28.12.11

 

Como ya no tengo edad para pedir juguetes y me cansé de recibir colonias cada 6 de enero, este año he decidido que voy a pedir un par de libros. Y uno de ellos va a ser, sin el menor género de dudas, “Comprender y Sanar la homosexualidad”, de Richard Cohen. No porque sea homosexual ni porque conozca a nadie que lo sea y quiera dejar de serlo -aunque sí lo conocí hace años-, sino precisamente porque me he dado cuenta de que el lobby gay de este país va camino de convertirse en una especie de Santo Oficio laicista capaz de elaborar un Índice de libros prohibidos. Y claro, por ahí no paso.

Yo entendería que las asociaciones de LGTB vetaran un libro como ese en sus librerías o editoriales -si es que las tienen- e incluso que promovieran una campaña destinada a que nadie lo compre, pero si lo que quieren es una guerra de vetos y censuras en grandes centros comerciales, nos van a tener enfrente. No tengo nada claro que a empresas como el Corte Inglés le interese entrar en una guerra de vetos. Por ejemplo, si el lobby gay logra su objetivo con este libro, lo mismo unos cuantos cristianos decidimos que no vamos a comprar un solo libro más en esa cadena de centros comerciales. Y quien dice un libro, dice un pantalón o una cubertería. Habrá quien piense que el lobby gay es infinitamente más potente en este país, al menos mediáticamente, de lo que podamos ser unos cuantos blogueros sueltos, pero si echan ustedes un vistazo a la capacidad de movilización cívica y mediática de la conocida como “derecha social” de este país, la cosa cambia. Un par de alertas de HO valen bastante más que todos los comunicados que quieran hacer las fedederaciones de gays y lesbianas.

En relación al contenido del libro, parto del hecho de que la mayoría de los psicólogos y psiquiatras no consideran la tendencia homosexual como una enfermedad. Pero también sé que hay homosexuales que no quieren serlo. Por las razones que sea. Es cosa de cada cual. Y si quieren dejar de serlo y alguien les ofrece esa posibilidad, ¿quién es nadie para impedirlo? ¿a cuento de qué aquellos a los que se les llena la boca de libertad y de derechos se oponen a esa libertad en los demás? Los que hacen todo lo posible por promocionar -distinto de respetar- la homosexualidad incluso entre los niños y jóvenes, saltando por encima de los derechos de los padres, no son nadie para darnos lecciones.

Hablando con Álex Rosal, me ha asegurado que Cohen no solo mantiene una actitud exquisita y respetuosa hacia los homosexuales -cosa lógica pues él mismo lo fue-, sino que advierte que aquellas personas que manifiestan odio hacia ellos deben ser reeducadas para librarse de ese mal. Es decir, el libro no es “homófobo” sino todo lo contrario. Es más, que sepa el lobby gay que lo que han conseguido con esta campaña es que se vaya a reeditar la obra, que fue publicada en el año 2000. Le han hecho un gran favor a LibrosLibres.

Por último, cabe señalar que el autor es cristiano evangélico. Por tanto sabe que Dios tiene algo que decir en esta materia. En ese sentido daría igual que fuera católico u ortodoxo. No hace falta que recordemos lo que la Escritura dice acerca de la tendencia homosexual. Los versículos están ahí para el que los quiera leer. Pero también están aquellos que nos enseñan que Dios nos ama a pesar de ser pecadores y que nos da su gracia tanto para vencer el pecado, fruto de nuestra concupiscencia, como para perdonarnos cuando lo hemos cometido. La opción para permancer fiel a Dios en quien es homosexual pasa por la castidad y la continencia. No hay otra. Si este libro abre las puertas a que algunos, voluntariamente, puedan cambiar de tendencia y pasar a ser heterosexuales, de manera que tengan por delante el camino del matrimonio, pues loado sea Dios. Y si no pueden o no quieren, tampoco pasa nada. Se puede ser fiel al Señor desde cualquier condición sexual.

Luis Fernando Pérez Bustamante

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