27.10.11

Benedicto XVI: la clave son los “agnósticos”

A las 8:05 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Iglesia Universal
 

Benedicto XVI es, ante todo, un intelectual. Por ello no es casualidad que los pasajes fundamentales de su pontificado estén vinculados a algunos de sus discursos. Hoy el Papa escribió uno de esos capítulos que quedarán grabados en la historia de la Iglesia, con una magistral lección ante 300 líderes espirituales del mundo en la Jornada por la Paz de Asís. Un mensaje que destrozó los lugares comunes sobre el diálogo entre las religiones y dejó en claro una cosa: la clave son los “agnósticos”.

Por múltiples razones debe considerarse como histórico el discurso pronunciado por Joseph Ratzinger en la Basílica de San María de los Ángeles la mañana de este jueves 27 de octubre (y que puede leerse completo aquí). Ante todo por el reconocimiento público de la vergüenza que ha significado para los cristianos el abuso de los principios de su religión para justificar la violencia a lo largo de la historia. Un gesto simbólico y necesario.

Pero este “mea culpa” surgió de un análisis más extenso sobre la violencia en la actualidad, manifestada en dos categorías: el fundamentalismo religioso, que usa a Dios para justificar la fuerza, y el fanatismo ateo, que busca desaparecerlo de la faz de la tierra. ¿Cómo afrontar estas deformaciones? Hasta ahora se pensaba que el diálogo entre las religiones bastaba, como lo atestiguan los encuentros de Asís en 1986, 1993 y 2002.

El Papa hoy demostró que no y, al hacerlo, cambió las reglas del juego. ¿Cómo lo hizo? Con una simple pregunta: ¿Qué ha pasado con la causa de la paz en los últimos 25 años, desde el primer encuentro interreligioso en la ciudad del santo Francisco con Karol Wojtyla? La respuesta no dejó margen a la especulación: la discordia se ha convertido en moneda corriente.

Si durante cinco lustros los líderes religiosos han hablado y hablado sin llegar a resultados concretos, es hora de dar un golpe de timón. Para Benedicto XVI ese cambio de ruta está relacionado con introducir un nuevo elemento en la ecuación: los “agnósticos” de buena voluntad. Los “no creyentes” que buscan a Dios y, al mismo tiempo, exigen congruencia a quienes sí viven la fe.

En la búsqueda de la paz ellos no esperan un sincretismo religioso sino todo lo contrario. Aguardan un debate sobre los valores verdaderamente humanos, cada uno desde su propia identidad.

En estos términos Asís dejó de ser un encuentro “interreligioso” para transformarse en una jornada en búsqueda de la verdad, que responda a las aspiraciones de la entera familia humana. He aquí la verdadera novedad. Por eso resulta fundamental releer el pasaje del discurso del pontífice donde se refiere a los “no creyentes”. Ahí se juega la partida.

JUNTOS EN EL CAMINO HACIA LA VERDAD
Benedicto XVI / Asís, 27 de octubre de 2011

La ausencia de Dios lleva al decaimiento del hombre y del humanismo. Pero, ¿dónde está Dios? ¿Lo conocemos y lo podemos mostrar de nuevo a la humanidad para fundar una verdadera paz?

He dicho que hay una concepción y un uso de la religión por la que esta se convierte en fuente de violencia, mientras que la orientación del hombre hacia Dios, vivido rectamente, es una fuerza de paz. En este contexto me he referido a la necesidad del diálogo, y he hablado de la purificación, siempre necesaria, de la religión vivida. Por otro lado, he afirmado que la negación de Dios corrompe al hombre, le priva de medidas y le lleva a la violencia.

Junto a estas dos formas de religión y anti-religión, existe también en el mundo en expansión del agnosticismo otra orientación de fondo: personas a las que no les ha sido dado el don de poder creer y que, sin embargo, buscan la verdad, están en la búsqueda de Dios.

Personas como éstas no afirman simplemente: “No existe ningún Dios”. Sufren a causa de su ausencia y, buscando lo auténtico y lo bueno, están interiormente en camino hacia Él. Son “peregrinos de la verdad, peregrinos de la paz”. Plantean preguntas tanto a una como a la otra parte. Despojan a los ateos combativos de su falsa certeza, con la cual pretenden saber que no hay un Dios, y los invitan a que, en vez de polémicos, se conviertan en personas en búsqueda, que no pierden la esperanza de que la verdad exista y que nosotros podemos y debemos vivir en función de ella.

Pero también llaman en causa a los seguidores de las religiones, para que no consideren a Dios como una propiedad que les pertenece a ellos hasta el punto de sentirse autorizados a la violencia respecto a los demás. Estas personas buscan la verdad, buscan al verdadero Dios, cuya imagen en las religiones, por el modo en que muchas veces se practican, queda frecuentemente oculta.

Que ellos no logren encontrar a Dios, depende también de los creyentes, con su imagen reducida o deformada de Dios. Así, su lucha interior y su interrogarse es también una llamada a los creyentes a purificar su propia fe, para que Dios – el verdadero Dios – se haga accesible.

Por eso he invitado de propósito a representantes de este tercer grupo a nuestro encuentro en Asís, que no sólo reúne representantes de instituciones religiosas. Se trata más bien del estar juntos en camino hacia la verdad, del compromiso decidido por la dignidad del hombre y de hacerse cargo en común de la causa de la paz, contra toda especie de violencia destructora del derecho.