de septiembre--, este documento surge “del compromiso de Caritas de actuar, como ha venido haciendo con motivo de convocatorias electorales precedentes”, en calidad de “interlocutor cualificado ante los poderes públicos de una importante base social involucrada en la defensa de la dignidad y los derechos de las personas más vulnerables de nuestra sociedad”.

Desde un “espíritu de colaboración, transparente y democrática”, Caritas Española entiende que la próxima convocatoria de elecciones generales “ofrece a todos los grupos políticos y agentes sociales una oportunidad que es necesario aprovechar para avanzar en la superación de una situación social especialmente delicada y cuyos efectos sobre las personas más desfavorecidas son públicamente conocidos”.

Para poner a punto estas propuestas, Caritas ha echado mano de los informes realizados en los tres últimos años tanto a través de la Fundación FOESSA como del Observatorio de la Realidad Social sobre los efectos sociales de la crisis “a partir de los síntomas que venimos detectando sobre las necesidades y el perfil de los usuarios de nuestros centros y servicios en todo el Estado”.

“El objetivo –explicó el secretario general de Caritas, Sebastián Mora, en la presentación de las Propuestas— es el de impulsar entre todos los responsables políticos el consenso necesario, y urgente, para sentar las bases de ese nuevo orden social que los más empobrecidos nos están reclamando”.

“Creemos –añadía-- que es hora de establecer un nuevo orden de prioridades por parte del conjunto de los poderes públicos que permita abordar, con auténtica visión de futuro y de manera sólida, la solución de las asignaturas todavía pendientes en la estructura económica y social del Estado, y que han impedido de forma recurrente en las tres últimas décadas el acceso a unas mínimas condiciones de bienestar y de dignidad de una parte importante de ciudadanos y ciudadanas que siguen viviendo por debajo del umbral de pobreza”.

El informe del Observatorio de la Realidad Social de 2010 revela, por ejemplo, que el número de solicitudes de ayuda a Caritas no ha dejado de aumentar cada año.

En tres años, el número de solicitudes se duplicó, alcanzando más de 1,8 millones de peticiones de ayuda en 2010. Ese mismo año, unas trescientas mil personas acudieron a Caritas por primera vez.

La organización humanitaria de la Iglesia católica denuncia también una cronificación y empeoramiento de la situación de las personas empobrecidas por la crisis económica.

Por Nieves San Martín

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Agradezco a Dios que seamos libres
El obispo de Trípoli lamenta el modo en que murió Gadafi
MADRID, miércoles 26 octubre 2011 (ZENIT.org).- El obispo de Trípoli comentó la actual situación que vive Libia tras la muerte de Muamar el Gadafi y las atroces imágenes que han transmitido los medios de comunicación, en lo que tiene todos los visos de un linchamiento que está siendo investigado por la ONU. El obispo lamenta el modo en que murió el dictador, aunque comprende los motivos y traza un perfil del que califica como “gran mentiroso”.

Monseñor Giovanni Martinelli –entrevistado por la cadena de radio SER española- tiene 69 años, la misma edad que Gadafi. Llegó a Trípoli hace 40 años y ha sido un testigo privilegiado de los 42 años de dictadura.

El obispo de Trípoli Martinelli ha expresado su confianza en la reconciliación entre los libios, denuncia los bombardeos de la OTAN durante los ocho meses de conflicto y se muestra comprensivo con el cruel final que los rebeldes han deparado a Gadafi.

Respecto al aparente linchamiento del dictador libio el obispo Martinelli declara: “Lo que hicieron no está bien. Pero no quiero juzgarlos. No quiero juzgar ni excusar, sólo decir que entendemos la sensibilidad de la gente frente a este hombre que realmente causó muchas víctimas, especialmente en los últimos meses”.

En cuanto a los bombardeos de la OTAN afirma: “Denuncié desde el principio que los bombardeos no eran una forma moral de eliminar a un dictador. Todavía hoy pregunto: ¿no había otra manera, sólo las bombas? Muchos civiles murieron, yo los vi. ¿Son necesarios ocho meses de bombardeos para librarse de este hombre? Era realmente terrible. No podíamos dormir. Todas las noches, hasta que amanecía, bombardeos, bombardeos, bombardeos... Fue terrible”.

Aún así, muestra su esperanza en el futuro: “Agradezco a Dios que seamos libres, y agradezco lo que ha pasado. Mucha gente murió, ahora espero que haya una reconciliación entre los libios. Creo que el pueblo libio está deseoso de tener paz y que lo logrará. Libia es una entidad única. Aunque dividida en distintas tribus, es una familia”.

El obispo conocía bien a Gadafi, con el que se había entrevistado varias veces. Así ve al dictador: “Gadafi era demagogo, le gustaba presumir y sentirse un gran hombre. Pensaba que era el profeta de Libia, que estaba inspirado por Dios para ser el mensajero de este país a través del Libro Verde [libro guía del régimen que regulaba todos los aspectos de la vida]. Le gustaba sentirse beduino y mostrarse como tal, demostrar que no estaba colonizado por el consumismo. Aunque es verdad que vivía una vida de lujo, no como un beduino. Se sentía también líder de los países árabes, aunque en esto no tuvo mucho éxito, porque muchos países árabes no lo querían. Entonces se propuso ser el líder de África, el 'rey de reyes'. Era también un gran mentiroso. Y su principal deseo era no perder el poder”.

¿Teme que ahora, al igual que ha pasado en Egipto con los coptos tras la caída de Mubarak, pueda haber ataques contra los católicos? “En Libia la iglesia cristiana es extranjera, no hay libios cristianos. En un principio eran italianos, ahora son africanos o filipinos. La tradición de Libia es el respeto, y esa creo que será también la actitud de las nuevas autoridades. Antes de la guerra había en Libia cien mil cristianos de distintos países”, concluye.

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El mañana del Mediterráneo: realidad y posibilidad
Ciclo de lecciones públicas en la Universidad Gregoriana
ROMA, miércoles 26 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- Este jueves 27 de octubre comenzará a las 16.15, en la Universidad Pontificia Gregoriana de Roma, un ciclo de lecciones públicas con el tema “El mañana del Mediterráneo: realidad y posibilidad”.

El objetivo, como explican los organizadores, es “entender unas realidades complejas y cada vez más cercanas”, como la de Grecia, Libia, Turquía, Egipto y Jerusalén.

“La situación en Grecia, la primavera árabe, la polvareda de Oriente Medio, el drama de los refugiados, el ingreso de Turquía en la Unión Europea, Egipto entre el despertar democrático y las seducciones extremistas”, figuran entre los temas afrontados en el ciclo de lecciones, que concluirá el 26 de enero de 2012.

En el curso, cuya participación es libre y gratuita, intervendrán periodistas, sociólogos, observadores políticos e investigadores cualificados de distintas procedencias.

En la cita del 27 de octubre, Dimitrios Keramidas, de la Universidad Pontificia Gregoriana, afrontará el tema “La 'crisis griega'. Trasfondos culturales --contrastes ideológicos- vías para el futuro”.

El 10 de noviembre, será el turno de “Refugiados en el área mediterránea”, de Peter Balleis SI, del Servicio Jesuita al Refugiado (JRS), el 17 de noviembre, y “Guerra no santa en Tierra Santa. Experiencias y análisis desde Jerusalén”, de Jörg Bremer, del Frankfurter Allgemeine Zeitung.

El 1 de diciembre, el tema “Europa 2020. Un punto de vista italiano” tendrá como ponente a Luciano Larivera SI, de La Civiltà Cattolica, mientras que el 15 de diciembre Louis Boisset SI, de la Curia Generalicia de la Compañía de Jesús, hablará de “Compartir espacios y tradiciones”.

El 12 de enero, Adnane Mokrani, de la Universidad Pontificia Gregoriana, afrontará el tema “¿Superación del islamismo o su venganza? El papel de la religión en las revoluciones árabes”.

Antoine Kerhuel SI, de la Curia Generalicia de la Compañía de Jesús, hablará el 19 de enero de “La experiencia mediterránea en el imaginario socio-político francés”, mientras que Kenan Gürsoy, embajador de la República Turca en la Santa Sede, concluirá el ciclo de lecciones el 26 de enero con el tema “¿Quo Vadis, Turquía?”.

Para más información: www.unigre.it

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Proponen crear una Región Apóstólica de frontera
Encuentro episcopal Colombia-Venezuela
SAN CRISTÓBAL, miércoles 26 octubre 2011 (ZENIT.org).- Este martes se llevó a cabo el Encuentro de los Obispos de la Frontera Colombo Venezolana, en la localidad de Ureña.

En el Encuentro –informa ZENIT la diócesis de San Cristóbal--, participaron los obispos de las diócesis de San Cristóbal, Venezuela, Mario Moronta, de Cúcuta, Colombia, Julio Vidal;, y del Tibú, Colombia, Omar Sánchez. Los prelados asistentes plantearon la necesidad de realizar una pastoral fronteriza de conjunto.

“En el encuentro con los obispos de la frontera, repasamos los trabajos realizados años anteriores, y proyectamos el futuro pastoral de nuestra frontera que no queremos que sea concebida como un límite sino como una gran región donde podamos prestar atención al sujeto social y sus necesidades, para ello realizaremos una pastoral fronteriza de conjunto”, expresó monseñor Mario Moronta, anfitrión del encuentro que se realizó en el colegio Santísima Trinidad de Ureña.

Ofrecer un servicio cercano a los pobladores fronterizos de ambas naciones, es la intención de esta pastoral de conjunto. “La idea de este trabajo de integración, respetando las autonomía de cada diócesis, pera atendiendo las necesidades y es estar al servicio de la gente”.

Además de las necesidades pastorales y sociales en las diócesis de San Cristóbal y Cúcuta, también el obispo del Tibú señaló que en esa región existe la necesidad de crear una pastoral que resguarde la ecología, y proteja a los indígenas que están siendo afectados por empresas transnacionales.

Acordaron los obispos un próximo encuentro, en febrero de 2013, con la participación de otras diócesis que también hacen vida pastoral en las fronteras de Venezuela y Colombia.

A este encuentro, también asistieron representantes de la Compañía de Jesús, quienes presentaron un proyecto a los obispos y sacerdotes de la frontera, de crear una Región Apostólica, que permita facilitar el trabajo pastoral que se realizará en los próximos años.

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Documentación


Asís: Carta de bienvenida al Santo Padre
Misiva del ministro general de la Orden de los Frailes Menores, Jose Rodríguez Carballo
ROMA, miércoles 26 octubre 2011 (ZENIT.org) – Publicamos a continuación la carta de bienvenida al papa Benedicto XVI, de fray José Rodríguez Carballo, OFM, ministro general de la Orden de Frailes Menores, con motivo de la Jornada de Reflexión, Diálogo y Oración por la Paz y la Justicia en el Mundo “Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”, que se celebra mañana jueves 27 de octubre en Asís, Italia.

* * *

Beatísimo Padre,

Con pocas y sencillas palabras, como nos exhorta el Poverello, quiero, en nombre de todos los Hermanos Menores extendidos por el mundo entero, decirle dos palabras nacidas en lo más profundo de mi corazón: Bienvenido y gracias.

¡Santo Padre: Bienvenido a Asís, altar de la memoria de cuantos seguimos la forma de vida que el Padre san Francisco vivió, escribió y presentó al Señor Papa para su aprobación (cf. Test 14ss). Bienvenido a Asís, ciudad de la paz, arca espiritual donde se refugia toda la humanidad. Bienvenido, especialmente, a la Porciúncula, cuna de la Orden de los Hermanos Menores y de las Hermas Pobres. Bienvenido a nuestra casa, a su casa, Santidad.

Santidad: Gracias. Gracias por recoger el testigo que dejó su Venerado Predecesor, el Beato Juan Pablo II, hace ahora 25 años. Gracias por recordarnos con esta Jornada de oración por la paz que ésta es un don que viene de Dios y que, precisamente por ello, un don que hemos de implorar. Gracias por escoger Asís para esta nueva Jornada de oración por la paz, la ciudad de Francisco, heraldo de paz y de reconciliación, el hombre que, como Vuestra Santidad escribió, “encarnó en modo ejemplar la bienaventuranza proclamada por Jesús en el Evangelio: ‘Bienaventurados los constructores de paz, porque serán llamados hijos de Dios’ (Mt 5, 9)”. El hombre que debido al “al testimonio que dio en su tiempo lo hace natural referencia para cuantos hoy cultivan el ideal de la paz, del respeto por la naturaleza, del diálogo entre las personas, entre las religiones y las culturas”. Gracias, Beatísimo Padre por recordarnos que la paz es inseparable de la verdad y que, por no haberlas alcanzado todavía, hemos de sentimos en camino, peregrinos. Gracias por recordarnos que la paz es un compromiso que hemos de asumir todos y que la violencia no puede ser justificada con el nombre de Dios o desde la religión.

Beatísimo Padre: Los Hermanos Menores oramos por sus intenciones y especialmente oramos para que esta Jornada, que en comunión con el sucesor de Pedro vamos a vivir mañana en Asís, dé frutos abundantes en el camino de la paz. Al mismo tiempo los Hermanos Menores nos comprometemos a ser también nosotros, como lo fue Francisco, instrumentos de paz y de reconciliación, poniendo amor donde haya odio, paz donde haya violencia, fe donde haya duda, verdad donde haya error, perdón donde haya ofensa.

Para que podamos ser fieles a esta herencia que hemos recibido, bendíganos Santo Padre

Con veneración de hijo y en nombre de todos los Hermanos Menores,

Fr. José Rodríguez Carballo, ofm
Ministro general, OFM

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