31.12.11

En los altares - Santa Rita

A las 12:42 AM, por Eleuterio
Categorías : General, En los altares
Enlace a Libros y otros textos.

……………………..

Santa Rita

Margarita, tal era su entero nombre, nace en el pueblo italiano de Roccaporena allá por el año 1383. Ya desde pequeña apuntaba hacia la vida religiosa pues así se lo hizo saber a sus padres (Antonio Mancini y Amata Ferri). Sin embargo no permitieron que siguiera una vida tan piadosa y, muy al contrario de lo que era voluntad de Rita la casaron con un hombre, de nombre Paolo Ferdinando que era, además, violento.

Rita permaneció en tal estado matrimonial durante 18 años y fruto de aquella unión nacieron dos hijos que tuvieron, como ahora diremos, un final inesperado.

Sucedió de la siguiente forma:

El marido de Rita fue asesinado y los hijos, llevados por el odio tramaron venganza contra aquella muerte que consideraban injusta. Sin embargo la madre, Margarita, pide a Dios que, viendo venir una muerte violenta de sus hijos, preferiría que se los llevase a su Casa antes que verlos muertos de una terrible forma. Y Dios, al parecer, escuchó el ruego de Rita porque enfermaron y murieron no haciéndolo como, con toda probabilidad, habrían muerto de haber tratado de perpetrar su plan de venganza por la muerte de su padre.

Quería, entonces, Rita, seguir la vida religiosa que había querido empezar cuando era aún una niña. Antes que eso, y tras la trágica muerte de marido e hijos se entregó a la oración, a la penitencia y a procurar obras de caridad en defensa de los más desfavorecidos. Y, entonces, quiso entrar en el Convento Agustiniano de Casia donde, sin embargo, no fue aceptada.

No iba Rita a quedarse en aquel estado espiritual y decidió orar a San Juan Bautista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino, santos por los que sentía una gran devoción, para que, milagrosamente, le permitieran entrar donde le habían cerrado la puerta antes de abrírsela. Y con aquellas ayudas del cielo, en 1413 entró, al fin, en aquel convento de Casia.

Es de pensar y creer que la vida que llevó Rita en aquel convento donde durante tanto tiempo había querido estar sería muy de su gusto porque disfruta de algo quien durante tiempo ha querido alcanzarlo y lo tiene como prenda preciosa que no quiere perder. Y así fue porque su vida de religiosa se caracterizó por manifestar una gran caridad e infringirse unas muy severas penitencias.

En materia de oración destacó nuestra santa en haber obtenido, a través o por medio de ellas, la curación de muchas personas que necesitaban de la misma. También liberó del demonio a personas y obtuvo muchos favores del Creador poniendo, de su parte, el dolor que compartiera el de Cristo en su Cruz y con su Corona de Espinas. Y esto tuvo, también, un regalo espiritual.

Fue en la Cuaresma de 1443 cuando un predicador de nombre Santiago de Monte Brandone predicó, en Casia, acerca de la Pasión de Nuestro Señor. Tal fue la impresión que causó aquella predicación en el alma de Rita que cuando volvió a su monasterio después de haberla escuchado pidió con gran fervor a Jesucristo participar en sus sufrimientos. Entonces, el Dulce Cristo hizo por ella lo que ella quería que hiciera: recibió los estigmas y una herida de una espina en su frente que, como es de imaginar, era dolorosa pero que la consideraba, como así era, una gran gracia de parte de Dios hacia su humilde persona. Por eso oraba diciendo “Oh amado Jesús, aumenta mi paciencia en la medida que aumentan mis sufrimientos“.

Aquella herida duró en su frente durante el resto de su vida en la tierra donde falleció en 1457, a los 76 años de edad, un 22 de mayo.

Podemos dirigirnos a Santa Rita con la oración par los casos desesperados:

Oh poderosa Santa Rita, llamada Abogada de los casos desesperados, socorredora en la última esperanza, refugio y salvación en el dolor, que conduce al abismo del delito y de la desesperación: con toda la confianza en tu celestial poder, recurro a ti en el caso difícil e imprevisto que oprime dolorosamente mi corazón.
Dime, oh Santa Rita, ¿no me vas a ayudar tu?, ¿no me vas a consolar? ¿Vas a alejar tu mirada y tu piedad de mi corazón, tan sumamente atribulado? ¡Tú también sabes lo que es el martirio del corazón, tan sumamente atribulado! Por las atroces penas, por las amargas lágrimas que santamente derramaste, ven en mi ayuda. Habla, ruega, intercede por mí, que no me atrevo a hacerlo, al Corazón de Dios, Padre de misericordia y fuente de toda consolación, y consígueme la gracia que deseo (indíquese aquí la gracia deseada). Presentada es seguro que me escuchará: y yo me valdré de este favor para mejorar mi vida y mis costumbres, para cantar en la tierra y en el cielo las misericordias divinas.

Padrenuestro, Avemaría y Gloria.

Santa Rita, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán