ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 4 de diciembre de 2011

Publicidad

Novela sobre la vocación - El fondo del cañón

El fondo del cañón es una novela que se dirige a jóvenes y adultos para ingresar en el complejo mundo del llamado de Dios. La vocación sigue caminos inesperados. Alessandra una joven limeña lo comprobará en una historia apasionante y conmovedora. Esta historia cambiará sus planes y la llevará a cuestionar sus opciones luego de un viaje que la conecta con el arte, la vida y el llamado de Dios.
http

http://areopagocultural.com/2011/08/el-fondo-del-canon/

Para ver las tarifas y poner su anuncio en los servicios via email de ZENIT visite: http://ads.zenit.org/spanish


Angelus

El llamamiento extraordinario a la conversión de Juan Bautista

Especial Inmaculada

El papa de la Inmaculada en línea

La dicha de la Inmaculada: ver a Dios

Ruta Mariana, una propuesta

Santa Sede

Un pensamiento del papa para los migrantes, refugiados y apátridas

¿Por qué el cristianismo se extendió tan rápidamente?

MIRANDO A ORIENTE

Pakistán: Asesinada por un musulmán, considerada mártir de la fe

Mundo

A contracorriente, para reafirmar la validez perenne de los valores cristianos

Flash

Los españoles donan más a la Iglesia

Foro

Urge una Nueva Evangelización

Documentación

Preparar en nuestra vida la venida del Emmanuel

Id a todo el mundo. La primera ola de evangelización


Angelus


El llamamiento extraordinario a la conversión de Juan Bautista
El papa en el Ángelus exhortó a preparar la llegada del Emmanuel
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- A las doce de este domingo, segundo de Adviento, Benedicto XVI, desde la ventana de su despacho, en el Palacio Apostólico, dirigió el rezo de la oración del Ángelus ante los fieles y y peregrinos llegados a la plaza de san Pedro en el Vaticano. El papa exhortó a preparar en la propia vida la llegada del Emmanuel.

Este periodo del año litúrgico, dijo el santo padre, pone de relieve a las dos figuras que han tenido un papel preeminente en la preparación de la venida histórica del Señor Jesús: la Virgen María y san Juan Bautista.

Respecto al último, subrayó el aspecto ascético del Precursor de Cristo que se contrapone a aquellos que "están en los palacios del rey" y que "visten con lujo".

“El estilo de Juan Bautista –dijo el papa- debería llamar a todos los cristianos a optar por la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación de la fiesta de Navidad, en la que el Señor –como diría san Pablo– 'de rico que era, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros os hicièrais ricos por medio de su pobreza'”.

Por lo que se refiere a la misión de Juan, “fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo 'está vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios',dijo Benedicto XVI citando su obra Jesús de Nazaret, I.

A la materna intercesión de María, Virgen de la espera, concluyó Benedicto XVI, “confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la venida del Emmanuel, el Dios-con-nosotros”.

Ver alocución completa en: http://www.zenit.org/article-41062?l=spanish.

Al final del rezo mariano, el papa se dirigió a los peregrinos de habla española, con estas palabras: "Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los fieles de las parroquias de la Santísima Trinidad, de Castellón de la Plana, y de la Preciosísima Sangre, de Valencia. En este segundo domingo de Adviento, la Palabra de Dios ilumina las actitudes espirituales necesarias para acoger la venida del Señor. Llama a la conversión total que endereza el camino extraviado. Exhorta a creer en el designio de salvación de Dios e invita a comprometerse en la construcción de su Reino. Que la Virgen Madre nos obtenga de su Hijo abundantes gracias en este santo tiempo y nos ayude a ser siempre fieles en estos propósitos de vida cristiana. Feliz domingo".

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Especial Inmaculada


El papa de la Inmaculada en línea
'Totus Tuus' regala una biografía del beato Pío IX
ROMA, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- El beato Pío IX, un papa que se debatió en medio de un periodo histórico especialmente difícil en Europa y en Italia, proclamó el dogma de la Inmaculada Concepción de María, en 1854. Fue un acontecimiento de fe que llenó la ciudad eterna de peregrinos de todo el mundo. España lo vivió con singular devoción por ser uno de los países abanderados de la doctrina de la preservación de María del pecado original.

Ahora, la red Totus Tuus, “para honrar a la Inmaculada en el ciento cincuenta aniversario de la Unidad de Italia, ofrece en italiano el libro del profesor Roberto de Mattei. El libro se distribuye en la red a los usuarios registrados, trámite muy sencillo.

Il beato Pio IX es presentado por su autor de la siguiente manera: “Si es verdad que en la historia de la Iglesia no hay pontificados tranquilos, es cierto que el de Pío IX tiene algo que lo distingue entre todos los demás. Asume el choque entre la Iglesia católica y la civilización moderna salida de la Revolución francesa: un choque que, en los primeros tres años de pontificado de Pío IX, el trienio central del siglo XIX, estalló en toda su dramaticidad, obligando al papa recién elegido a decidir en una difícil disyuntiva, entre los principios y las instituciones que el encarnaba y las ideas del siglo”.

“Una biografía de Pío IX, hoy –añade el autor--, no puede ser sino una lectura crítica de su pontificado. Este es el fin de mi estudio, cuya primera parte es una reconstrucción histórica del pontificado de Pío IX sobre el gran telón de fondo de la lucha entre la Iglesia católica y las fuerzas revolucionarias en el siglo XIX; la segunda parte se detiene en su magisterio, culminado con tres actos supremos: la definición del dogma de la Inmaculada Concepción (1854), el Syllabus (1864) y el Concilio Vaticano I (1869-70)".

Para descargar el libro: http://www.totustuustools.net/magistero/p9ineffa.htm).

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


La dicha de la Inmaculada: ver a Dios
Llena de gracia es el nombre que María tiene a los ojos de Dios
MADRID, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Blas Rivera Balboa, profesor de la Universidad de Jaén, de su Seminario mayor diocesano, y agregado a la Facultad de Teología de la Cartuja de Granada, propone una lectura actual de la Inmaculada Concepción de María, advocación con la que España la honra como patrona. Publicado en la revista Ephemerides Mariologicae, en Madrid, ofrecemos aquí un extracto de los pasajes más significativos del artículo aparecido en el vol. 61 (2011) 211-224, titulado:"Esos tus ojos misericordiosos". La mirada de María.

*****

Blas Rivera Balboa

María y Dios: un cruce de miradas en la historia de la salvación1

Este cruce de miradas se expresa en las palabras del Magníficat: «porque ha mirado la pequeñez de su sierva..., ha hecho en mí cosas grandes aquel que es Poderoso» (Lc 1,48-49). Dios se convierte así en mirada creadora y misericordiosa.

Es creadora porque la transforma y engrandece, de tal forma que «de ahora en adelante me felicitarán todas las generaciones» (Lc 1,48). La creación se ha convertido de esa manera en cruce de miradas. Ha fijado Dios sus ojos en María, poniendo en ella su fuerza y su ternura. María se descubre así mirada, transformada, enriquecida y liberada por la gracia de unos ojos que la contemplan con amor: María descubre su valor porque la miran y gozosamente exclama: «se alegra mi espíritu en Dios mi salvador» (Lc 1,47).

Esta mirada de Dios desvela su grandeza creadora: ha creado a los hombres para poder mirarles y complacerse en ellos. Dios ha fijado sus ojos en María, el Creador se contempla en ella. Habiendo Dios creado al hombre a su semejanza, le llama por su gracia a salir de la desemejanza del pecado, para encontrar su camino que desemboca en la visión divina. Es el pecado de origen, momento en el que la criatura da la espalda al rostro del Creador, lo que impide al hombre contemplarlo. En efecto, con la caída el hombre perdió su semejanza con Dios (Gn 1, 26), su lugar original. Pues bien, María ya no tiene que esconderse en el jardín, como los hombres han hecho descubriendo la vergüenza de su desnudez pecadora, desde Adán y Eva (cf. Gn 3, 7-11).María mantiene la mirada, y manteniéndola, en un gesto de amor y transparencia, responde ante el misterio de Dios diciendo en plena libertad: «He aquí la sierva del Señor» (Lc 1,38). Por eso, María ha respondido, sosteniendo la mirada: «ha hecho en mí cosas grandes aquel que es poderoso» (Lc 1,49).

María se descubre así mirada por la gracia de unos ojos que la contemplan con misericordia. La propia bula Ineffabilis Deus recoge estas mismas ideas desde su inicio, recordando que María es el inicio de la «primitiva obra de la misericordia» de Dios (n. l). Reconoce lo mucho grande que Dios hace en ella. María descubre su valor porque la miran y gozosamente exclama: «se alegra mi espíritu en Dios mi salvador» (Lc 1,47). De la misma manera que Dios se había manifestado en ella mirando su pequeñez, María descubre la mano de Dios en la historia. Hizo un canto de bendición a Dios, en el que reconoce que todo lo bueno viene de Dios.

De igual modo que Dios se había manifestado en ella mirando su pequeñez, María descubre la mano de Dios en la historia cuando los poderosos caen y los empobrecidos son levantados. María cree que Dios echa abajo a los grandes y poderosos, mientras que levanta a la gente sencilla, los humildes de la tierra; colma de bienes a los pobres, mientras que a los ricos los deja «con las manos vacías». Ella comprende que los planes de Dios son completamente al revés de los planes del mundo. María ve a Dios en estos actos y se alegra por ello. Al elegirla, Dios está prefiriendo a los pobres. María representa el clamor y la esperanza de los sencillos que ponen su corazón en el Señor. Por eso se sabe llena María, por eso se atreve a profetizar que todos los siglos la llamarán bienaventurada, porque ha sido mirada por Dios.

María se siente envuelta por la mirada de Dios, que pone sus ojos en los humildes y en los pobres (cf. Lc 1, 47-56). El Dios experimentado por la Virgen María no es un Dios indiferente al sufrimiento y humillación humana, no vuelve el rostro ante la injusticia y la violencia contra los indefensos, sino un Dios que «mira» la humillación y opresión de su pueblo.

Bienaventurados los limpios de corazón, porque verán a Dios

El Salmo 24 se formula la pregunta: «¿Quién subirá al monte del Señor?, ¿quién podrá estar en su recinto santo?» (Sal 24,3); o lo que es lo mismo: ¿quién puede estar en la presencia de Dios?, ¿qué condiciones hay que tener para poder gozar de la compañía del Señor?, ¿quién puede contemplar a Dios? Y el mismo Salmo responde: «El que tiene manos limpias y puro corazón» (Sal 24,4).

Pureza de corazón y visión de Dios son términos correlativos de la Bienaventuranza: «Bienaventurados los limpios de corazón porque verán a Dios» (Mt 5,8); pero el término «visión» no se refiere a una simple mirada pasiva de espectador, sino a la gracia de ser admitido a la presencia de Dios: «Porque Dios nos ha puesto en el mundo para conocerle, servirle y amarle, y así ir al cielo. La bienaventuranza nos hace participar de la naturaleza divina (2 Pe 1, 4) y de la Vida eterna (cf. Jn 17, 3). Con ella, el hombre entra en la gloria de Cristo (cf. Rm 8, 18) y en el gozo de la vida trinitaria»2.

La Bienaventurada Virgen María, limpia de corazón, ve a Dios

La Virgen María es el espejo de las bienaventuranzas y del perfecto seguimiento de Jesús. La fidelidad plena a la palabra de Dios, en cada momento de su vida, es la causa de su bienaventuranza. No es bienaventurada simplemente por ser la madre del Mesías sino porque ha escuchado la palabra de Dios y la ha puesta en práctica (Lc.11, 28). Su vida entera es una floración de las bienaventuranzas.

El evangelio nos habla de las bienaventuranzas (Mt. 5,3-12): dichosos los sufridos, los pobres, los mansos, los humildes; todas estas cualidades están presentes en María.Todas las generaciones la bendicen y la llaman bienaventurada.

La Virgen María ha sido la persona humana más limpia de corazón, a la que Dios ha hallado digna no sólo de admitirla en su presencia, sino de hacerla santuario de su presencia, Madre de su Hijo eterno, Jesucristo. En la Anunciación, el ángel Gabriel le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). Su pureza de corazón y su plenitud de gracia le permiten que el Señor la llene con su presencia personal: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dio; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre Jesús» (Lc 1,30-31). María acoge en su propio seno al Hijo de Dios. La presencia divina, por obra del Espíritu Santo, la llena desde dentro: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios» (Lc 1,35). María lleva dentro de sí al Santo de los santos; no sólo puede estar en presencia de Dios, sino que lo contempla amorosamente dentro de sus entrañas maternales. La limpieza de corazón en María ha dado como fruto la maternidad divina y la maternidad eclesial: «La Virgen María al recibir la Palabra con corazón limpio, mereció concebirla en su seño virginal, y al dar a luz a su Hijo, preparó el nacimiento de la Iglesia»3.

A Dios nadie lo ha visto jamás (Jn. 1,18): La invisibilidad de Dios4

La expresión ver a Dios cara a cara es frecuente en el Antiguo Testamento. Jacob dijo haber visto a Dios cara a cara cuando luchó con el ángel: Jacob llamó el nombre de aquel lugar Penuel, diciendo: «Porque vi a Dios cara a cara y salí con vida» (Gn. 32, 31). Moisés también dice que lo vio, cuando en otra ocasión Dios le había dicho: «No podrás ver mi rostro, porque el hombre no puede ver a Dios y vivir» (Ex. 33, 20). No es que mate la vista de Dios, sino que El vive en otra dimensión a la que hay que pasar por la muerte. El conocimiento natural de Dios en esta vida no es inmediato ni intuitivo, sino mediato y abstracto, pues lo alcanzamos por medio del conocimiento de las criaturas. Por tanto, esas visiones se referían a visiones a través de figuras y de imágenes, lo que San Pablo llama visión mediata, oscura y parcial. A ésta contrapone el Apóstol la que tendremos cuando venga el fin; a la que él llama visión cara a cara.

A causa de su transcendencia, Dios no puede ser visto tal cual es más que cuando Él mismo abre su Misterio a la contemplación inmediata del hombre y le da la capacidad para ello. Esta contemplación de Dios en su gloria celestial es llamada por la Iglesia “la visión beatífica”5.

«Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios. Ciertamente, según su grandeza y su inexpresable gloria, nadie verá a Dios y seguirá viviendo, porque el Padre es inasequible; pero su amor, su bondad hacia los hombres y su omnipotencia llegan hasta conceder a los que lo aman el privilegio de ver a Dios [...] porque lo que es imposible para los hombres es posible para Dios»6.

La felicidad del cielo implica la unión con Dios por el amor, un amor mucho más intenso que en la tierra, ya que lo veremos cara a cara; allí sí que cumpliremos a la perfección el mandato del amor: con todo el corazón, con toda el alma, toda la mente7. La caridad, el amor de Dios, como explica San Pablo, no decaerá nunca: allí los bienaventurados amarán a Dios, pero no creerán en Él, porque ya no necesitan la fe, sino que ven a Dios cara a cara; ni habrá esperanza, porque los bienaventurados poseerán a Dios, que es el objeto de la esperanza8. De ahí que el misterio de la Asunción de la Santísima Virgen María al Cielo nos invite a reflexionar sobre nuestro fin último: la Vida Eterna, junto con la Santísima Trinidad, la Santísima Virgen María y los Ángeles y Santos del Cielo. El saber que María ya está en el Cielo gloriosa en cuerpo y alma, como se nos ha prometido a aquéllos que hagamos la Voluntad de Dios, nos renueva la esperanza en nuestra futura inmortalidad y felicidad perfecta para siempre.

La fe, comienzo de la vida eterna. María: «Dichosa la que ha creído»

La pureza de corazón es don de Dios. Por eso, la pureza de corazón es, ante todo, la pureza de la fe. Por eso, María es bienaventurada porque ha creído.

La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visión beatífica, fin de nuestro caminar aquí abajo. Entonces veremos a Dios «cara a cara» (1 Cor 13,12), «tal cual es» (1 Jn. 3,2). La fe es, pues, ya el comienzo de la vida eterna9: «Mientras que ahora contemplamos las bendiciones de la fe como reflejadas en un espejo, es como si poseyésemos ya las cosas maravillosas de que nuestra fe nos asegura que gozaremos un día»10.

El misterio de la Inmaculada Concepción no sólo hace alusión exclusiva a la obra de Dios en María, a la preservación de toda mancha de pecado original y personal, sino que es, además, la celebración de la fidelidad guardada por María a la gracia de Dios a lo largo de toda su vida. Nació a esta vida mortal siendo desde el primer instante inmaculada, hija de la luz y nació a la vida eterna habiendo conservado encendida su lámpara. María es ejemplo por sus virtudes personales, «la cual refulge como modelo de virtudes ante toda la comunidad de los elegidos»11. La insistencia en la fe de la santísima Virgen tiene la finalidad de confirmar su condición de redimida, no fijada aún en la visión beatífica, sino partícipe todavía del “status viae”, en el que la existencia cristiana está caracterizada por la fe, junto con las otras virtudes teologales12.

Del peregrinaje de la fe a la visión beatífica: María contempla el rostro de Dios cara a cara.

El Concilio Vaticano II asocia la santidad a la inmaculada: “Nada tiene de extraño que entre los santos padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva creatura por el Espíritu Santo. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por el ángel de la Anunciación como “llena de gracia” (LG 56). A lo que el papa Juan Pablo II añade: «Preservada libre de toda mancha de pecado original (LG. 59), la hermosa Virgen de Nazaret no podía quedarse como las demás personas en estado de muerte hasta el fin de los tiempos. La ausencia del pecado original y la santidad, perfecta ya desde el primer momento de su vida, pedían para la Madre de Dios la completa glorificación de su alma y de su cuerpo» 13.

Solamente la esperanza de la transfiguración total en Dios, en un eterno cara a cara con él, es lo que enciende la chispa de la certeza. Esa esperanza, fundada en la fidelidad de Dios a su palabra, es por consiguiente motivo de aliento supremo. María es su “gran señal”, que asegura nuestra esperanza y confirma nuestro aliento. No sólo “es imagen y comienzo de la iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la edad futura” (LG 68) sino que desde la gloria de los cielos en donde ha sido coronada como reina, “se cuida con caridad maternal de los hermanos de su Hijo” para que, superando las pruebas de la vida, puedan alcanzarla “en la patria bienaventurada” (LG 62)14.

Ephemerides Mariologicae, revista científica de Mariología, ha cedido amablemente a ZENIT este extracto. El artículo completo se puede conseguir en: http://ephemeridesmariologicae.com/.

1 María ha entrado profundamente en la historia de la salvación y en cierta manera reúne en sí y refleja las exigencias más radicales de la fe (Cf. LG 65).

2 Catecismo de la Iglesia Católica, 1721.

3 Congregatio pro Cultu Divino, Collectio Missarum de Beata Maria Vergine. Editio typica, Librería Editrice Vaticana, 1987. Prefacio del formulario I, 25.

4 «No es posible ver a Dios con los ojos de la carne: pues lo que es incorpóreo no puede entrar con estos ojos. Esto lo testificó también el mismo Hijo unigénito de Dios al decir: “A Dios nadie lo ha visto jamás”» (Cirilo de Jerusalén, Catequesis bautismal 9, 1: PG 33 ,354).

5 Catecismo de la Iglesia Católica, 1028.

6 San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, Libro 4, 20, 5.

7 cf. Mt 22,37.

8 1 Cor. 13,13 y 1 Cor. 8,10

9 Catecismo de la Iglesia Católica, 163.

10 San Basilio Magno, Liber de Spiritu Sancto 15,36: PG 32, 132; cf. Santo Tomás de Aquino, S.Th., 2-2, q.4, a.1, c.

11 Lo declara expresamente la LG 65, donde expresa la visión de una Iglesia que, creciendo en las virtudes teologales y en la obediencia a la voluntad divina, se hace cada vez más semejante al sublime modelo de María.

12 “La bienaventurada Virgen María sigue “precediendo” al pueblo de Dios. Su excepcional peregrinación de la fe representa un punto de referencia constante para la Iglesia, para los individuos y las comunidades, para los pueblos y las naciones, y, en cierto modo, para toda la humanidad” (Juan Pablo II, Redemptoris Mater, 6).

13 Juan Pablo II, La Asunción de María en la tradición de la Iglesia. (Catequesis del Papa, 9 julio, 1997)

14 “Contemplando el misterio de la Asunción de la Virgen, es posible comprender el plan de la Providencia Divina con respecto a la humanidad: después de Cristo, Verbo encarnado, María es la primera criatura humana que realiza el ideal escatológico, anticipando la plenitud de la felicidad, prometida a los elegidos mediante la resurrección de los cuerpos” (Juan Pablo II, Audiencia General del 9 de julio de 1997).

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Ruta Mariana, una propuesta
Para el puente de la Inmaculada, cuatro santuarios
ROMA, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- La Ruta Mariana, un camino de peregrinación que une cuatro santuarios, el del Pilar, Torreciudad, Monserrat, en España, y Lourdes, en Francia, fue presentada esta semana en Roma. En el largo puente de la Inmaculada, esta es una opción entre otras aunque muy adecuada a lo que se celebra.

Un itinerario cultural y religioso que se suma al fenómeno en fuerte crecimiento: el llamado quizás impropiamente “turismo religioso”, con sus raíces en las motivaciones religiosas que durante siglos han llevado a los hombres a realizar peregrinaciones.

Los santuarios son el de la Virgen del Pilar, en el corazón de Zaragoza y el primer santuario mariano del mundo; el santuario de Torreciudad, construido en el siglo pasado al lado de una antigua ermita, por iniciativa de san Josemaría Escrivá, que acoge peregrinaciones desde todo el mundo. El de Monserrat, Barcelona, donde espiritualidad y cultura se unen en un imponente cuadro natural. Y el santuario de Nuestra Señora de Lourdes, actualmente el más visitado, famoso por su agua y curaciones milagrosas.

Entre un santuario y otro, se sitúan catedrales, iglesias, monasterios y claustros, monumentos, e itinerarios culturales varios en los que la enogastronomía local está siempre presente.

Existen itinerarios de diversas duraciones, desde uno a siete días. Se pueden iniciar preferentemente en Barcelona y Zaragoza.

Se realizan durante todo el año con los tour o por cuenta propia en vehículos. Con disponibilidad de alojamiento y restaurantes aptos a todos los bolsillos, desde los rurales hasta los cinco estrellas. En el sitio web: www.rutamariana.com figuran los hoteles, restaurantes y servicios en los cuales directamente se puede hacer la reserva y todas las informaciones necesarias para organizar esta peregrinación mariana. 

Uno de los responsables de la presentación del programa en Italia Marcos Ferrer Acordagoitia indicó a Zenit que “el itinerario se puede hacer por cuenta propia sin ningún tipo de problema. Con nuestra asociación, la Organización de la promoción Ruta Mariana, damos las herramientas para que nadie se pierda la oportunidad de ver lo que rodea a los santuarios”.

Añadió que, en la pagina rutamariana.com, figura la red de alojamientos en donde se puede hacer la reserva. “Incluso pueden contactarnos directamente si hay algo que no les satisface enteramente o para tener más informaciones. No somos una agencia de viajes, no hacemos reservas, pero sí contamos con la colaboración de los operadores de viaje que organizan estas peregrinaciones”.

“Para ir por su cuenta –indicó--, hay que hacerlo en coche, o con los programas que organizan por ejemplo la Opera Romana Pellegrinagi o con algún otro tour operador de España y ver que programas tienen. Se puede hacer con transporte público entre los santuarios pero es más complejo, y no siempre cuadran los horarios con los programas de cada uno”.

El directivo español añadió que la Ruta Mariana no está pensada por el momento para hacerla a pie, como lo es en cambio el Camino de Santiago, entre otros motivos porque “es muy reciente y si bien parte se puede hacer a pie, como desde Monserrat a Zaragoza, que es parte del camino de Santiago, la ruta mariana es para recorrerla en vehículo”.

Por lo que se refiere al alojamiento, indicó, “tenemos en la red las diversas tarifas, si bien es cierto que con la crisis actual, se encuentran precios muy convenientes. Tenemos turismo rural, y hasta hoteles de cinco estrellas a 60 euros por habitación. Hay todo tipo de tarifas y categorías”.

Es un recorrido que se puede hacer en cualquier época del año, si bien cada uno tiene sus preferencias. “En invierno es más duro pero también hay más de recogimiento, en cierto sentido una experiencia mejor, pues en verano hay grupos y miles de peregrinos. Por ejemplo en Monserrat van tres millones de visitantes. Aunque por las tardes suele ser mucho más tranquilo y relajado”, y concluyó: “Si se quiere un momento más íntimo quizás hay que ir cuando hay menos gente. Yo personalmente me iría durante el invierno”.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Santa Sede


Un pensamiento del papa para los migrantes, refugiados y apátridas
Tras el rezo del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Tras el rezo del Ángelus este domingo, Benedicto XVI tuvo un pensamiento para la celebración de varias efemérides relacionadas con organismos o convenios que se ocupan de la situación de las personas migrantes, refugiadas o apátridas.

“En los próximos días –dijo el papa--, en Ginebra y en otras ciudades, se celebrará el 50 aniversario de la institución de la Organización Mundial de las Migraciones, el 60 de la Convención sobre el estatus de los refugiados y el 50 de la Convención sobre la reducción de los casos de personas apátridas. Confío al Señor a cuantos, a menudo a la fuerza, deben dejar su propio país, o están privados de nacionalidad. Mientras animo a la solidaridad hacia ellos, rezo por todos aquellos que se prodigan en proteger y asistir a estos hermanos en situación de emergencia, exponiéndose también a graves fatigas y peligros”.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


¿Por qué el cristianismo se extendió tan rápidamente?
Primera prédica de Adviento del predicador de la Casa Pontificia
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- El plan de las predicaciones del padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, en este Adviento 2011, se propone, en respuesta al llamamiento papal a un empeño evangelizador renovado y preparación al Sínodo de los Obispos de 2012, comentar cuatro olas de evangelización en la historia de la Iglesia. La primera tuvo lugar este viernes 2 de diciembre en el Vaticano.

Estas son: la expansión del cristianismo en los tres primeros siglos; los siglos VI al IX y la reevangelización de Europa; el siglo XVI, con el descubrimiento y la conversión al cristianismo de los pueblos del “nuevo mundo”; la época actual que ve a la Iglesia comprometida en una reevangelización del Occidente secularizado.

En cada uno de estos momentos, anuncia el predicador de la Casa Pontificia, “intentaré iluminar lo que podemos aprender en la Iglesia de hoy: qué errores hay que evitar y qué ejemplos hay que imitar y qué aportación específica pueden dar a la evangelización los pastores, monjes, los religiosos de vida activa y los laicos”.

En su primera predicación, hizo una reflexión sobre la evangelización cristiana en los tres primeros siglos. El periodo –dijo Cantalamessa- en el que el cristianismo hace camino por su propia fuerza”.

La novedad en los primeros dos siglos es que “la propagación de la fe se confiaba a la iniciativa personal”. Eran “profetas itinerantes, de los que habla la Didaché, que se trasladaban de sitio a sitio; muchas conversiones se debían al contacto personal, favorecido por el trabajo común ejercitado, de los viajes y de las relaciones comerciales, del servicio militar y de otras circunstancias de la vida”.

En la segunda mitad del siglo III, “estas iniciativas personales se coordinan cada vez más y en parte se sustituyen por las comunidades locales”.

“Hacia el final del siglo III, la fe cristiana penetró prácticamente en cada estrato de la sociedad” y “Constantino no hace más que constatar la nueva relación de fuerzas. No fue él quien impuso el cristianismo al pueblo, sino el pueblo quien le impuso a él el cristianismo”. añadió.

¿Cuáles fueron las razones del triunfo del cristianismo?, se preguntó el padre Cantalamessa y respondió que, además de la caridad cristiana, destaca “la naturaleza 'sincretista' de la fe cristiana, es decir la capacidad de conciliar en sí misma tendencias opuestas y distintos valores presentes en las religiones y en la cultura de la época”. “El éxito del cristianismo se debió a un conjunto de factores”.

“Se olvida –dijo- una cosa sencillísima: que Jesús había dado él mismo, como anticipo, una explicación de la difusión de su Evangelio y de ella hay que volver a partir cada vez que se asume un nuevo compromiso misionero” con dos breves parábolas evangélicas, la de la semilla que crece incluso de noche y la de la semilla de mostaza.

También en esta ocasión quien captó “el misterio escondido” fue Pablo. “Me llama la atención –afirmó el padre Cantalamessa--, siempre, un hecho. El Apóstol predicó en el Aerópago de Atenas y vió el rechazo del mensaje, educadamente expresado con la promesa de escucharlo en otra ocasión. Desde Corinto adonde fue justo después, escribió la Carta a los Romanos en la que afirmaba haber recibido el deber de llevar a 'la obediencia de la fe a todas las gentes'. El fracaso no desanimó su confianza en el mensaje”.

“Lo que los historiadores de los orígenes cristianos no cuentan o dan poca importancia es la certeza indestructible que los cristianos de entonces, al menos los mejores de ellos, tenían sobre la bondad y la victoria final de su causa”, dijo.

“Esto es lo que más necesitamos hoy: despertar en los cristianos, al menos en los que pretenden dedicarse a la obra de la reevangelización, la certeza íntima de la verdad de lo que anuncian”, aseveró.

“Sembrar y ¡después.... irse a dormir! --afirmó el predicador pontificio--. Es decir sembrar y no quedarse allí todo el tiempo a mirar, a ver dónde surge, cuántos centímetros crece al día. El arraigo y el crecimiento no es asunto nuestro, sino de Dios y del que escucha”.

“Las reflexiones desarrolladas en esta meditación nos empujan --concluyó- a poner en la base del compromiso por una nueva evangelización un gran acto de fe y de esperanza que se sacuda todo sentido de impotencia y de resignación. Tenemos ante nosotros, es verdad, un mundo cerrado en su secularismo, embriagado por los éxitos de la técnica y por las posibilidades ofrecidas por la ciencia, que rechaza el anuncio evangélico. Pero ¿era quizás menos seguro de sí mismo y menos refractario al Evangelio el mundo en el que vivían los primeros cristianos, los griegos con su sabiduría y el imperio romano con su potencia? Si hay una cosa que podemos hacer, después de haber 'sembrado ' es la de 'regar' con la oración la semilla sembrada”.

Se puede leer el texto completo de la predicación en:http://www.zenit.org/article-41065?l=spanish.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


MIRANDO A ORIENTE


Pakistán: Asesinada por un musulmán, considerada mártir de la fe
La nueva iglesia de Karachi, un alivio para el dolor de los cristianos
FAISALABAD/KARACHI, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Una joven asesinada en Faisalabad por un musulmán, que quería casarse con ella, ha sido definida como “mártir de la fe” por los católicos de Pakistán. Su caso recuerda el de tantas mujeres de la Iglesia primitiva que prefirieron la muerte a abjurar de su fe. Pero la nueva iglesia inaugurada en Karachi ha dado una alegría a los católicos del país asiático.

La Iglesia católica la define como “una mártir de la fe”. Mariah Manisha era una chica católica de Faisalabad, asesinada hace una semana por un hombre musulmán que la secuestró, y que tenía la intención de casarse con ella.

El padre Zafal Iqbal, párroco católico de Khushpur, donde vive la familia de Mariah, que tenía18 años, informó a la agencia Fides que "la chica se resistió, no quería convertirse al Islam y no se casó con el hombre, que por esta razón la mató. Es una mártir". El padre Iqbal informó de lo sucedido a la Comisión Justicia y Paz y al obispo de Faisalabad Joseph Coutts. "El culpable fue detenido y la policía está investigando. Esperamos que se haga justicia, mientras, la comunidad está triste y molesta”, informó el padre Iqbal.

“Casos como este ocurren a diario en el Punjab --declaró por su parte el padre Khalid Rashid Asi, vicario general de la diócesis de Faisalabad--. Es muy triste, los cristianos, a menudo las niñas, son víctimas indefensas".
Otro caso resuelto en los últimos días, es el del anciano católico de 72 años, de Faisalabad, Rehmat Masih, liberado hace una semana, después de dos años de prisión y de inmenso sufrimiento, tras una falsa acusación de blasfemia.

Mientras tanto, una alegría vino a paliar un poco el sufrimiento de los cristianos en Pakistán. La nueva iglesia de San Pedro, en Karachi, la más grande de Pakistán, es "un signo de esperanza y un buen augurio para el futuro, en el Año de la Misión".

Lo declaró a Fides el padre Mario Rodríguez, sacerdote de Karachi y director de las Obras Misionales Pontificias en Pakistán. La pequeña comunidad cristiana del país, dice el sacerdote, sigue estando "sorprendida e impresionada por la nueva iglesia, que abrió sus puertas hace un mes en Karachi: con una cúpula, un edificio de tres pisos que se encuentra en la colonia de cristianos y con capacidad para cinco mil personas".
"Es agradable que haya sido inaugurada durante el Año de la Misión: es un signo de la resistencia de una fe que ha sufrido durante mucho tiempo contra la discriminación por parte del Estado y de ataques de extremistas islámicos. Estamos orgullosos de la nueva iglesia. Es un signo de esperanza antes de la Navidad, que la comunidad de Karachi celebrará en esta iglesia", dice el padre Mario.
La iglesia fue construida en once meses, costó 3,8 millones de dólares, recaudados a través de las donaciones, las autoridades locales, y las conferencias episcopales de todo el mundo, incluyendo la Conferencia Episcopal Italiana, las Obras Misionales Pontificias, Missio.

"Fue construida en el sitio de una pequeña iglesia en el barrio de Azam Basti, un laberinto de calles estrechas y casas de ladrillo, donde viven alrededor de quince mil cristianos", dijo el padre Mario.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Mundo


A contracorriente, para reafirmar la validez perenne de los valores cristianos
'Vida Consagrada y Nueva Evangelización', en el 'Regina Apostolorum'
ROMA, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- El 26 de noviembre pasado, en el ateneo pontificio Regina Apostolorum de Roma, Italia, tuvo lugar un congreso sobre Vida Consagrada y Nueva Evangelización, con motivo de los diez años de andadura del Instituto Superior de Ciencias Religiosas, del mismo ateneo, que imparte cursos de formación permanente para consagrados en Italia y en varios países del mundo.

Más de 150 participantes de variados institutos y congregaciones femeninas siguieron los trabajos. Las religiosas y consagradas procedían de Roma y de otras partes de Italia.

Abrió la jornada el rector Pedro Barrajón LC, encomiando el trabajo realizado por el Instituto a favor de la formación permanente de religiosas. El rector también estuvo presente en la conclusión, acompañando a monseñor Joao Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica, quien impartió la conferencia de cierre de la jornada.

Explicaron la complementariedad necesaria entre vida consagrada y nueva evangelización, varios expertos, como Germán Sánchez Griese, profesor ordinario del Instituto Superior de Ciencias Religiosas, quien habló acerca del tiempo presente en que se afronta el reto de la Nueva Evangelización en la Iglesia. Siguió Amedeo Cencini, FC, uno de los autores más conocidos por las religiosas y consagradas en Italia. El padre Cencini expuso cómo evangeliza la vida consagrada hoy, haciendo hincapié en la centralidad de Cristo y en la necesidad del testimonio de vida.

El padre Giacomo Ruggieri, de la diócesis de Fano, abordó los escenarios de la Nueva Evangelización para la vida consagrada en Italia. Desde el carisma de cada congregación hay que buscar la manera de adaptarse a las nuevas realidades y exigencias que presenta el panorama relativista y descristianizante en Occidente. Continuó la reflexión en torno al mismo tema del carisma y su fuerza en la Nueva Evangelización, el padre Fabio Ciardi, OMI.

Los expertos hicieron notar al numeroso público que la fe y confianza en Dios, quien guía la historia con su providencia, hace mirar adelante con optimismo, al tiempo que pide colaboración total para la ingente obra de la nueva evangelización en que está empeñada la Iglesia. Las religiosas y consagradas son casi el 70% de los consagrados en la Iglesia, una fuerza considerable e imprescindible.

En su conferencia final, monseñor Joao Braz de Aviz señaló que “si la vida consagrada es Confessio Trinitatis (Cf. Juan Pablo II, Vita Consecrata de 1996), las comunidades religiosas tienen la gran oportunidad de realizar este icono trinitario, a imagen de Dios Amor, y ser así testimonio creíble para el mundo”. “Dios es Amor es la definición más breve, más real y profunda al mismo tiempo del misterio trinitario”, añadió. De ahí que hay que volver una y otra vez a la propia identidad trinitaria, como bautizados y personas consagradas.

La vida consagrada va contracorriente en el mundo, pero por lo mismo reafirma la validez perenne de los valores cristianos que vive y proclama. El reto hoy es grande y emocionante, pues se trata de contribuir en la Nueva Evangelización, pero al mismo tiempo es imprescindible ‘evangelizar’ hoy la vida consagrada para renovarla. El religioso y consagrado no deja de ser discípulo durante toda su vida: mira a Cristo como su modelo inagotable y así se entiende la necesidad de una formación permanente. Para ello el programa no ha cambiado: hay que Recomenzar de Cristo y con la fuerza de su Amor a cada alma que Él elige, renovar el propio impulso misionero dentro de la Iglesia.

Con este congreso, el ateneo pontificio celebró el 10 aniversario de su labor y contribución a la formación permanente de la vida religiosa femenina.

Para saber más: www.upra.org).

Por Luis Alfonso Orozco LC 

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Flash


Los españoles donan más a la Iglesia
Según datos gubernamentales
MADRID, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de España, aumenta el número de contribuyentes que marcan ambas casillas, la de la Iglesia y la de fines sociales en la Declaración de la Renta.

El 7,4% de los españoles que hacen la declaración de la renta marcaron ambas casillas, la de la Iglesia Católica y la de de Fines Sociales en la Declaración de la Renta de 2011, un 2% más que en 2010, según los resultados del estudio de opinión pública y política fiscal avanzados por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS).

El informe --citado por diario YA.com- señala que disminuyó ligeramente el número de españoles que se declaran ateos y no creyentes, que pasaron de un 7,6 a un 7,3% y de un 14,7 a un 14,6%, respectivamente.

Igualmente, apunta que la cifra de personas que se declaran católicas decreció un 0,4%, pasando de un 73,5 a un 73,1%, en el último año, y que el número de quienes afirman ser creyentes de otras religiones aumentó del 1,9 al 2,4% en el mismo periodo.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Foro


Urge una Nueva Evangelización
Nos preguntamos en qué hemos fallado
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo de monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, México, con el títuloUrge una Nueva Evangelización.

*****

+ Felipe Arizmendi Esquivel

VER

El país vive el azote de la violencia y de la inseguridad. Nos culpamos unos a otros y, quien más quien menos, ofrecemos soluciones, más impactantes en el discurso que en una efectividad real. Los enemigos políticos del presidente de la República lo juzgan único responsable de los miles de muertes ocasionadas por su inderogable y constitucional obligación de combatir a los inhumanos y abusivos narcotraficantes y llevan el caso ante instancias internacionales. Otro ofrece crear millones de empleos para los jóvenes, como si esto fuera tan sencillo. Las familias y los pueblos sufren, y ya no saben qué hacer.

Las Iglesias nos sentimos cuestionadas. La mayoría de los narcos y asesinos son bautizados y dicen ser creyentes, algunos hasta muy devotos, a su manera… Nos preguntamos en qué hemos fallado, y qué debemos hacer.

Juan Pablo II, siguiendo la inspiración del Concilio Vaticano II y de Pablo VI, nos propuso una “nueva evangelización”. Por primera vez usó esta expresión en Polonia, el 9 de junio de 1979. Después, la difundió y urgió por todas partes, sobre todo en sus múltiples viajes y mensajes a América Latina. En Santo Domingo, al inaugurar la V Conferencia General, nos dijo que debería ser “nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión”.

El papa Benedicto XVI ha convocado el Sínodo de los Obispos, en Roma, del 7 al 28 de octubre de 2012, precisamente sobre “la nueva evangelización para la transmisión de la fe cristiana”. Ya han sido elegidos los obispos que nos representarán. Y “para que la Iglesia entera pueda presentar a todos un rostro más bello y creíble, reflejo más claro del rostro del Señor”, nos ha invitado a celebrar un Año de la Fe, del 11 de octubre de 2012, al 24 de noviembre de 2013.

Las tres diócesis de Chiapas nos hemos reunido para estudiar el documento preparatorio al Sínodo, ofrecer un aporte desde nuestra realidad pastoral, cuestionar y renovar la práctica evangelizadora, “pues el Evangelio no ofrece una palabra sólo de consuelo, sino que interpela, que llama a la conversión, que hace accesible el encuentro con El, por el cual florece una humanidad nueva” (29-X-2011).

JUZGAR

El mandato de evangelizar es perentorio, desde que Jesús lo encomendó a sus apóstoles. Evangelizar ha sido siempre y será la misión que da identidad a la Iglesia. Si no lo hiciera, escudándose en restricciones legislativas o amoldándose al relativismo imperante, traicionaría su misión.

El documento para el Sínodo describe algunos escenarios que debemos enfrentar: “Una profunda secularización, que ha perdido la capacidad de escuchar y de comprender la palabra evangélica como un mensaje vivo y vivificador. Una mentalidad en la cual Dios está, de hecho, ausente. La cultura del relativismo. La mentalidad hedonista y consumista. La superficialidad y el egocentrismo, que lleva a un estéril culto al individuo. Una atrofia espiritual y un vacío del corazón. Formas subrogadas de pertenencia religiosa y de vago espiritualismo. Formas de contaminación y de desmoronamiento de los puntos fundamentales de referencia de la vida. Un clima de extrema fluidez y liquidez. Un fundamentalismo que justifica la violencia y elterrorismo. La proliferación de sectas. Se difunde una progresiva alienación de la dimensión ética y política de la vida. La cultura de lo efímero, de lo inmediato, de la apariencia. Desequilibrios económicos en la distribución de recursos. El daño a la creación. La ciencia y la tecnología se presentan como los nuevos ídolos del presente. Nuevos cultos, religiones de la prosperidad y de la gratificación instantánea” A esta descripción, más de corte europeo, agregamos lo más específico de nuestra realidad.

ACTUAR

Seamos humildes y revisemos nuestra vida personal, porque a veces la gente se aleja de Dios y de la Iglesia porque no somos tan santos como deberíamos. Confrontemos nuestra práctica pastoral y no engañosamente pensemos que todo lo hacemos bien, pues los resultados no confirman nuestras afirmaciones. Apasionémonos más por Jesucristo y contagiemos esta fe, para que muchos otros encuentren en El la fuente de la vida.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Documentación


Preparar en nuestra vida la venida del Emmanuel
Palabras de Benedicto XVI antes del Ángelus
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- A las doce de este domingo, segundo de Adviento, Benedicto XVI, desde la ventana de su despacho, en el Palacio Apostólico, dirigió el rezo de la oración del Ángelus ante los fieles y y peregrinos llegados a la plaza de san Pedro en el Vaticano. Estas son las palabras del papa al introducir la oración mariana.

*****

¡Queridos hermanos y hermanas!

El domingo de hoy marca la segunda etapa del Tiempo de Adviento. Este periodo del año litúrgico pone de relieve a las dos figuras que han tenido un papel preeminente en la preparación de la venida histórica del Señor Jesús: la Virgen María y san Juan Bautista. Justo sobre este último se concentra el texto de hoy del Evangelio de Marcos. Describe la personalidad y la misión del Precursor de Cristo (cfr Mc 1,2-8). Empezando por el aspecto exterior, Juan es presentado como una figura muy ascética: vestido de piel de camello, se nutre de langostas y miel silvestre, que encuentra en el desierto de Judea (cfr Mc 1,6). Jesús mismo, una vez, lo contrapone a aquellos que "están en los palacios del rey" y que "visten con lujo" (Mt 11,8). El estilo de Juan Bautista debería llamar a todos los cristianos a optar por la sobriedad como estilo de vida, especialmente en preparación de la fiesta de Navidad, en la que el Señor –como diría san Pablo– "de rico que era, se hizo pobre por vosotros, para que vosotros os hicièrais ricos por medio de su pobreza" (2 Cor 8,9).

Por lo que se refiere a la misión de Juan, fue un llamamiento extraordinario a la conversión: su bautismo "está vinculado a un llamamiento ardiente a una nueva forma de pensar y actuar, está vinculado sobre todo al anuncio del juicio de Dios" (Jesús de Nazaret, I, Madrid 2007, p. 36) y de la inminente aparición del Mesías, definido como "aquél que es más fuerte que yo" y que "bautizará en Espíritu Santo" (Mc 1,7.8). La llamada de Juan va por tanto más allá y más en profundidad respecto a la sobriedad del estilo de vida: llama a un cambio interior, a partir del reconocimiento y de la confesión del propio pecado. Mientras nos preparamos a la Navidad, es importante que entremos en nosotros mismos y hagamos un examen sincero de nuestra vida. Dejémonos iluminar por un rayo de la luz que proviene de Belén, la luz de Aquél que es "el más Grande" y se ha hecho pequeño, "el más Fuerte" y se ha hecho débil.

Los cuatro evangelistas describen la predicación de Juan Bautista refiriéndose a un pasaje del profeta Isaías: "Una voz grita: «En el desierto preparad el camino al Señor, allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios»" (Is 40,3). Marcos inserta también una cita de otro profeta, Malaquías, que dice: "Mira, envío mi mensajero delante de tí, el que ha de preparar tu camino" (Mc 1,2; cfr Mal 3,1). Estas alusiones a las Escrituras del Antiguo Testamento "hablan de la intervención salvadora de Dios, que sale de lo inescrutable para juzgar y salvar; a É hay que abrirle la puerta, prepararle el camino" (Jesús de Nazaret, I, p. 37).

A la materna intercesión de María, Virgen de la espera, confiamos nuestro camino al encuentro del Señor que viene, mientras proseguimos nuestro itinerario de Adviento para preparar en nuestro corazón y en nuestra vida la venida del Emmanuel, el Dios-con-nosotros.

[Traducción del italiano de Nieves San Martín

© Librería Editorial Vaticana]

Envìa esta noticia a un amigo

arriba


Id a todo el mundo. La primera ola de evangelización
Adviento 2011 para la Casa Pontificia. Primera Predicación
ROMA, domingo 4 diciembre 2011 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la primera predicación del padre Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia, en este Adviento 2011, realizada este viernes 2 de diciembre en el Vaticano.

*****

Raniero Cantalamessa OFM cap

En respuesta al llamamiento del sumo pontífice a un compromiso renovado de evangelización y como preparación al Sínodo de los Obispos de 2012 sobre el mismo argumento, me propongo especificar, en estas meditaciones de Adviento, cuatro olas de evangelización en la historia de la Iglesia, es decir cuatro momentos en los que se asiste a una aceleración o a un retomar el compromiso misionero. Estas son:

1.- La expansión del cristianismo en los tres primeros siglos de vida, hasta la vigilia del edicto de Constantino que tiene como protagonistas a los profetas itinerantes, en primer lugar, y después a los obispos;

2.- Los siglos VI al IX en los que asistimos a la reevangelización de Europa después de las invasiones bárbaras, obra sobre todo de los monjes;

3.- El siglo XVI, con el descubrimiento y la conversión al cristianismo de los pueblos del “nuevo mundo”, obra sobre todo de los frailes:

4.- La época actual que ve a la Iglesia comprometida con una reevangelización del Occidente secularizado, con la participación determinante de los laicos.

En cada uno de estos momentos intentaré iluminar lo que podemos aprender en la Iglesia de hoy: qué errores hay que evitar y qué ejemplos hay que imitar y qué aportación específica pueden dar a la evangelización los pastores, monjes, los religiosos de vida activa y los laicos.

1. La difusión del cristianismo en los tres primeros siglos

Comenzamos hoy con una reflexión sobre la evangelización cristiana en los tres primeros siglos. Un motivo hace de este periodo un modelo para todos los tiempos. Es el periodo en el que el cristianismo hace camino por su propia fuerza. No hay “ningún brazo secular” que lo apoye; las conversiones no se determinan por ventajas externas, materiales o culturales; ser cristianos no es una costumbre o una moda, sino una elección contra corriente, a menudo a riesgo de la propia vida. En ciertos aspectos es la misma situación que se ha vuelto a dar en muchas partes del mundo.

La fe cristiana nace con una apertura universal. Jesús había dicho a sus apóstoles que vayan a “todo el mundo” (Mc 16,15), que “hagan discípulos a todas las gentes” (Mt 28,19), que sean testigos “hasta los confines de la tierra” (Hch 1,8), que “prediquen a todos los pueblos la conversión y el perdón de los pecados” (Lc 24,47).

La actuación de principio de esta universalidad se da ya en la generación apostólica, no sin dificultades o heridas. El día de Pentecostés se supera la primera barrera, la de la raza (los tres mil convertidos pertenecían a pueblos distintos, pero eran todos creyentes judíos); en casa de Cornelio y en el llamado Concilio de Jerusalén, sobre todo por impulso de Pablo, se supera la barrera más difícil de todas, la religiosa que dividía a los judíos de los gentiles. El evangelio tiene ante sí al mundo entero, aunque momentáneamente este mundo es limitado, en el conocimiento de los hombres, a la cuenca mediterránea y a los confines del Imperio Romano.

Más complejo es seguir la expansión de hecho o geográfica del cristianismo en los primeros tres siglos que, sin embargo, es menos necesario para nuestro objetivo. El estudio más completo y, hasta ahora no superado, a este respecto es el de Adolph Harnack, Misión y expansión del cristianismo en los tres primeros siglos1.

Una fuerte intensificación de la actividad misionera de la Iglesia tuvo lugar bajo el mando del emperador Cómodo (180-192) y después, en la segunda mitad del siglo III, es decir hasta la víspera de la gran persecución de Diocleciano (302). Este, aparte de las esporádicas persecuciones locales, fue un periodo de paz relativa que permitió a la Iglesia naciente el poder consolidarse en su interior, desarrollando una actividad misionera de una forma nueva.

Veamos en qué consiste esta novedad. En los primeros dos siglos la propagación de la fe se confiaba a la iniciativa personal. Se trataba de profetas itinerantes, de los que habla la Didaché, que se trasladaban de sitio a sitio; muchas conversiones se debían al contacto personal, favorecido por el trabajo común ejercitado, de los viajes y de las relaciones comerciales, del servicio militar y de otras circunstancias de la vida. Orígenes nos da una descripción conmovedora del celo de estos primeros misioneros:

“Los cristianos hacen todos los esfuerzos posibles para difundir la fe sobre la tierra, Para este fin algunos de ellos se proponen formalmente como deber de sus vidas, peregrinar de ciudad en ciudad, también de pueblo en pueblo para ganar nuevos fieles al Señor. No se dirá que lo hacen para beneficiarse, porque a menudo rechazan hasta los más necesario para vivir”2.

Ahora, en la segunda mitad del siglo III, estas iniciativas personales se coordinan cada vez más y en parte se sustituyen por las comunidades locales. El obispo, también reaccionando a los impulsos disgregatorios de la herejía gnóstica, adquiere la supremacía sobre los maestros, como director de la vida interna de la comunidad y centro propulsor de su actividad misionera. La comunidad es el sujeto evangelizador, hasta tal punto que un estudioso como Harnack afirma: “Debemos dar por cierto que la sola existencia y trabajo constante de las comunidades individuales fue el principal coeficiente en la propagación del cristianismo”3.

Hacia el final del siglo III, la fe cristiana penetró prácticamente en cada estrato de la sociedad, tiene su literatura en lengua griega y una, aunque en sus comienzos, en lengua latina; posee una sólida organización interna; comienza a construir edificios cada vez más grandes, signo del crecimiento del número de creyentes. La gran persecución de Diocleciano, aparte de las numerosas víctimas, no hizo más que mostrar la fuerza inexpugnable de la fe cristiana. El último enfrentamiento entre el imperio y el cristianismo fue la prueba de esto.

Constantino no hace más que constatar la nueva relación de fuerzas. No fue él quien impuso el cristianismo al pueblo, sino el pueblo quien le impuso a él el cristianismo. Afirmaciones como la de Dan Brown en la novela El Código Da Vinci, y de otros escritores, según las cuales fue Constantino el que, por motivos personales, transformó con su edicto de tolerancia y con el Concilio de Nicea, a una oscura secta religiosa judía en la religión del imperio, se funda en una total ignorancia de lo que precedió a estos sucesos.

2. Las razones del éxito

Un tema que ha apasionado siempre a los historiadores es el de las razones del triunfo del cristianismo. ¡Un mensaje nacido en un oscuro y despreciado rincón del imperio, entre personas sencillas, sin cultura y sin poder, en menos de tres siglos se extiende por todo el mundo conocido, subyugando a la refinadísima cultura de los griegos y la potencia imperial de Roma!

Entre las distintas razones del éxito, alguno insiste en el amor cristiano y en el ejercicio activo de la caridad, hasta hacer de esta “el factor individual más potente del éxito de la fe cristiana”, hasta el punto que indujo, más tarde, al emperador Juliano el Apóstata a dotar al paganismo de análogas obras caritativas para hacer frente a este éxito4.

Harnack, por su parte, da gran importancia a lo que él llama la naturaleza “sincretista” de la fe cristiana, es decir la capacidad de conciliar en sí misma tendencias opuestas y distintos valores presentes en las religiones y en la cultura de la época. El cristianismo se presenta a la vez como la religión del Espíritu y de la potencia, es decir acompañada de signos sobrenaturales, carismas y milagros, y como la religión de la razón y del Logos integral, “la verdadera filosofía”, como decía Justino Mártir. Los autores cristianos son “los racionalistas de lo sobrenatural”5, afirma Harnack citando el dicho de san Pablo sobre la fe “como obsequio racional” (Rom 12,1).

De tal modo el cristianismo reúne en sí mismo, en equilibrio perfecto, lo que el filósofo Nietzsche define como el elemento apolíneo y el elemento dionisíaco de la religión griega, el Logos y el Pneuma, el orden y el entusiasmo, la medida y el exceso. Es lo que, al menos en parte, entendían los Padres de la Iglesia con el tema de la “sobria ebriedad del Espíritu”.

“La religión cristiana --escribe Harnack al final de su monumental investigación--, desde el principio se presentó con una universalidad que le permitió abocar en sí toda la vida entera, con todas sus funciones, sus alturas y sus profundidades, sentimientos, pensamientos y acciones. Este fue el espíritu de universalidad que le aseguró la victoria. Fue esto lo que le condujo a profesar que el Jesús que anunciaba era el Logos divino... Así se ilumina con una nueva luz y aparece casi como una necesidad incluso la potente atracción con la que llega a absorber y a subordinar en sí el helenismo. Todo lo que era capaz de vida entró como elemento en su construcción... ¿Y esta religión no debía vencer?”6.

La impresión que se tiene al leer esta síntesis es que el éxito del cristianismo se debió a un conjunto de factores. Algunos han ido más allá en la búsqueda de las razones de tal éxito hasta concretar veinte causas a favor de la fe y otras tantas que actuaban en sentido contrario, como si el éxito final dependiera de que prevaleciesen las primeras sobre las segundas.

Ahora quisiera iluminar el límite inherente a tal enfoque histórico, incluso cuando se hace por historiadores creyentes como los que ahora he tenido en cuenta. El límite, debido al mismo método histórico, es el de dar más importancia al sujeto que al objeto de la misión, más a los evangelizadores y a las condiciones en las que esta se desarrolla, que a su contenido.

El motivo que me empuja a hacerlo es que este también es el límite y el peligro inherente a tantos enfoques actuales y mediáticos, cuando se habla de una nueva evangelización. Se olvida una cosa sencillísima: que Jesús había dado él mismo, como anticipo, una explicación de la difusión de su Evangelio y de ella hay que volver a partir cada vez que se asume un nuevo compromiso misionero.

Volvamos a escuchar dos breves parábolas evangélicas, la de la semilla que crece incluso de noche y la de la semilla de mostaza.

“Decía: El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha” (Mc 4, 26-29).

Esta parábola, por sí misma dice que la razón esencial del éxito de la misión cristiana no viene desde el exterior sino del interior, no es obra del sembrador y ni siquiera principalmente del terreno sino de la semilla. La semilla no puede lanzarse a sí misma, y sin embargo, germina por su propia fuerza. Después de haber sembrado la semilla, el sembrador se puede ir a dormir porque la vida de la semilla no depende más de él. Cuando esta semilla es “la semilla que cae en tierra y muere”, es decir Jesucristo, nada podrá impedir que esta “dé mucho fruto”. Se pueden dar, de estos frutos, todas las explicaciones que se quieran, pero estas se quedan siempre en la superficie no llegarán nunca a lo esencial.

Quien percibió con lucidez la prioridad del objeto del anuncio sobre el sujeto es el apóstol Pablo: “Yo planté y Apolo regó, pero el que ha hecho crecer es Dios”. Estas palabras parecen un comentario a la parábola de Jesús. No se trata de tres operaciones de la misma importancia, de hecho el apóstol añade: “Ni el que planta ni el que riega valen algo, sino Dios, que hace crecer” (1 Cor 3, 6-7). La misma distancia cualitativa entre el sujeto y el objeto del anuncio está presente en otro texto del Apóstol: “Pero nosotros llevamos ese tesoro en recipientes de barro, para que se vea bien que este poder extraordinario no procede de nosotros, sino de Dios” (2 Cor 4,7). Todo esto se traduce en las exclamaciones: “No nos predicamos a nosotros mismos, ¡sino a Cristo Jesús Señor!” y de nuevo “Nosotros predicamos a Cristo crucificado”.

Jesús pronunció una segunda parábola, basada en la imagen de la semilla, que explica el éxito de la misión cristiana y que hoy se tiene que tener en cuenta, frente a la gran tarea de reevangelizar el mundo secularizado.

“También decía: '¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las verduras, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra'” (Mc 4,30-32).

La enseñanza que Cristo nos da con esta parábola es que su Evangelio y su misma persona es lo más pequeño que existe en la tierra porque no hay nada más pequeño y débil que una vida que termina en una muerte de cruz. Sin embargo, esta pequeña “semilla de mostaza” está destinada a convertirse en un árbol inmenso, que es capaz de acoger en sus ramas a todos los pájaros que se refugian en él. Esto significa que toda la creación, absolutamente toda, irá a buscar allí refugio.

¡Qué diferencia respecto a las reconstrucciones históricas mencionadas antes! Allí parecía todo incierto, aleatorio, suspendido entre el éxito y el fracaso; ¡aquí todo estaba decidido y asegurado desde el principio! Como conclusión del episodio de la unción de Betania, Jesús pronunció estas palabras: “Os aseguro que allí donde se proclame esta Buena Noticia, en todo el mundo, se contará también en su memoria lo que ella hizo” (Mt 26,13). La misma tranquila conciencia de que un día su mensaje se difundiría “al mundo entero”. Y no se trata ciertamente de una profecía post eventum, porque en ese momento todo parecía presagiar lo contrario.

También en esta ocasión quien captó “el misterio escondido” fue Pablo. Me llama la atención, siempre, un hecho. El Apóstol predicó en el Aerópago de Atenas y vió el rechazo del mensaje, educadamente expresado con la promesa de escucharlo en otra ocasión. Desde Corinto adonde fue justo después, escribió la Carta a los Romanos en la que afirmaba haber recibido el deber de llevar a “la obediencia de la fe a todas las gentes” (Rom 1, 5-6).

El fracaso no desanimó su confianza en el mensaje: “Yo no me avergüenzo del Evangelio, porque es el poder de Dios para la salvación de todos los que creen: de los judíos en primer lugar, y después de los que no lo son” (Rom 1,16).

“Cada árbol, dice Jesús, se reconoce por su fruto” (Lc 6,44). Esto vale para todos los árboles, excepto para el que nació de Él, el cristianismo (de hecho él habla aquí de los hombres); este único árbol no se conoce por los frutos, sino por la raíz. En el cristianismo la plenitud no está al final, como en la dialéctica hegeliana del devenir (“verdadero es lo entero”), sino que está al principio; ningún fruto, ni siquiera los más grandes santos, añaden algo a la perfección del modelo. En este sentido tiene razón quien afirma que “el cristianismo no es perfectible”7.

3. Sembrar e … irse a dormir

Lo que los historiadores de los orígenes cristianos no cuentan o dan poca importancia es la certeza indestructible que los cristianos de entonces, al menos los mejores de ellos, tenían sobre la bondad y la victoria final de su causa. “Podéis matarnos pero no podéis herirnos”, decía el mártir Justino al juez romano que lo condenaba a muerte. Al final, fue esta tranquila certeza que les aseguró la victoria y convenció a las autoridades políticas de la inutilidad de sus esfuerzos por suprimir la fe cristiana.

Esto es lo que más necesitamos hoy: despertar en los cristianos, al menos en los que pretenden dedicarse a la obra de la reevangelización, la certeza íntima de la verdad de lo que anuncian. “La Iglesia, dijo una vez Pablo VI, necesita retomar el ansia, el gusto y la certeza de su verdad”8. Debemos creer, nosotros los primeros, en lo que anunciamos; pero creerlo verdaderamente, “con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente”. Debemos poder decir con Pablo: “Pero teniendo ese mismo espíritu de fe, del que dice la Escritura: Creí, y por eso hablé, también nosotros creemos, y por lo tanto, hablamos” (2 Cor 4,13).

La tarea práctica que las dos parábolas de Jesús nos asignan es la de sembrar. Sembrar con generosidad “a tiempo y a destiempo” (2 Tim 4,2). El sembrador de la parábola que sale a sembrar no se preocupa por el hecho de que parte de la semilla termine en el camino o entre las espinas, ¡y pensar que el sembrador, aparte de la metáfora, es el mismo Jesús! El motivo es que en este caso no se puede saber qué terreno será el adecuado, o cuál será duro como el asfalto y asfixiante como un arbusto. Está en medio la libertad humana que el hombre no puede prever y que Dios no puede violar. Cuántas veces entre las personas que han escuchado una cierta predicación o que han leído un cierto libro, se descubre que quien lo ha tomado más en serio o ha cambiado su vida era la persona de quien menos se esperaba, uno que, quizás, estaba allí por casualidad o en contra de su voluntad. Yo mismo podría contar decenas de casos.

Sembrar y ¡después.... irse a dormir! Es decir sembrar y no quedarse allí todo el tiempo a mirar, a ver dónde surge, cuántos centímetros crece al día. El arraigo y el crecimiento no es asunto nuestro, sino de Dios y del que escucha. Un gran humorista inglés del s. XIX, Jerome Klapka Jerome, dice que el mejor modo de retrasar la ebullición del agua en un puchero es mirarlo todo el tiempo y esperar con impaciencia.

Hacer lo contrario es fuente inevitable de inquietud y de impaciencia: todas las cosas que a Jesús no le gustan y que Él no hacía nunca cuando estaba en la tierra. En el evangelio Él no parece tener nunca prisa. “No esté por tanto preocupados por el mañana; el mañana se preocupa de sí mismo. A cada día le basta su afán” (Mt 6,34).

A este respecto, el poeta creyente Charles Péguy pone en boca de Dios palabras que también nos hará bien meditar a nosotros: “Se me dice que hay hombres/que trabajan bien y duermen mal,/que no duermen. Qué falta de fe en mí./Es casi más grave/que no trabajasen pero que durmiesen, porque la pereza/No es un pecado más grave que el ansia.../No hablo, dice Dios, de aquellos hombres/Que no trabajan y que no duermen./Estos son unos pecadores, por supuesto.../Hablo de los que trabajan y no duermen/Los compadezco. No tienen confianza en mí.../Gobiernan muy bien sus asuntos durante el día./Pero no quieren confiarme el gobierno durante la noche.../Quien no duerme es infiel a la Esperanza...”9.

Las reflexiones desarrolladas en esta meditación nos empujan, como conclusión, a poner en la base del compromiso por una nueva evangelización un gran acto de fe y de esperanza que se sacuda todo sentido de impotencia y de resignación. Tenemos ante nosotros, es verdad, un mundo cerrado en su secularismo, embriagado por los éxitos de la técnica y por las posibilidades ofrecidas por la ciencia, que rechaza el anuncio evangélico. Pero ¿era quizás menos seguro de sí mismo y menos refractario al Evangelio el mundo en el que vivían los primeros cristianos, los griegos con su sabiduría y el imperio romano con su potencia?

Si hay una cosa que podemos hacer, después de haber “sembrado” es la de “regar” con la oración la semilla sembrada. Por esto terminamos con la oración que la liturgia nos hace recitar en la misa “por la evangelización de los pueblos”:

“Oh Dios, tú que quieres que todos los hombres se salven,/y lleguen al conocimiento de la verdad;/mira qué grande es la mies y manda a tus obreros,/para que se anuncie el Evangelio a todas las criaturas/y tu pueblo reunido por la palabra de vida/y formado por la fuerza de los sacramentos,/progrese en el camino de la salvación y del amor”.

Por Cristo, nuestro Señor. Amén

1 A. von Harnack, Misión y propagación del cristianismo en los tres primeros siglos, Rist. anast., Cosenza 1986, p.173.

2 Orígenes, C. Cels. III, 9.

3 Op. cit. p. 321- s.

4 H. Chadwick, The early Church, Penguin Books 1967, pp. 56-58.

5 A. von Harnack, Missione e propagazione del cristianesimo nei primi tre secoli, Rist. anast., Cosenza 1986, p. 173.

6 Harnack, op. cit., p. 370.

7 S.Kierkegaard, Diario, X5 A 98 (ed. C. Fabro, Brescia II, 1963, pp.386 ss).

8 Discorso all’udienza generale del 29 Novembre 1972 (Insegnamenti di Paolo VI, Tipografia Poliglotta Vaticana, X, pp. 1210s.).

9 Ch. Péguy, Il portico del mistero della seconda virtù, Jaca Book, Milano 1978, pp. 120 s.

Envìa esta noticia a un amigo

arriba