23.11.11

Un año de bocas cerradas: sin homilías

A las 5:57 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General
 

Marco Tosatti, un periodista especializado en asuntos vaticanos, ha tenido la feliz idea de proponer una carta, medio en serio, medio en broma, al Papa Benedicto XVI, donde la dice: “Pedido cuasi serio a Su Santidad: basta de sermones interminables. Mandemos a los sacerdotes a la escuela de periodismo y que alguien los obligue a no superar los cinco minutos en los sermones desde el púlpito.”

Tiene muchas razones para hacer esta petición, porque si en algo la Iglesia Católica debe reformarse y los curas en particular, es en la preparación seria de la homilía y que no pase de esos cinco minutos como tiempo ideal.

El periodista italiano coloca una cita curiosa: “En los primeros cinco minutos habla Dios, en los otros cinco habla el hombre, en los restantes más de cinco minutos habla el diablo".

Realmente, la capacidad de hablar en público se nace con ella. Luego se perfecciona y se alimenta con la práctica del paso de los años ejerciendo el ministerio de la Palabra.

El primer mandamiento, según mi opinión, para una homilía responsable es haber hecho oración, a lo largo de la semana, con los textos propios del domingo. En esos ratos es necesario ir tomando pequeñas notas extraídas de la intimidad con el Señor en el silencio oracional.

El segundo paso importante consiste en saber usar un lenguaje inteligible para las personas de hoy, que son adictas a la televisión y al resto de medios de comunicación social. La terminología que se utilice en una homilía no debe suponer que el auditorio sabe una lista de términos claves en la fe cristiana. Es mejor usar un lenguaje llano que subirse a las alturas de las filigranas artísticas y literarias que solamente entendería, y, ahora tampoco, un profesor de lengua y literatura.

El tercer paso estaría por escribir la homilía y leerla cuando llegue el momento. De esta forma no se pierde el predicador por los vericuetos del camino, utiliza un lenguaje escogido ante la pantalla de un ordenador, puede utilizar las herramientas que prestan los actuales procesadores de textos y, hasta, puede cronometrar su tiempo tranquilamente antes de la celebración de la Eucaristía.

Son muchos los que leen sus textos homiléticos: el Papa, todos los obispos, muchos sacerdotes. Lo hacen muy bien. El ejemplo más patente lo tenemos en las intervenciones papales durante la JMJ del pasado mes de agosto.

Nunca me gusta leer, salvo casos muy excepcionales. Con los pasos que he expresado y la experiencia de estar en los medios de comunicación me han ayudado a ser conciso, directo, rápido, concreto, dinámico y procuro no llegar a más de diez minutos. Algunos lectores de este post son testigos de estas palabras, pues acuden a la Misa, diaria o dominical, en la parroquia, y me pueden juzgar directamente.

Lo más importante lo dejo para acabar: si una homilía no ayuda para conducir a los fieles a encontrarse con Cristo. Mejor es que el cura se calle. En esto estoy de acuerdo con el periodista italiano: sería bueno un año sin homilías.

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Tomás de la Torre Lendínez