4.01.12

 

La primera vez que recuerdo haber visto un seno femenino desnudo en una televisión fue cuando empezaron a emitir el anuncio del desodorante “Fa". Era en plena década de los 80, cuando todavía no había canales privados en España. Por aquel entonces creo que todavía se usaba el sistema de rombos a la hora de calificar las películas que emitía TVE. Con un rombo, la película no era recomendable para menores de 14 años. Con dos, para menores de 18. Luego tocaba a los padres decidir si sus hijos lo veían o no. Por tanto, la decisión final recaía en quien debía.

En aquel entonces era casi imposible escuchar lenguaje obsceno o explícitamente sexual en las series de televisión. Y conste que el país ya había pasado por lo que se conoce como era del cine de destape. Nada más acabar el franquismo llenaron las salas de películas cuyo único mérito artístico era sacar desnudas o semidesnudas a actrices más o menos famosas. Pero quien quería ver eso tenía que acercarse a la taquilla y pagar una entrada. La “caja tonta” estaba casi libre de todo eso, al menos en el horario en el que los niños y adolescentes estaban despiertos.

Cuarto de siglo después, el desmadre más absoluto se ha apoderado de la multitud de televisiones existentes en este país. Hay algunos anuncios que son pornografía light. Muchas series de televisión son una colección de diálogos sexualmente explícitos. Lo que cuando yo era adolescente era algo excepcional, hoy es el pan nuestro de cada día. Si unos padres quieren cumplir bien su labor, deben de dedicar bastante tiempo a discernir no solo qué canales, series y películas pueden ver sus hijos, sino también vigilar los descansos publicitarios. Y sospecho que son pocos los que hacen tal cosa.

Ahora bien, si un padre y una madre cumplen bien su labor, lo mínimo que cabe esperar es que desde el colegio al que van sus hijos no se haga una tarea contra-educativa en cuestión de valores y de ética moral y sexual. Por eso me parece muy bien que la La Asociación para la defensa de los valores católicos en la enseñanza (ADVCE) haya formulado una queja al Defensor del Pueblo en relación a los contenidos de algunas películas del programa de Cine en la Enseñanza. No he visto la película que denuncian, “Nunca me abandones", pero si es todo tal y como explican en la nota de prensa que han hecho llegar a los medios, estamos ante un nuevo acto de quebranto del derecho constitucional de los padres, al menos los católicos, a que sus hijos sean educados conforme a sus valores.

Lo que para algunos, especialmente en la izquierda, es un avance en derechos civiles, en realidad es la destrucción de los derechos más fundamentales y la aniquilación de instituciones que han sido el cemento de la sociedad occidental. Empezando por el derecho a la vida, que lo han convertido en un derecho a matar al no nacido y en una amenaza clara contra los ancianos y enfermos crónicos graves. Siguiendo por el ataque brutal contra la institución familiar, con una legalización del repudio y llamado matrimonio a lo que por ley natural no lo es. Y acabando por ningunear y anular el derecho de los padres a educar a sus hijos como ellos crean más oportuno.

No hace falta ser profeta para saber hacia donde vamos si no ponemos fin a esta deriva. Mi duda es si serán nuestros hijos o nuestros nietos los que verán la caída total de lo que hoy conocemos como mundo civilizado. Lo que venga después, sólo Dios sabe. Los cristianos debemos estar muy atentos a las señales para no dejarnos arrastrar hacia el abismo. Cuando Jerusalén fue tomada y destruida por los ejércitos romanos, no había ni un solo cristiano en la ciudad. Todos fueron advertidos de lo que ocurriría y salieron de ella. Tomemos nota de ello. Hay que buscar el modo o manera de huir -siquiera sea espiritualmente- de esta gran Babilonia en el que se ha convertido lo que antes fue llamado Cristiandad.

Señor, ven pronto.

Luis Fernando Pérez Bustamante