31.10.11

 

Creo que no hay nadie en España, salvo los inmigrantes que hayan llegado recientemente, que no conozca quién es el “Padre Apeles". Es un sacerdote que estuvo en la cresta de la ola de la telebasura hace unos años. Vestido siempre de clergyman, le pudimos ver participando en todo tipo de programas de eso que se conoce como prensa del corazón y que es más bien la prensa del adulterio y la fornicación.

A decir verdad, no recuerdo que el P. Apeles dijera nada contrario al magisterio de la Iglesia. Al contrario, daba una imagen bastante conservadora en su discurso cuando participaba en debates interesantes, lo cual chocaba con la ligereza y el esnobismo de su comportamiento.

Lo cierto es que este sacerdote es hoy un “juguete roto". Su entrevista en La Noria de este fin de semana ha servido para constatar que está al borde del abismo. Y desde luego, si alguien piensa que desde ese mundillo de la telebasura va a salir ayuda hacia él, que se olvide. Si acaso, le darán el último empujón para que se despeñe hacia la sima tenebrosa.

Lo fácil, en estos momentos, es cebarse con el P. Apeles. Podemos decir que es un ejemplo más de lo que ocurre cuando un sacerdote se dedica más a fomentar el culto a su persona, o a alimentar su ego, que a ser un espejo de Cristo. Tenemos tantos ejemplos recientes de ello (Cutié, Korapi…), que no es necesario insistir en el tema.

Pero no quiero acabar este post sin un toque de esperanza. El P. Apeles está hundido en la miseria. “Estoy medicado, tratado por los médicos, y bebo para olvidarme de los problemas del mundo y todo eso“, dice. Pues bien, sin descartar la ayuda médica, el verdadero remedio para su situación es la conversión. El mismo Cristo a quien un día se comprometió a servir puede sacarle del pozo y devolverle a la vida. La gracia de Dios es más poderosa que todos sus pecados.

Yo quiero volver a ver una sola vez más al P. Apeles en televisión. Sería para dar testimonio de que se ha dejado salvar por Dios, que ha renunciado al pecado en su vida y que dedicará todo lo que le reste de existencia en este mundo a, asistido por la gracia, ser un buen sacerdote, a ser posible anónimo.

No me cabe la menor duda de que la Iglesia está dispuesta a acogerle como madre. Y que son muchos sus hermanos en el sacerdocio que querrán ayudarle. No es hora de dejarle tirado. Es hora de ofrecerle nuestras oraciones y nuestro apoyo. El pasado, pasado es. Lo que importa es que un sacerdote de Cristo no acabe en el infierno.

P. Apeles, no se rinda. No es tarde para volver la vista al Redentor. No es tarde para su conversión. Hoy puede ser el día de su salvación.

Luis Fernando Pérez Bustamante