13.11.11

Darwin a juicio (4)

A las 11:14 AM, por Daniel Iglesias
Categorías : Existencia de Dios, Creación y Evolución, Libros
 

Comentario de: Phillip E. Johnson, Darwin on Trial, InterVarsity Press, Downers Grove – Illinois, 2010, 3rd edition; foreword by Michael Behe.

En el Capítulo 3 de este libro (titulado “Mutaciones grandes y pequeñas”), Phillip Johnson presenta las principales dificultades de las dos formas principales del darwinismo actual: I) el darwinismo ortodoxo, que se adhiere rígidamente al gradualismo de Darwin, es decir a su visión de que la evolución consiste en una enorme sucesión de micromutaciones; y II) el “saltacionismo” de Goldschmidt y Gould, que concibe una evolución basada en macromutaciones.

1. Tribulaciones del darwinismo ortodoxo

El compromiso de Charles Darwin con el gradualismo era total. En sus propias palabras: “La selección natural puede actuar sólo mediante la preservación y acumulación de modificaciones heredadas infinitesimalmente pequeñas… La selección natural, si fuere un principio verdadero, desterrará la creencia en la creación continuada de nuevos seres orgánicos o en cualquier modificación grande y súbita en su estructura.” (p. 54). Él mismo escribió también lo siguiente: “Si pudiera demostrarse que existió cualquier órgano complejo que no pudo haber sido formado por modificaciones numerosas, sucesivas y leves, mi teoría fracasaría absolutamente.” (p. 58).

El registro fósil constituye el mayor problema de este gradualismo, puesto que no provee evidencia de las muchísimas formas transicionales requeridas por la teoría de Darwin. Johnson pospone el análisis de este problema hasta el capítulo siguiente y se concentra aquí en otra gravísima dificultad: los cuerpos animales están repletos de órganos que requieren una intrincada combinación de partes complejas para poder cumplir sus funciones. ¿Cómo tales órganos pueden haberse formado mediante una enorme cantidad de variaciones aleatorias pequeñísimas, cada una de ellas favorable para el animal preservado? Johnson analiza, entre otros, dos ejemplos clásicos: el ojo y el ala. El célebre darwinista (heterodoxo) ateo Stephen Jay Gould se planteó a sí mismo “la excelente pregunta: ¿Para qué sirve el 5% de un ojo?” El aún más célebre darwinista (ortodoxo) ateo Richard Dawkins respondió que sirve para tener un 5% de visión. Johnson subraya que es una falacia suponer que el 5% de un ojo implica el 5% de visión normal (p. 55). Además, Dawkins reafirma la respuesta de Darwin al problema del ojo. Entre los animales vivientes hay distintos tipos de ojos, que permiten concebir una serie de diseños intermedios. Sin embargo, según el conocimiento actual, se piensa que esos distintos tipos de ojos no surgieron los unos de los otros. El eminente darwinista ortodoxo Ernst Mayr sostuvo que el ojo debe de haber evolucionado independientemente al menos 40 veces. Johnson replica preguntando por qué las formas más primitivas de ojos subsisten todavía, sin haber evolucionado hacia formas más avanzadas. En este punto yo plantearía una objeción aún más fuerte: ¿Cómo el mismo suceso de altísima improbabilidad puede haber ocurrido 40 veces en eventos independientes entre sí?

Es un hecho objetivo que los escenarios gradualistas para el desarrollo de sistemas complejos son especulaciones. “Las alas de pájaros y murciélagos aparecen en el registro fósil ya desarrolladas, y nadie ha confirmado mediante experimentos que la evolución gradual de alas y ojos es posible. Esta ausencia de confirmación histórica o experimental es presumiblemente lo que Gould tenía en mente cuando escribió que: “Estos cuentos, en la tradición “simplemente así” de la historia natural evolucionista, no prueban nada”. ¿Estamos lidiando aquí con ciencia o con versiones racionalistas de las fábulas de Kipling?” (p. 58).

Johnson enumera cuatro factores a tener en cuenta al evaluar la probabilidad de la evolución darwinista: “la cantidad de micromutaciones favorables requeridas para crear órganos y organismos complejos, la frecuencia con que tales micromutaciones favorables ocurren justo donde y cuando se necesitan, la eficacia de la selección natural en preservar las leves mejoras con suficiente consistencia para permitir que los beneficios se acumulen y el tiempo permitido por el registro fósil para que todo esto haya sucedido.” (pp. 59-60).

Johnson narra la agria confrontación acerca de la plausibilidad matemática del modelo de evolución gradualista que ocurrió en 1967 en Filadelfia en un encuentro entre matemáticos y biólogos darwinistas. Matemáticos como D. S. Ulam y Schützenberger concluyeron que el tiempo disponible no era ni remotamente suficiente para que la evolución darwinista pudiera haber tenido lugar. La respuesta de los darwinistas fue dogmática: dado que la evolución de hecho ocurrió, las dificultades matemáticas se resolverán de algún modo u otro.

Por estas y otras razones, Gould llegó a declarar que la síntesis neodarwinista estaba “muerta”.

En el próximo post analizaremos las tribulaciones del darwinismo saltacionista. (Continuará).

Daniel Iglesias Grèzes


Nota: Los textos citados han sido traducidos por mí.