8.11.11

Darwin a juicio (2)

A las 12:19 PM, por Daniel Iglesias
Categorías : Existencia de Dios, Creación y Evolución, Libros
 

Comentario de: Phillip E. Johnson, Darwin on Trial, InterVarsity Press, Downers Grove – Illinois, 2010, 3rd edition; foreword by Michael Behe.

En el presente post comenzaré a presentar de forma resumida el excelente análisis que, en la segunda parte del Capítulo 2, Phillip Johnson hace de las cuatro formas diferentes en que los darwinistas consideran la selección natural: como una tautología, como un argumento deductivo, como una hipótesis científica y como una necesidad filosófica.

1. La selección natural como una tautología (cf. pp. 39-43)

Muchos darwinistas prominentes han presentado la selección natural como una tautología, una forma de decir lo mismo dos veces. Johnson ilustra este punto con citas de J. B. S. Haldane, Ernst Mayr, George Gaylord Simpson y C. H. Waddington. En su formulación tautológica, la teoría darwinista predice que los organismos más aptos producirán la mayor descendencia, y define los organismos más aptos como aquellos que producen la mayor descendencia. Por lo tanto, esa teoría se reduce a la tautología de que los organismos que dejan la mayor descendencia dejan la mayor descendencia.

Johnson dice que la cita de Waddington “merece ser preservada para la posteridad”: “La principal contribución de Darwin fue, por supuesto, la sugerencia de que la evolución puede ser explicada por la selección natural de variaciones aleatorias. La selección natural, que al principio fue considerada como si fuera una hipótesis que necesitaba una confirmación experimental u observacional, en una inspección más cercana resulta ser una tautología, una afirmación de una relación inevitable pero previamente no reconocida. Afirma que los individuos más aptos en una población (definidos como aquellos que dejan una mayor descendencia) dejarán una mayor descendencia. Este hecho de ningún modo reduce la magnitud del logro de Darwin; sólo después de que fue claramente formulado, los biólogos pudieron darse cuenta del enorme poder del principio como un arma de explicación.” (pp. 41-42).

Waddington escribió esto en un artículo presentado en un gran evento de la Universidad de Chicago en 1959, celebrando el 100º aniversario de la publicación de El origen de las especies. Johnson comenta: “Aparentemente, ninguna de las distinguidas autoridades presentes dijo a Waddington que una tautología no explica nada. Cuando quiero saber cómo un pez puede convertirse en un hombre, no soy iluminado si se me dice que los organismos que dejan la mayor descendencia son los que dejan la mayor descendencia.” (p. 42).

El famoso filósofo de la ciencia Karl Popper criticó duramente la formulación tautológica de la selección natural. Desde entonces, acusando el golpe, los darwinistas intentan no enunciarla, aunque a menudo continúan empleándola en la práctica.

 

2. La selección natural como un argumento deductivo (cf. pp. 43-44)

Algunos darwinistas (por ejemplo el paleontólogo Colin Patterson y el investigador del origen de la vida A. G. Cairns-Smith) han presentado la teoría darwinista en la forma de un argumento deductivo. Veamos cómo formula Patterson ese argumento:

• Todos los organismos deben reproducirse.
• Todos los organismos exhiben variaciones hereditarias.
• Las variaciones hereditarias difieren en su efecto sobre la reproducción.
• Por lo tanto, las variaciones con efectos favorables sobre la reproducción tendrán éxito, aquellas con efectos desfavorables fracasarán, y los organismos cambiarán.

El mismo Patterson observa que este argumento no es una explicación general de la evolución, sino que sólo establece que alguna selección natural ocurrirá. Pero en realidad el argumento ni siquiera prueba que los organismos cambiarán. El rango de variaciones hereditarias puede ser estrecho, y las variaciones que sobreviven pueden ser sólo suficientes para mantener la especie tal cual es. En cualquier población algunos individuos dejarán más descendencia que otros, incluso si la población no está cambiando o cuando se dirige directamente hacia la extinción.

Que el efecto principal de la selección natural pueda ser el de evitar que una especie cambie no es una mera posibilidad teórica. Como se ve en el Capítulo 4 del libro, la característica predominante de las especies fósiles es la stasis, o ausencia de cambio. Además, hay numerosas especies que son “fósiles vivientes”, puesto que son muy similares hoy a como eran hace millones de años.

3. La selección natural como una hipótesis científica (cf. pp. 45- 48)

Después de descartar dos simples falacias, corresponde examinar con mucho cuidado la formulación hipotética de la teoría darwinista. Nos encontramos aquí en el verdadero terreno de la ciencia. La mayoría de los científicos evolucionistas piensan que la selección natural darwinista es una hipótesis científica que ha sido tan completamente probada y confirmada por la evidencia que debería ser aceptada por todas las personas razonables como la explicación más adecuada de la evolución de las formas de vida complejas. Esto nos conduce a la cuestión crítica: ¿Qué evidencia confirma la hipótesis de que la selección natural (combinada con mutaciones) es un proceso evolutivo innovador, capaz de producir nuevos órganos y organismos y de explicar la diversidad de las formas de vida existentes?

En este punto Johnson cita los seis hechos que el famoso biólogo darwinista Douglas Futuyma menciona como evidencias que confirman el poder creativo de la selección natural:

• Las bacterias pueden desarrollar naturalmente una resistencia a los antibióticos; y los insectos pueden volverse resistente a los insecticidas.
• En una tormenta que ocurrió en 1898 en Massachussets, los gorriones de mayor tamaño sobrevivieron con mayor frecuencia que los más pequeños.
• Una sequía que ocurrió en 1977 en las Islas Galápagos causó una gran mortalidad en los pinzones de menor tamaño, de modo que al cabo de una generación el tamaño de estos pájaros (y especialmente de sus picos) creció apreciablemente.
• El alelo responsable de un tipo de anemia en poblaciones africanas está asociado también con la resistencia a la malaria. Las chances de sobrevivencia son máximas cuando el individuo hereda ese alelo de un solo padre.
• Se ha observado la extinción de poblaciones de ratones que han sido afectadas por la propagación de un gen que causa la esterilidad de los machos.
• Según las famosas observaciones de Kettlewell, en Inglaterra, después de la revolución industrial, cuando los árboles fueron oscurecidos por el humo industrial, las polillas de color oscuro se volvieron más abundantes, porque sus predadores tenían más dificultad para verlas en los árboles.

Johnson comenta que ninguna de estas “pruebas” ofrece ninguna razón convincente para creer que la selección natural puede producir nuevas especies, nuevos órganos u otros cambios grandes.

El autor afirma: “Esta conclusión parece tan obviamente correcta que da lugar a otro problema. ¿Por qué otras personas, incluyendo expertos cuya inteligencia e integridad intelectual respeto, piensan que la evidencia de fluctuaciones locales de poblaciones confirma que la selección natural tiene la capacidad de obrar proezas de ingeniería, de construir maravillas como el ojo y el ala? Todos los que estudian la evolución saben que el experimento de las polillas de Kettlewell es la demostración clásica del poder de la selección natural, y que los darwinistas tuvieron que esperar casi un siglo para ver incluso esta modesta confirmación de su doctrina central. Todo el que estudia el experimento sabe que no tiene nada que ver con el origen de ninguna especie, o incluso de ninguna variedad, porque las polillas oscuras y blancas estuvieron presentes a lo largo del experimento. Sólo las proporciones entre una variedad y la otra cambiaron. ¿Cómo gente inteligente pudo haber sido tan crédula para imaginar que el experimento de Kettlewell apoyaba de algún modo las ambiciosas reclamaciones del darwinismo? Para responder esta pregunta debemos considerar una cuarta forma en la que la selección natural puede ser formulada.” (p. 48)

4. La selección natural como una necesidad filosófica (cf. pp. 48-52).
(Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes


Nota: Los textos citados han sido traducidos por mí.