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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 27 de octubre de 2011

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Especial

Benedicto XVI: la religión es una fuerza de paz

La Iglesia católica no cejará en la lucha contra la violencia

Alzarse contra la instrumentación belicista de las religiones

Lo que afecta a la vida de uno, afecta a la vida de todos

Demostrar que existe otra dimensión

Hay que reforzar el diálogo interreligioso

Un tren hacia la paz

La prensa mundial pendiente de Asís

Santa Sede

Nuevo eparca católico de Sambir-Drohobych de los ucranianos

México: Nombrado obispo de Nuevo Casas Grandes

De la Otra Memoria

¿Quién salvó al comendador? Fuenteovejuna, señor


Especial


Benedicto XVI: la religión es una fuerza de paz
La violencia la deforma y contribuye a su destrucción
ASÍS, jueves 27 octubre 2011 (ZENIT.org).- La religión es una fuerza de paz, y la violencia, a menudo ejercida en nombre de las convicciones religiosas, en realidad la deforma y provoca su destrucción.

El papa Benedicto XVI lo subrayó este jueves, en el discurso que pronunciado en la basílica de Santa María de los Ángeles, en Asís, Italia, abriendo la Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo, con el tema “Peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”.

“¿A qué punto está hoy la causa de la paz?”, se preguntó recordando que, hace veinticinco años, el beato papa Juan Pablo II invitó por primera vez a los representantes de las religiones del mundo a Asís, para rezar con este fin.

“Entonces la gran amenaza para la paz en el mundo derivaba de la división del planeta en dos bloques enfrentados entre sí”, señaló. El símbolo de esta situación era el muro de Berlín, que cayó tres años después, en 1989, sin derramamiento de sangre.

“La voluntad de ser libres fue al final más fuerte que el miedo ante la violencia que no tenía ya ninguna cobertura espiritual”, observó el papa, indicando que se trató de una “victoria de la libertad”, “una victoria de la paz”.

Desde entonces, reconoció sin embargo, “el mundo de la libertad se ha revelado en gran parte sin rumbo, y no son pocos los que comprenden mal la libertad incluso como libertad para la violencia”

Nuevas formas de violencia

Según Benedicto XVI, se pueden señalar dos nuevas formas de violencia, “diametralmente opuestas en su motivación”.

En primer lugar, está el terrorismo, “en el cual, en lugar de una gran guerra, se emplean ataques muy precisos, que deben golpear destructivamente en puntos importantes al adversario, sin ningún respeto por las vidas humanas inocentes que de este modo resultan cruelmente heridas o muertas”.

“Sabemos que el terrorismo es a menudo motivado  religiosamente y que, precisamente el carácter religioso de los ataques sirve como justificación para una crueldad despiadada, que cree poder relegar las normas del derecho en razón del «bien» pretendido. Aquí, la religión no está al servicio de la paz, sino de la justificación de la violencia”.

“Esta no es la verdadera naturaleza de la religión –declaró el papa--.Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción”

“Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza”.

“Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que – no obstante la debilidad del hombre – sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo”.

“La Iglesia católica –añadió- no cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso por la paz en el mundo”.

Un segundo tipo de violencia, añadió el papa, “es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación y de la pérdida de humanidad que esto conlleva”.

Los enemigos de la religión “pretenden” su desaparición, “pero el 'no' a Dios ha producido crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre no reconocía ya ninguna norma y ningún juez por encima de sí y se tomaba como norma sólo a sí mismo”.

“La ausencia de Dios –advirtió- lleva a la decadencia del hombre y del humanismo”.

Buscar la verdad

“Junto a las dos realidades de religión y antirreligión”, Benedicto XVI señaló también “otra tendencia de fondo: personas a las que no ha sido dado el don de poder creer y que sin embargo buscan la verdad, están a la búsqueda de Dios”.

Estas personas no afirman simplemente “No existe ningún Dios”, sino que “sufren por su ausencia y, buscando lo verdadero y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él”, siendo “peregrinos de la verdad”.

Con su actitud, “quitan a los ateos combativos su falsa certeza, con la que pretenden saber que no hay un Dios, y les invitan a convertirse, en lugar de polémicos, en personas en búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista” y “hacen un llamamiento también a los adeptos de las religiones para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece de tal manera que se sientan autorizados a la violencia contra los demás”.

“Que estos no logren encontrar a Dios depende también de los creyentes, con su imagen reducida o incluso deformada de Dios”, advirtió.

Su lucha interior y su interrogarse son, por tanto, “también un llamamiento a nosotros los creyentes, a todos los creyentes a purificar la propia fe, para que Dios –el verdadero Dios- se haga asequible”.

“Por esto he invitado a propósito a los representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís”, confesó Benedicto XVI.

Se trata, concluyó, “del encontrarse en este estar en camino hacia la verdad, del empeño decidido por la dignidad del hombre, y del hacerse cargo juntos de la causa de la paz contra todo tipo de violencia destructora del derecho”.

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La Iglesia católica no cejará en la lucha contra la violencia
Discurso del Santo Padre en Asís, en el Encuentro por la Paz
CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 27 octubre 2011 (ZENIT.org).- A continuación les ofrecemos el discurso que el papa Padre Benedicto XVI dirigió a los participantes en el interreligioso y ecuménico Encuentro por la Paz y la Justicia en el mundo, este jueves, 27 de octubre.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas,

Distinguidos Jefes y representantes de las Iglesias y Comunidades eclesiales y de las Religiones del mundo,

queridos amigos

Han pasado veinticinco años desde que el beato papa Juan Pablo II invitó por vez primera a los representantes de las religiones del mundo a Asís para una oración por la paz. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? ¿A qué punto está hoy la causa de la paz? En aquel entonces, la gran amenaza para la paz en el mundo provenía de la división del planeta en dos bloques contrastantes entre sí. El símbolo llamativo de esta división era el muro de Berlín que, pasando por el medio de la ciudad, trazaba la frontera entre dos mundos. En 1989, tres años después de Asís, el muro cayó sin derramamiento de sangre. De repente, los enormes arsenales que había tras el muro dejaron de tener sentido alguno. Perdieron su capacidad de aterrorizar. El deseo de los pueblos de ser libres era más fuerte que los armamentos de la violencia. La cuestión sobre las causas de este derrumbe es compleja y no puede encontrar una respuesta con fórmulas simples. Pero, junto a los factores económicos y políticos, la causa más profunda de dicho acontecimiento es de carácter espiritual: detrás del poder material ya no había ninguna convicción espiritual. Al final, la voluntad de ser libres fue más fuerte que el miedo ante la violencia, que ya no contaba con ningún respaldo espiritual. Apreciamos esta victoria de la libertad, que fue sobre todo también una victoria de la paz. Y es preciso añadir en este contexto que, aunque no se tratara sólo, y quizás ni siquiera en primer lugar, de la libertad de creer, también se trataba de ella. Por eso podemos relacionar también todo esto en cierto modo con la oración por la paz.

Pero, ¿qué ha sucedido después? Desgraciadamente, no podemos decir que desde entonces la situación se haya caracterizado por la libertad y la paz. Aunque no haya a la vista amenazas de una gran guerra, el mundo está desafortunadamente lleno de discordia. No se trata sólo de que haya guerras frecuentemente aquí o allá; es que la violencia en cuanto tal siempre está potencialmente presente, y caracteriza la condición de nuestro mundo. La libertad es un gran bien. Pero el mundo de la libertad se ha mostrado en buena parte carente de orientación, y muchos tergiversan la libertad entendiéndola como libertad también para la violencia. La discordia asume formas nuevas y espantosas, y la lucha por la paz nos debe estimular a todos nosotros de modo nuevo.

Tratemos de identificar más de cerca los nuevos rostros de la violencia y la discordia. A grandes líneas –según mi parecer– se pueden identificar dos tipologías diferentes de nuevas formas de violencia, diametralmente opuestas por su motivación, y que manifiestan luego muchas variantes en sus particularidades. Tenemos ante todo el terrorismo, en el cual, en lugar de una gran guerra, se emplean ataques muy precisos, que deben golpear destructivamente en puntos importantes al adversario, sin ningún respeto por las vidas humanas inocentes que de este modo resultan cruelmente heridas o muertas. A los ojos de los responsables, la gran causa de perjudicar al enemigo justifica toda forma de crueldad. Se deja de lado todo lo que en el derecho internacional ha sido comúnmente reconocido y sancionado como límite a la violencia. Sabemos que el terrorismo es a menudo motivado  religiosamente y que, precisamente el carácter religioso de los ataques sirve como justificación para una crueldad despiadada, que cree poder relegar las normas del derecho en razón del «bien» pretendido. Aquí, la religión no está al servicio de la paz, sino de la justificación de la violencia.

A partir de la Ilustración, la crítica de la religión ha sostenido reiteradamente que la religión era causa de violencia, y con eso ha fomentado la hostilidad contra las religiones. En este punto, que la religión motive de hecho la violencia es algo que, como personas religiosas, nos debe preocupar profundamente. De una forma más sutil, pero siempre cruel, vemos la religión como causa de violencia también allí donde se practica la violencia por parte de defensores de una religión contra los otros. Los representantes de las religiones reunidos en Asís en 1986 quisieron decir –y nosotros lo repetimos con vigor y gran firmeza– que esta no es la verdadera naturaleza de la religión. Es más bien su deformación y contribuye a su destrucción. Contra eso, se objeta: Pero, ¿cómo sabéis cuál es la verdadera naturaleza de la religión? Vuestra pretensión, ¿no se deriva quizás de que la fuerza de la religión se ha apagado entre vosotros? Y otros dirán: ¿Acaso existe realmente una naturaleza común de la religión, que se manifiesta en todas las religiones y que, por tanto, es válida para todas? Debemos afrontar estas preguntas si queremos contrastar de manera realista y creíble el recurso a la violencia por motivos religiosos. Aquí se coloca una tarea fundamental del diálogo interreligioso, una tarea que se ha de subrayar de nuevo en este encuentro. A este punto, quisiera decir como cristiano: Sí, también en nombre de la fe cristiana se ha recurrido a la violencia en la historia. Lo reconocemos llenos de vergüenza. Pero es absolutamente claro que éste ha sido un uso abusivo de la fe cristiana, en claro contraste con su verdadera naturaleza. El Dios en que nosotros los cristianos creemos es el Creador y Padre de todos los hombres, por el cual todos son entre sí hermanos y hermanas y forman una única familia. La Cruz de Cristo es para nosotros el signo del Dios que, en el puesto de la violencia, pone el sufrir con el otro y el amar con el otro. Su nombre es «Dios del amor y de la paz» (2 Co 13,11). Es tarea de todos los que tienen alguna responsabilidad de la fe cristiana el purificar constantemente la religión de los cristianos partiendo de su centro interior, para que – no obstante la debilidad del hombre – sea realmente instrumento de la paz de Dios en el mundo.

Si bien una tipología fundamental de la violencia se funda hoy religiosamente, poniendo con ello a las religiones frente a la cuestión sobre su naturaleza, y obligándonos todos a una purificación, una segunda tipología de violencia de aspecto multiforme tiene una motivación exactamente opuesta: es la consecuencia de la ausencia de Dios, de su negación, que va a la par con la pérdida de humanidad. Los enemigos de la religión –como hemos dicho– ven en ella una fuente primaria de violencia en la historia de la humanidad, y pretenden por tanto la desaparición de la religión. Pero el «no» a Dios ha producido una crueldad y una violencia sin medida, que ha sido posible sólo porque el hombre ya no reconocía norma alguna ni juez alguno por encima de sí, sino que tomaba como norma solamente a sí mismo. Los horrores de los campos de concentración muestran con toda claridad las consecuencias de la ausencia de Dios.

Pero no quisiera detenerme aquí sobre el ateísmo impuesto por el Estado; quisiera hablar más bien de la «decadencia» del hombre, como consecuencia de la cual se produce de manera silenciosa, y por tanto más peligrosa, un cambio del clima espiritual. La adoración de Mamón, del tener y del poder, se revela una anti-religión, en la cual ya no cuenta el hombre, sino únicamente el beneficio personal. El deseo de felicidad degenera, por ejemplo, en un afán desenfrenado e inhumano, como se manifiesta en el sometimiento a la droga en sus diversas formas. Hay algunos poderosos que hacen con ella sus negocios, y después muchos otros seducidos y arruinados por ella, tanto en el  cuerpo como en el ánimo. La violencia se convierte en algo normal y amenaza con destruir nuestra juventud en algunas partes del mundo. Puesto que la violencia llega a hacerse normal, se destruye la paz y, en esta falta de paz, el hombre se destruye a sí mismo.

La ausencia de Dios lleva al decaimiento del hombre y del humanismo. Pero, ¿dónde está Dios? ¿Lo conocemos y lo podemos mostrar de nuevo a la humanidad para fundar una verdadera paz? Resumamos ante todo brevemente las reflexiones que hemos hecho hasta ahora. He dicho que hay una concepción y un uso de la religión por la que esta se convierte en fuente de violencia, mientras que la orientación del hombre hacia Dios, vivido rectamente, es una fuerza de paz. En este contexto me he referido a la necesidad del diálogo, y he hablado de la purificación, siempre necesaria, de la religión vivida. Por otro lado, he afirmado que la negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y le lleva a la violencia.

Junto a estas dos formas de religión y anti-religión, existe también en el mundo en expansión del agnosticismo otra orientación de fondo: personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios. Personas como éstas no afirman simplemente: «No existe ningún Dios». Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él. Son «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz». Plantean preguntas tanto a una como a la otra parte. Despojan a los ateos combativos de su falsa certeza, con la cual pretenden saber que no hay un Dios, y los invitan a que, en vez de polémicos, se conviertan en personas en búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista y que nosotros podemos y debemos vivir en función de ella. Pero también llaman en causa a los seguidores de las religiones, para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás. Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta. Que ellos no logren encontrar a Dios, depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a a nosotros creyentes, a todos los creyentes, a purificar su propia fe, para que Dios –el verdadero Dios– se haga accesible. Por eso he invitado de propósito a representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís, que no sólo reúne representantes de instituciones religiosas. Se trata más bien del estar juntos en camino hacia la verdad, del compromiso decidido por la dignidad del hombre y de hacerse cargo en común de la causa de la paz, contra toda especie de violencia destructora del derecho. Para concluir, quisiera aseguraros que la Iglesia católica no cejará en la lucha contra la violencia, en su compromiso por la paz en el mundo. Estamos animados por el deseo común de ser «peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz».

Os doy las gracias

[© Copyright 2011 - Libreria Editrice Vaticana]

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Alzarse contra la instrumentación belicista de las religiones
Discurso de su santidad Bartolomé I, patriarca ecuménico
ASÍS, jueves 27 octubre 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos el texto provisional del discurso pronunciado, en el encuentro de oración por la paz y la justicia en Asís, por el patriarca ecuménico Bartolomé I.

*****

Santidad, Eminencias, Excelencias,

Representantes de las diversas religiones del mundo,

Señores y Señoras, Queridos amigos,

Todo diálogo auténtico lleva en sí las semillas de una metamorfosis a realizar. La naturaleza de tal transformación constituye una conversión que nos hace salir de nuestras particularidades para considerar al otro como sujeto de relación y no más como objeto de indiferencia.

Porque es de la indiferencia de donde nace el odio, es de la indiferencia de donde nace el conflicto, es de la indiferencia de donde nace la violencia.

Contra estos males sólo el diálogo es una solución posible y a largo plazo. Como jefes religiosos, nuestro papel es sobre todo el de promoverlo y de mostrar a través de nuestro ejemplo cotidiano

que no vivimos únicamente los unos contra los otros, o los unos al lado de los otros, sino sobre todo los unos junto a los otros, en un espíritu de paz, de solidaridad y de fraternidad. Pero para llegar a tal objetivo, el diálogo exige un completo cambio de nuestro modo de ser en el mundo. Escuchamos bien las voces de los que exaltan el proteccionismo, ya que la globalización lleva en su propia estela una corriente relativista que genera, por oposición, replegamientos comunitarios e identitarios, dentro de los que se esconde la enemistad. Por esto nuestro compromiso no debe limitarse únicamente a un trabajo fuera de nuestras comunidades, sino que es oportuno que se entiendan las lógicas desde el interior. Nuestra responsabilidad resulta ser entonces mucho más grande y la organización de este encuentro por la paz, en Asís, asume toda su importancia. No se trata, como algunos insinúan, de hacer el diálogo interreligioso o ecuménico desde una perspectiva sincrética. Al contrario, la visión que nosotros alabamos en el diálogo interreligioso posee un sentido particular que deriva de la capacidad misma de las religiones de invertir en el campo de la sociedad para promover la paz. Este es el espíritu de Asís, esta es la vía sobre la que el Patriarcado Ecuménico de Constantinopla se ha comprometido desde hace muchos años.

Todavía hoy, veinticinco años después del primer encuentro convocado por el beato Juan Pablo II en Asís, diez años después de los dramáticos sucesos del 11 de septiembre y en el momento en el que “las primaveras árabes” no han puesto fin a las tensiones intercomunitarias, el lugar de las religiones entre los fermentos que actúan en el mundo permanece ambiguo. Nosotros continuamos, en efecto, temiendo la creciente marginación de las comunidades cristianas de Oriente Medio. Debemos oponernos a la deformación del mensaje de las religiones y de sus símbolos por parte de los autores de violencia. Desarrollar lo religioso mediante lo religioso mismo, esta es la exigencia necesaria para promover la dimensión humanitaria de una figura de lo divino que sea misericordioso, justo y caritativo.

Es por esto que los responsables de las religiones deben hacerse cargo del proceso de restablecimiento de la paz. Ya que el único modo de alzarnos contra la instrumentalización belicista de las religiones y de condenar firmemente la guerra y los conflictos y de ser mediadores de paz y de reconciliación.

Santidad,

estos son algunos elementos que pretendemos llevar a la reflexión general en el marco de este nuevo encuentro de Asís, al converger en favor de una reconciliación global del hombre con Dios, del hombre consigo mismo, pero también del hombre con el ambiente. Ya que el altruismo no puede limitarse únicamente a las relaciones en el interior de la humanidad. Quien dice “estar en relación”, hace referencia también a toda la experiencia misma de la alteridad, hasta la naturaleza misma en cuanto a la creación de Dios.

Nuestro diálogo es, por tanto, reconciliación. Todos nosotros nos reconocemos en esta expresión de las Bienaventuranzas: “Beatos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5,9). Esta responsabilidad no es simplemente verbal, ésta espera de nosotros que seamos fieles al diseño de Dios en el mundo, respondiendo a lo que a lo que Él pide. ¡Que nosotros podamos ser signos de este compromiso! Sólo entonces la paz que buscamos, este tesoro tan difícil de encontrar y por desgracia tan fácil de perder, resplandecerá en el mundo.

Recemos a Dios Nuestro Señor que derrame su gracia en el mundo y que nos inspire ser peregrinos de verdad y de paz.

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Lo que afecta a la vida de uno, afecta a la vida de todos
Discurso de su gracia doctor Rowan Douglas Williams, arzobispo de Canterbury
ASÍS, jueves 27 octubre 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos el discurso provisional del doctor Rowan Williams, arzobispo de Canterbury, en el encuentro por la paz y la justicia celebrado en Asís.

*****

Vuestra Santidad, Santidad, Beatitudes

Hermanos y hermanas en Cristo, Queridos amigos,

es un gran honor estar con vosotros celebrando el aniversario de la primera Jornada de oración por la paz mantenida en este lugar bajo la dirección del beato Juan Pablo II. El difunto pontífice creía firmemente que la atención de los seres humanos por la justicia y la estabilidad en nuestra época exigía un testimonio común por parte de las personas religiosas, excluyendo todo compromiso acerca de las propias y particulares convicciones y tradiciones. Los años pasados desde aquella primera reunión han confirmado esta convicción del modo más decidido posible. Los desafíos de nuestro tiempo son tales que ningún grupo religioso puede pretender tener todos los recursos prácticos de quien tiene necesidad de afrontarlas, aunque estemos convencidos de tener todo lo que necesitamos en el campo espiritual y doctrinal. De tal manera, nosotros no estamos aquí para afirmar un mínimo común denominador de lo que creemos, sino para alzar la voz desde lo más profundo de nuestras tradiciones, en todas sus singularidades, de modo que la familia humana pueda ser plenamente consciente de cuanta sabiduría hay que adquirir en la lucha contra la locura de un mundo todavía obsesionado por miedos y sospechas, todavía enamorado de la idea de una seguridad basada sobre una hostilidad defensiva, y todavía capaz de tolerar o ignorar las enormes pérdidas de vida entre los más pobres a causa de las guerras y de las enfermedades.

Todos estos fracasos del espíritu tienen su raíz en gran medida en la incapacidad de reconocer a los extraños como personas que comparten con nosotros la única y misma naturaleza, la única dignidad de la persona. Una paz duradera inicia donde nosotros vemos al prójimo como a nosotros mismos y por tanto comenzamos a comprender por qué y cómo debemos amar al prójimo como a nosotros mismos.

Para los cristianos, el corazón de todo esto es la convicción de que en Jesús de Nazareth, Dios mismo se identifica con la naturaleza humana y por tanto con cada persona humana. Cada rostro, aparece ahora de una manera distinta, por el hecho de que Dios ha tomado rostro humano. En el prójimo reconocemos no sólo a alguno que tiene en sí la imagen de Dios en virtud de la creación, sino a alguien que tiene en sí la posibilidad de llevar la semejanza de Jesucristo en virtud de la nueva creación. Y si así es, no podemos ser, en un último análisis, extraños nunca más. Lo que afecta a la vida de cualquier persona o comunidad, afecta a la vida de todos.

Todos los hombres religiosos tiene en común la convicción de que nosotros, finalmente, no somos extraños los unos para los otros. Y si no somos extraños, debemos, antes o después, encontrar el modo de concretar tal reconocimiento recíproco en las relaciones de amistad verdaderas y duraderas. Estamos aquí hoy para declarar nuestra voluntad -o más bien nuestra apasionada determinación- de persuadir a nuestro mundo que los seres humanos no deben ser extraños, y que el reconocimiento es tan posible como necesario por nuestra universal relación con dios.

Termino citando algunos versos de un gran poeta cristiano de mi tierra, Gales, Waldo Williams, maestro, hombre de profunda oración y activista por la paz en su vida adulta.

Él escribió un poema llamado “¿Qué es el hombre?” y estos son los versos iniciales:

¿Qué significa estar vivos? Vivir en una gran sala

entre estrechos muros

¿Qué significa reconocer? ¿Encontrar una única raíz

bajo todas las ramas.

¿Qué significa tener fe?

Permanecer quietos al lado del hogar,

para estar preparados a recibir a nuestro huésped.

¿Qué significa perdonar? Encontrar un camino entre las espinas

para estar al lado de nuestro viejo enemigo.

Que Dios nos ayude a responder a estas preguntas de este modo, con nuestras palabras y con nuestro testimonio.

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Demostrar que existe otra dimensión
Declaraciones del cardenal Jean-Louis Tauran
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 27 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- Para entender el significado del encuentro interreligioso que comenzará hoy, jueves 27 de octubre, en Asís “creo que debemos referirnos a lo que dijo el Papa el pasado 1 de enero de 2011, cuando anunció que íbamos a celebrar el 25º aniversario de la Jornada Mundial de Oración por la Paz en Asís, convocada por el Papa Juan Pablo II en 1986”.

Así lo ha afirmado el cardenal Jean-Louis Tauran, presidente del Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso, a los micrófonos del servicio en lengua francesa de la Radio Vaticana.

“El Papa dijo entonces --recordó el purpurado- 'por esto, en el próximo mes de octubre, peregrinaré a la ciudad de San Francisco, invitando a unirse a este camino a los hermanos cristianos de distintas confesiones, a los exponentes de las tradiciones religiosas del mundo y, a todos los hombres de buena voluntad, con el objetivo de recordar aquel gesto histórico querido por mi Predecesor y de renovar solemnemente el compromiso de los creyentes de todas las religiones a vivir la propia fe religiosa como un servicio por la causa de la paz'”.

“Después añadió --prosiguió el cardenal francés- esta frase, que me parece un poco emblemática para la celebración de este jueves: 'Quién está en camino hacia Dios no puede no transmitir la paz, quien construye la paz no puede dejar de acercarse a Dios. Os invito a acompañar desde ahora la iniciativa con vuestras oraciones'”.

“Por tanto --afirmó Tauran- vivimos en un mundo precario, donde la justicia y la paz no se garantizan a todos; por desgracia lo vemos cada día, las armas se oyen antes que el derecho: esta es la razón, según mi opinión, por la que Benedicto XVI ha querido Asís III”.

Según el purpurado, el objetivo de los encuentros de Asís es sencillo: “demostrar que existe otra dimensión, distinta de la lucha armada, para reivindicar los propios derechos”.

“Yendo más allá de la diversidad de las religiones, la oración expresa una relación con una Potencia extrema que supera nuestras capacidades humanas --continuó Tauran--. Entonces practicando lo que es común a todas las familias espirituales: la oración, el ayuno, la peregrinación, se tratará de demostrar que las religiones son elementos de paz, que la paz presupone la verdad, que los creyentes y los que buscan a Dios o el Absoluto están todos en camino hacia la fuente de luz y que la búsqueda de la verdad no es sólo un asunto de los cristianos”.

Desde el punto de vista del método “esta vez habrá más tiempo para la reflexión, el silencio se convertirá en oración y los que son llamados agnósticos podrán hacer oír su voz”, concluyó el cardenal.

[traducción de Carmen Álvarez]
 

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Hay que reforzar el diálogo interreligioso
Declaraciones del ministro general de los franciscanos
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 27 octubre 2011 (ZENIT.org).- Fray José Rodríguez Carballo, gallego, ejerce hoy de anfitrión de la Jornada conmemorativa de Asís. El encuentro recuerda la inédita y audaz reunión interreligiosa y ecuménica, promovida por Juan Pablo II, hace veinticinco años para pedir a Dios por la paz en el mundo, recordando un no menos audaz impulso creyente de san Francisco yendo a visitar al sultán para hablar de paz, en el siglo XIII.

Benedicto XVI ha sido recibido en la ciudad de san Francisco por fray José Rodríguez Carballo, ministro general de la Orden de Frailes Menores. El general hace unas declaraciones al diario español La Razón, publicadas hoy jueves, en las que afirma que “hoy más que nunca es urgente abrir nuevos caminos de diálogo con los otros cristianos, con los creyentes de otras religiones y con las personas de buena voluntad”.

Sobre lo que espera de esta jornada, fray Rodríguez Carballo declara: “Que el diálogo interreligioso y el diálogo ecuménico se refuercen. La jornada de Asís de 1986 es una etapa histórica en este campo. Lo que se inició entonces no es algo concluido, es más bien un inicio que está llamado a continuar. Hoy más que nunca es urgente abrir nuevos caminos de diálogo con los otros cristianos. La paz es algo que afecta a todos y su construcción es algo que todos han de asumir con responsabilidad. Es la hora de reforzar los caminos de diálogo ya existentes. Es mucho lo que nos separa a los creyentes, pero igualmente es mucho lo que nos une”.

Niega el peligro de sincretismo porque los cristianos tienen claro que “la paz, como la verdad, tienen un nombre: Jesucristo. La Jornada de Asís no puede interpretarse como un encuentro sincretista. Juan Pablo II convocó aquella primera jornada invitando a todos los líderes religiosos con un objetivo: mostrar que el diálogo basado en la experiencia religiosa es posible. Cuando en 1219 san Francisco se presentó ante el sultán Melek el Kamil lo hizo como creyente en Cristo. Por su parte el sultán se presentó como seguidor del islam. Se encontraron dos creyentes y eso hizo posible el diálogo”.

Sobre la guerra, afirma que “es siempre injusta”. “Más todavía –añade- las guerras de religión. Francisco, y otros muchos cristianos como él, nos recuerdan que la profunda relación con Dios lleva a reconocer a los demás”.

Y concluye afirmando la plena actualidad del Poverello: “El 'espíritu de Asís' nos lleva a asumir las actitudes de Francisco expresadas en la llamada 'Oración de la paz'. La lógica y el espíritu de Asís consisten en 'poner amor donde haya odio, perdón donde haya rencor, y unión donde haya discordia, paz donde haya guerra'”.

Por Nieves San Martín

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Un tren hacia la paz
Benedicto XVI en el encuentro interreligioso de Asís
Por Pablo Blanco Sarto*

A diferencia de aquella vieja locomotora que le llevó a Juan XXII (los tiempos han cambiado), el tren que conducirá a Benedicto XVI a Asís este jueves, en peregrinación para pedir por la paz, será un modelo italiano de tren de alta velocidad. Joseph Ratzinger volverá a Asís, veinticinco años después del encuentro interreligioso de oración por la paz convocado por Karol Wojtyla. En 1986 la reunión recibió diversas críticas, incluso dentro de la curia romana: «¿No se abre así el camino al indiferentismo y al relativismo religioso?», era la pregunta de algunos. ¿Y hoy? ¿Por qué Benedicto XVI iba ahora a Asís? ¿Por qué volvía a tomar ese tren?

Un tren hacia la paz, de eso se trataba, había dicho Juan Pablo II. El historiador Giovanni Maria Vian, director de L' Osservatore Romano afirmaba al valorar el evento: “Asís es un evento simbólico, que sin embargo dio lugar a interpretaciones equivocadas y aclaradas con la declaración Dominus Iesus, del 2000. Y en el 2002 fue el cardenal Ratzinger quien acompañó al papa [Juan Pablo II] a la ciudad de san Francisco. El 20 de abril de 2005, al día siguiente de la elección, Benedicto XVI pidió 'un diálogo abierto y sincero' con las otras culturas y religiones”. Van pues a lo mismo.

Los encuentros en Asís tienen su historia. “En 1986 el mundo estaba bajo la amenaza de una guerra nuclear. El papa Wojtyla quiso mostrar que las religiones son factores de paz, no de división y de odio. Y rezó por la paz. En enero de 2002, cuatro meses después de los atentados americanos [del 11 de septiembre], convocó otra reunión para demostrar que el nombre sagrado de Dios no puede ser instrumentalizado para justificar odio y violencia. Ahora, su sucesor, el gran papa-teólogo, va a repetir el mismo gesto, y nos indica la necesidad de rezar más por la paz en un mundo donde aumenta la violencia en general, y la violencia contra los cristianos en particular”. “Cristo es nuestra paz”, era el lema. No se puede matar en nombre de Dios: es una locura y una gran contradicción.

En el acto participarán también Bartolomé I, patriarca de Constantinopla, el primado anglicano Rowan Williams, Olav Tveit del Consejo Mundial de Iglesias, entre otros muchos representantes de todas religiones del mundo. A ellos se unen algunos representantes de los no-creyentes, entre los que destaca Julia Kristeva, lingüista, escritora y psicoanalista. Como indicó el español monseñor Sánchez de Toca, por primera vez el papa ha invitado a personas no creyentes a un encuentro religioso, porque “está convencido –y ésta es la base de esta decisión innovadora– de que el ser humano, creyente o no, está siempre en búsqueda de Dios”.

El papa alemán envió una carta personal el pasado 4 de marzo al pastor luterano, el profesor Peter Beyerhaus, antiguo colega suyo en Tubinga, quien en febrero pasado le había enviado una carta en la que manifestaba su perplejidad sobre el riesgo sincretista de una nueva convocatoria de la jornada de Asís. En ella preguntaba a Benedicto XVI cuáles eran sus intenciones para participar en la misma. “Comprendo muy bien –le escribía Benedicto XVI– su preocupación respecto a mi participación en el encuentro de Asís. Pero esta conmemoración debía ser celebrada de todos modos y, después de todo, me parecía lo mejor ir allí personalmente para poder intentar de esta manera determinar la dirección”.

¿Qué dirección? Es posible que, sobre todo en 1986, se dieron gestos que llevaron a ciertos equívocos, pero desde entonces ha llovido mucho: entre otras cosas, el llamado “pluralismo religioso” (más relativista que pluralista) y la declaración Dominus Iesus, que toma su título de la exultante y decidida afirmación de san Pablo: “¡Jesús es el Señor!” (Flp 5,21), el Hijo de Dios y, por tanto, el Salvador. Todos nos salvamos en Cristo, también un musulmán, un budista o un testigo de Jehová. Frente a los posibles miedos por un posible relativismo religioso, tal vez sea una ocasión de confiar una vez más en el papa-teólogo. “Sería mejor de todos modos –presagiaba un corresponsal francés– prestar atención a la cosecha de Asís 2011. Un vino de este tipo, refinado por la maduración del tiempo puede sorprender”.

[*Universidad de Navarra. Autor de Benedicto XVI, el papa alemán]


 

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La prensa mundial pendiente de Asís
 
Por Paul De Maeyer

ROMA, jueves 27 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- Hoy, jueves 27 de octubre, el papa Benedicto XVI llegó a Asís para la “Jornada de reflexión, diálogo y oración por la paz y la justicia en el mundo”, que el mismo Pontífice anunció por sorpresa hace casi un año, el pasado 1 de enero.

El nuevo evento --ya bautizado como “Asís III”- que sucede 25 años después del primer gran encuentro interreligioso promovido por Juan Pablo II en la ciudad de San Francisco (el 27 de octubre de 1986) y casi diez años después del que tuvo lugar, siempre en Asís, en enero de 2002, está suscitando diversas reacciones en la prensa internacional, en particular en la alemana.

Como afirma Guido Horst en la Tagespost (24 de octubre), con su gesto el papa Ratzinger quiere destacar que la iniciativa de su predecesor es “demasiado importante” para dejarla en manos de los movimientos. “Veinticinco años después de la primera cumbre en la ciudad de San Francisco, el papa Benedicto XVI quiere dejar su huella en el 'espíritu de Asís' y no dejar este deber a la Comunidad de San Egidio”, sostiene. “Lo hará --continúa el autor- al estilo de Joseph Ratzinger, más tranquilo y reflexivo que con grandes palabras”.

El encuentro es, de hecho, distinto del que se desarrolló en 1986, que según los críticos --lefebvrianos a la cabeza- fue un desliz hacia el sincretismo. Esta vez los representantes de las distintas religiones no rezarán juntos, evitando de este modo inútiles polémicas.

Otro acento que pone Benedicto XVI es la elección de invitar a Asís también a exponentes ateos o agnósticos, demostrando de este modo --así afirma Horst- “que la búsqueda de la verdad y del bien no sólo es un privilegio de las religiones, sino que pertenece a 'todos los hombres de buena voluntad'”.

Para Norbert Sommer, en la web Deutschlandradio (22 de octubre), sólo este sería el único elemento “verdaderamente digno de mención” del nuevo encuentro. Para el autor, de la idea original de Juan Pablo II no ha quedado mucho. El ataque de los lefebvrianos y de otros grupos conservadores contra el presunto “horror interreligioso” de Asís parece haber surtido efecto. Según Sommer, Asís III es una oportunidad perdida. No habrá oración en común, “sólo llamamientos a la paz”. Por esto --concluye-, Asís III “es una prueba de incapacidad, una capitulación, un evento que sirve de excusa, sin gran importancia”.

Distinta es la opinión de Johannes Schidelko, de la agencia de prensa católica KNA (19 de octubre). Como destaca el autor, casi 300 delegados de distintas confesiones cristianas y religiones, es decir casi el doble de hace 25 años, han confirmado su presencia en Asís, un dato que “oscurece” el primer encuentro histórico de 1986. Participan por ejemplo el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I. También el patriarcado de Moscú está representado por el metropolita Alejandro de Kazakstán, confirmando las buenas relaciones que existen entre Moscú y el papa Benedicto XVI.

A pesar del “arrebato” del número uno del mundo suní, el jeque Mohammed Ahmed al-Tayeb, imán de la universidad de Al-Azhar, que rechazó la invitación, el número de representantes musulmanes superó hoy el de 1986. Entre ellos hay delegados chiíes, provenientes de Irán y del Líbano.

Para Schidelko, el mundo ha cambiado desde el primer encuentro. Mientras que la Unión Soviética y el Bloque Oriental ya no existen, influyen sobre el clima interreligioso sucesos como los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, la invasión de Irak en 2003 y la llamada “Primavera Árabe”, que desde hace casi un año está sacudiendo el mundo árabe. Además han quedado sin resolver grandes problemas como el hambre en el mundo y la pobreza. Y por si no fuera suficiente, está la crisis económica y financiera...

“Motivo suficiente para Benedicto XVI para invitar a las religiones del mundo y a los agnósticos abiertos al diálogo a un nuevo encuentro por la paz”, escribe Schidelko. El objetivo es “rechazar el fanatismo y el fundamentalismo, además de promover una colaboración a favor de condiciones de vida más equitativas”.

Para John Tavis, del Catholic News Service (18 de octubre), con Asís III el papa Ratzinger confirma claramente el compromiso ecuménico e interreligioso de su predecesor, el beato Juan Pablo II. Pero al mismo tiempo, el pontífice alemán ha sabido imprimir su propia marca en el evento, dando “menos pábulo a las malinterpretaciones”. También para Tavis, la novedad más grande es la invitación dirigida a los exponentes ateos o agnósticos, un movimiento que se lee con el trasfondo de otra iniciativa vaticana, “el Atrio de los Gentiles”, la estructura de diálogo entre los creyentes y los no creyentes impulsada por el Consejo Pontificio de la Cultura.

Según Tavis, esta apuesta parece reflejar una prioridad del papa Benedicto XVI. Como recuerda el autor, durante su reciente viaje a Alemania, Joseph Ratzinger sorprendió a muchos afirmando que los agnósticos que luchan en la cuestión sobre Dios están más cerca del Reino de los Cielos que los católicos “de rutina”.

Un enfoque distinto presenta el editorial firmado por Aymeric Pourbaix para la revista Famille Chrétienne (19 de octubre). La Iglesia Católica parece ser la única institución capaz de impulsar una iniciativa como la de Asís III, aunque el cristianismo es hoy la religión más perseguida en el mundo. Esta paradoja --continúa diciendo el autor- “revela lo que es verdaderamente la paz cristiana”.

La verdadera paz --prosigue el editorial- no es “como la da el mundo” (Jn 14,27), es decir no existe sólo en la ausencia de guerra, sino que es la paz que emana de los innumerables santos celebrados el día de Todos los Santos, entre los que está también san Francisco de Asís. “La verdadera paz --concluye Pourbaix – es por tanto la santidad; no hay otro camino para los cristianos, y es el de la paz de la que el Papa se hace mensajero en Asís”.

[Traducción del italiano por Carmen Álvarez]

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Santa Sede


Nuevo eparca católico de Sambir-Drohobych de los ucranianos
 
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 27 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- Su beatitud Sviatoslav Shevchuk, arzobispo mayor de Kyiv-Halich, con el consenso del Sínodo Permanente, reunido en Curitiba, Brasil, el 10 de septiembre de 2011, y habiendo informado a la Sede Apostólica, ha aceptado la renuncia del gobierno pastoral de la eparquía de Sambir-Drohobych de los ucranianos, Ucrania, presentada por monseñor Julian Voronovsky, MSU, en conformidad con el canon 210 § 1 del Código de los Cánones de las Iglesias Orientales.

En el oficio de obispo eparquial de Sambir-Drohobych de los ucranianos, le sucede el obispo coadjutor Jaroslav Pryriz, C.SS.R.

Monseñor Jaroslav Pryriz, C.SS.R., nació el 30 de marzo de 1963 en Lastivka, eparquía de Sambir-Drohobych de los ucranianos, región de Lviv, Ucrania.

Ordenado sacerdote el 13 de diciembre de 1988, en 1993 entró en la congregación de los Padres Redentoristas. Realizó los primeros votos en 1994. Del 1991 al 1997, con alguna interrupción, estudió en el Instituto Pontificio Oriental en Roma, donde se licenció en Ciencias Eclesiásticas Orientales.

Desarrolló el servicio pastoral en diversas parroquias de la eparquía de Sambir-Drohobych. Del 1997 al 2001 fue prefecto de los estudios en el Instituto de los Padres Redentoristas en Lviv y después fue rector del mismo.

Del 2005 al 2006 fue protosyncellus de la eparquía de Sambir-Drohobych. El 2 marzo 2006 fue elegido para la Iglesia titular de Auzia y obispo auxiliar de la misma circunscripción eclesiástica, recibiendo la ordenación episcopal el 29 de abril del mismo año. El 21 de abril fue promovido a obispo coadjutor de la misma eparquía.

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México: Nombrado obispo de Nuevo Casas Grandes
 
CIUDAD DEL VATICANO, jueves 27 de octubre de 2011 (ZENIT.org).- El papa Benedicto XVI ha nombrado obispo de Nuevo Casas Grandes, México, a monseñor Jesús José Herrera Quiñonez, del clero de la diócesis de Mexicali.

Monseñor Jesús José Herrera Quiñonez nació en Mexicali, el 20 de diciembre de 1961. Realizó estudios filosóficos y teológicos en el seminario mayor de Morelia y en el de Tijuana. En 1997, se licenció en Teología del Matrimonio y de la Familia en el Instituto Pontificio Juan Pablo II de Roma.

Fue ordenado sacerdote el 20 de diciembre de 1987, con incardinación en la diócesis de Mexicali.

Como sacerdote, realizó los siguientes ministerios: vicario parroquial, párroco, párroco de la parroquia de Santa Teresa del Niño Jesús, y asistente diocesano del Movimiento Familiar Cristiano.

Actualmente es párroco de la parroquia del Perpetuo Socorro en Mexicali, secretario canciller de la curia diocesana, y encargado diocesano del Diezmo.

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De la Otra Memoria


¿Quién salvó al comendador? Fuenteovejuna, señor
Pero ocurrió en Madrid y en 1936
Por José Andrés-Gallego

MADRID, jueves 27 octubre 2011 (ZENIT.org).- De nuevo en De la otra memoria, el historiador José Andrés-Gallego ofrece una historia de humanidad en medio de la barbarie que se desencadena en los conflictos armados. El buen hacer de un sacerdote educador y caritativo en la guerra de España de 1936-39 le salvó la vida porque antes se había ganado el respeto y la estimación de sus vecinos.

*****

El artículo anterior (“Sagunto y la frustración del mal absoluto”) ha tenido cierta repercusión y estoy a la espera de comprobar los datos que me piden. Mientras tanto, copio (del otro bando) y esta vez cito nombres y apellidos, puesto que así me lo permite quien ha incluido el relato en el blog (joseandresgallego.wordpress.com):

“El que suscribe, Enrique Berenguer León, nació en Madrid el 8 de agosto de 1938. Mis padres vivían aquellos días de guerra en el primer piso de la calle Narváez 19 y mi madre, Antonia León Crespo, me dio a luz en la habitación que hace el chaflán con la calle Duque de Sesto (el edificio está tal cual actualmente). Vivían también en aquel piso el sacerdote diocesano don Fernando Palatín Martínez, tutor de la familia de mi madre, huérfana de padre desde muy joven, mi padre, don Enrique Berenguer Pérez y mis hermanos mayores, Daniel y Fernando.

“El reverendo don Fernando había trasladado a sus pupilos (mi abuela, y sus hijos: una chica –mi madre– y dos adolescentes varones -mis tíos-) desde Sevilla (ciudad natal de todos ellos) a Madrid, donde fundó un colegio titulado “Sagrado Corazón de Jesús”, para niños y niñas, como medio de subsistencia de toda la familia. La fecha no la sé, pero, unos años después, el 24 de septiembre de 1931 contrajeron matrimonio canónico y civil mis padres. (El tiempo de noviazgo tampoco lo sé, pero creo que fue breve; ambos tenían 29 años el día de la boda).

“El 18 de julio de 1936 vivían todos en el colegio, que constaba de dos chalets comunicados interiormente, con tres pisos cada uno, en la misma calle Narváez, pero el nº 18 (frente por frente a mi casa natal). Tras la inevitable incautación del colegio por la FAI, los anarquistas instalaron allí un “Ateneo Libertario”. Mi madre me contó el sufrimiento de la familia al ver cómo, en los primeros días, tiraron por las ventanas los pupitres y los enseres de las clases.

“Conocí de sobra a don Fernando Palatín (murió en el colegio restaurado, cuando yo tenía nueves años, en 1947), y recuerdo que años más tarde me vino la pregunta que no podía faltar. Tras oír relatos de tantos asesinatos de sacerdotes, pregunté a mi madre: Mamá, ¿cómo es que no mataron a Don Fernando? Mi madre me dijo:

“Sí, al principio de la guerra se presentaron en el portal del edificio unos cuantos milicianos armados y desde el pie de la escalera (no debían conocer el piso en que vivía mi familia) empezaron a gritar: ¡Que baje don Fernando, que baje don Fernando!
Y ocurrió lo inesperado. Empezaron a abrirse las puertas de los vecinos de al lado y de arriba y las amas de casa, con gran entereza, contestaron con voces y con tono similar: ¡De ninguna manera, a don Fernando no se lo llevan ustedes!

“Mi madre me aclaró que, como director del colegio, había facilitado económicamente el acceso a la enseñanza a familias con carencias de recursos. Cosa que era conocida en el barrio y envalentonó a las mujeres del edificio a salir en su defensa.

“Mi madre me dijo que los milicianos se fueron. Y lo que es más admirable no volvieron más, estando los edificios de mi casa y el del Ateneo [Libertario] frente por frente”.

“Me parece es un “Testimonio de Bondad” en el que se reconoció la generosa atención de aquel sacerdote para con los pobres, no solo por las valientes vecinas, sino también por los mismos milicianos”.

Por la copia, José Andrés-Gallego

blog: joseandresgallego.wordpress.com.

www.joseandresgallego.com.

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