11.11.11

 

El periodista Pedro Ontoso está especializado en la información religiosa que acontece en las diócesis vascas. Suele tener buenas fuentes, sospecho que mayormente del sector progre y/o nacionalista del clero vasco, así que nos sirve para hacernos una idea de por dónde sopla el viento en esas iglesias locales.

Hoy nos ha informado de una decisión de Mons. Iceta, obispo de Bilbao, que sin duda marca un antes y un después en las actividades docentes del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao (IDTP). Los respondables de dicho instituto habían invitado al teólogo gallego Torres Queiruga a impartir un curso de formación. Y don Mario ha dicho que eso no puede ser. No olvidemos que a Queiruga ya le retiraron de la docencia católica en Galicia. Si el arzobispo de Santiago no quiere que ese teólogo dé clases a sus seminaristas, no tiene nada de particular que el obispo de Bilbao no le quiera dando clase en su diócesis.

Pero hay algo que llama poderosísimamente la atención en la noticia que da Ontoso. Se trata de este párrafo:

Los gestores del centro han tratado desde su inicios de blindar su actividad del control episcopal, lo que ha originado choques con los obispos. «El proyecto del IDTP para actuar como un ente autónomo en el que el obispo no podía intervenir se ha revelado como una utopía inútil, equivocada e impensable», asegura un profesor que ha seguido de cerca su actividad.

Vamos a ver si yo lo entiendo. Se trata de un Instituto Diocesano de Teología y Pastoral pero sus “gestores” no quieren que el obispo lo controle. A ver, señores, ¿esto es una broma o es que estamos todos locos? ¿En qué cabeza cabe que un obispo no pueda intervenir en un centro de pastoral y de enseñanza de su diócesis? ¿a qué tipo de comunión eclesial, que no Iglesia, pertenecen los que pretenden algo así? Porque a la Iglesia Católica no, sin la menor duda.

¿Quieren una Iglesia sin obispo o con la figura episcopal como mero jarrón decorativo? Pues abren ustedes la puerta y según salen a mano izquierda, tienen un amplio abanico de opciones espirituales a las que acogerse. Desde el anglicanismo hasta el cuaquerismo. Pero en el catolicismo sus pretensiones no tienen lugar. Es más, indican la más absoluta falta de fe católica en quienes sostienen tales tesis.

Y eso nos lleva a la siguiente pregunta: ¿pueden seguir siendo católicos quienes querían algo que se da de tortas con la fe católica? A mí me daría pavor estar bajo el cuidado pastoral de un sacerdote que piense que su obispo no debe meter sus narices en un instituto diocesano. Y me temo que son muchos los fieles vizcaínos que están en esas circunstancias. Con la particularidad de que como llevan décadas así, cuando asoma un obispo que quiere “catoliquizar” la diócesis, le dicen que está atentando contra la comunión eclesial. Es como un enfermo que ha estado en manos de brujos y curanderos, y cuando un médico le receta la medicina que le puede curar, le pega cuatro berridos.

No es fácil la labor de los obispos que llegan a diócesis -ahora no hablo específicamente de la de Bilbao- que han sido dejadas al albur de la herejía y la necedad pastoral durante décadas. Se encuentran con una situación dantesca que no puede modificarse en dos-tres años. La labor de reparación del alma católica en esas iglesias locales puede llevar mucho tiempo. La clave es, sin la menor duda, el seminario. Pero hace falta paciencia. Un buen obispo no puede entrar en una diócesis complicada como un burro en una cacharrería. Debemos apoyar a los pastores que hacen las cosas bien, aunque pensemos que deberían hacer más y con mayor rapidez. Ellos conocen mejor que nosotros el rebaño que les ha encomendado Dios. Nuestro apoyo debe consistir también en no presionarles en demasía para que fuercen la máquina. Que sea el Señor quien marque la senda. Y que cada cual cumpla el papel que le ha sido encomendado. Nosotros, también.

Luis Fernando Pérez Bustamante