30.11.11

Llama a prostituta y acude su hija

A las 1:54 PM, por Juanjo Romero
Categorías : General

Brassaï: Prostituta en el ángulo de la Rue de la Reynie y Rue Quincampoix, 1933. París

 

Leí ayer dos casos en los que un sujeto decide contratar los servicios de una prostituta y cuando acude ‘la profesional’ resulta que es su hija. No voy a entrar en detalles escabrosos, así que si eran las expectativas que generó el titular recomiendo abandonar la lectura aquí.

El primer caso es de Zimbabue, el ’señor’ Titus Ncube llama desde su habitación de hotel para que acudiese una «señorita de compañía» y acude su hija. ¿Reacción? La esperable: un patatús. Y luego:

Me arrepiento de lo que hice. Ya hablé con mi esposa y con mi hija. He pedido perdón, quiero a mi familia.

No culpo a mi hija por lo sucedido y por lo que estaba haciendo.

Ya lo ha dejado, e irá a la escuela el año que viene.

En fin, incalificable. Bueno, miento, tengo muchos calificativos pero no quedan bien escritos.

El segundo caso en Israel, hace ya años. Madurito casado, 48 años, que se va de «formación de la empresa» a otra ciudad unos días y decide echar una canita al aire. Cuando llega la sorpresa, pues sorpresón: era su hija. Como en el caso anterior patatús, pero en este caso patatús con un ataque al corazón al que pudo sobrevivir.

Casi podríamos convertir las dos anécdotas reales, o no, en cuento con moraleja. Porque ponen de manifiesto la intrínseca maldad de unos hechos en un contexto de pura «moral natural». Un dolor inmenso ante las consecuencias de unos actos que tienen como finalidad la satisfacción personal a costa de la dignidad de otras personas. Porque tanto la prostitución como la pornografía suponen una cosificación del otro. Aunque ese otro –normalmente ‘otra’– lo entiendan como un negocio libre.

No exagero si afirmo que es una experiencia compartida encontrarse con personas que justifican el aprovechamiento sexual de los demás para satisfacción propia. Pero tampoco exagero si digo que, casi en su totalidad, reaccionarían con igual patatús si el objetivo de los demás fuesen su hija, su esposa o su madre.

Sé que no está de moda hablar de castidad, que es una virtud constantemente denostada, pero incluso en su aspecto negativo, el de respeto a la otra persona, está profundamente enraizada en el corazón de cada individuo. Hay que machacar en demasía la conciencia para llegar a negarlo. Otro tema es la debilidad humana, esa ha estado siempre. Lo que es novedoso es el intento de autojustificación.

De los aspectos positivos hablaré otro día, porque la castidad es una gozosa manifestación de amor. Desgraciadamente algunos la confunden con mojigatería y otros con simple continencia, pero es virtud positiva.