19.11.11

Mons. Gerhard Ludwig Müller y los Pastores que defienden la fe

A las 5:39 PM, por Joan Antoni
Categorías : General
 

Gerhard Ludwig Müller
Obispo de Ratisbona y posible candidato a Prefecto de la Fe

En una entrevista reciente el Cardenal Marc Ouellet declaraba que los Obispos, que obviamente deben estar en sintonía permanente con el Papa, han de ser capaces de exponer y, si es el caso, de defender la fe públicamente. Y si esto es verdad para todos los Obispos, lo es particularmente para el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, asociado de manera especial al Santo Padre en la misión de confirmar a todos sus hermanos, pastores y fieles, en la fe.

Por esto creo que sería muy bien visto por parte de muchos que Mons. Müller, como se rumorea, sucediera al Cardenal Nevada al frente de uno de los más importantes dicasterios de la Curia Romana.

Conocí a Mons. Müller hace unos años en un breve encuentro en la Iglesia Nacional Española de Roma. Entonces destacaba como brillante teólogo. Advertí rápidamente que tenía una cabeza muy bien mueblada. Buena prueba de ello es su espléndida obra de síntesis de teología dogmática. Cabeza clara, mente católica y fortaleza. Excelente.

Hace poco tiempo, Mons. Müller, en Alemania, ha puesto los puntos sobre las íes en un tema de gran importancia como es el ecumenismo.

El Obispo de Ratisbona, Mons. Gerhard Ludwig Müller, acusó a los representantes de la iglesia protestante alemana de “dividir” a la Iglesia Católica. En una entrevista a PNP, el Obispo responsable del movimiento ecuménico en la Conferencia Episcopal Alemana atacó las “declaraciones controvertidas” durante la visita del Papa a Alemania y cuestionó el ecumenismo católico-protestante.

Müller fue particularmente crítico con el obispo protestante de Berlín, Markus Dröge, quien escribió que Benedicto XVI “no tiene ni idea del ecumenismo”. Tales declaraciones sólo deben “ser descartadas como totalmente sin fundamento”, dijo el obispo de Ratisbona, afirmando: “Si se continúa en esta línea, sería la muerte del ecumenismo”.

Müller explicó que antes de la visita del Papa se realizó “un juego traicionero con grandes expectativas”: “No sólo de que el Papa debiera dar un dramático paso ecuménico sino de que debiera diluir en agua la doctrina católica”. Después de la visita del Papa hubo ya intentos “dispersos” por parte protestante de insertar una “bacteria” (literalmente, un hongo que al fin quiebra el tronco de un árbol) en la Iglesia Católica “con la cual poner al Papa y los obispos contra la supuesta mayoría de la población católica”. Para Müller, “ellos quieren llevar a una parte de los fieles católicos para su lado o, alternativamente, protestantizar a la Iglesia Católica”. Y en esto, creo, que dio en el clavo.

Pablo VI alertó hace años de este intento de protestantización de la Iglesia católica y reconoció que, desgraciadamente, había hecho grandes avances en el interior de la misma. Llego a decir que aunque este pensamiento llegara a ser mayoritario nunca representaría la verdadera identidad y fe de la Iglesia.
Estos intentos de perversión de la fe son más actuales de lo que podríamos imaginar y, sin duda, uno de los mejores antídotos contra los mismos son los Obispos, pastores valientes, que dan la cara y no eluden la confrontación, cuando sea necesaria, para defender la fe.

La pureza y la integridad de la fe constituyen el bien más preciado de la Iglesia, como decía Juan Pablo II en la Constitución Apostólica Donum Fidei con que promulgaba el Catecismo de la Iglesia Católica.

Bien, pues, por estos Pastores que salen en defensa de la fe y dan la cara por la Iglesia, como lo ha hecho Müller en Alemania y como lo han hecho los Cardenales Rouco y Sistach en Madrid y Barcelona impidiendo que los heterodoxos propaguen sus errores desde el corazón mismo de la Iglesia. Es hora de acabar ya con la promoción de personas de dudosa ortodoxia desde parroquias y centros de la Iglesia.

Tengo la confianza que el inminente año de la fe con sus diversas iniciativas nos animará a todos en esta urgente e importante tarea de ocuparnos y preocuparnos para que la fe, en toda su pureza y esplendor, sea conocida y vivida.