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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 30 de noviembre de 2011

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People in Praise - online desde la vigilia de Advi

People in Praise, una Asociación, un sitio y una realidad musical, joven, viva e itinerante que a un año de su nacimiento en Italia está ahora cruzando las fronteras nacionales. People in Praise es un instrumento cotidiano para conectar y entrar en resonancia con toda la novedad y la fuerza irrefrenable de la Palabra de Dios. Desde sábado 26 noviembre 2011 a la dirección:

http://www.peopleinpraise.org

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Santa Sede

Benedicto XVI invitó a una oración constante que ilumine la vida

El cardenal Koch entregó el mensaje del papa a los ortodoxos

Presentada la edición en inglés de la revista 'Humanitas'

Mundo

La vida de cuatro colombianos segada inmisericordemente

Los indígenas, los más vulnerables al cambio climático

En la escuela de san Pablo...

Oración vigilante y anhelante (1er. domingo de Adviento, ciclo B)

Documentación

Benedicto XVI: Las fatigas no bloquean la oración de Jesús

El futuro de la evangelización depende del testimonio de unidad, dice el papa


Santa Sede


Benedicto XVI invitó a una oración constante que ilumine la vida
En la audiencia general siguió el ciclo de oración y se centró en Jesús
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 30 de noviembre de 2011 (ZENIT.org).- En su catequesis de la audiencia general del miércoles, Benedicto XVI siguió el ciclo sobre la oración, poniendo como modelo la plegaria de Jesús, que no se detiene nunca y que se intensifica en los momentos difíciles.

* * * * *

El papa recordó que, anteriormente, se había centrado en en el Antiguo Testamento, mientras que en la de este miércoles propuso “mirar a Jesús, a su oración, que atraviesa toda su vida, como un canal secreto que irriga la existencia, las relaciones, los gestos y que lo guía, con progresiva firmeza, al don total de sí mismo, según el proyecto de amor de Dios Padre”. Anunció que se referirá a Jesús en las próximas catequesis.

Se detuvo en un momento significativo de su camino que es la oración que sigue al Bautismo al que se somete en el río Jordán.

“Jesús muestra su cercanía a la parte de su pueblo que, siguiendo al Bautista, reconoce como insuficiente el considerarse sencillamente hijos de Abraham, sino que quiere cumplir la voluntad de Dios, quiere comprometerse para que su propio comportamiento sea una respuesta fiel a la alianza ofrecida por Dios en Abraham”, afirmó el pontífice.

“Jesús, sin pecado, hace visible su solidaridad con los que reconocen sus propios pecados, eligen arrepentirse y cambian de vida”, añadió.

“En la oración, Jesús vive un ininterrumpido contacto con el Padre para realizar hasta el final el proyecto de amor para los hombres. Sobre el trasfondo de esta extraordinaria oración, está la entera existencia de Jesús vivida en una familia profundamente ligada con la tradición religiosa del pueblo de Israel”, explicó.

“La enseñanza de Jesús sobre la oración viene, seguramente, de su forma de rezar adquirida en familia, pero que tiene su origen profundo y esencial en el hecho de ser el Hijo de Dios, en su relación única con Dios Padre”, subrayó Benedicto XVI.

“También en nuestra oración debemos aprender, cada vez más, a entrar en la historia de salvación donde Jesús es el culmen, renovar ante Dios nuestra decisión personal de abrirnos a su voluntad, pedirle a Él la fuerza de conformar nuestra voluntad a la suya, en toda nuestra vida, en obediencia a su proyecto de amor para nosotros. La oración de Jesús toca todas las fases de su ministerio y todas sus jornadas. Las fatigas no la bloquean”, insistió el papa animando a entrar en este camino de diálogo con el Padre.

Y lanzó una serie de preguntas: “¿Cómo rezo yo?¿Cómo rezamos nosotros?¿Qué tiempo dedicamos a la relación con Dios? ¿Es suficiente la educación y formación a la oración actualmente? ¿Quién nos puede enseñar?”.

“Hoy los cristianos estamos llamados a ser testigos de la oración, porque nuestro mundo está a menudo cerrado al horizonte divino y a la esperanza que lleva el encuentro con Dios”, exhortó.

Luego, dirigiéndose a los peregrinos de lengua española, resumió su intervención y saludó a los peregrinos y grupos provenientes de España, Argentina, Bolivia, Chile, Guatemala, México y otros países latinoamericanos.

Invitó a todos “a una relación intensa con Dios, cultivando una oración constante, llena de confianza, capaz de iluminar la vida, para así comunicar a todos la alegría del encuentro con el Señor”.

Ver el texto completo de la audiencia en: http://www.zenit.org/article-41030?l=spanish.

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El cardenal Koch entregó el mensaje del papa a los ortodoxos
Una delegación felicitó al patriarca ecuménico Bartolomé I por San Andrés
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 30 noviembre 2011 (ZENIT.org).- En el marco del tradicional intercambio de delegaciones, por las respectivas fiestas de los santos patronos --29 de junio en Roma por los santos Pedro y Pablo y 30 de noviembre en Estambul, por san Andrés--, el cardenal Kurt Koch, presidente del Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, presidió la delegación de la Santa Sede para la fiesta del Patriarcado Ecuménico.

Este año, la celebración tiene un carácter particularmente festivo, al recordar el XX aniversario de la elección de Bartolomé I como arzobispo de Constantinopla y patriarca ecuménico.

El cardenal Koch estuvo acompañado por monseñor Brian Farrell, secretario del dicasterio, y por el reverendo Andrea Palmieri, oficial de la sección oriental del mismo dicasterio. En Estambul, se unió a la delegación el nuncio apostólico en Turquía Antonio Lucibello.

La delegación de la Santa Sede participó en la solemne Divina Liturgia, presidida por Bartolomé I, en la iglesia patriarcal del Fanar, y mantuvo un encuentro con el patriarca y conversaciones con la comisión sinodal encargada de las relaciones con la Iglesia católica.

El cardenal Koch entregó al patriarca ecuménico un mensaje autógrafo del santo padre, leído públicamente al final de la Divina Liturgia, acompañado de un regalo.

El cardenal se reunió con los representantes de las comunidades católicas locales y mantuvo una conversación sobre ecumenismo con los religiosos y religiosas presentes en esa ciudad.

Se puede leer el mensaje del papa a Bartolomé I en este enlace: http://www.zenit.org/article-41032?l=spanish.  

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Presentada la edición en inglés de la revista 'Humanitas'
Con el título: 'Juan Pablo II, regalo de la divina misericordia'
ROMA, miércoles 30 noviembre 2011 (ZENIT.org).- La nueva edición en idioma inglés de la revista Humanitas, de antropología y cultura cristiana, de la Universidad Católica de Chile, fue presentada este martes en la Comisión Pontificia de América Latina.

Con el título Juan Pablo II, regalo de la divina misericordia, con 250 páginas, tiene un formato similar al de un libro y con características gráficas y de impresión de óptima calidad. La revista es una nueva iniciativa editorial que se publicará en inglés, dos veces al año, para llegar a un público más vasto.

La publicación cuenta con colaboraciones de ilustres personalidades del mundo católico, incluidos varios cardenales, fue fundada en 1995, en Chile tiene una periodicidad trimestral y la versión digital se la encuentra on-line. Este número contiene entre otras cosas algunos ensayos de los cardenales Scola, Amato, Dulles, Dziwisz y Piacenza.

La presentación fue moderada por el secretario de la Comisión Pontificia para América Latina (CAL) Guzmán Carriquiry Lecoury; y contó con las palabras del director de la revista Jaime Antúnez Aldunate; del rector de la Universidad Católica chilena, Ignacio Sánchez Díaz y concluyó con las palabras del cardenal Angelo Sodano.

El director de la revista, recorrió el itinerario histórico de la misma con sus vaivenes en el tiempo. Indicó sus contenidos y propósitos gracias a "una comunión editorial en torno a los grandes temas de la Iglesia", llegando ahora la posibilidad de hacerlo en otro idioma.

Recordó también que el cardenal Jean-Louis Bruguè prefecto de la Congregación para la Educación Católica le dio un reciente impulso a esta iniciativa, con un resultado que satisface y anima, "baste recordar que uno de los autores definió la revista como un feliz encuentro de verum y pulchrum" (verdad y belleza).

"Humanitas es un órgano que busca reflejar las enseñanzas del magisterio pontificio" prosiguió el chileno Antúnez, entretanto "si ha logrado hacerlo en 16 años es porque se apoya en una gran amistad entre personas de distintas latitudes y edades, cuyas mentes y corazones vibran al unísono en con objetivo con el que se constituye".

Recordó algunos particulares de la figura de Juan Pablo II, ‘un gigante’ como lo definió Benedicto XVI. "En las horas difíciles --prosiguió el director- como las del tiempo en que vivimos, pedimos que su ayuda nos valga también a nosotros, para ser a la vez fuertes y ricos en misericordia".

Agradeció a la divina misericordia "por los pasos que muchas veces de forma inadvertida nos han traído en conjunto hasta el día de hoy en que asumimos este nuevo desafío. Y al igual que tres lustros atrás cuando comenzamos, convencidos de muchas ineficiencias, agradecidos en muchas e inmerecidas dávidas y confiados en servir la voluntad de Dios todo será para el bien y su gloria".

El cardenal Sodano consideró que la publicación Humanitas llega en un momento oportuno para difundir el magisterio pontificio ya que "Juan Pablo II en 26 años de pontificado ha dado faros de luz sobre los problemas del tiempo y su magisterio quedará en la historia de la Iglesia" y porque "hoy en día la Providencia nos ha dado el magisterio luminoso y grande de Benedicto XVI".

Y citó el mensaje de Benedicto XVI, en Berlín, sobre la existencia de valores comunes entre los hombres para colaborar que es la ley natural, "y cómo los desastres económicos y financieros de estos últimos tres años, nos recuerdan la gran actualidad de los valores fundamentales", sin los cuales "la economía del mundo no puede ser sólida", en particular "la encíclica Caritas in Veritate, como todo el magisterio del papa en estos años de su pontificado, que son una luz".

Y concluyó: "Agradezcamos a la revista Humanitas que quiere difundir en el mundo de habla inglesa estos ideales". Porque "sí, existe una civilización cristiana, distinta de las otras; existe también una civilización católica con elementos típicos de la doctrina católica y esto garantiza la solidez y la prosperidad de los pueblos". Y como dice un salmo "bienaventurado el mundo de hoy si se reconoce en los valores cristianos".

El rector de la universidad de la Universidad Católica de Chile Ignacio Sánchez Díaz definió la nueva edición de la revista Humanitas como "un proyecto que nos llena de alegría" y un instrumento "que nuestra casa de estudios superiores pone a disposición de la sociedad con el fin de reflejar las preocupaciones y enseñanzas del magisterio pontificio".

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Mundo


La vida de cuatro colombianos segada inmisericordemente
Los obispos condenan el asesinato por las FARC de secuestrados
BOGOTÁ, miércoles 30 noviembre 2011 (ZENIT.org).- La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) ha hecho público un comunicado este martes en el que condena el asesinato “inmisericorde” de cuatro secuestrados colombianos a manos de la guerrilla de las Fuerzas Aramadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

La Conferencia Episcopal “lamenta y rechaza el asesinato cometido por la guerrilla de las FARC de cuatro miembros de la fuerza pública, mantenidos secuestrados durante largos años, en hechos de profunda inhumanidad ocurridos en este fin de semana”, afirma el comunicado. “Duele el drama –añade- que han vivido por años estos hermanos nuestros y sus familias. Duele la forma como se ha roto la esperanza de volverlos a tener en el hogar, con vida, sanos y salvos. Duele la atrocidad de la violencia fratricida”.

Los obispos constatan “la cruel realidad de seres humanos que han sufrido en su dignidad por la violación de sus derechos fundamentales y cuya vida ha sido segada inmisericordemente”. Ante este hecho, afirman, los colombianos tienen que “exigir que el respeto de la persona y de la vida humana sean siempre el objetivo central de toda actividad de la sociedad”, así como que “por ningún motivo se justifique el asesinato de hermanos o la violencia en ninguna de sus formas” y que “se apliquen los valores y principios humanitarios que tantas veces se sacrifican en medio de las confrontaciones”, así como que “cuanto antes cese el conflicto armado que durante tantos años ha sembrado de sangre y de destrucción a nuestra Patria”.

Recuerdan los pastores “el trabajo constante de la Iglesia Católica junto a las víctimas del conflicto armado”, en el que “tienen un espacio prioritario los secuestrados y quienes han perdido a sus seres queridos”.

Prometen seguir “trabajando incansablemente por el ideal de una sociedad en paz, en la que se respete la vida, en la que la dignidad de cada persona sea reconocida plenamente, en la que la libertad sea un valor central y la justicia y la equidad social guíen el conjunto de la sociedad”.

Manifiestan su “plena solidaridad con las familias que han sido víctimas de tan graves atropellos”, se unen “a ellos para orar juntos, para pedir al Señor de la vida que sea consuelo y compañía en estos momentos de tanto dolor” e invitan “a todos los colombianos a no perder la esperanza, a mirar hacia el futuro con la certeza de que el amor y la justicia son más fuertes que todo lo que intente destruir nuestra sociedad”.

El comunicado está firmado por el arzobispo de Bogotá, primado de Colombia y presidente de la CEC Rubén Salazar Gómez.

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Los indígenas, los más vulnerables al cambio climático
La crisis, un pretexto en Durban para eludir medidas vinculantes
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 30 noviembre 2011 (ZENIT.org).- En la apertura de la Conferencia mundial de actualización de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), que se celebra en Durban, Sudáfrica, diversas voces han pedido tener en consideración los conocimientos de los pueblos indígenas.

Según informaba este martes el diario vaticano L'Osservatore Romano, “los pueblos indígenas son, en efecto, aquellos que provocan menos daños ecológicos, pero son también los más vulnerables al cambio climático y sufren las consecuencias del impacto de las intervenciones en el medio ambiente, como los cultivos destinados a los biocarburantes y los diques hidroeléctricos”.

En Durban hay delegaciones de 190 países y organizaciones de todo el mundo. El objetivo es renovar el Protocolo de Kioto, el único tratado internacional vinculante para reducir la emisión contaminante, cuya primera fase vencerá a finales de 2012, al cual no se ha adherido, entre otros, Estados Unidos y China, responsables de casi la mitad de las emisiones.

La Unión Europea ya dió su parecer sobre acordar al menos una prórroga del Protocolo, pero las divisiones siguen siendo profundas.

Muchos observadores ven en la crisis económica y financiera global un motivo o un pretexto para poner trabas a la institución de un fondo para el clima, a partir de 2020, de cien mil millones de dólares al año para ayudar a los países más pobres a reconvertir sus economías.

Técnicos y expertos miran con desconfianza a las divisiones dentro de la CMNUCC. “Encontrar una vía factible para ir hacia adelante en una situación tan compleja es la cuestión a definir en esta conferencia”, subrayó la responsable de la ONU para el clima Christiana Figueres.

Los países más industrializados están presentando obstáculos para obtener la revisión de las cuotas de emisiones que se han de reducir después de 2012, intentando ampliar la responsabilidad a los países emergentes como China, India, Brasil o Sudáfrica.

Si la renovación del Protocolo de Kioto fracasa --incluso sólo con opciones mínimas de prolongación o un régimen transitorio hasta 2020- “los esfuerzos por disminuir el cambio climático dependerán, en el futuro inmediato, de las acciones voluntarias puestas en práctica por cada uno de los países”, concluye el diario vaticano.

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En la escuela de san Pablo...


Oración vigilante y anhelante (1er. domingo de Adviento, ciclo B)
Comentarios a la segunda lectura dominical
ROMA, miércoles 30 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Iniciamos esta columna titulada "En la escuela de san Pablo...", del padre Pedro Mendoza LC, profesor de Teología Bíblica en el Ateneo Pontificio Regina Apostolorum de Roma, Italia. Entre sus publicaciones, están Estar crucificado juntamente con Cristo e Introducción al Antiguo Testamento. Excepto hoy, se publicará los viernes y ofrece una breve explicación de la segunda lectura dominical, que suele coincidir con un pasaje de las epístolas de san Pablo. Es un comentario espiritual basado en los conocimientos propios de los escritos paulinos, seguido de unas sugerencias de aplicación. Pretende ayudar a comprender y a vivir más plenamente la riqueza de enseñanzas transmitidas por el apóstol de las gentes.

*****

Pedro Mendoza LC

"Gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo. Doy gracias a Dios sin cesar por vosotros, a causa de la gracia de Dios que os ha sido otorgada en Cristo Jesús, pues en él habéis sido enriquecidos en todo, en toda palabra y en todo conocimiento, en la medida en que se ha consolidado entre vosotros el testimonio de Cristo. Así, ya no os falta ningún don de gracia a los que esperáis la Revelación de nuestro Señor Jesucristo. Él os fortalecerá hasta el fin para que seáis irreprensibles en el Día de nuestro Señor Jesucristo. Pues fiel es Dios, por quien habéis sido llamados a la comunión con su hijo Jesucristo, Señor nuestro". 1Cor 1,3-9

Comentario

La liturgia de la palabra del primer domingo de Adviento (ciclo B) nos ofrece como 2ª lectura un pasaje de la 1ª carta de san Pablo a los corintios (1Cor 1,3-9), que contiene una bendición (v.3) y una oración del apóstol (vv.4-9).

Bendición (v.3). Al saludo introductorio de la carta, el apóstol añade una bendición, es decir una promesa de bienestar proveniente del mismo Dios, que supera los simples augurios recíprocos usuales en las expresiones humanas. San Pablo transforma el saludo usual de la lengua griega expresado con la palabra "chaire", que significa: ¡alégrate! en "charis", que quiere decir: gracia. De este modo esta expresión de saludo abre, por así decir, el cielo y hace bajar de él la gracia divina para obrar en el hombre la salvación. De la forma del saludo de la lengua semita el apóstol conserva el uso del término "shalom", que significa paz, entendida no exclusivamente como un genérico sentido de bienestar sino también como algo que incluye en sí la salvación espiritual. La duplicidad de los bienes de la gracia y la paz, contenidos en su bendición, conduce además al apóstol a citar dos manantiales de bendición: uno que proviene de Dios nuestro Padre, y el otro de nuestro Señor Jesucristo.

Oración inicial (vv.4-9). El apóstol elabora su oración inicial con el reconocimiento de las cosas admirables de la comunidad de Corinto, pero remontándose a través de ellas a un acción de gracias a Dios. Estos versículos son un testimonio de la oración personal de san Paolo, son un espejo fiel de su modo de orar. El apóstol, experto fiel del espíritu y del estilo propio de toda oración, expresa en ella la alabanza y la exaltación como eucaristía, y sólo en un según tiempo expone peticiones. Este es el orden que debería caracterizar la oración privada y personal de todo cristiano, como afortunadamente lo conserva la oración litúrgica y solemne.

Inicia san Pablo su oración expresando a Dios su gratitud por la gracia otorgada, esto es toda la salvación contenida en Jesucristo. En efecto en Él han sido enriquecidos en todo, con todo tipo de riqueza de lenguaje o palabra y de conocimiento. La consolidación o confirmación del testimonio de Cristo resplandece en dos modos: en la consolidación interior de la fe de los corintios o en la confirmación desde el exterior de la predicación del apóstol por los milagros que acompañaron con frecuencia la predicación apostólica.

Junto con el reconocimiento de la riqueza de la gracia, el apóstol invita a dirigir la mirada de los que oran con él hacia aquel día en que todo lo que ya es gracia llegará a ser manifiesto completamente. Subraya al mismo tiempo la importancia de la justa preocupación por la gracia de la perseverancia. Es un hecho que Cristo la quiere dar, ya que somos suyos; pero a los llamados no les es lícito olvidar que nunca a su vez poseerán, sin un esfuerzo personal, aquella irreprochabilidad que en aquel día final tendrá que resultar manifiesta. Sólo existe un último fundamento seguro sobre el que esta esperanza podrá mantenerse: la fidelidad de Dios, que quiere llevar a término cuánto ha iniciado (cf. Fil 1,6) y glorificar a los que ha llamado (cf. Rom 8,28). Como en la primera bendición Dios Padre y nuestro Señor Jesucristo son los verdaderos dispensadores de ella, así también aquí la gracia decisiva es esperada sea de parte de Cristo (1,8), que de parte del Padre. El principio, el desarrollo y el cumplimiento de toda gracia está en la unión con Cristo, que aquí el apóstol llama "koinonia", o sea una relación de intimidad con Él.

Aplicación

Vivir este tiempo de Adviento en una actitud de "oración vigilante y anhelante" para acoger a Cristo en nuestro corazón.

La liturgia de la palabra de este primer domingo de Adviento nos presenta la necesidad de disponer nuestro corazón para la venida de Cristo en la Navidad que se aproxima. Una primera disposición que debemos cultivar durante este tiempo es la de "confianza" en un Dios que es nuestro Padre y que quiere otorgarnos la salvación. Así lo expresa la 1ª lectura del profeta Isaías (Is 63,16b-17.19b; 64,2-7), irrumpiendo en exclamaciones de admiración y de confianza ante los portentos obrados por este Dios benigno que quiere venir a visitarnos y otorgarnos los tesoros de la salvación. Este anhelo brota de modo más inmediato en quien reconoce su estado de indigencia, sus limitaciones, su pobreza espiritual y/o material... y contempla la plenitud de los tesoros celestiales, particularmente el don de Dios mismo, que contiene todo lo demás.

En segundo lugar, esta "confianza" nuestra ante el cumplimiento de las promesas de Dios debe suscitar en nosotros una actitud de "vigilante espera", siguiendo la exhortación del Evangelio (Mc 13,33-37) a mantenernos "vigilantes" para que cuando llegue Cristo nuestro salvador estemos preparados para acogerlo. Sería muy lamentable quedar "dormidos" en la inconciencia de quien no percibe la presencia y la acción de Dios en su vida, y las inefables bendiciones que éstas conllevan. De ahí la urgencia de abrir los ojos del espíritu velando en el desempeño responsable y coherente de nuestra vida cristiana, porque cada momento es un tiempo de salvación, pero especialmente lo son los tiempos fuertes del año litúrgico, como el de la Navidad.

Finalmente, el tiempo de Adviento nos invita también a fomentar una tercera actitud: la "conciencia de las bendiciones recibidas" y la "oración perseverante". El apóstol, en la 2ª lectura (cf. comentario anotado anteriormente), nos ayuda a tomar conciencia de la generosidad sin límites de Dios que nos ha querido colmar de todo tipo de "bendiciones en su Hijo Jesucristo", y por lo mismo a suscitar en nosotros una "oración perseverante" de modo que todas las promesas de Dios alcancen su plenitud en nuestras vidas. Siguiendo las enseñanzas del apóstol, también nosotros apreciemos las abundantes bendiciones que Dios derrama con tanta generosidad sobre nuestras vidas, también aquellas que vienen acompañadas de tribulación y de prueba, pues son ocasiones para purificar más nuestro amor a Él. Aprendamos también a impregnar nuestra oración diaria con esos sentimientos de alabanza y exaltación a Dios por ser quien es y por todos los beneficios recibidos de su mano paterna, buscando que nuestra vida entera se transforme en una vida "eucarística".

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Documentación


Benedicto XVI: Las fatigas no bloquean la oración de Jesús
El papa en la audiencia general siguió el ciclo sobre la plegaria
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 30 de noviembre de 2011 (ZENIT.org).- A continuación les ofrecemos la catequesis que el Santo Padre Benedicto XVI ha realizado al dirigirse a los fieles congregados para la audiencia de los miércoles, provenientes de Italia y de todas las partes del mundo. La catequesis continúa el ciclo de la oración.

* * * * *

Queridos hermanos y hermanas, en las últimas catequesis hemos reflexionado sobre algunos ejemplos de oración en el Antiguo Testamento, hoy comenzamos a mirar a Jesús, a su oración, que atraviesa toda su vida, como un canal secreto que irriga la existencia, las relaciones, los gestos y que lo guía, con progresiva firmeza, al don total de sí mismo, según el proyecto de amor de Dios Padre. Él es el maestro también de nuestra oración, incluso Él es el apoyo activo y fraternal de nuestro dirigirnos al Padre. Verdaderamente, como resume un título del Compendio del Catecismo de la Iglesia: “la oración se revela y actúa plenamente en Jesús” (541-547). A Él nos vamos a referir en las próximas catequesis. Un momento particularmente significativo de su camino es la oración que sigue al Bautismo al que se somete en el río Jordán. El evangelista Lucas dice que Jesús, después de haber recibido, junto a todo el pueblo, el bautismo por mano de Juan el Bautista, entra en una oración muy personal y prolongada.

Escribe: “Todo el pueblo se hacía bautizar, y también fue bautizado Jesús. Y mientras estaba orando, se abrió el cielo y el Espíritu Santo descendió sobre él en forma corporal, como una paloma” (Lc 3, 21-22). Es este “mientras estaba orando”, en diálogo con el Padre, lo que ilumina la acción que ha realizado junto a tantos otros de su pueblo que habían llegado a la orilla del Jordán. Rezar le da a su gesto, el Bautismo, un trato exclusivo y personal. El Bautista había hecho un fuerte llamamiento a vivir plenamente como “hijos de Abraham”, convirtiéndose al bien y dando frutos dignos de este cambio (cfr Lc 3,7-9). Y un gran número de israelitas se movió, como recuerda el evangelista Marcos, que escribe: “Toda la gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus pecados” (Mc 1,5). El Bautista aportaba algo realmente nuevo: someterse al Bautismo debía marcar un cambio determinante, dejar una conducta ligada al pecado e iniciar una vida nueva. También Jesús acepta esta invitación, entre en la gris multitud de los pecadores que esperan en la orilla del Jordán. También a nosotros, como a los primeros cristianos, nos surge esta pregunta: ¿por qué Jesús se somete voluntariamente a este bautismo de penitencia y de conversión? Él no había pecado, no tenía necesidad de convertirse. Entonces ¿por qué realizar este gesto? El Evangelista Mateo describe el estupor del Bautista que afirma: “Juan se resistía, diciéndole: 'Soy yo el que tiene necesidad de ser bautizado por ti, ¡y eres tú el que viene a mi encuentro!'” (Mt 3,14) y la respuesta de Jesús: “Ahora déjame hacer esto, porque conviene que así cumplamos todo lo que es justo” (v.15). El sentido de la palabra “justicia” en el mundo bíblico es aceptar plenamente la voluntad de Dios. Jesús muestra su cercanía a la parte de su pueblo que, siguiendo al Bautista, reconoce como insuficiente el considerarse sencillamente hijos de Abraham, sino que quiere cumplir la voluntad de Dios, quiere comprometerse para que su propio comportamiento sea una respuesta fiel a la alianza ofrecida por Dios en Abraham.

Entrando entonces en el río Jordán, Jesús, sin pecado, hace visible su solidaridad con los que reconocen sus propios pecados, eligen arrepentirse y cambian de vida; hace comprensible que formar parte del pueblo de Dios quiere decir entrar en una óptica de novedad de vida, de vida según Dios. En este gesto, Jesús anticipa la cruz, da comienzo a su actividad tomando el lugar de los pecadores, asumiendo sobre sus hombros el peso de la culpa de la humanidad entera, cumpliendo la voluntad del Padre.

Recogiéndose en oración, Jesús muestra el íntimo vínculo con el Padre que está en los Cielos, experimenta su paternidad, asume la belleza exigente de su amor, y en el coloquio con el Padre recibe la confirmación de su misión. En las palabras que resuenan en el Cielo (cfr Lc 3,22), hay un anticipo del misterio pascual, de la cruz y de la resurrección. La voz divina le define como: “Mi Hijo, el amado”, recordando a Isaac, el amadísimo hijo que el padre Abraham estaba dispuesto a sacrificar, según la orden de Dios (cfr Gen 22,1-14). Jesús no es solo el Hijo de David, descendiente mesiánico real, o el Siervo en el que Dios se complace, sino que es el Hijo unigénito, el amado, igual que Isaac, que Dios Padre entrega para la salvación del mundo. En el momento en que, a través de la oración, Jesús vive en profundidad su filiación y la experiencia de la Paternidad de Dios (cfr Lc 3,22b), desciende el Espíritu Santo (cfr Lc 3,22a), que lo guía en su misión y que Él difundirá después de haber sido levantado en la cruz (cfr Jn 1,32-34; 7,37-39), para que ilumine la obra de la Iglesia. En la oración, Jesús vive un ininterrumpido contacto con el Padre para realizar hasta el final el proyecto de amor para los hombres. Sobre el trasfondo de esta extraordinaria oración, está la entera existencia de Jesús vivida en una familia profundamente ligada con la tradición religiosa del pueblo de Israel. Lo demuestran las referencias que encontramos en los Evangelios: su circuncisión (cfr Lc 2,21) y la presentación en el templo (cfr Lc 2,22-24), así como la educación y la formación en Nazareth, en la Santa Casa (cfr Lc 2,39-40 y 2,51-52). Se trata de “casi treinta años” (Lc 3, 23), un largo tiempo de vida escondida, aunque con experiencias de participación en momentos de expresión religiosa comunitaria, como las peregrinaciones a Jerusalén (cfr Lc 2,41). Narrándonos el episodio de Jesús que, a los doce años de edad, va al templo y se sienta a enseñar a los maestros (cfr Lc 2,42-52), el evangelista Lucas deja entrever que Jesús, quien reza después del bautismo del Jordán, tiene una larga costumbre de oración íntima con Dios Padre, radicada en las tradiciones, en el estilo de vida de su familia, en las experiencias decisivas vividas en ella. La repuesta del niño de doce años a José y a María indica ya esta filiación divina, que la voz celestial manifiesta después del bautismo: “¿Por qué me buscábais? ¿No sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?” (Lc 2,49).

Al salir de las aguas del Jordán, Jesús no inaugura su oración, sino que continúa su relación contante, habitual con el Padre; y, en esta unión íntima con Él, da el paso de su vida escondida de Nazaret a su ministerio público. La enseñanza de Jesús sobre la oración viene, seguramente, de su forma de rezar adquirida en familia, pero que tiene su origen profundo y esencial en el hecho de ser el Hijo de Dios, en su relación única con Dios Padre.

El Compendio del Catecismo de la Iglesia Católica --respondiendo a la pregunta: ¿de quién aprendió Jesús a rezar?, dice- “Jesús, según su corazón de hombre, aprendió a rezar de su Madre y de la tradición hebrea. Pero su oración surge de una fuente más secreta, ya que es el Hijo eterno de Dios que, en su santa humanidad, dirige a su Padre la oración filial perfecta” (541). En la narración evangélica, las ambientaciones de la oración de Jesús se colocan siempre en la encrucijada entre la inserción en la tradición de su pueblo, y la novedad de una relación personal y única con Dios. “El lugar desierto” (cfr Mc 1,35; Lc 5,16) al que a menudo se retira, “el monte” donde sube a rezar (cfr Lc 6,12; 9,28), “la noche” que le permite la soledad (cfr Mc 1,35; 6,46-47; Lc 6,12), recuerdan momentos del camino de la revelación de Dios en el Antiguo Testamento, indicando así la continuidad de su proyecto salvífico. Al mismo tiempo, marcan momentos de particular importancia para Jesús, que conscientemente acepta este plan, plenamente fiel a la voluntad del Padre. También en nuestra oración debemos aprender, cada vez más, a entrar en la historia de salvación donde Jesús es el culmen, renovar ante Dios nuestra decisión personal de abrirnos a su voluntad, pedirle a Él la fuerza de conformar nuestra voluntad a la suya, en toda nuestra vida, en obediencia a su proyecto de amor para nosotros. La oración de Jesús toca todas las fases de su ministerio y todas sus jornadas. Las fatigas no la bloquean.

Los Evangelios, incluso, dejan traslucir, una costumbre de Jesús de pasar en oración parte de la noche. El evangelista Marcos relata una de estas noches, después de la pesada jornada de la multiplicación de los panes, y escribe: “En seguida, Jesús obligó a sus discípulos a que subieran a la barca y lo precedieran a la otra orilla, hacia Betsaida, mientras él despedía a la multitud. Una vez que los despidió, se retiró a la montaña para orar. Al caer la tarde, la barca estaba en medio del mar y él permanecía solo en tierra” (Mc 6,45-47). Cuando las decisiones se convierten en algo urgente y complejo, su oración se hace cada vez más larga e intensa. En la inminente elección de los Doce Apóstoles, por ejemplo, Lucas destaca la duración de la oración preparatoria de Jesús: “En esos días, Jesús se retiró a una montaña para orar, y pasó toda la noche en oración con Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce de ellos, a los que dio el nombre de Apóstoles” (Lc 6,12-13).

Observando la oración de Jesús, deben surgirnos diversas preguntas: ¿Cómo rezo yo?¿Cómo rezamos nosotros?¿Qué tiempo dedicamos a la relación con Dios? ¿Es suficiente la educación y formación a la oración actualmente? ¿Quién nos puede enseñar?

En la exhortación apostólica Verbum Domini, hablé de la importancia de la lectura orante de las Sagradas Escrituras. Recogiendo todos los aspectos que surgieron en la Asamblea del Sínodo de los Obispos, destaqué particularmente la forma específica de la lectio divina. Escuchar, meditar, callar ante el Señor que habla, es un arte que se aprende practicándolo con constancia. Ciertamente, la oración es un don que exige, sin embargo, el ser acogido; es una obra de Dios, pero que exige compromiso y continuidad por nuestra parte, sobre todo la continuidad y la constancia son importantes. Justo la experiencia ejemplar de Jesús muestra que su oración, animada por la paternidad de Dios y por la comunión del Espíritu, se profundiza en un prolongado y fiel servicio, hasta el Huerto de los Olivos y la Cruz.

Hoy los cristianos estamos llamados a ser testigos de la oración, porque nuestro mundo está a menudo cerrado al horizonte divino y a la esperanza que lleva el encuentro con Dios. Que en la amistad profunda con Jesús y viviendo en Él y con Él la relación filial con el Padre, a través de nuestra oración fiel y constante, podamos abrir las ventanas hacia el Cielo de Dios. Incluso en el recorrido del camino de la oración, sin consideraciones humanas, que podamos ayudar a otros a recorrerlo: también para la oración cristiana es verdad que, caminando, se abren caminos. Queridos hermanos y hermanas, eduquémonos en una relación intensa con Dios, en una oración que no sea intermitente, sino constante, llena de confianza, capaz de iluminar nuestra vida, como nos enseña Jesús. Y pidámosle que podamos comunicar a las personas que están cerca de nosotros, a los que nos encontramos por las calles, la alegría del encuentro con el Señor, luz de nuestra existencia. Gracias.

[Traducción del original italiano por Carmen Álvarez

©Libreria Editrice Vaticana]

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El futuro de la evangelización depende del testimonio de unidad, dice el papa
Mensaje de Benedicto XVI a Bartolomé I por la fiesta de San Andrés
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 30 noviembre 2011 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el texto del mensaje de Benedicto XVI al patriarca ecuménico Bartolomé I, que lleva fecha de 24 de noviembre, con motivo de la festividad de San Andrés.

* * * * *
“Que el Dios de la esperanza os llene de alegría y de paz en la fe”(Rm15, 13)

En la comunión de la fe que hemos recibido de los apóstoles y en la caridad fraterna que nos une, me uno de todo corazón a la celebración solemne que su santidad preside en la fiesta del apóstol y mártir san Andrés, hermano de Pedro y santo protector del Patriarcado ecuménico, para desear a su santidad, a los miembros del Santo Sínodo, al clero y a todos los fieles, una abundancia de dones celestes y bendiciones divinas. Mis oraciones, así como las todos los hermanos y hermanas católicos, acompañan las suyas para invocar de Dios, nuestro Padre, que ama a su Iglesia y la ha edificado en el cimiento de los apóstoles, la paz en el mundo entero, la prosperidad de la Iglesia y la unidad de todos los que creen en el Cristo. La delegación que le he enviado, guiada por mi venerable hermano el cardenal Kurt Koch, al que he confiado este mensaje de felicitación, es el signo tangible de mi participación y le ofrezco el saludo fraterno de la Iglesia de Roma.

Guardo en el corazón el recuerdo todavía bien vivo de nuestro último encuentro, cuando nos hicimos juntos peregrinos de la paz, en la ciudad de Asís, para reflexionar sobre la profunda relación que une la búsqueda sincera de Dios, de la verdad, y la de la paz y la justicia en el mundo. Doy gracias al Señor que me ha permitido reforzar con su santidad los lazos de amistad sincera y de fraternidad auténtica que nos unen, y de dar testimonio al mundo entero de la amplia visión que compartimos en cuanto a las responsabilidades a las que somos llamados en tanto que cristianos y pastores del rebaño que Dios nos ha confiado.

Las actuales circunstancias, ya sean de orden cultural, social, económico, político o ecológico, presentan a los católicos y a los ortodoxos exactamente el mismo reto. El anuncio del misterio de salud a través de la muerte y la resurrección de Jesucristo debe ser hoy renovado con fuerza en las numerosas regiones que acogieron las primeras la luz, y sufren hoy los efectos de una secularización capaz de empobrecer al hombre en su dimensión más profunda. Frente a la urgencia de tal tarea, tenemos el deber de ofrecer a la toda humanidad la imagen de personas maduras en la fe, capaces de reunirse a pesar de las tensiones humanas, gracias a la búsqueda común de la verdad, siendo conscientes de que el futuro de la evangelización depende del testimonio de unidad dado por la Iglesia y de la calidad de la caridad, como nos enseñó el Señor en la oración que nos dejó: “Que sean uno, para que el mundo crea” (Jn 17, 21). Es para mí un muy grande consuelo constatar que su santidad también, desde que fue llamado al misnisterio de arzobispo de Constantinopla y de patriarca ecuménico, hace veinte años, ha tenido siempre presente la cuestión del testimonio de la Iglesia y de su santidad, en el mundo contemporáneo.

Santidad, en este día en el que celebramos la fiesta del apóstol Andrés, elevamos una vez más nuestra súplica ardiente al Señor para que nos conceda progresar en el camino de la paz y de la reconicliación. Que podamos, por intercesión de san Andrés y de los santos Pedro Y Pablo, santos patronos de la Iglesia de Constantinopla y de la Iglesia Roma, respectivamente, recibir el don de la unidad que nos viene de lo alto.

En estos sentimientos de fe, de caridad y de esperanza, le reitero, santidad, mi felicitación más ferviente e intercambio con usted un abrazo fraterno en Cristo nuestro Señor.

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