8.12.11

In-maculada María

A las 12:57 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Defender la fe
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Inmaculada concepción de María

Aquellos que nos consideramos hijos de Dios y tenemos a María por Madre nuestra estamos en la seguridad de que la misma ocupa un lugar muy importante en nuestra existencia. Pero no sólo por eso (que ya es importante) sino que, además, la consideramos intercesora nuestra ante Dios pues sabemos, a amor cierto, que nunca puede no escuchar el Creador a quien se dio por Madre. Por tanto, aunque la naturaleza humana de María es esencialmente igual a la nuestra no es menos cierto que las cualidades que la adornan le conceden una situación espiritual privilegiada.

Por eso dice Pío IX (En la Epístola Apostólica de 1854 “Inneffabilis Deus”) que “era convenientísimo que brillase siempre adornada de los resplandores de la perfectísima santidad y que reportase un total triunfo de la antigua serpiente, enteramente inmune aun de la misma mancha de la culpa original”, lo que quiere decir que María fue concebida sin la citada mancha y que, entonces, su concepción fue Inmaculada. Y desde entonces, un tal día como el octavo del último mes del año en el que Dios quiso, y así lo transmitió en la Revelación, que Su Madre fuera “toda hermosa y perfecta” tenemos por dogma el hecho mismo de la Inmaculada Concepción de María y así recordamos la especial dignidad con la que Dios dotó a María para bien, además, de su semejanza.

Por otra parte por mucho que se trate de tergiversar el citado dogma, Pío XI no hizo, por así decirlo, nada original sino, más bien, refrendar lo que, a lo largo de los siglos, se tenía como cierto porque, por ejemplo, Alejandro VII (elegido Papa 1655 y fallecido el 22 de mayo de 1667) en la Constitución Apostólica Sollicitudo Omnium Ecclesiarum, de 8 de diciembre de 1661 había dicho que “Antigua es la piedad de los fieles cristianos para con la Santísima Virgen María, que sienten en su alma, que en el primer instante de su creación e infusión en el cuerpo, fue preservada inmune de la mancha del pecado original, por singular gracia y privilegio de Dios, en atención a los méritos de su Hijo Jesucristo, Redentor del género humano, y que, en este sentido, veneran y celebran con solemne ceremonia la fiesta de su concepción; y ya crecido su número, y después que Sixto IV, de feliz recordación, publicara sus Constituciones Apostólicas , renovadas y mandadas observar por el Concilio de Trento, en que recomienda este culto, éste aumentó”.

De aquí que abundara Pio IX diciendo que “en realidad de verdad, ilustres monumentos de la venerada antigüedad de la Iglesia oriental y occidental vigorosísimamente testifican que esta doctrina de la Concepción Inmaculada de la santísima, Virgen, tan espléndidamente explicada, declarada, confirmada cada vez más por el gravísimo sentir, magisterio, estudio, ciencia y sabiduría de la Iglesia, y tan maravillosamente propagada entre todos los pueblos y naciones del orbe católico, existió siempre en la misma Iglesia como recibida de los antepasados y distinguida con el sello de doctrina revelada” (ID 7)

Pasado el tiempo, y transcurridos 100 años desde aquel momento de la historia de la Iglesia católica, Pío XII quiso reafirmar el mismo dogma que tiempo atrás fijara por escrito su predecesor. Por ejemplo, afirma, con relación a los Santos Padres, que entendía que “la Santísima Virgen fue lirio entre espinas, tierra absolutamente virgen, inmaculada, siempre bendita, libre de todo contagio del pecado, árbol inmarcesible, fuente siempre pura” (Encíclica Fulgens Corona 5)

Además, habiendo, el mismo Pío XII, definido el dogma de la Asunción de María al cielo (1 de noviembre de 1950) era, seguramente, la persona más indicada para retomar el de la Inmaculada Concepción de María y hacerlo, si eso era posible, más cercano que nunca y dándonos a entender que, en efecto, la voluntad de Dios era que sobre María recayesen todas las gracias que su infinito Amor tuviese a bien regalar.

María

Así, Benedicto XVI, en la festividad del 8 de diciembre de 2006, dijo, al respecto de la Concepción de María que “María no sólo no cometió pecado alguno, sino que quedó preservada incluso de esa común herencia del género humano que es la culpa original, a causa de la misión a la que Dios la había destinado desde siempre: ser la Madre del Redentor”. Habiendo sido elegida por Dios, María, estaba, como le dijo Gabriel, “llena de gracia” (Lc 1, 28), con lo cual vino a hacerle notar que Su Creador estaba con ella y que, por la humildad que la adornaba, tenía la oportunidad de aceptar lo que le iba a ser propuesto.

Por eso María es uno de los personajes importantes con los que recordamos, en el Adviento, la venida, por primera vez, del Ungido de Dios, Emmanuel, entre nosotros. Y, con ello, podemos hacer visible, en nuestra atribulada peregrinación hacia el definitivo Reino de Dios, lo que el Amor infinito del Padre puede llegar a hacer.

No es de extrañar, por tanto, que diga la oración

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza

A fuer de no tener mancha, se nos dio para siempre y eternamente, María, Madre, sin mácula, desde siempre y eternamente.

Eleuterio Fernández Guzmán