18.01.12

Dos lectores agradecidos a Martín Vigil

A las 6:25 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General
 

La semana pasada expuse la influencia del escritor José Luis Martín Vigil sobre el titular de este Blog. Aquella entrada tuvo lectores que recordaron que a ellos también les había ayudado este autor de novelas muy importantes.

Dos lectores han enviado a El Olivo sus propias experiencias. Comienzo por el orden de la cronología. El primer testimonio está firmado por Alejandro. El segundo por Andrés.

Opino que ambos han dejado un retazo de sus vidas para todos los lectores amigos.

 

En Salamanca

En relación con el escritor Martín Vigil: Sobre los años 1955/56, en la ciudad de Salamanca y concretamente en la Iglesia de “La Clerecía”, todos los domingos íbamos a la Misa de las 13 horas, tanto personas mayores como jóvenes, atraídos por la dialéctica, buen decir y explicar de Martín Vigil. Era tal la aglomeración de gente que acudíamos todos los días festivos, que tenían que abrir totalmente las puertas de entrada al no caber más en el interior y quedando las escaleras exteriores -que son bastante amplias-, repletas. Hasta tal extremo, que dejando libre la calle para la circulación de vehículos, se llenaba la acera contraria en la que se ubica “La Casa de las Conchas” con el fin de oírle.

Se daba la circunstancia de que los domingos que no se encontraba en ésta ciudad, ponían en el púlpito –que era el lugar desde donde nos dirigía las homilías- ,una cinta magnetofónica (de aquella época), donde la tenía grabada.

De sus inclinaciones, nunca se sospechó lo más mínimo, enterándome sorprendido cuando lo leí en el periódico “El Mundo” (10-01-12), doliéndome el apodo que le dedicaron en algunos lugares que al parecer frecuentaba, según lo relata un artículo en éste diario.

Dice un proverbio: “Cada persona, habla de la feria según le va en ella”.

Tuve el honor de haber hablado con él una vez: Tendría unos 18 años. Sobre las cuatro de la tarde, me acerqué a la residencia anexa a “La Clerecía” donde habitaba. Me recibió inmediatamente. Me habían dicho que me dejara aconsejar de él. Que no me defraudaría. No se equivocaron. Su interés por el tema que le expuse unido a su amabilidad, lo corroboró. No salí defraudado.

Algún tiempo después, me enteré que estaba en Asturias.

En contadas ocasiones, leí en algún medio de comunicación que había firmado libros en alguna feria del libro en Madrid. Salvo estas, no volví a saber nada de él ni en que lugar se encontraba.

Por mi parte, no puedo decir más que elogios hacia esa persona en la que no vislumbré nunca nada negativo.

Su cultura y bondad eran muy altas.

Alejandro.

 

Con los libros de Martín Vigil

Aquí está mi testimonio personal sobre la influencia de la literatura de Martín Vigil en mi vida cristiana. Acepto gustoso el reto, puntualizando que tengo ahora 44 años, y por tanto hablo como un lector de los años 80, y no como un lector de la generación de jóvenes para la que escribió Martín Vigil. Hecha esta matización, su obra literaria juvenil me hizo mucho bien y le estaré siempre agradecido por haber escrito sus novelas para jóvenes.

Cuando yo contaba quince años, allá por los años 1982 o 1983, la visión y oportunidades para la vida cristiana que se me ofrecía, un chico de provincias que no tenía vocación sacerdotal, pero sí serias y profundas inquietudes, era muy escasa, y los buenos ejemplos en mi entorno, pocos… prácticamente sólo algo de vida parroquial –que no me atraía demasiado- y poco más… Eran los años de la movida, de profundos cambios sociales, en los que lo “moderno” parecía arrasar con todo lo que encontraba a su paso: nuevos personajes como modelos sociales, nuevas alternativas de ocio, nuevas aproximaciones a los grandes temas, incluidas cómo no las grandes preguntas en torno a Dios. Yo era un chico normal con fe. Intentaba ser “moderno” pero también sentía que Dios me pedía insistentemente un mayor compromiso con mi vida cristiana y con Él…la gran pregunta era…¿se podía ser cristiano y a la vez un joven normal? En la vida de la Iglesia también había muchos modelos que parecían contrapuestos, aunque teníamos la gran suerte de tener a Juan Pablo II que arrastraba miles de personas y de jóvenes allí donde iba.

En esa época mi vida dio un cambio radical no sólo por frecuentar más la vida sacramental y la lectura del Evangelio, sino también por otras lecturas que terminaron de dar forma a mi aproximación a la vida cristiana. Martín Vigil y su obra “La Vida sale al Encuentro” fueron un aldabonazo importantísimo.

Sin director espiritual en aquella época, creo que las lecturas que mi padre me proporcionó fueron de alguna manera mi director espiritual, sin ser lecturas espirituales.
De “La vida sale al encuentro” recuerdo no sólo devorarlo con pasión juvenil, sino también los distintos personajes tremendamente humanos, atractivos para alguien joven como yo, sin ñoñerías, que hacían compatible hablar de chicos y chicas deportistas, líderes y profundamente humanos, con ideales cristianos amplios y actuales. Me mostró que se podía ser muy joven, y también muy cristiano, sin necesariamente adoptar la actitud beata de algunas personas que, francamente, me disgustaba.

No era tanto lo que se decía, sino cómo se decía, la manera de presentar ideales de amor humano nobles –quizá hoy las veríamos demasiado edulcoradas-, compaginando la práctica de la vida cristiana y la dirección espiritual con una vida normal, con la vida de alguien con quince años, incluso algo aventurera.

Martín Vigil fue uno de los primeros de una serie que fue ampliándose con el tiempo: P.C.Wren, Bruce Marshall, Chesterton, Louis de Whol, Gallagher, y posteriormente Bernanos, Morris West, Evelyn Waugh, Dostoievski, Julien Green y un largo etcétera, además de los clásicos de la literatura juvenil, que son una maravillosa escuela de virtudes humanas presentadas en forma de apasionantes aventuras. A mí me “han hecho” la gracia de Dios y la literatura (buena) que llegó a mis manos. Quizá la buena literatura es también una gracia de Dios.

Uno es lo que lee, creo yo, y por ello veo con urgencia la necesidad de alimentar el espíritu de los jóvenes con buenos compañeros de viaje en forma de bibliografía selecta y positiva. Creo que las parroquias deberían tener una abundante biblioteca de libros no necesariamente de temática religiosa, pero que presenten buenos modelos relacionados con las virtudes humanas y con la vida cristiana, y que esos libros circulen abundantemente en una juventud que lee poco y mal: las librerías están llenas de mucha basura “templaria” y vampírica…algo lejos de las páginas de un buen libro como “La Vida sale al encuentro” o de “Beau Geste”. Hay también hoy escritores que insisten contracorriente en presentar valores y ejemplos positivos para los jóvenes, y les deseo desde aquí no sólo que sigan insistiendo en su intento, sino también el apoyo que les podamos prestar desde la palestra de los medios y de las parroquias y centros de enseñanza.

Hace dos años he comprado una nueva edición de “La vida sale al Encuentro”. No pude resistir comprarlo cuando lo vi. en una librería, y lo devoré de nuevo con algo de nostalgia. Leer de nuevo a los cuarenta y pico lo que tanto influyó a los quince años es un ejercicio agridulce, pero me sigue pareciendo un gran libro para jóvenes, y lo guardo como oro en paño para mis hijos, sabiendo que les hará un gran bien, espero que tanto como hizo a su padre.

Andrés.

Por hoy acabamos este muestrario. No lo cierro. Quien desee escribir su testimonio hágalo con plena libertad. Me lo envía y se lo publico.

Muchas gracias a todos: Alejandro y Andrés y a los amigos lectores, que han llegado poniendo sus ojos en la pantalla hasta aquí.