31.10.11

Lutero clavó un clavito, pero qué clavito clavó…

A las 11:59 AM, por Juanjo Romero
Categorías : Mythbuster

Lutero clavando las 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittemberg

 

El 31 de octubre de 1517 un joven monje agustino llamado Martín Lutero clavó en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg «Noventa y cinco tesis sobre las indulgencias». Aunque su intención era someter a discusión el texto de acuerdo con la práctica académica de la época, la acción fue interpretada como un desafío a la jerarquía eclesiástica.

  • Ni fueron 95, el manuscrito no llevaba numeración y la primera que se hizo fue inconsistente [1]
  • Ni fueron tesis: alguna hay, otras son oraciones, ironías… [2]
  • Ni siguieron la práctica académica de la época[3]: las tenía que colgar el bedel en varias sedes [4]
  • Ni el 31 de octubre clavó nada en la puerta de iglesia alguna.

Este cúmulo de lugares comunes pertenece a la contraportada del libro de un famoso radiotelepredicador español que se arroga la misión de culturizar al españolito medio. A su favor está que esta vez no dice que las tesis estaban ya impresas y nos ahorra la presencia de Juan Agrícola al medio día [5]. Lógicamente la portada del libro son las «puertas de la Iglesia del Palacio de Wittenberg »

La historieta, símbolo y motivo de que el 31 de octubre se celebre el «Día de la Reforma» no es atribuible a Lutero, y desde la publicación en los 60 de las biografías del alemán por Iserloh y Honselmann –recogidos en español por R. G. Villoslada– no la mantienen ni siquiera los luteranos medianamente leídos.

Quizá lo más exacto, pero menos romántico, sea decir que el 31 de octubre de 1517 fray Martin Lutero envió una carta al arzobispo de Maguncia protestando por la predicación de Tetzel. Eso sí que lo confirma Lutero. No deja de ser curioso que un personaje tan dado a contar batallitas no mencionase en ninguno de sus escritos un suceso tan trascendente como la afixión pública de las tesis en la ‘Schlosskirche‘ de Wittenberg.

El mito tiene su origen en en el prefacio que escribió Philipp Melanchthon para el segundo volumen de las obras completas en 1546, ya muerto Lutero. Parece ser que Melanchton fue una buena persona, pero es un mediocre teólogo y un pésimo historiador. Desde luego no se distingue por su ‘exactitud’ a la hora de referir detalles de la vida de Lutero [6].

Melanchton no pudo ser testigo del hecho, porque en 1517 estaba en Maguncia. Se desconocen los motivos de la ‘invención’, quizá se le fue la mano, e interpretó la intención de Lutero de discutir el asunto como una disputa oral, y no lo que probablemente fue: una disputa escrita.

Llama la atención que ninguno de los cronistas contemporáneos mencionase un hecho tan relevante:

  • ni el historiador Juan Carion (1499‑1537), amigo de Melanthon;
  • ni Jorge Spalatino, cuyos Anales, perfectísimamente informados, llegan hasta 1525;
  • ni F. Myconius (1490‑1546), autor de una Historia reformationis;
  • ni C. Scheurl, que trató del caso en su Libro histórico de la cristiandad de 1511 a 1521, y que tantas noticias nos dejó en su epistolario;
  • ni Emser,
  • ni Cocleo,
  • ni Kilian Leib,
  • ni ninguno de los controversistas;
  • ni el documentado historiador J. Sleidan, que dio comienzo a su gran obra, De statu religionis commentarii, antes de 1545[7]

Para contextualizar la situación conviene recordar tal como lo cuenta R. G. Villoslada:

que la iglesia del castillo ducal de Wittenberg, enriquecida por Federico el Sabio con infinitas reliquias de mártires, confesores, vírgenes, patriarcas, profetas, etc., estaba dedicada a Todos los Santos, y por eso celebraba el 1 de noviembre su fiesta titular, que empezaba con las vísperas solemnes el día 31 de octubre. Al toque festivo de las campanas, el pueblo en masa acudía a venerar a los santos en sus reliquias, a confesarse –en aquella ocasión, el número ordinario de ocho confesores se multiplicaba– , a oír misa y comulgar y a ganar las innumerables indulgencias papales condicionadas a aquellos actos de culto. La indulgencia plenaria de la Porciúncula (como en Asís) se podía ganar desde el 30 de octubre hasta el 1 de noviembre inclusive.

Toda la población de Wittenberg entraba en aquel templo con ansia de ganar indulgencias. En la hipótesis de que Lutero hubiera fijado allí sus tesis contrarias a las indulgencias, el escándalo hubiese sido ruidoso, y el hecho audaz se hubiera grabado imborrablemente en la memoria de todos. ¿Por que nadie lo recordó nunca?

Respecto a lo que podríamos llamar «argumentos internos» del propio Lutero tampoco parece que desease clavar nada en ningún sitio. Veamos:

  • 11 de noviembre de 1517: Recién redactadas «las tesis» no quiso comunicárselas ni a sus amigos. Es probable que al primero que se lo enviase fuese a Fr. Juan Lang, de Erfurt. «Otra vez te envío paradojas… Lo único que deseo saber de ti y de esos tus teólogos es vuestro parecer sobre estas conclusiones» (las «paradojas» eran tesis contra la teología escolástica que había escrito en septiembre de ese año). Si le pide que le señale errores es que no las ha publicado todavía
  • «Después de la fiesta de Todos los Santos», en día indeterminado Lutero viaja a Kemberg, 13 kilómetros de Wittenberg, durante el cual –lo refiere él mismo en una charla de sobremesa– comunicó a su amigo Jerónimo Schurff su propósito de escribir «contra los crasos errores de las indulgencias». Asustado el Dr. Schurff, exclamó: «¿Pretendéis escribir contra el papa? ¿Qué queréis decir? Eso no lo sufrirá nadie». Clara señal de que en Wittenberg no habían sido publicadas las 95 tesis.
  • 15 febrero 1518: Algún rumor llegó al príncipe Federico y de sus consejeros. Uno de ellos, Jorge Spalatino, escribió a Lutero en noviembre, manifestándole la extrañeza de que ninguno de los cortesanos tuviese noticia de tales tesis, a lo cual respondió Lutero: «No quise que llegaran a oídos de nuestro príncipe ni de alguno de sus cortesanos antes que a los (obispos) que podían creerse criticados en ellas». Sigue siendo raro que ni Federico ni sus cortesanos conociesen el asunto si «habían sido clavadas»
  • En noviembre del año siguiente volverá a excusarse con el príncipe, explicándole por qué los primeros a quienes informó de lo que planeaba fueron el arzobispo de Maguncia-Magdeburgo y el obispo de Brandeburgo. Hubiera sido poco correcto anunciar y divulgar las tesis sobre las indulgencias, cuyo texto había sido enviado a dichas autoridades eclesiásticas, antes de tener la respuesta de las mismas.
  • Parece que hay que creer a Lutero cuando repite una y otra vez que no deseaba se divulgasen por el momento aquellas tesis. Y si esto es así, ¿cómo las iba a fijar en la puerta de un templo concurridísimo, en el día de mayor afluencia de gentes venidas de todas partes?

Así que desconfíen de cualquier libro, artículo, película que intente «acercarnos al verdadero Lutero», «destruir mitos acerca de Lutero», «mostrar la auténtica cara del Reformador» y que lleven en su portada las puertas de iglesia del castillo de Wittenberg. No serán más que malos remedos de Melanchton: quizá buenas personas, malos teólogos y pésimos historiadores o novelistas.

No deja de tener su gracia que «los protestantes» celebren una tradición..

 


Notas

[1] El manuscrito no llevaba numeración alguna. La numeración –muy mal hecha por cierto– no se debe al autor, sino a los primeros tipógrafos, que a fines de 1517 las imprimieron casi contemporáneamente en Nuremberg (A), en Lelpzig (B) y en Basilea (C ) conforme a copias manuscritas suministradas no por Lutero, sino por alguno de sus amigos. La edición de Leipzig tiene una numeración desatinada: divide alguna proposición en dos números o junta dos tesis en una; después de una serie de 26 números, sigue otra, partiendo del número 17 hasta el 87. Las de Nuremberg y Basilea distribuyen las tesis en cuatro series sucesivas: tres de 25 números cada una, y la cuarta de 20; en total, 95 tesis, no muy lógicamente divididas. (Cf. R. G. Villoslada, Martín Lutero, 2ª Ed., BAC, Madrid (1976) pp. 319-351).

[2] ¿Quién llamará tesis a las simples interrogaciones retóricas, como son las de los números 82‑89, 92 Y 93? (Cf. Op. Cit.)

[3] En caso que Fr. Martín hubiera querido tener una disputa de las habituales en la Universidad, no hubiera encontrado dificultad alguna. No el profesor, sino el bedel, por orden del decano, hubiera fijado las tesis a las puertas de la Schlosskirche y de la parroquia (acaso también en las iglesias de los conventos de franciscanos y agustinos), determinando el día de la disputatio, posiblemente también la hora y los nombres del arguyente, del defendiente y del maestro bajo cuya dirección se tendría la disputa. Sin más, hubieran concurrido puntualmente numerosos maestros, licenciados, bachilleres y estudiantes. A veces, cuando no se señalaba el lugar ni la hora, se ponía una frase como ésta: Loco et tempore statuendis. (Cf. Op. Cit.)

[4] Y no es que Lutero no supiese lo que son tesis y cuál era el procedimiento. Tenemos por ejemplo las del 4 de septiembre de 1517 (WA 1,224) que corresponden en la forma y en el fondo a tesis escolásticas. (Cf. Op. Cit.)

[5] Un testimonio tardío, que parece ser de Juan Agrícola (1494-1566) de Eisleben, estudiante de Wittenberg por aquellos días, solía aducirse en favor de la fijación de las tesis: «Proposuit Lutherus Wittenbergae, quae urbs est ad Albim sita, pro veteri scholarum more themata quaedam disputanda, me teste, quidem citra ullius hominis aut notam aut iniuriam». El me teste parecía un argumento contundente, pero es una lectura errada; en el códice manuscrito se lee modeste, como ha demostrado H. VOLZ, Erzbischof Albrecht von Mains und Martin Luthers 95 Thesen: Jahrb. d. Hess. kirchengesch. Vereinigung 13 (1962) 107-228 (p.227). (Cf. Op. Cit.)

[6] Con motivo del luteromanía de hace unos años se publicó el posible descubrimiento de una anotación del reformador George Rorer en vida de Lutero en el sentido de que habían sido clavadas. Pasado el tiempo no se ha confirmado la autoría. De todas formas no modifica la argumentación de Iserloh, Honselmann y R. G. Villoslada

[7] Cf. Op. Cit.