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El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 8 de enero de 2012

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Santa Sede

El testimonio de los padres, clave en la educación en la fe, dijo el papa

Donde Dios llora

Vietnam: Ser obispo no es un honor, es una misión

Mundo

Venezuela: La Iglesia pide el abandono de fórmulas políticas totalitarias

Foro

Sembremos esperanza


Santa Sede


El testimonio de los padres, clave en la educación en la fe, dijo el papa
En la fiesta del Bautismo del Señor, Benedicto XVI bautizó a dieciséis niños
CIUDAD DEL VATICANO, domingo 9 enero 2012 (ZENIT.org).- A las 9,45 de este domingo, fiesta del Bautismo del señor, Benedicto XVI presidió, en la Capilla Sixtina, la misa durante la cual administró el bautismo a dieciséis recién nacidos. Tras la lectura del Evangelio, el papa pronunció la siguiente homilía.

*****

¡Queridos hermanos y hermanas!

Es siempre una alegría celebrar esta santa misa con los bautismos de los niños, en la fiesta del Bautismo del Señor. ¡Les saludo a todos con afecto, queridos padres, padrinos y madrinas, y a todos ustedes familiares y amigos! Han venido –lo han dicho en voz alta- para que sus recién nacidos reciban el don de la gracia de Dios, la semilla de la vida eterna. Ustedes padres lo han querido. Han pensado en el bautismo todavía antes de que su niño o su niña fuera dado a luz. Su responsabilidad de padres cristianos les hizo pensar enseguida en el sacramento que marca la entrada en la vida divina, en la comunidad de la Iglesia. Podemos decir que esta ha sido su primera decisión educativa como testimos de la fe hacia sus hijos: ¡la elección es fundamental!

La tarea de los padres, ayudados por el padrino y la madrina, es la de educar al hijo o la hija. Educar compromete mucho, a veces es arduo para nuestras capacidades humanas, siempre limitadas. Pero educar se convierte en una maravillosa misión si se la realiza en colaboración con Dios, que es el primer y verdadero educador de cada ser humano.

En la primera lectura que hemos escuchado, sacada del libro del profeta Isaías, Dios se dirige a su pueblo justamente como un educador. Advierte a los israelitas del peligro de buscar calmar su sed y su hambre en las fuentes equivocadas: “Por qué –dice- gastáis dinero en lo que no sacia, el salario en lo que no quita el hambre?” (Is 55,2). Dios quiere darnos cosas buenas de beber y comer, cosas que nos sientan bien; mientras que a veces nosotros usamos mal nuestros recursos, los usamos para cosas que no sirven, e incluso son nocivas. Dios quiere darnos sobre todo a Sí mismo y su Palabra: sabe que alejándonos de Él nos encontraremos bien pronto en dificultad, como el hijo pródigo de la parábola, y sobre todo perderemos nuestra dignidad humana. Y por esto nos asegura que Él es misericordia infinita, que sus pensamientos y sus caminos no son como los nuestros –¡para suerte nuestra!- y que podemos siempre volver a Él, a la casa del Padre. Nos asegura pues que si acojemos su Palabra, esta traerá buenos frutos a nuestra vida, como la lluvia que riega la tierra (cfr Is 55,10-11).

A esta palabra que el eñor nos ha dirigido mediante el profeta Isaías, hemos respondido con el estribillo del Salmo: “Sacaremos agua con alegría, de las fuentes de la salvación”. Como personas adultas, nos hemos comprometido a acudir a las buenas fuentes, por nuestro bien y el de aquellos que han sido confiados a nuestra responsabilidad, en especial ustedes, queridos padres, padrinos y madrinas, por el bien de estos niños. ¿Y cuáles son “las fuentes de la salvación”? Son la Palabra de Dios y los sacramentos. Los adultos son los primeros que deben alimentarse de estas fuentes, para poder guiar a los más jóvenes en su crecimiento. Los padres deben dar mucho, pero para poder dar necesitan a su vez recibir, si no se vacían, se secan. Los padres no son la fuente, como tampoco nosotros los sacerdotes somos la fuente: somos más bien como canales, a través de los cuales debe pasar la savia vital del amor de Dios. Si nos separamos de la fuente, seremos los primeros en resentirnos negativamente y no seremos ya capaces de educar a otros. Por esto nos hemos comprometido diciendo: “Sacaremos agua con alegría, de las fuentes de la salvación”.

Y vamos ahora a la segunda lectura y al Evangelio. Nos dicen que la primera y principal educación se da mediante el testimonio. El Evangelio nos habla de Juan el Bautista. Juan fue un gran educador de sus discípulos, porque los condujo al encuentro con Jesús, del cual dió testimonio. No se exaltó a sí mismo, no quiso tener a los discípulos atados a sí mismo. Aunque era un gran profeta, su fama era muy grande. Cuando llegó Jesús, dio un paso atrás y le señaló: “Viene tras de mí el que es más fuerte que yo... Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”(Mc 1,7-8). El verdadero educador no ata a las personas a sí, no es posesivo. Quiere que el hijo, o el discípulo, aprenda a conocer la verdad, y establezca con ella una relación personal. El educador realiza su deber hasta el fondo, no hace faltar su presencia atenta y fiel; pero su objetivo es que el educando escuche la voz de la verdad hablar a su corazón y la siga en un camino personal.

Volvamos ahora al testimonio. En la segunda lectura, el apóstol Juan escribe: “Es el Espíritu el que da testimonio” (I Jn 5,6). Se refiere al Espíritu Santo, el Espíritu de Dios, que da testimonio de Jesús, atestiguando que es el Cristo, el Hijo de Dios. Se ve esto también en la escena del bautismo en el río Jordán: el Espíritu Santo desciende sobre Jesús como una paloma para revelar que Él es el Hijo Unigénito del eterno Padre (cfr Mc 1,10). También en su Evangelio Juan subraya este aspecto, allí donde Jesús dice a los discípulos: “Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de la verdad que yo os enviaré y que procede del Padre, él dará testimonio sobre mí. Vosotros mismos seréis mis testigos, porque habéis estado conmigo desde el principio” (Jn 15,26-27). Esto es para nosotros confortante en el compromiso de educar en la fe, porque sabemos que no estamos solos y que nuestro testimonio está sostenido por el Espíritu Santo.

Es muy importante para vosotros, padres, y también para los padrinos y madrinas, creer fuertemente en la presencia y en la acción del Espíritu Santo, invocarlo y acogerlo en vosotros, mediante la oración y los sacramentos. Es Él de hecho el que ilumina la mente, caldea el corazón del educador para que sepa transmitir el conocimiento y el amor de Jesús. La oración es la primera condición para educar, porque orando nos ponemos en disposición de dejar a Dios la iniciativa, de confiarle los hijos, a los que conoce antes y mejor que nosotros, y sabe perfectamente cuál es su verdadero bien. Y, al mismo tiempo, cuando oramos nos ponemos a la escucha de las inspiraciones de Dios para hacer bien nuestra parte, que de todos modos nos corresponde y debemos realizar. Los sacramentos, especialmente la eucaristía y la penitencia, nos permiten realizar la acción educativa en unión con Cristo, en comunión con Él y continuamente renovados por su perdón. La oración y los sacramentos nos obtienen aquella luz de verdad, gracias a la cual podemos ser al mismo tiempo tiernos y fuertes, usar dulzura y firmeza, callar y hablar en el momento adecuado, reprender y corregir en modo justo.

Queridos amigos, invoquemos por tanto juntos al Espíritu Santo para que descienda en abundancia sobre estos niños, les consagre a imagen de Jesucristo, y les acompañe siempre en el camino de su vida. Los confiamos a la guía materna de María santísima, para que crezcan en edad, sabiduría y gracia y se conviertan en verdaderos cristianos, testigos fieles y gozosos del amor de Dios. Amén.

Traducción del original italiano de Nieves san Martín

©Librería Editorial Vaticana

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Donde Dios llora


Vietnam: Ser obispo no es un honor, es una misión
Entrevista a monseñor Hoang, obispo en Vietnam
ROMA, domingo 8 enero 2011 (ZENIT.org).- Vietnam es un país que tiene un único partido político, el comunista. Cada religión es tratada como una fuerza social, que debe contribuir al progreso del país bajo la dirección del Partido Comunista. Marie-Pauline Meyer de Where God Weeps, en colaboración con Ayuda a la Iglesia Necesitada, entrevista a monseñor Cosme Hoang Van Dat SJ, obispo de Bac Ninh, al norte de Vietnam.

¿Es difícil ser obispo católico en un estado comunista?

--Monseñor Hoang Van Dat: No es difícil porque creo que ser obispo es ser sucesor de los apóstoles que Cristo envió a todas las partes del mundo; los países comunistas forman parte del mundo y es necesario que lleguen a ellos también. Vietnam es un país comunista y es difícil a veces. Pero es necesario que haya un obispo presente.
 

¿Siente que el gobierno le vigila siempre?

--Monseñor Hoang Van Dat: Estoy convencido de que el gobierno vigila todo lo que hago.
 

¿Diría que la Iglesia Católica en Vietnam es una iglesia perseguida?

--Monseñor Hoang Van Dat: Hace muchos años sí, pero no ahora. Hace años, la Iglesia se enfrentaba a tiempos difíciles. Casi todos los sacerdotes y seminaristas estaban en prisión; mi vicario general pasó nueve años en prisión cuando era seminarista. Ahora somos más libres.
 

Usted es jesuita ¿Qué le atrajo a los jesuitas?

--Monseñor Hoang Van Dat: Me uní a los jesuitas en 1967, cuando tenía 19 años. Fue durante la guerra de Vietnam. Creía que en ese momento la guerra y las armas no eran un buena solución para el país. Dos figuras prevalecieron en mi decisión de unirme a los jesuitas: san Francisco Javier y Alejandro de Rhodas, uno de los primeros misioneros en Vietnam, ambos jesuitas. Así que me convertí en jesuita para convertirme en misionero, aunque en esa época me imaginé mi vida como misionero en África, pero todavía no he ido.
 

¿Qué le dijeron sus padres cuando les contó que quería ser sacerdote?

--Monseñor Hoang Van Dat: Mi padre murió cuando tenía seis años y viví con mi madre que es muy religiosa. Ella siempre pensó que yo era un joven cuya única preocupación era divertirse. Cuando decidí unirme a los jesuitas, me dijo que no podía negarle nada a Dios pero que nunca pensó que sería sacerdote.
 

Vietnam tiene un rápido crecimiento económico. ¿Piensa que este progreso material afectará a la juventud y a su fe católica, o a las demás religiones?

--Monseñor Hoang Van Dat: Se han realizado progresos en la situación económica del país y esto ha tenido consecuencias en la gente, incluyendo a los católicos. Yo, por ejemplo, estaba satisfecho con una vida sencilla, era feliz plantando flores. No necesitaba cosas modernas que me hicieran la vida más cómoda. No sé en otras zonas, pero en mi diócesis existen muchas tradiciones buenas y a los vietnamitas les gusta mantenerlas. Si los padres y los abuelos son practicantes, no hay peligro de que los nietos se vuelvan ateos. Por ejemplo, el domingo de Ramos invité a los jóvenes a la casa del obispo. Esperaba a unos doscientos y aparecieron unos cinco mil. ¡Increíble!
 

¿Cómo cabían en su casa?

--Monseñor Hoang Van Dat: Lo hicieron y les dimos pan y un poco de leche, que aceptaron con alegría, eso fue todo. Somos pobres y lo aceptamos todo.
 

Pero como obispo ¿tiene que tener cosas materiales?

--Monseñor Hoang Van Dat: Como obispo, tengo que tener ordenador, coche... pero cuando era sacerdote me movía con una bici. Más aún, antes de mi nombramiento como obispo, en Hanoi fui a celebrar la santa misa haciendo quince kilómetros en bicicleta. Me sentía feliz de hacer así las cosas. Ahora no soy capaz de hacerlo.
 

Su diócesis es la de Bac Ninh al norte de Vietnam ¿Nos puede hablar de ella?

--Monseñor Hoang Van Dat: Tenemos más de ocho millones de habitantes y 125.000 católicos. Muchos de ellos, granjeros. Somos pobres, más pobres que en Hanoi. No se puede comparar con Europa. Tenemos más dificultades. Hemos perdido la mayoría de nuestras propiedades y el 50% de nuestras iglesias fueron destruidas durante la guerra.
 

¿Cómo nos describiría la fe, a pesar de tener tan pocos católicos en su zona?

--Monseñor Hoang Van Dat: Los católicos de mi diócesis tienen una fe muy fuerte pero no tienen una formación espiritual e intelectual. Es muy difícil, pero creo que su fe es buena. Van a la iglesia todos los días, algunas veces dos o tres veces a la semana en muchos pueblos, y creo que su fe tiene futuro.
 

Usted ha trabajado con leprosos durante mucho tiempo. ¿Cuál fue su reacción inicial?

--Monseñor Hoang Van Dat: Al principio les tenía miedo pero, conociéndolos mejor, mi corazón superó mi miedo y aprendí a cuidarlos y a quererlos. Al principio me costaba comer con ellos pero, después de algún tiempo, fui capaz de comer con ellos sin problemas.
 

¿Viven fuera de la ciudad?

--Monseñor Hoang Van Dat: Son libres y se les permite vivir donde quieran, pero han decidido vivir juntos para darse más apoyo. A menudo no reciben visitas cuando viven con sus familias o no se les acoge cuando quieren visitar a sus familias. Yo tengo muchos amigos leprosos.
 

¿Qué podemos hacer por la Iglesia Católica en Vietnam?

--Monseñor Hoang Van Dat: En primer lugar necesitamos sus oraciones y ayuda material. Necesitamos dinero para la formación de sacerdotes, religiosas y catequistas laicos. Necesitamos también iglesias para los granjeros católicos, porque una iglesia es muy importante para esta gente. Es un signo de su fe y es muy necesario para la consolidación de la misma y para la educación de sus hijos.

Para saber más: www.WhereGodWeeps.org.

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Mundo


Venezuela: La Iglesia pide el abandono de fórmulas políticas totalitarias
Apertura de la XCVII Asamblea de la Conferencia Episcopal
CARACAS, domingo 8 enero 2012 (ZENIT.org).- Entre el 7 y el 12 de enero, se celebra la XCVII Asamblea Plenaria Ordinaria de la Conferencia Episcopal Venezolana (CEV). Los trabajos comenzaron el día 7, con el discurso inaugural del presidente de la Conferencia y arzobispo de Maracaibo Ubaldo Santana, quien reflexionó sobre la realidad eclesial y social del país y pidió a los gobernantes que abandonen fórmulas políticas totalitarias, en un año, el 2012, que prevé la celebración de dos convocatorias electorales, mientras se mantiene la incertidumbre sobre la salud del presidente de la República Hugo Chávez.

Los primeros días de la asamblea se dedican a la revisión de la marcha de diversas asociaciones vinculadas con la Conferencia Episcopal Venezolana.

Este domingo, los obispos participaron en una celebración eucarística con motivo de la Jornada Mundial de la Paz, en la iglesia de Nuestra Señora de la Visitación.

Este lunes día 9, se elegirá la junta directiva de la CEV para el trienio 2012-2015 y se conformarán las comisiones episcopales para cada una de las áreas de trabajo pastoral.

Los días subsiguientes se estudiarán, a diversos niveles, el Plan Trienal 2012-2015 y otros asuntos de interés.

El presidente de la CEV Ubaldo R. Santana Sequera FMI saludó cordialmente al nuncio Pietro Parolín. “A través de su atenta y fraternal cercanía a nuestro Colegio Episcopal, a cada uno de nosotros y a nuestras Iglesias locales, sentimos la paternal solicitud del Santo Padre”, afirmó.

Monseñor Santana destacó, analizando el tiempo transcurrido, que el inicio de la segunda década del siglo XXI fue particularmente convulsionado. Recordó algunos de los principales acontecimientos del mundo para centrarse luego en la realidad venezolana.

“Evitaríamos muchos desastres y conflictos si aprendiéramos de los errores cometidos en el pasado y animáramos en la dirección hacia donde empujan los nuevos paradigmas: alternabilidad en las jefaturas de gobierno, abandono de fórmulas totalitarias, construcción de democracias sociales y participativas que luchen efectivamente por la justicia social, el aniquilamiento de la pobreza y el goce efectivo para todos los hombres y mujeres del planeta de los derechos humanos universales”, dijo el presidente de la CEV.

Señaló que “causa gran desasosiego el crecimiento incontrolable de la espiral de la violencia. Se ha transformado en el problema número uno que mantiene aterrorizados a los venezolanos”.

Todo ello, subrayó, “sin que se vea una acción conjunta, enérgica y eficaz de gobernantes, cuerpos especializados, organizaciones civiles y religiosas, para atajarlos o por lo menos frenar su avance”.

Como primer paso, indicó, “es importante desarmar la población civil, luchar más frontalmente contra el narcotráfico y limpiar de corruptos los estamentos públicos. Pero eso no es suficiente. El problema ha alcanzado tales proporciones que su solución rebasa las posibilidades y competencias del gobierno en sus distintos niveles así como las medidas puntuales que se implementen. Solo una acción conjunta de todos nos permitirá salir de tan agobiante laberinto”.

Propuso un proyecto para salir de esta situación que se articule “en torno a ejes de fuerza transformadora y aglutinante como son: la educación, la familia, el deporte, el trabajo honesto y bien hecho, la utilización de los medios de comunicación social y de las plataformas tecnológicas para la trasmisión de valores, principios éticos y morales como la existencia y el sentido del 'otro', la responsabilidad, la solidaridad, el bien común, la subsidiariedad, el cuidado del medio ambiente, la amistad y la convivencia”.

Destacó que “la conflictividad política y social ha seguido en aumento. Se han multiplicado las protestas en todo el país por la carencia de buenos servicios públicos, de productos de la cesta básica, el alza escandalosa de los precios, el cobro descarado de comisiones, el mal estado de la vialidad y por consiguiente de los transportes, la inseguridad en las instituciones educativas”.

Reclamos que, aseguró “no han recibido la respuesta esperada y no pocas veces han sido reprimidos con brutalidad”.

Subrayó que “los numerosos y seguidos procesos electorales mantienen a nuestros gobernantes, los aspirantes a serlo y los líderes políticos en general, en una vertiginosa carrera hacia la consecución del poder, alejándolos a menudo del cumplimiento cabal de sus obligaciones y quitándoles el tiempo para dedicarse a resolver los problemas cotidianos que agobian la sociedad. Tenemos que alzar la voz pacífica pero enérgicamente para que los políticos oigan más al pueblo, tomen en cuenta sus verdaderos problemas y se aboquen con seriedad a resolverlos”.

El presidente de los obispos se detuvo en la salud del presidente Hugo Chávez [enfermo de cáncer] para asegurar que “lo más sano para nuestras instituciones y el desarrollo pacífico de los comicios de este año es que el presidente llegue a ellas plenamente recuperado y en las mejores condiciones posibles para contender en justa lid”.

Respecto a los derechos humanos, señaló que, en diciembre pasado se cumplieron 500 años del famoso sermón que el fraile dominico Antón de Montesinos pronunció en la Isla de la Española, hoy República Dominicana, “defendiendo la dignidad humana de los indígenas taínos y condenando la explotación y el maltrato que les infligían los encomenderos españoles. La denuncia profética del fraile, sustentada en los textos de la Sagrada Escritura, marcó el punto de partida de una nueva manera de evangelizar 'a la apostólica' es decir pacíficamente, sin la presencia de gente armada, basada en la dignidad humana de los indígenas y el consiguiente derecho a ser tratados como seres libres”.

Respecto a la Iglesia venezolana, afirmó que, “en su corta vida --un poco más de cuarenta años- la CEV, ha procurado ser fiel a su naturaleza de carácter colegial y a su misión”. “No han faltado presiones de corrientes secularistas o ideológicas para confinar nuestra acción a los templos o a las conciencias como únicos ámbitos de incumbencia. Hemos aprendido a asimilar positivamente esas presiones a través de la oración, la escucha mutua y el discernimiento comunitario”, subrayó.

“El gran desafío que tenemos por delante –dijo- es el de concretar el macro proyecto de la Nueva Evangelización, según el modelo propuesto por el Concilio Plenario de Venezuela, ratificado por las Conclusiones de Aparecida”.

Recordó la celebración de los cincuenta años de Adveniat, organismo de la Iglesia católica alemana creado para apoyar el desarrollo pastoral de las Iglesias en América Latina. La celebración tuvo lugar en Aparecida, Brasil, lugar escogido, para conmemorar conjuntamente el quinto aniversario de la Quinta conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe. El evento contó con la participación de una fuerte delegación proveniente de Alemania y representantes calificados del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) y de las conferencias episcopales de América Latina y del Caribe. y ofreció el contexto “para dar gracias a Dios por la existencia y buen funcionamiento de ese organismo eclesial”. “Nuestra gratitud para con Adveniat es inmensa. Tanto nuestra Conferencia Episcopal como cada una de nuestras diócesis e Instituciones de Vida consagrada son testigos de su excepcional generosidad y eficiencia”. subrayó.

Se detuvo también en la celebración de los bicentenarios de la Independencia, que comparte Venezuela con varios países de América. Una celebración que, dijo, “nos ha mantenido muy atentos para contribuir a una lectura integral de los acontecimientos y denunciar interpretaciones sesgadas y reductivas que exaltan sobremanera la visión bélica, las gestas militares y opacan el protagonismo de los civiles y de la Iglesia”.

Recordó que, en esta Asamblea, llega a su fin la gestión de la presidencia que le fue confiada tres años atrás. “Hemos hecho mis hermanos y yo todo lo posible para cumplir cabalmente con nuestras obligaciones y responsabilidades”. Entre los proyectos pendientes destacó la reorganización interna de la Conferencia y “una más incisiva y eficaz aplicación del Concilio Plenario de Venezuela”. Pidió también “sinceramente perdón si algunas de nuestras actuaciones o decisiones han herido o causado daño a alguno de ustedes”.

Concluyó subrayando que, en el año que se inicia, van a ocurrir acontecimientos de gran relevancia para esta Iglesia y para el país: El 50 aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II, el inicio del Año de la Fe, el 20 aniversario del Catecismo de la Iglesia Católica, la realización de la XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, y en el plano nacional, los dos importantes comicios para la elección del presidente de la República y de los gobernadores.

“Invocando a Nuestra Señora de Coromoto, patrona de todos los venezolanos, que nos invita a asumir el Año de la Fe como camino de encuentro discipular y misionero con Jesucristo y de anuncio más incisivo del evangelio de la vida y de la solidaridad, al beato Juan Pablo II, que nos dejó con su vida, su pontificado, su magisterio y sus dos visitas apostólicas anuestros país, un precioso legado evangelizador”, monseñor Santana declaró inaugurada la Asamblea.

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Foro


Sembremos esperanza
Ofrecer un testimonio claro de amor y servicio
SAN CRISTÓBAL DE LAS CASAS, domingo 8 enero 2012 (ZENIT.org).- En este artículo, nuestro habitual colaborador del espacio “Foro”, el obispo de San Cristóbal de las Casas Felipe Arizmendi Esquivel, reflexiona sobre el año que empieza y el deber de los cristianos de sembrar esperanza en un mundo que parece no favorecerla.

*****

+ Felipe Arizmendi Esquivel

HECHOS

Iniciamos un nuevo año. Deseamos que sea feliz, pero no faltan incertidumbres. Hay muchos signos esperanzadores; sin embargo, nos preocupa la violencia de los secuestros, la inhumanidad de los narcotraficantes, la injusticia de las extorsiones, la inseguridad en calles, comercios y hogares, la insuficiencia del salario, la falta de recursos para atender la salud. Muchos experimentan una soledad existencial, por la falta de amor en su familia, que les orilla al alcohol y las drogas, al suicidio, a ser vagabundos, pandilleros y malvivientes. Nos avergüenza el maltrato a los hermanos migrantes; nos duele la indefensión de muchos presos, el abandono de los ancianos, el menosprecio de la mujer, la irresponsabilidad ante los hijos concebidos; nos desasosiega la pobreza de millones, la falta de trabajo y de oportunidades para una vida digna.

Se atiza la violencia verbal en las contiendas electorales; se trasluce una lucha feroz y despiadada, al interior de los partidos, para ser nominados para escalar nuevos puestos. Se nos atiborra de publicidad, para tratar de convencernos de quién es la mejor opción. El pobre pueblo sólo ve cómo se gastan millones y millones de sus impuestos en esta competencia de ofertas, que al rato se olvidan y se convierten en basura.

Pero no debemos ver sólo la paja en el ojo ajeno, sino también advertir la viga que llevamos en el nuestro. Como Iglesia, no renovamos nuestra pastoral evangelizadora como los tiempos actuales exigen; repetimos lo que siempre hemos hecho, sin una actitud más misionera e incisiva. No somos tan santos como nuestra vocación nos urge. Mucha gente se aleja de la Iglesia, cambia de religión, o incluso pierde la fe, quizá porque no encuentra en nosotros motivos creíbles; no le damos un testimonio claro de amor y de servicio; nos contagiamos de mundo.

CRITERIOS

El papa Benedicto XVI vendrá a nuestra patria a fortalecernos en la fe y animarnos a una nueva evangelización, que responda a los retos actuales. Es irreal y calumnioso que venga a impulsar un partido en la contienda electoral; sólo quien tiene los ojos sucios, ve todo manchado.

En su reciente viaje a Africa, dijo algo que se nos aplica: “Ha habido muchos conflictos provocados por la ceguera del hombre, por sus ansias de poder y por intereses político-económicos que ignoran la dignidad de la persona o de la naturaleza. Hay demasiados escándalos e injusticias, demasiada corrupción y codicia, demasiado desprecio y mentira, excesiva violencia que lleva a la miseria y a la muerte. La agresividad es una forma de relación bastante arcaica, que se remite a instintos fáciles y poco nobles. Utilizar las palabras reveladas, las Sagradas Escrituras o el nombre de Dios para justificar nuestros intereses, nuestras políticas tan fácilmente complacientes o nuestras violencias, es un delito muy grave. No privéis a vuestros pueblos de la esperanza; es necesario que seáis verdaderos servidores de la esperanza. La Iglesia no ofrece soluciones técnicas ni impone fórmulas políticas. Ella repite: ¡No tengáis miedo! La humanidad no está sola ante los desafíos del mundo. Dios está presente. Y este es un mensaje de esperanza, una esperanza que genera energía, que estimula la inteligencia y da a la voluntad todo su dinamismo. Esperar no es abandonar; es redoblar la actividad. La desesperación es individualista. La esperanza es comunión. Sed sembradores de esperanza. Tener esperanza no es ser ingenuo, sino hacer un acto de fe en Dios, Señor del tiempo y también Señor de nuestro futuro” (19-XI-2011).

PROPUESTAS

Construyamos esperanza por medio de familias que viven una fe cristiana madura, en fidelidad, en paz y en armonía; que educan en valores profundos a sus hijos, para que sean laboriosos y solidarios.

Formemos grupos de jóvenes que no se dejen arrastrar por la droga y la vagancia, sino que, con la palabra de Dios, sean disciplinados, respeten a los demás, colaboren en su hogar, ayuden a los pobres, protejan el medio ambiente y sirvan a la comunidad.

Quien vive una verdadera fe en Cristo, es una persona positiva, sembradora de esperanza.

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