22.11.11

El mexicano “incómodo” de la Curia Romana

A las 8:39 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : El Vaticano
 

Nació en Torreón, en el estado mexicano de Coahuila, el 4 de noviembre de 1931. Su padre era un piloto de la Armada de Estados Unidos, ex combatiente de la Primera Guerra Mundial, que se mudó a México para trabajar en una aerolínea. Su madre, Helen, una presbiteriana convertida al catolicismo. Se trata de Bernard Francis Law, el cardenal “incómodo” de la Curia Romana. Ayer salió de escena.

Este lunes el Papa Benedicto XVI le aceptó su renuncia como arcipreste de la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, uno de los cuatro templos papales importantes de la capital italiana junto con San Pedro, San Pablo Extramuros y San Juan de Letrán. Era el custodio de esa iglesia desde mayo de 2004.

Su rocambolesca vida ha estado marcada por las luces y las sombras. Tras su infancia mexicana estudió en escuelas estadounidenses de Nueva York, Florida y Georgia. También tuvo un fugaz paso por Barranquilla, en Colombia. Se graduó en historia por la Universidad de Harvard y luego entró al seminario. Ordenado sacerdote en 1961, doce años más tarde llegó a ser obispo de Springfield-Cape Girardeau.

Adquirió gran notoriedad entre el episcopado estadounidense por sus claras posiciones contra el aborto. En enero de 1984 Juan Pablo II lo nombró arzobispo de Boston, puesto que lo lanzó a la “fama episcopal” y se convirtió, finalmente, en su “tumba”. Porque esa arquidiócesis y la gestión de Law se convirtieron en el símbolo de la crisis de los abusos sexuales contra menores perpetrados por sacerdotes católicos en Estados Unidos.

El trato del cardenal a los casos de pederastia terminó por volverse en el ejemplo de cómo no actuar. Decenas de casos registrados, superficialidad en el juzgar la gravedad de la patología del cura-pedófilo, cambio de parroquia de los sacerdotes acusados y la negativa a difundir información sobre las denuncias forman parte de la negra herencia de Bernard Law en Boston. Pese a todo en su momento se negó a presentar la renuncia. Sólo un escándalo de dimensiones incontenibles lo obligó salir de su país en 2002 y refugiarse en Roma, entre otras cosas para evitar la cárcel.

Por eso a muchos en El Vaticano no les cayó bien la decisión de Juan Pablo II de nombrarlo como arcipreste de Santa María la Mayor. Lo consideraron una “restauración”. Un precedente muy negativo. En ese puesto permaneció hasta ahora. Benedicto XVI le aceptó su renuncia apenas 17 días después que la presentó, el 4 de noviembre pasado, al cumplir la edad jubilatoria de 80 años.

Serafines susurran.- Que igual de inexplicable apareció la promoción ayer de Cesare Burgazzi como jefe de departamento de la Secretaría de Estado del Vaticano, la “oficina política” de la Santa Sede. Sobre todo porque se trata de un sacerdote italiano que protagonizó un extraño episodio en 2006.

La noche del 7 de mayo de ese año fue arrestado en la zona romana de Valle Giulia, cerca del parque Villa Borghese y conocida por albergar prostitución masculina, a menudo de menores de edad. El sacerdote fue detenido luego que, a bordo de un Ford Focus con placas del Vaticano, se dio a la fuga.

Todo ocurrió en cuestión de minutos. Dos agentes de la policía vestidos de civil se acercaron al auto del presbítero que estaba parado en situación sospechosa, pero antes que pudieran identificarlo el hombre al volante aceleró dándose a la fuga. Terminó su huida unos metros más adelante. ¿Resultado? Un juicio por “resistencia al arresto”, “lesiones” y “daño”.

En su momento el imputado se defendió sosteniendo no haber reconocido a los agentes y justificó su fuga por su temor a ser objeto de un robo o, por su puesto en El Vaticano, de un secuestro. Fue absuelto en 2009. Tras la sentencia la diócesis de Cremona, de la cual es originario, insistió en un comunicado que el tribunal había reconocido la “plena extrañeza” del sacerdote en los hechos.

“La decisión del Tribunal de Roma puso fin a un verdadero y propio calvario. Finalmente, luego de tres años, le ha sido plenamente restituida, a los ojos de la opinión pública, aquella honorabilidad que la Iglesia cremonesa nunca puso en discusión”, apuntó.

Pero el juez que lo absolvió, Ettore Pedicini, lo hizo porque “el hecho no constituye delito”. Entonces, ¿cómo se puede afirmar que era “totalmente extraño” a los acontecimientos? Que estuvo en el lugar, imposible negarlo. Sin afán de ser purista ni contradecir a la justicia, desconcierta saber que un prelado de la Santa Iglesia Romana anda frecuentando en horas de la noche lugares tan poco santos. Por lo visto esto no afecto su credibilidad en la Curia, su promoción está ahí a demostrarlo.