7.02.12

Eutanasia en Holanda: un festival de cine «de muerte»

A las 7:04 PM, por Juanjo Romero
Categorías : Eutanasia

Semana de la Eutanasia en Amsterdam

 

El 1 de abril de 2002 pasó a la Historia como uno de los más ignominiosos, se aprobaba en Holanda «la ley de la eutanasia». Para conmemorar ese aniversario se va a celebrar en Ámsterdam la semana de cine de la eutanasia del 6 al 12 de febrero.

Treinta y cinco películas, de hoy y de siempre, que la propaganda se ha encargado de que nos sean familiares: Million Dollar Baby, Mar Adentro, The Barabarian Invasions, Las Buenas Hierbas, Igby goes down, Whose Life is it Anyway? y The Suicide Tourist .

Pero no están todas, falta la precursora, aquella en la que se inspiraron todas y paradigma de lavado de cerebro a toda una sociedad: «Ich Klage An» –Yo acuso–.

La película papá de todas las demás. Como recordaba Damian Muñoz[1], la película fue promovida en 1941 por Joseph Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, tuvo un gran impacto emocional en la población alemana. Cuenta la historia de Hanna, una joven enferma de esclerosis múltiple que suplica a su marido Thomas –médico prestigioso de Munich– que acabe con su vida, pues no soporta la idea de verse degradada físicamente por la enfermedad: «Si me quieres de verdad, prométeme que me librarás de eso con anticipación», le pide entre lágrimas. Algo más tarde, en una escena muy emotiva, Thomas echa un producto letal en el vaso de Hanna, y ambos se repiten una y otra vez que se quieren, mientras las notas de un piano llegan hasta el dormitorio. Poco antes de morir, ella le dice: «Me siento tan feliz, quisiera estar ya muerta».

Ich Klage An - Yo acuso

En el proceso judicial posterior, Thomas acusa («Yo acuso») de intransigencia a los jueces y les grita: «¡Júzguenme!» Cualquiera que sea el resultado, su sentencia será una señal para todos aquellos que se encuentran en mi situación. Sí, yo confieso: maté a mi mujer, una enferma incurable, pero fue porque ella me lo pidió«. Al final, hasta Bernhard –amigo de Thomas y médico de su mujer– que le había recriminado su actitud inicialmente, acaba apoyándolo ante el tribunal.

El film formaba parte de la campaña pro-eutanasia nazi e iba dirigido a la población general y especialmente a los médicos, pues en bastantes de ellos no había calado todavía suficientemente la idea de que hay «vidas indignas de ser vividas». La película tuvo un gran éxito. Los que la vieron quedaron profundamente impresionados y tuvo una gran influencia en el cambio de postura de muchos médicos que hasta aquel momento se habían opuesto a la eutanasia. Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, el director de la película –Wolfang Liebeneier– reconoció abiertamente que «Yo acuso» se había realizado con la intención de preparar el terreno para la legalización oficial de la eutanasia. Desde luego, consiguió su propósito y todos conocemos las consecuencias.

Goebbels podrá estar orgulloso. Pero no sólo los nazis, también «las democracias liberales», que, al menos, tuvieron la sensatez de parar sus programas de eugenesia y eutanasia en vista de los resultados o de la mala prensa.

Pero «la distancia es el olvido». La pendiente resbaladiza en bioética es inexorable. Tras un paréntesis no muy grande, la «despenalización» en Holanda en 1984 establecía las 5 líneas rojas que asegurarían que lo del nazismo era otra cosa:

  1. La petición de la eutanasia debe venir únicamente del paciente y ser enteramente libre y voluntaria;
  2. dicha petición debe ser estable, bien considerada y persistente;
  3. el paciente debe experimentar sufrimientos intolerables sin perspectivas de mejora;
  4. la eutanasia debe ser el último recurso, y
  5. el médico debe consultar con un colega independiente con experiencia en este campo.

En 2002 se habían violado todas las barreras y se daba cobertura legal también al suicidio asistido. En la actualidad se puede aplicar también:

  • a menores, basta con el consentimiento paterno –por ahora, ya se verá lo que dura y la decisión queda al albur del matasanos–,
  • a dementes, ya no hace falta consentimiento. Por dementes podemos considerar una simple depresión o falta de ganas de vivir.

En breve se aplicará, aprovechando la crisis, a cualquiera que grave las arcas públicas y sea considerado no productivo o no autónomo. Tiempo al tiempo, los motivos económicos son muy eficaces, como en «Ich Klage An»


 


Notas

[1] Revista médica, Abril de 2005. Damián Muñoz, Coordinador del Máster en Cuidados Paliativos del Hospital La Paz de Madrid.