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Servicio diario - 7 de febrero de 2012

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Santa Sede

La profecía denuncia la injusticia pero también la falta de Dios

Cardenal Levada: Oir a las víctimas, reconocer el sufrimiento

La curación de las víctimas debe ser de suma importancia

El viaje de Benedicto XVI a Líbano sigue en estudio

Mundo

La santidad es el núcleo de la formación espiritual de los sacerdotes

Lo humano en el corazón de la sociedad: homenaje a Václav Havel

Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia

Documentación

El papa anima al estímulo mutuo en la caridad y las obras buenas


ANUNCIOS


Santa Sede


La profecía denuncia la injusticia pero también la falta de Dios
El cardenal Sarah presentó el mensaje papal para la Cuaresma 2012
CIUDAD DEL VATICANO, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- A las 11.30 de esta mañana, en la sala de prensa del Vaticano, se presentó el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma 2012, cuyo tema es: Fijémonos los unos en los otros, para estímulo de la caridad y las buenas obras. Intervinieron el cardenal Robert Sarah, presidente del Consejo Pontificio Cor Unum, y monseñor Segundo Tejado Muñoz, subsecretario del mismo dicasterio.

Durante la rueda de prensa, el cardenal Robert Sarah destacó en su intervención que el mensaje de este año considera la Cuaresma, no sólo como un tiempo de ayuda a quien tiene necesidad sino con una mirada “más amplia”, en el sentido de que “nos invita a estimularnos mutuamente en la caridad, la cual, obviamente, tiene expresiones mucho más variadas que el simple dar dinero”.

“La caridad –explicó el cardenal Sarah- nos enseña que hacia el otro no sólo tenemos responsabilidad por sus bienes materiales, sino también por su propio bien moral y espiritual. La caridad nos impulsa a alentarnos mutuamente para llegar a la plenitud del amor y de las buenas obras, y a caminar juntos hacia la santidad”.

“Una de las consecuencias devastadoras del individualismo --añadió--, al cual una cierta cultura está condenada, es exactamente aquella 'anestesia espiritual' de la que habla el Mensaje y que nos separa entre sí, haciéndonos indiferentes el uno al otro. No podemos ocultar el hecho de que una cierta ideología que ha exaltado los derechos individuales puede tener como consecuencia el aislamiento de la persona y su soledad”.

“De hecho --señaló--, es un camino de existencia que quiere centrarse en la reivindicación del propio derecho sin sentir la llamada a darse; que se cierra sobre el exigir en vez que sobre el dar; sobre el ocupar espacio para sí en vez de ofrecer espacio al otro, y encuentra su resultado natural en el fijarse sobre sí mismo y por lo tanto en una separación del otro, lo que engendra una profunda soledad, cuya primera víctima es el hombre mismo”.

“Cuando la llamada a la comunión viene negada en nombre del individualismo, el detrimento va contra nuestra propia humanidad, engañada por el espejismo de una imposible felicidad obtenida por sí solos. Por lo tanto, podemos ayudarnos mutuamente a encontrar la responsabilidad que tenemos el uno con el otro. Estar atentos a nuestro prójimo significa salir de nuestra indiferencia para ayudarlo tanto material como espiritualmente”, subrayó.

El cardenal Sarah se detuvo también en la misión profética de la Iglesia. Comunicó sin embargo su impresión de que “se está realizando una trasferencia semántica, según la cual en nuestro momento histórico la presencia profética de la Iglesia en el mundo comporta la denuncia social de situaciones injusticia y de pobreza”.

Pero advirtió que sería demasiado poco si la dimensión profética de nuestro hablar y actuar “se limitara a estos fenómenos externos, sin ir a las raíces morales de estas injusticias”.

“La corrupción, la acumulación de dinero, la violencia, el vivir indebidamente a costa de la colectividad sin dar la propia aportación son verdaderos cánceres que minan desde dentro a una sociedad”, dijo

Pero recordó que Benedicto XVI, en su magisterio, indica una dimensión todavía más profunda: “la Iglesia se hace profeta en este mundo de hoy por denunciar en concreto la falta de Dios. Esta es la verdadera raíz de las injusticias que nos rodean”.

Concluyó el cardenal Sarah que el tiempo de cuaresma “es un momento oportuno de conversión”, precisamente “para recordarnos que Dios no se olvida de nosotros”.

Y subrayó que este mensaje del papa “quiere sacudir las conciencias respecto a los derechos/deberes de nuestros hermanos, pero también respecto a nuestros deberes hacia los 'derechos' de Dios”.

Todo ello debe suceder, “en el contexto de la comunión cristiana, en la que vige el principio de la reciprocidad y de la corrección fraterna, mirando al bien temporal de los hombres pero también su salvación escatológica”.

Se puede leer el texto íntegro del Mensaje de Cuaresma del papa en: http://www.zenit.org/article-41435?l=spanish.  

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Cardenal Levada: Oir a las víctimas, reconocer el sufrimiento
El prefecto para la Doctrina de la Fe en el simposio sobre abusos a menores
ROMA, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- "No hay lugar en el sacerdocio y la vida religiosa para quienes dañan a los jóvenes”. Estas palabras, dichas por el beato Juan Pablo II en su discurso de 2002 ante los cardenales estadounidenses, recuerda a los sacerdotes y religiosos que se trata de un engaño que quebranta la confianza de aquellos que están bajo su cuidado, especialmente cuando la violación destruye la vida de un niño.

El cardenal William Levada, prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, citó estas palabras del anterior pontífice durante su discurso a los miembros del simposio internacional Hacia la curación y la renovación, que comenzó este lunes en Roma.

En su alocución El abuso sexual de menores: una respuesta multifacética al desafío, el cardenal resumió brevemente el papel del dicasterio a su cargo frente a los casos de abuso, con respecto al cuidado pastoral de las víctimas, la protección de los jóvenes y la adecuada formación del clero.

"Si bien la responsabilidad principal de la Congregación es la aplicación de normas equitativas en la disciplina de los sacerdotes culpables", dijo el cardenal, "se ha ampliado la visión sobre la mejor manera de ayudar en la cura de las víctimas, la promoción de programas de protección de niños y jóvenes, el instar a los obispos a proveer de educación a las comunidades de fe sobre la responsabilidad hacia su juventud, así como trabajar con los otros dicasterios de la Santa Sede y de las conferencias episcopales para asegurar la adecuada formación de los actuales y futuros sacerdotes, en los diversos aspectos del abuso sexual a menores".

Para las víctimas de abuso sexual a menores, es imperativo que el cuidado pastoral que reciben demuestre un genuino respeto por su sufrimiento, afirmó el cardenal. "Una primera necesidad [de las víctimas] es ser escuchadas", reflexionó, "y saber que la Iglesia escucha sus historias de abuso, que la Iglesia entiende la gravedad de lo que han sufrido y que quiere acompañarles en el largo camino de la curación, así como que se sepa que ella ha tomado o está dispuesta a adoptar medidas eficaces para asegurar que otros niños estén protegidos contra tales abusos".

El cardenal Levada alentó a los sacerdotes y obispos a imitar a Benedicto XVI quien, durante sus visitas pastorales por todo el mundo, ha escuchado a las víctimas de abuso sexual de menores. "Pienso que es difícil sobreestimar la importancia de este ejemplo para nosotros obispos y sacerdotes, de estar a disposición de las víctimas en ese importante momento de cura y reconciliación. Después de todo, fue a manos de un representante ungido de la Iglesia que sufrieron este abuso. No sorprende entonces cuando nos dicen lo importante que es para ellos que la Iglesia, nuevamente a través de sus representantes ungidos les escuche, reconozca su sufrimiento, y los ayude a ver el verdadero rostro de compasión y amor de Cristo".

El cardenal recordó a los obispos y superiores mayores de las órdenes religiosas que deben ser escrupulosamente conscientes de "la necesidad de ejercer un mayor escrutinio en los candidatos que aceptan para el sacerdocio y la vida religiosa, así como ofrecer programas de formación que proporcionen la necesaria formación humana desde el fundamento, incluida la adecuada formación en sexualidad humana".

En otra parte de su discurso, Levada afirmó que es imperativo que las autoridades de la Iglesia se aproximen a los casos de abuso como delitos contra el Estado, así como contra la ley canónica. "Ciertamente, no es menos importante que cualquiera de los otros elementos", dijo, "la cooperación de la Iglesia con las autoridades civiles, y reconocer la verdad fundamental de que el abuso sexual de menores no es sólo un delito en el derecho canónico, sino también es un crimen que viola las leyes penales en las jurisdicciones civiles. La iglesia tiene la obligación de cooperar con los requerimientos de la ley civil denunciando tales delitos a las autoridades respectivas".

El objetivo del simposio que culmina el jueves 9, es informar a los obispos católicos y a los superiores religiosos sobre los recursos disponibles para enfrentar esta crisis eficazmente. En sus consideraciones finales, el cardenal Levada expresó su deseo de que el simposio sea "un modelo para futuros estudios que nos ayude frente a lo que tenemos que hacer como Iglesia... [y] sea una fuente de experiencia y esperanza para aquellos que buscan eliminar el flagelo del abuso sexual de menores en toda la sociedad".

Traducido del inglés por José Antonio Varela V.

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La curación de las víctimas debe ser de suma importancia
Mensaje del papa al simposio internacional Hacia la curación y la renovación
CIUDAD DEL VATICANO, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el texto, traducido del original en inglés, del mensaje que el cardenal secretario de Estado Tarcisio Bertone SDB ha enviado en nombre de Benedicto XVI al rector de la Universidad Pontificia Gregoriana, padre François-Xavier Dumortier SJ, con motivo del simposio internacional “Hacia la curación y la renovación”. El congreso relanza el empeño de la Iglesia católica por la protección de los abusos sexuales de los menores y de las personas vulnerables.

***

Ciudad del Vaticano, 30 de enero de 2012

Estimado padre Dumortier:

El Santo Padre envía un cordial saludo a todos los participantes del Simposio "Hacia la curación y la renovación", que tendrá lugar del 6 al 9 de febrero de 2012, bajo los auspicios de la Pontificia Universidad Gregoriana y le asegura sus oraciones por esta importante iniciativa. Pide al Señor que, a través de sus deliberaciones, muchos obispos y superiores religiosos de todo el mundo puedan recibir ayuda para responder, al estilo de Cristo, a la tragedia del abuso de menores.

Como Su Santidad ha mencionado a menudo, la curación de las víctimas debe ser de suma importancia en la comunidad cristiana, y debe ir de la mano de una profunda renovación de la Iglesia en todos los niveles. Nuestro Señor nos recuerda que todo acto de caridad, incluso hacia el más pequeño de nuestros hermanos, es un acto de caridad hacia Él (cf. Mt 25,40). El Santo Padre por lo tanto, apoya y alienta todos los esfuerzos para responder con caridad evangélica al reto de proporcionar a los niños y adultos más vulnerables, un ambiente eclesial propicio para su crecimiento humano y espiritual. E insta a los participantes del Simposio a seguir recurriendo a la amplia gama de conocimientos especializados, con el fin de promover en toda la Iglesia una fuerte cultura de protección eficaz y apoyo a las víctimas.

Encomendando la labor del Simposio a la intercesión de María, Madre de la Iglesia, imparte con satisfacción su bendición apostólica a todos los participantes, como prenda de fortaleza y paz en el Señor.

Sinceramente suyo en Cristo,

Cardenal Tarcisio Bertone SDB Secretario de Estado

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El viaje de Benedicto XVI a Líbano sigue en estudio
El portavoz vaticano desmiente que haya una fecha
CIUDAD DEL VATICANO, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- El director de la Sala de Prensa de la santa Sede, padre Federico Lombardi, sobre la noticia publicada por la agencia de información SIR, este martes, sobre un próximo viaje del papa al Líbano, ha afirmado que “es verdad que tal viaje está en estudio y el papa desea hacerlo en conexión con la publicación de la exhortación postsinodal del Sínodo especial para Medio Oriente”. Sin embargo, especifica el padre Lombardi, “no hay todavía ninguna comunicación oficial al respecto”.

Como informa la agencia SIR, el anuncio de la posible visita papal al Líbano fue hecho el 2 de febrero pasado, fiesta de la Presentación del Señor, por el patriarca latino de Jerusalén, monseñor Fouad Twal, durante la celebración eucarística para la comunidad católica de expresión hebrea, en la iglesia dedicada a los santos Simeón y Ana en Jerusalén.

Benedicto XVI había sido invitado por el presidente del Consejo de Ministros libanés Najib Mikati, recibido en audiencia el 28 de noviembre de 2011, y antes que él, en febrero de 2011, por el presidente de la República Michael Suleiman.

El viaje apostólico del papa a Líbano sería el primero de Benedicto XVI a este país, el tercero a Medio Oriente, tras el viaje de 2009 a Jordania, Israel y los Territorios Ocupados, y el que hizo a Chipre en 2010.  

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Mundo


La santidad es el núcleo de la formación espiritual de los sacerdotes
Entrevista con el cardenal Grocholewski, prefecto para la Educación Católica
ROMA, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).-Para la Iglesia, entre los diversos tipos de formación, la de los sacerdotes es la más importante. La santidad es el núcleo de toda la formación espiritual. De la calidad de los sacerdotes en gran medida dependerá el futuro de la Iglesia. Y si a alguien le quedaran dudas, es impresionante ver la frecuencia con la que Benedicto XVI habla de los sacerdotes y de los dones de santidad que tienen que tener.

Lo indicó este lunes, el cardenal Zenon Grocholewski, prefecto de la Congregación para la Educación Católica, después de la inauguración de la semana de estudio “El ministerio de dirección en los seminarios”, que se realiza hasta el viernes en la Universidad de la Santa Cruz, en una entrevista a ZENIT que les proponemos aquí a continuación.

Eminencia, ¿qué quiso transmitir a los participantes de esta semana de estudio?

--Card. Grocholewski: Que entre todos los tipos de formación, la Iglesia sabe que la de los sacerdotes es la más importante porque de ellos dependerá tanto el apostolado de los laicos en donde el sacerdote es la guía, como la realización de la vida consagrada, porque el padre espiritual para los religiosos y personas consagradas es siempre un sacerdote.

Por lo tanto de la calidad de estos ministros dependerá en gran medida el futuro de la Iglesia y su apostolado en general.

Ud ha hecho también una presentación histórica

--Card. Grocholewski: Sí, de hecho he querido ilustrar con un poco de historia cómo se ve esta comptenecia en la Curia romana. Partiendo de las reformas del código en 1908 y en 1917, y de la reforma de la Curia romana después del Concilio en 1967, y nuevamente con el código de 1998. Por lo tanto traté de indicar como se ha dado más importancia a la formación de los sacerdotes que a las universidades, a los colegios y todo lo demás. Quise volverlos conscientes de la importancia que tiene.

¿Hoy hay menos vocaciones? ¿La gente tiene que estar más decidida para elegir la vida sacerdotal?

--Card. Grocholewski: A nivel de toda la Iglesia no hay menos vocaciones, incluso crecen. Esto lo vemos en África y en Asia. Les doy un pequeño ejemplo: en Tailandia todos los católicos suman unos trescientos mil, por lo tanto una comunidad pequeña. Y en el seminario mayor hay 220 seminaristas de los cuales 140 diocesanos y los otros religiosos. También en América Latina aunque no en proporción igual en todos los países. Incluso en Europa encontramos algunos ejemplos: el año pasado en Rumania, donde los católicos son el 7% de la población, en una diócesis en donde los católicos son 220.000, en el seminario hay 140 seminaristas.

El núcleo es siempre la santidad, ¿verdad?

--Card. Grocholewski: Claro que sí. La santidad es el núcleo de toda la formación espiritual, porque de ella depende también la formación humana, intelectual y pastoral. Por lo tanto, para nosotros el núcleo de toda la formación de los sacerdotes es la espiritual. Tomemos por ejemplo el caso de san Juan María Vianney, sin una particular preparación, en tiempos durísimos de persecución en los que asesinaron a tantos sacerdotes, cuando todos decían “no se puede hacer nada”. En cambio él, en una pequeña parroquia hizo un centro de espiritualidad donde acudían personas de toda Francia para escuchar a este párroco.

Él, un sacerdote sencillo hizo más que un centenares de otros juntos. ¿Qué hizo de extraordinario? Nada, simplemente era un verdadero sacerdote que unido a Cristo sabía qué debía hacer en cuanto sacerdote.

¿El papa tiene mucho interés por la formación de los sacerdotes?

--Card. Grocholewski: Es impresionante la frecuencia con la que Benedicto XVI habla de los sacerdotes y de los dones de santidad que tienen que tener. Yo creo que realmente es excepcional. Cada día en donde el papa habla, dice algo sobre los seminarios y sacerdotes. Y esto es muy significativo. Se da cuenta que de nosotros los sacerdotes dependen muchas cosas, que hoy es más difícil ser sacerdote que en el pasado. Entonces es necesario enraizarse en la oración, en la espiritualidad y en la unión con Cristo.

Por H. Sergio Mora

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Lo humano en el corazón de la sociedad: homenaje a Václav Havel
Entrevista a Marie Chatardova, embajadora de la República Checa en Francia
ROMA, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- “Václav Havel encarnaba una corriente de pensamiento que intentaba devolver al ser humano al corazón de la sociedad”, explica Marie Chatardova, embajadora de la República Checa en París, que evoca para ZENIT a este gran hombre de Estado y de la cultura, con motivo de un homenaje de la Iglesia de París.

El cardenal André Vingt-Trois, arzobispo de París, y presidente de la Conferencia Episcopal de Francia, celebrará una misa dedicada a Václav Havel, que fue presidente de la República Checa, el próximo domingo, 12 de febrero, en la catedral de Notre-Dame de París.

Señora embajadora, ¿por qué una misa en Notre-Dame?

--Marie Chatardova: tras el deceso del ex presidente Václav Havel, la embajada checa en París ofreció la posibilidad, a todos los que quisieran unirse al duelo de los checos, de venir a encontrarse en sus locales y firmar libros de condolencia. Varios centenares de personas testimoniaron así su afecto hacia el ex presidente.

El cardenal André Vingt-Trois presentó sus condolencias a la República Checa dirigiéndome una carta.

Los funerales del 23 de diciembre fueron retransmitidos a la embajada y quienes deseaban estar de alguna manera “en la República Checa” para asistir, vinieron a unirse a la ceremonia por medio de las ondas.

En Praga, un millar de invitados asistieron a esta ceremonia en la catedral de San Guy en el Castillo. Numerosos dirigentes del mundo se unieron a los checos.

La misa que se celebrará por Václav Havel, en la catedral de Notre-Dame de París, será el cierre en Francia de esta serie de acontecimientos y que el arzobispo de París decidira, en colaboración la embajada, celebrarla está en perfecta correlacioón con los que los checos hicieron después de la muerte del ex presidente.

Tras la oración, una serie de conferencias y análisis rendirán homenaje al hombre político y al dramaturgo.

¿Cómo reaccionaron los checos a la muerte del presidente Havel?

--Marie Chatardova: En 1918, el país fue refundado por intelectuales de los que el presidente Masaryk era a vez símbolo y jefe. Es una constante, la población necesita reflexionar sobre lo que vivió o lo que sufrió. Los checos son de buena gana lo que se llama en Francia “intelectuales”. A menudo tienen una vida espiritual, cualquiera que sea su aproximación a la fe.

La muerte de Václav Havel se desarrolló a imagen de su vida. Rodeado de los suyos y de una religiosa de la orden de las Hermanas de la Caridad de San Carlos Borromeo, se extinguió en este marco sereno y el duelo de los checos estuvo desde el principio marcado por mucha dignidad. Se celebraron misas, durante las cuales la población expresó su gratitud por la acción del expresidente y rezó por el reposo de su alma.

La nación entera estuvo implicada y el gobierno checo decretó duelo nacional.

¿Qué acontecimiento de su vida impresionó más a la opinión?

--Marie Chatardova: Cada uno recuerda lo que hacía la tarde en la que el futuro presidente, en compañía de otros como Václav Maly, el futuro obispo auxiliar de Praga, estaban en el balcón de la plaza Wenceslao.

En la época, a causa de sus estancias repetidas en prisión por sus escritos políticos, Václav Havel era el disidente más conocido por la opinión pública. Durante el periodo comunista, había sido la gran figura de la oposición al régimen político de la “República socialista checoslovaca”, uno de los cofundadores y uno de los tres portavoces de la “Carta 77”, una organización de defensa de los derechos humanos en el país.

¿Qué tiene que decir todavía el presidente Havel a la Europa de hoy?

--Marie Chatardova: Václav Havel encarnaba una corriente de pensamiento que intentaba devolver al ser humano al corazón de la sociedad, que defendía la libertad de las almas contra reglamentación y la constricción dentro de un sistema, ya fuera comunista o fascista.

Lo hacía con una sensibilidad mayor que otros en la construcción de relaciones entre las personas, por ejemplo en la sociedad civil. Es lo que nuestro filósofo Patocka llamaba el “cuidado del alma”, que era para él la característica del espíritu europeo.

El cuidado de la libertad ha inspirado muchas acciones en la República Checa, como el empeño de la mayor organización no gubernamental checa “Gente Necesitada”. Los checos son a menudo activos en movimientos no violentos de apoyo a todos los disidentes del planeta.

Por Anita Bourdin

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Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia
Agotada la primera edición del libro de Navarro-Valls y Martínez-Torrón
MADRID, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- Agotada la primera edición en pocos meses, la Editorial Iustel acaba de publicar la segunda edición, revisada y ampliada, del libro de Rafael Navarro-Valls y Javier Martínez-Torrón, Conflictos entre conciencia y ley. Las objeciones de conciencia, que incorpora el análisis de aquellos nuevos datos legislativos y jurisprudenciales que se han producido hasta febrero de 2012, tanto en el ámbito del derecho español como del derecho internacional y comparado.

Rafael Navarro-Valls, miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España y colaborador habitual de la sección “Observatorio Jurídico” de ZENIT.

En el acto de presentación de esta nueva edición, los autores hicieron notar que parece como si hubiera estallado en el universo jurídico un big-bang de objeciones jurídicas, directa consecuencia de la agudización de los conflictos conciencia contra ley. Según Navarro-Valls, no se trata de un fenómeno ocasional, es decir, un episodio transitorio en esa lluvia de estrellas fugaces que, a veces, se desencadenan en las constelaciones jurídicas. “Se trata de una tensión de fondo que desborda los márgenes jurídicos, invadiendo los políticos y sociológicos”.

Los continuos choques entre conciencia y ley – añadieron los autores– ponen “cada vez más de manifiesto los oscuros dramas que se generan en algunas minorías por leyes de directo o indirecto contenido ético. Un ejemplo: la tenacidad de más de cinco mil objetores de conciencia a la asignatura Educación a la Ciudadanía, ha producido un vuelco educativo, que ha llevado a su eliminación de los currículos escolares. Algo similar a la presión que, sobre el sistema jurídico, produjo la acción coordinada de cientos de objetores al servicio militar obligatorio, que llevó a su eliminación y sustitución por un ejército profesional.

Los profesores Rafael Navarro-Valls y Javier Martínez-Torrón analizan las objeciones de conciencia más relevantes, comenzando por las relacionadas con la tutela de la vida humana: desde el rechazo del servicio militar o del aborto voluntario a las objeciones en el marco de la bioética o en materia de tratamientos médicos. Junto a supuestos clásicos, como los que se producen en el entorno de las relaciones laborales, se examinan otros de impacto más reciente y visible: por ejemplo, objeciones en el ámbito educativo o en el ejercicio de la función pública (objeción al jurado o a la celebración de matrimonios entre personas del mismo sexo), las derivadas de la utilización de indumentaria o símbolos religiosos, e incluso las que se encuadran en los ordenamientos jurídicos de confesiones religiosas. En esas y otras cuestiones, los autores manejan los últimos datos no sólo del derecho español, sino también del derecho comparado y del derecho internacional.

Esta segunda edición incluye el análisis de nueva jurisprudencia, de especial relevancia: por ejemplo, las sentencias Lautsi (simbología religiosa) y Bayatyan (servicio militar) de la Gran Cámara del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, de 2011, o la nueva versión del Código de Deontología Médica de la Organización Médica Colegial de España, que ha modificado las referencias a la objeción al aborto que se contenían en el anterior código deontológico.

El libro se puede adquirir en: http://www.amazon.es/Conflictos-entre-conciencia-Estudios-Doctrinales/dp/8498901340/ref=sr_1_fkmr0_2?ie=UTF8&qid=1328614436&sr=8-2-fkmr0&tag=zenit058-21

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Documentación


El papa anima al estímulo mutuo en la caridad y las obras buenas
Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012
CIUDAD DEL VATICANO, martes 7 febrero 2012 (ZENIT.org).- Publicamos a continuación el texto del Mensaje de Benedicto XVI para la Cuaresma 2012, sobre el tema «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras».

*****

«Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras»

(Hb 10, 24)

Queridos hermanos y hermanas

La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario. Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10,24). Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios. El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24). Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25). Me detengo en el versículo 24, que, en pocas palabras, ofrece una enseñanza valiosa y siempre actual sobre tres aspectos de la vida cristiana: la atención al otro, la reciprocidad y la santidad personal.

1. "Fijémonos": la responsabilidad para con el hermano.

El primer elemento es la invitación a «fijarse»: el verbo griego usado es katanoein, que significa observar bien, estar atentos, mirar conscientemente, darse cuenta de una realidad. Lo encontramos en el Evangelio, cuando Jesús invita a los discípulos a «fijarse» en los pájaros del cielo, que no se afanan y son objeto de la solícita y atenta providencia divina (cf. Lc 12,24), y a «reparar» en la viga que hay en nuestro propio ojo antes de mirar la brizna en el ojo del hermano (cf. Lc 6,41). Lo encontramos también en otro pasaje de la misma Carta a los Hebreos, como invitación a «fijarse en Jesús» (cf. 3,1), el Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra fe. Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse ajenos, indiferentes a la suerte de los hermanos. Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada». También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4,9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien. El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero alter ego, a quien el Señor ama infinitamente. Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad: «El mundo está enfermo. Su mal está menos en la dilapidación de los recursos y en el acaparamiento por parte de algunos que en la falta de fraternidad entre los hombres y entre los pueblos» (Carta. Enc. Populorum progressio [26 de marzo de 1967], n. 66).

La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual. La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119,68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión. La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades. La Sagrada Escritura nos pone en guardia ante el peligro de tener el corazón endurecido por una especie de «anestesia espiritual» que nos deja ciegos ante los sufrimientos de los demás. El evangelista Lucas refiere dos parábolas de Jesús, en las cuales se indican dos ejemplos de esta situación que puede crearse en el corazón del hombre. En la parábola del buen Samaritano, el sacerdote y el levita «dieron un rodeo», con indiferencia, delante del hombre al cual los salteadores habían despojado y dado una paliza (cf. Lc 10,30-32), y en la del rico Epulón, ese hombre saturado de bienes no se percata de la condición del pobre Lázaro, que muere de hambre delante de su puerta (cf.Lc 16,19). En ambos casos se trata de lo contrario de «fijarse», de mirar con amor y compasión. ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre. En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía: «El justo reconoce los derechos del pobre, el malvado es incapaz de conocerlos» (Pr 29,7). Se comprende así la bienaventuranza de «los que lloran» (Mt 5,4), es decir, de quienes son capaces de salir de sí mismos para conmoverse por el dolor de los demás. El encuentro con el otro y el hecho de abrir el corazón a su necesidad son ocasión de salvación y de bienaventuranza.

El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna. Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos. No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último. En la Sagrada Escritura leemos: «Reprende al sabio y te amará. Da consejos al sabio y se hará más sabio todavía; enseña al justo y crecerá su doctrina» (Pr 9,8ss). Cristo mismo nos manda reprender al hermano que está cometiendo un pecado (cf. Mt 18,15). El verbo usado para definir la corrección fraterna —elenchein— es el mismo que indica la misión profética, propia de los cristianos, que denuncian una generación que se entrega al mal (cf. Ef 5,11). La tradición de la Iglesia enumera entre las obras de misericordia espiritual la de «corregir al que se equivoca». Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien. Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano. El apóstol Pablo afirma: «Si alguno es sorprendido en alguna falta, vosotros, los espirituales, corregidle con espíritu de mansedumbre, y cuídate de ti mismo, pues también tú puedes ser tentado» (Ga 6,1). En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad. Incluso «el justo cae siete veces» (Pr 24,16), dice la Escritura, y todos somos débiles y caemos (cf. 1 Jn 1,8). Por lo tanto, es un gran servicio ayudar y dejarse ayudar a leer con verdad dentro de uno mismo, para mejorar nuestra vida y caminar cada vez más rectamente por los caminos del Señor. Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22,61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

2. "Los unos en los otros": el don de la reciprocidad.

Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual. Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así. El apóstol Pablo invita a buscar lo que «fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14,19), tratando de «agradar a su prójimo para el bien, buscando su edificación» (ib. 15,2), sin buscar el propio beneficio «sino el de la mayoría, para que se salven» (1 Co 10,33). Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación. Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social. En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican. «Que todos los miembros se preocupen los unos de los otros» (1 Co 12,25), afirma san Pablo, porque formamos un solo cuerpo. La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común. Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos. Cuando un cristiano se percata de la acción del Espíritu Santo en el otro, no puede por menos que alegrarse y glorificar al Padre que está en los cielos (cf. Mt 5,16).

3. "Para estímulo de la caridad y las buenas obras": caminar juntos en la santidad.

Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12,31-13,13). La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4,18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios. El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4,13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos ha dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25,25ss). Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc12,21b; 1 Tm 6,18). Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31). Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6,10). Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de noviembre de 2011

© Librería Editorial Vaticana

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