17.11.11

!Viva Cristo Rey¡

A las 12:41 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe
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Cristo Rey

El próximo domingo, 20 de noviembre es, para un católico, una fecha muy importante que el calendario litúrgico marca de una forma destacada. Además de ser el inicio de la última semana del tiempo llamado Ordinario es, por eso mismo, la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo y apertura gozosa al tiempo de Adviento que, como sabemos, es un tiempo de esperanza. Conociendo a Quien esperamos (Jesús) es bien cierto, como dice San Josemaría en la Homilía del primer domingo de Adviento de 1951, que “Hemos de echar fuera todas las preocupaciones que nos aparten de Él, y así Cristo en tu inteligencia, Cristo en tus labios, Cristo en tu corazón, Cristo en tus obras”. Porque Cristo reina.

Ya el profeta Daniel (7, 13-14) sabía el destino que tenía reservado Dios para Cristo: “He aquí que en las nubes del cielo venía como Hijo de hombre. Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él se le dio imperio, honor y reino, y todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruido jamás”; o San Lucas, en la Anunciación cuando hace decir al Ángel del Señor (Lc 1, 31-33) “vas a dar a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará por la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin” concretó el porvenir.

Cristo, entonces, reina porque así lo dispuso Dios. Así se considera desde los tiempos primeros (aunque tal celebración la estableciera Papa Pío XI en 1925) en los que sus discípulos caminaron llevando su doctrina y transmitiendo su mensaje de amor y servicio. Y reina en las inteligencias porque es la Verdad y porque, como le sucedió a la samaritana en el pozo de Sícar, sus hermanos necesitamos beber del Agua Viva que es; reina porque sus mociones e inspiraciones influyen en nuestra voluntad que, libremente, se adhiere a las mismas; reina, en fin, porque su caridad, mansedumbre y benignidad se hacen amar como nadie ha sido amado.

En realidad, Cristo reina porque recibió de Dios la potestad de ser Rey del Universo y porque posee, por ser Dios hecho hombre, el imperio supremo propio del Todopoderoso y Creador Padre Eterno. Por eso Cristo es Rey y no por haber recibido tal título de sus hermanos los hombres, meros alientos fugaces que no tornan (cf. Salmo 77).

Cristo Rey

Dice, a tal respecto, San Josemaría (Es Cristo que pasa, 183) que “A esto hemos sido llamados los cristianos, ésa es nuestra tarea apostólica y el afán que nos debe comer el alma: lograr que sea realidad el reino de Cristo, que no haya más odios ni más crueldades, que extendamos en la tierra el bálsamo fuerte y pacífico del amor. Pidamos hoy a nuestro Rey que nos haga colaborar humilde y fervorosamente en el divino propósito de unir lo que está roto, de salvar lo que está perdido, de ordenar lo que el hombre ha desordenado, de llevar a su fin lo que se descamina, de reconstruir la concordia de todo lo creado”.

Tal, pues, es la tarea de quien se sabe y considera hijo de Dios y hermano de Jesucristo: actuar con humildad, salvar lo que está perdido y ordenar lo que está desordenado. Pero, en realidad, ¿Reina Cristo en nuestra vida? o, mejor ¿es Cristo Rey de mi vida?

Sobre la necesidad de que Cristo sea Rey de nuestra existencia San Pablo apunta (Rm 14, 7-9) las razones de que tal sea nuestra voluntad. Dice que “Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo; como tampoco muere nadie para sí mismo, Si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así que, ya vivamos ya muramos, del Señor somos. Porque Cristo murió y volvió a la vida para eso, para ser Señor de muertos y vivos”, de lo que se infiere que ha de ser Cristo el que fije nuestros objetivos y prioridades y no el mundo y sus extemporáneas necesidades.

Podemos, sin embargo, vivir para nosotros mismos que es una forma muy humana de comportarse como si en nuestras propias personas estuviera tanto el principio como el fin y olvidáramos Quien nos creó y hacia Quien debemos ir. Cuando, por eso mismo, satisfacemos nuestro egoísmo perdemos lo que de eternidad nos quiere regalar Dios y nos entregó Jesucristo cuando, por nosotros, se dejó clavar en una cruz. Al contrario, vivir para Jesucristo es hacerlo por su Reino y para su gloria que es la forma exacta de ser odres nuevos para el vino nuevo de la Palabra de Dios.

Cristo es, por todo lo apenas apuntado Rey y, como bien dice el Apocalipsis (22,13) “el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin” (Ap 22, 13) que es como decir que fuera de Él no hay nada que valga la pena y que todo lo que no se refiere a Cristo lo deberíamos alejar de nuestro corazón, templo, precisamente, del Espíritu Santo (cf. 1 Cor, 3) que, como Tercera Persona forma con Dios y Cristo la Santísima Trinidad.

Por otra parte que Cristo sea Rey produce abundantes frutos tanto para la Iglesia como para la sociedad civil y, también, para los fieles discípulos suyos.

Cristo Rey

En cuanto a la Iglesia se refiere el tributar a Cristo el honor de Rey del Universo le otorga plena libertad e independencia del poder civil y de cualquier otro que pretenda hacer depender, de su arbitrio totalitario, el devenir de la Iglesia.

En cuanto a la sociedad civil, la consideración de Cristo como Rey del Universo hará recordar que la justicia divina está por sobre la humana y que dejarse vencer por el mundo y sus excentricidades aleja a quien así obra de la Verdad y la Vida.

En cuanto a los fieles discípulos de Cristo, reconocer a Cristo como Rey del Universo supone, para los mismos, saber que no hay facultad alguna que se sustraiga a su soberanía y que tal actitud servirá para santificar el alma y purificarla en aras de una más exacta perfección.

Cristo Reina y lo hará siempre hasta que vuelva a juzgar a vivos y a muertos. Eso lo dice el Credo y, como creemos en lo que decimos, hemos de hacer lo que creemos.

Por otra parte, muchos mártires católicos han dado su vida exclamando ¡Viva Cristo Rey! como última expresión de su existencia terrena. Seguro que ha sido la primera que han pronunciado cuando pasaron a la Casa del Padre.

Eleuterio Fernández Guzmán