29.10.11

El estilo cristiano

A las 3:30 PM, por Guillermo Juan Morado
Categorías : General

 

Homilía para el Domingo XXXI del TO (Ciclo A)

Estableciendo un contraste polémico con los escribas y los fariseos, Jesús perfila el estilo de vida de los cristianos, su manera de comportarse. No cuestiona el Señor la autoridad doctrinal de aquellos que ocupan “la cátedra de Moisés” y que, por sus conocimientos, interpretan la Ley dada por Dios a Israel: “haced y cumplid todo lo que os digan”, advierte (Mt 23,3). Sin embargo, esos maestros no son dignos de imitación, pues sus palabras no corresponden con sus obras: “no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen”.

¿En qué aspectos daban mal ejemplo los escribas y los fariseos? El evangelio señala tres razones: imponen cargas pesadas con sus complicadas interpretaciones de la Ley, todo lo que hacen es para que los vea la gente y buscan por encima de cualquier otra cosa el prestigio, el reconocimiento social (cf Mt 23,4-7). Estos tres motivos pueden estar también presentes en nuestras vidas, ya que la tentación de decir y no hacer, la tentación de la incoherencia, puede acecharnos también a nosotros.

Imponemos cargas pesadas a los demás cuando somos muy exigentes con ellos, sin dispensarles nada. Y muchas veces esa exigencia extrema en relación con los otros va acompañada de una alta condescendencia con nosotros mismos. No es esta la actitud de Jesús, que nos ofrece un yugo llevadero y una carga ligera (cf Mt 11,30) y que se muestra siempre dispuesto a socorrer al que lo necesita, tomando sobre sí nuestras dolencias y cargando con nuestras enfermedades (cf Mt 8,17).

El segundo reproche tiene que ver con el afán de ser vistos. Este impulso lleva a no hacer el bien para agradar a Dios y para ayudar a las personas, sino para mantener una imagen impecable ante la gente, ufanándose de las buenas obras. Frente a ello, Jesús nos pide que al orar, al ayunar o al dar limosna, no busquemos como recompensa el halago personal, sino únicamente el cumplimiento de la voluntad divina (cf Mt 6,1-7). No se trata de ocultar las buenas obras, sino de dar un testimonio veraz que no esté mediatizado por la vanidad.

Igualmente el Señor nos previene frente al deseo inmoderado de prestigio público. No critica que los escribas y fariseos ocupasen los primeros puestos, o los asientos de honor o que la gente les llamase “rabbí”. Esas deferencias en el trato les correspondían por su posición, pero en lugar de aceptarlas con humildad las deseaban, complaciéndose en ellas. Como comenta el Pseudo-Crisóstomo: “Hay muchos que siendo soberbios se colocan en los últimos sitios, y por el orgullo de su corazón, les parece que se sientan a la cabeza de los demás, y también hay muchos humildes, que aun cuando se sientan en los primeros puestos, están convencidos en sus conciencias que deben ocupar los últimos puestos”.

El estilo que Jesús quiere para nosotros es muy diferente. Nos pide que nos sintamos discípulos, hermanos y servidores de todos. Él, que es el Maestro, es también el modelo ejemplar, pues “no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos” (Mt 20,28). Así lo comprendió San Pablo, que supo respaldar el anuncio del Evangelio con el testimonio de su propia entrega personal (cf 1 Tes 2-13).

Guillermo Juan Morado.