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Servicio diario - 8 de febrero de 2012

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Santa Sede

Cercanía del papa a las víctimas de la ola de frío

Benedicto XVI: Ante el silencio de Dios, Jesús se abandona en sus manos

Siria: viva inquietud de la Santa Sede

Mundo

Colombia: El Episcopado se reestructura en un momento difícil pero lleno de esperanza

Argentina: se casan sólo por la Iglesia para protestar contra la ley civil

El espíritu de la liturgia

La liturgia, obra de la Trinidad/1: Dios Padre (CIC 1077-1083)

Análisis

Demografía en caída libre

Recordando el origen de la Donum Vitae

Documentación

Benedicto XVI: Jesús en la cruz triunfa sobre nuestro sufrimiento


Santa Sede


Cercanía del papa a las víctimas de la ola de frío
Hizo un llamamiento a la solidaridad con los damnificados
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- Benedicto XVI, en la audiencia de este miércoles, expresó su cercanía a los afectados por la ola de frío y hielo que ha golpeado a Europa e invitó a orar por las víctimas.

“En las últimas semanas una ola de frío y heladas ha caído sobre algunas regiones de Europa, provocando fuertes molestias y daños considerables”, dijo el papa.

“Deseo expresar mi cercanía a las personas afectadas por este mal tiempo, e invito a la oración por las víctimas y sus familias”, añadió.

Y concluyó exhortando “a la solidaridad a fin de que sean atendidas con generosidad las personas probadas por estos trágicos acontecimientos”.

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Benedicto XVI: Ante el silencio de Dios, Jesús se abandona en sus manos
El papa centró meditación en la oración de Cristo en la cruz
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- La audiencia general de este miércoles tuvo lugar a las 10,30 de la mañana, en el Aula Pablo VI, en la que Benedicto XVI se encontró con grupos de fieles y peregrinos provenientes de Italia y del mundo. En su discurso, el papa siguió con el ciclo de catequesis sobre la oración y centró su meditación en la oración de Jesús ante la muerte (cfr Mc e Mt). Ofrecemos el texto de su discurso.

En la audiencia general de este miércoles, Benedicto XVI centró su discurso en la oración de Jesús en la cruz, ante la inminencia de la muerte.

El hecho de que las palabras transmitidas por los evangelistas sean una mezcla de hebrero ya arameo indica, dijo el papa, implica que“han transmitido no sólo el contenido sino incluso el sonido que esta oración ha tenido en los labios de Jesús: escuchamos realmente las palabras de Jesús tal como fueron”.

Según el papa, las seis horas que Jesús permaneció en la cruz se dividen en dospartes equivalentes cronológicamente.

En las primeras tres horas, desde las nueve hasta las doce, vienen las burlas de los diferentes grupos de personas que muestran su escepticismo, que dicen no creer. En las siguientes tres horas, desde el mediodía "hasta las tres de la tarde", el evangelista habla sólo de la oscuridad que descendió sobre toda la tierra.

“En la escena de la crucifixión de Jesús las tinieblas envuelven la tierra y son tinieblas de muerte en las que el Hijo de Dios se sumerge para dar vida, con su acto de amor”, dijo el papa.

Benedicto XVI se preguntó por el significado del grito que Jesús lanza al Padre: "Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado".

No se trata, explicó de dudas sobre su misión o sobre la presencia del Padre: “ Jesús ora en el momento del último rechazo de los hombres, en el momento del abandono; ora, sin embargo, con el Salmo, conciente de la presencia de Dios Padre aún en esta hora, en la que se siente el drama humano de la muerte”.

En realidad Jesús sufre por todos los hombres que sufren la separación de Dios. Y citó el

Catecismo de la Iglesia Católica: "En el amor redentor que le unía siempre al Padre, nos asumió en nuestra separación de Dios a causa del pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: ‘¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’".

“El suyo es un sufrimiento en comunión con nosotros y por nosotros, que viene del amor y lleva en sí la redención, la victoria del amor”, explicó el papa.

Se puede leer el discurso completo en:http://www.zenit.org/article-41447?l=spanish.

Al finalizar sus palabras, Benedicto XVI se dirigió en su idioma a cada uno de los grupos lingüísticos, haciéndoles un breve resumen de sus palabras.

A los peregrinos que hablan español, les dijo: “Nuestra reflexión de hoy se centra sobre la oración de Jesús en el momento de su muerte, según la narración de san Marcos y san Mateo. Las seis horas de Jesús sobre la cruz, con los insultos de diversos grupos y la oscuridad que cubrió toda la tierra, culminan con el grito de su oración: 'Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?'». Jesús reza usando las palabras del comienzo del salmo veintidós, en las que el salmista manifiesta no sólo el sentimiento de abandono por parte de Dios, sino también la seguridad de su presencia en medio de su pueblo. De esta manera, en el momento del sufrimiento y el abandono, manifiesta su confianza en la cercanía del Padre. Además, haciendo suyo este salmo del pueblo de Israel que sufre, Jesús carga sobre sí la pena de todos los hombres oprimidos por el mal, y los lleva hasta el corazón de Dios con la certeza de que su grito será escuchado en la resurrección. Así, en el momento extremo, cuando parece que Dios está ausente y en silencio, Jesús reza abandonándose en sus manos”.

Después saludó a los peregrinos de lengua española, y “en particular a los sacerdotes del Colegio Sacerdotal Argentino en Roma, a los participantes en el curso promovido por el Centro Internacional de Animación Misionera, a los grupos venidos de España, México, Nicaragua y otros países latinoamericanos”.

Y concluyó sus palabras en español: “Que la oración de Jesús sobre la cruz nos enseñe a dirigirnos a Dios con la certeza de que él está siempre presente y nos escucha, y a rezar de modo especial por aquellos hermanos nuestros que sufren o pasan necesidad, para que también ellos sientan el amor de Dios que nunca los abandona”.

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Siria: viva inquietud de la Santa Sede
Alarma dada por un jesuita que trabaja en el país
ROMA, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- La Santa Sede reiteró su preocupación ante la situación en Siria, la violencia creciente y la ausencia de solución. Comunicó su dolor ante las numerosas víctimas civiles, señaló este lunes, interrogado por la prensa, el director de la Sala de Prensa vaticana, padre Federico Lombardi:

“No podemos permanecer indiferentes a lo que pasa en Siria”, afirmó el padre Lombardi. Citó el discurso de Benedicto XVI al cuerpo diplomático de 9 de enero último, en el que decía: “Tengo una gran preocupación por las poblaciones de los países en los que prosiguen tensiones y violencias, en especial Siria, donde deseo un rápido fin de los derramamientos de sangre y el inicio de un diálogo fructífero entre los actores políticos, favorecido por la presencia de observadores independientes”.

Algunas horas antes, precisa Radio Vaticano, el padre Dall’Oglio, jesuita, fundador de la comunidad monástica sirocatólica Deir Mar Musa, instalada desde hace varios años en Siria, había pedido una intervención diplomática de la Santa Sede, inmediata y al más alto nivel. La gravedad de la situación exigía, en su opinión, la movilización de todas las buenas voluntades.

Estimaba que esta iniciativa debería tener en cuenta las diversas sensibilidades, exacerbadas por el sufrimiento. Tanto las de las comunidades cristianas ortodoxo bizantinas, que mantienen estrechas relaciones con el Patriarcado de Moscú y que por tanto tienen un papel muy delicado actualmente, como las de los armenios, mayoritarios entre los cristianos de Siria. El Vaticano, sugería, podía aprovechar su larga experiencia de diálogo con el mundo musulmán.

Para el jesuita, la guerra civil ha comenzado ya en Siria, corre el riesgo de gangrenarse, y teme que las comunidades cristianas acaben como las de Irak.

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Mundo


Colombia: El Episcopado se reestructura en un momento difícil pero lleno de esperanza
Intervención del presidente en la apertura de XCII Asamblea Plenaria
BOGOTÁ, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- La Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) trabaja para reestructurarse y renovar la manera de evangelizar a los colombianos, en un momento de muchas dificultades pero también de esperanza. Así lo planteó su presidente, monseñor Rubén Salazar Gómez, en la alocución inaugural de la XCII Asamblea Plenaria del Episcopado.

Del 6 al 10 de febrero, aproximadamente 90 obispos católicos se reúnen en Asamblea en Bogotá, para analizar la realidad eclesial y nacional y promover alternativas de acción y de mejoramiento.

Monseñor Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá y primado de Colombia, aseguró que vivimos en una sociedad con un conflicto “crónico que hunde sus raíces en muchos acontecimientos y situaciones que a lo largo de nuestra ya larga historia han ido creando una sociedad inequitativa, desigual, con elementos altamente preocupantes de injusticia estructural”.
Afirmó que el Estado “ha sido débil, sin presencia efectiva en todo el territorio nacional, lo cual ha permitido que fuerzas al margen de la ley se tomen vastas zonas del país en donde imponen a sangre y fuego su propia ley. La implementación incipiente de las leyes de reparación de víctimas y de restitución de las tierras a los despojados nos ha revelado el mapa aterrador de millones de personas que, por diversos motivos, han sido víctimas de atropellos que han violado profundamente sus derechos fundamentales.

Nos ha mostrado también cuántas fuerzas han “capturado” al Estado colombiano y le impiden cumplir su tarea primordial de salvaguardar los derechos ciudadanos y promover el cumplimiento de los deberes correspondientes.

El conflicto armado –el elemento más visible y destructor del conflicto social imperante- continúa segando vidas, destruyendo comunidades, impidiendo la convivencia pacífica de los ciudadanos”, subrayó el presidente de los obispos colombianos.

Precisó sin embargo que esta misma situación “empieza a cambiar y nos ofrece elementos altamente esperanzadores. Hemos tomado conciencia clara de que todos –Estado y sociedad civil, con el compromiso de todos los ciudadanos- estamos invitados a participar en la reparación de los daños causados por la injusticia y a poner el piso legal adecuado para la consolidación de un auténtico estado de derecho”.

“Estamos experimentando una recuperación económica que ha permitido mejorar lentamente los niveles de bienestar de la población, al favorecer que un número creciente de personas participen de las condiciones que les permitan una vida digna. El Estado empieza a tomar la decisión de implementar los mecanismos para que la riqueza llegue a los millones de colombianos que continúan viviendo en condiciones deplorables de pobreza y de miseria que los excluye y los margina de la vida ciudadana. Se trata de una toma de conciencia creciente que abre horizontes nuevos para que Colombia deje definitivamente atrás lo que ha impedido la paz y consolide procesos claros de búsqueda de la justicia y la solidaridad que garanticen una verdadera convivencia de todos los colombianos”, dijo.

Manifestó que se trata de buscar entre todos “los caminos que permitan superar el conflicto social y encontrar también caminos de negociación con la insurgencia armada para que cesen su guerra sin sentido y aporten a la construcción conjunta de una sociedad más justa, más fraterna, más solidaria”.

Para ello se hace urgente encontrar “un marco jurídico nuevo que permita a la justicia restablecer el orden perturbado para que podamos vivir en un estado en el que todos los derechos humanos sean respetados y promovidos y se castigue con prontitud las violaciones que impiden una auténtica convivencia ciudadana y la promoción certera de la dignidad humana”, añadió en su alocución inaugural.

Monseñor Salazar Gómez aseguró que, con el trabajo perseverante de evangelización en Colombia, “en un momento dado de nuestra historia parecía evidente que el Evangelio había penetrado en las estructuras sociales y en la conciencia de las personas. Llegamos a hablar de una sociedad cristiana en nuestra Patria. El bautismo era el sacramento común a todos los colombianos. Todos, con raras excepciones, se declaraban miembros de la Iglesia. Todo en el entorno favorecía la profesión de la fe”.

Sin embargo esa realidad “fue cambiando poco a poco”. En vez “de un ambiente propicio a la fe, hoy lo evidente es poner en tela de juicio el Evangelio y sus valores, la Iglesia y su enseñanza; lo válido es prescindir totalmente de la referencia a Dios en la vida personal y comunitaria. Se tiende espontáneamente a vivir “como si Dios no existiera”.
Agregó que para muchos cristianos “la práctica de la fe se ha vuelto monótona y sin ningún dinamismo. Viven su vida cristiana por obligación…”.

El presidente del Episcopado recordó una encuesta publicada el 24 de diciembre de 2011 por el diario El Tiempo, según la cual ocho de cada diez colombianos “se declaran católicos, pero ni siquiera la mitad de ellos lee la Palabra de Dios o participa en la celebración de la Eucaristía. Un porcentaje altísimo –más del 90% de los encuestados- no acepta la moral sexual y matrimonial proclamada por la Iglesia. Una lectura crítica de estos datos nos habla claramente de un divorcio entre la fe pretendida y la vida real”.

Por ello esta Asamblea Plenaria se desarrolla en un momento “en el que el contraste de las luces y las sombras se hace más impactante, en el que la lucha del bien contra un mal fuerte y generalizado adquiere características nuevas que requieren armas nuevas tanto en el campo ético como moral…de grandes dificultades pero también de preciosas oportunidades para la Iglesia…”.

Recordó que la Conferencia Episcopal, con su Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano (SPEC), “trata de apoyar de la mejor manera el trabajo evangelizador en cada una de las jurisdicciones eclesiásticas, de tal manera que el Evangelio pueda incidir en la construcción de una sociedad más justa y fraterna”.

Y concluyó afirmando que, con el análisis de la realidad y sus retos, con un Plan Global para los próximos nueve años comprendidos entre el 2012 y el 2021, se espera “llevar adelante un verdadero proceso de trabajo”, que permita una acción continuada y coherente de apoyo para “prestar un servicio cada vez mejor a los procesos de evangelización que se llevan a cabo en las diferentes jurisdicciones eclesiásticas”.

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Argentina: se casan sólo por la Iglesia para protestar contra la ley civil
En desacuerdo con el divorcio y el matrimonio homosexual
BUENOS AIRES, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- La primera edición del año de la revista provida Argentina, “Familia y Vida”, presenta como nota principal el testimonio de Alexis y Hortensia, un matrimonio joven y “rebelde”.

Ellos querían casarse, pero la actual ley de matrimonio en su país que permite el divorcio desde 1987 y las uniones de personas del mismo sexo desde 2010, no los representaba. Entonces se casaron, pero no por civil.

“Después de la sanción de la ley de 'matrimonio homosexual', se nos presentó un gran problema de conciencia. Nosotros como católicos creemos en el matrimonio entre un hombre y una mujer, indisoluble y abierto a la vida. Resulta que la ley civil es contraria a todo ello”, manifiesta el joven matrimonio que se casó por Iglesia hace unos pocos meses.

“No sería coherente ir al Registro Civil y casarnos por una ley en la que no creemos, y lo que es peor, que es contraria a lo que sí creemos, ¿Cómo podríamos ajustarnos a una ley que acepta la disolubilidad del vínculo y propone como igual el matrimonio entre un hombre con una mujer al de personas de igual sexo y por lo tanto incapaz naturalmente de ser abierto a la vida, y días después o el mismo día incluso casarnos por Iglesia y ante la ley de Dios que es opuesta a todo aquello?”.

“Somos unos convencidos de que no son solo los gobernantes quienes deciden el destino de un país, sino todos los que lo habitamos. Nosotros queremos una Argentina grande, donde podamos vivir nosotros, nuestros hijos, los hijos de nuestros hijos… y que podamos sentirnos orgullosos de ser argentinos, de las familias que tenemos, de nuestros valores… y vamos a hacer todo lo que esté en nuestras manos para que pueda ser así. Y si las cosas no salen como queremos, saber y estar tranquilos que no fuimos de los que se quedaron de brazos cruzados mirando cómo las cosas simplemente suceden”, expresan.

Alexis y Hortensia viven en la ciudad de Yerba Buena provincia de Tucumán, noroeste argentino, y esperan lograr el reconocimiento civil de su matrimonio religioso.

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El espíritu de la liturgia


La liturgia, obra de la Trinidad/1: Dios Padre (CIC 1077-1083)
Columna de teología litúrgica a cargo del padre Mauro Gagliardi*
ROMA, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos a los lectores la habitual columna de liturgia, a cargo del padre Mauro Gagliardi. Esta vez, con un artículo del padre Nicola Bux, profesor de Liturgia Oriental.

*****

Nicola Bux*

Sin la mediación del Hijo, no habríamos conocido al Padre, y no habríamos recibido el Espíritu que nos permite reconocer al Hijo como Señor y adorar al Padre en él. El padre ha realizado una elección tal que nos ha hecho capaces de todo esto, es decir, adoptarnos como hijos, antes de la creación del mundo (cf. Catecismo de la Iglesia Católica [CIC], 1077). La capacidad de obrar como individuos y como miembros de un pueblo elegido y consagrado se llama "liturgia", definida con acierto como obra del misterio de las tres Personas. La acción trinitaria, es por así decirlo, el prototipo de la acción sagrada o litúrgica. Sin embargo, visto el activismo eclesiástico y litúrgico que ha llevado a adoptar términos como "actor" y "operador", incluso en la sagrada liturgia, debemos definir, a salvo de equívocos, la naturaleza de esta acción. La acción sagrada de la liturgia es esencialmente una "bendición", un término conocido por todos, pero no en su verdadero significado. Lo hace el siguiente artículo del Catecismo que conviene citar completo: «Bendecir es una acción divina que da la vida y cuya fuente es el Padre. Su bendición es a la vez palabra y don ("bene-dictio""eu-logia"). Aplicado al hombre, este término significa la adoración y la entrega a su Creador en la acción de gracias.» (CIC, 1078).

Por lo tanto, la liturgia es bendición divina, palabra y don, y adoración humana, es decir, acción de gracias (eucaristía) y ofrenda. ¿No está toda la misa en esta definición? Nadie puede omitir el definir así la sagrada liturgia.La adoración no es otra cosa que la liturgia misma. Cualquier intento de separar las dos cosas va en contra de la fe y de la verdad católica.

¿No se sostiene hoy que el hombre adora a Dios con todo su ser? Esto significa con el alma y con el cuerpo. Por lo tanto en la Biblia toda «la obra de Dios es bendición» (CIC, 1079-1081): es la dimensión cósmica que vertebra la sagrada escritura desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y del mismo modo a la liturgia. Si bendecir quiere decir adorar, la bendición o adoración en la Biblia se expresa en la postración y el doblar físicamente las rodillas y metafísicamente el corazón. Sólo el diablo no se arrodilla, porque --lo dicen los Padres del desierto--, no tiene rodillas. Así, san Pablo ve delante de Jesús la armonía entre historia sagrada y el cosmos: toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en el abismo. Como consecuencia concreta: el gesto de arrodillarse debe volver a ser lo principal en el rito de la Misa, en el desarrollo, inspiración y sabor de la música sacra, en el mobiliario sagrado: una iglesia sin reclinatorios no es una iglesia católica.

¿Por qué postrarse? Debido a que la bendición divina se produce especialmente con «la presencia de Dios en el templo» (CIC, 1081): ante su presencia, el primer y fundamental gesto es la adoración. No se diga que el templo ha sido abolido, porque Jesús lo ha purificado sustituyéndolo con su cuerpo en el que habita corporalmente su divinidad: así, la presencia divina es ahora la del Cuerpo de Cristo y, en modo máximo coincide con el Santísimo Sacramento. Tengamos en cuenta que hasta ahora hemos hablado de las cosas reveladas por el mismo Señor en la Sagrada Escritura. En Introducción al espíritu de la liturgia, Joseph Ratzinger ha mostrado cuánto ha perjudicado la reforma litúrgica, al haber roto el vínculo entre el templo judío y la iglesia cristiana: lo vemos hoy en las nuevas iglesias, justo cuando a nivel ecuménico se dialoga con los judíos. Si el cuerpo de Cristo está formado por el edificio espiritual de sus miembros (cf. 1 P 2,5), se debe saber que donde la Iglesia se reúne para los Misterios, nace un "espacio santo".

Ahora, se puede entender lo que el Catecismo dice claramente: «En la liturgia de la Iglesia, la bendición divina es plenamente revelada y comunicada: el Padre es reconocido y adorado como la fuente y el fin de todas las bendiciones de la creación y de la salvación; en su Verbo, encarnado, muerto y resucitado por nosotros, nos colma de sus bendiciones y por él derrama en nuestros corazones el don que contiene todos los dones: el Espíritu Santo.» (CIC, 1082). Así, de ahí sale ulteriormente definida la doble dimensión de la liturgia de la Iglesia: por un lado es bendición del Padre con la adoración, la alabanza y la acción de gracias; y por el otro, es ofrecimiento al Padre de uno mismo y de sus dones y la imploración del Espíritu a fin de que redunde en todo el mundo. Pero todo pasa por la mediación sacerdotal, es decir de la ofrenda y «porla comunión en la muerte y en la resurrección de Cristo-Sacerdote y por el poder del Espíritu» (CIC, 1083).

Si la resurrección de Cristo no se hubiera producido históricamente y no hubiese “llenado” originalmente la historia, imprimiéndole la dirección final, los sacramentos no tendrían ningún efecto y podría socavar la finalidad por la cual se administran: nuestra resurrección al final de la vida y de la historia de la humanidad. A un planteamiento exegético desmitificador, normalmente le sigue una teología reducida al simbolismo; pero el pensamiento católico, con el Apóstol, habla del "poder de su resurrección": a las apariciones del Resucitado no sólo siguió el kerigma y la fe de los discípulos, sino la expansión de la potencia de la resurrección en los Sacramentos. Así, la verdad de la resurrección corporal de Cristo es decisiva para la eficacia de los sacramentos, para su incidencia real en la transformación del ser humano.

El misterio pascual, precisamente porque vio al Hijo pasar de la muerte a la vida, así ve pasar a los hijos de Dios. Por eso se llama pascual, por este paso producido gracias al sacrificio del Hijo de Dios. Por eso el sacrificio eucarístico es el centro de gravedad de todos los sacramentos (cf. CIC, 1113), como la Pascua lo es del año litúrgico.

El plan divino de salvación es uno: llevar a los hombres y a las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo el señorío de Cristo. La primera obra de las tres Personas mira a reconducir al hombre a su naturaleza original, para que sea restaurada en él aquella imagen que había sido desfigurada por el pecado.

Traducido del italiano por José Antonio Varela V.

*El padre Nicola Bux es profesor de Liturgia oriental en Bari y consultor de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe, para las Causas de los Santos y del Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos; así como de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

* Mauro Gagliardi es sacerdote, profesor ordinario del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, profesor encargado en la Universidad Europea de Roma, consultor de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice y de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos.

Quien quiera preguntar o expresar opiniones sobre los temas tocados por esta columna, a cargo de don Mauro Gagliardi, puede escribir a: liturgia.zenit@zenit.org.

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Análisis


Demografía en caída libre
Baja fertilidad y crisis económica
ROMA, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- El desarrollo sostenible es el imperativo del siglo XXI y no puede lograrse sin mejorar la salud reproductiva: son palabras expresadas en una reciente reunión de la Junta ejecutiva por el director ejecutivo del UNFPA, Babatunde Osotimehin, de acuerdo con un comunicado de prensa del pasado 1 de febrero.

La UNFPA es la agencia de las Naciones Unidas responsable de promover la planificación familiar, incluyendo los anticonceptivos y el acceso al aborto. La reducción de la fertilidad es, según el director, la clave para asegurar el éxito económico.

Pero esta es una afirmación que va cada vez más en contradicción con los hechos. Japón es uno de los más claros ejemplos de ello. Las últimas cifras oficiales muestran que se prevé que la población del Japón descienda en un 30%, por debajo de 90 millones para el año 2060.

Para esa fecha, los que tengan 14 años o menos, serán casi 8 millones, frente a los 35 millones de personas de 65 años o más, informó Reuters el 30 de enero.

La tasa de fertilidad, que es el número esperado de hijos por pareja, se espera que llegue de 1,39 en 2010 a 1,35 en 2060, muy por debajo del 2,08 necesario para evitar que la población disminuya.

Las proyecciones se basan en el censo de 2010, en el que había tres estimaciones: moderado, optimista y pesimista, realizado por el Instituto Nacional de Población e Investigación de la Seguridad Social, de acuerdo a un informe publicado 31 de enero por el Daily Yomiuri Online.

El pronóstico dado a conocer corresponde a la estimación moderada, donde se puede observar que la población de 65 años o más alcanzará un 39,9% en 2060.

Incluso antes de que las últimas cifras salieran, hubo una preocupación generalizada sobre las implicaciones económicas por la baja tasa de fertilidad en el Japón. Más aún, lo que está sucediendo en el Japón es un anticipo de lo que podrá ocurrir en otras economías maduras.

Un informe del 12 de enero de Reuters, citado por Ajay Kapur, estratega del

Deutsche Bank en Hong Kong, dice que los mercados de valores están preocupados por las tendencias demográficas en casi todos los mercados desarrollados.

No es el único

Kapur dijo que sería un error crucial el pensar que el estancamiento económico del Japón en las últimas dos décadas fuera el único. "En los próximos cinco años, todos los 18 países desarrollados de los cuales el Deutsche Bank tiene datos de su mercado inmobiliario por más de medio siglo, verán una disminución en el índice de su población en edad de trabajar”, señaló el artículo de Reuters.

La combinación de un menor número de personas como fuerza de trabajo, con altos niveles de endeudamiento, conduce a un entorno económico adverso, advirtió Kapur.

El envejecimiento de la población significa que será necesaria una reforma seria de los sistemas de seguridad social y de impuestos en el Japón, dijo el ministro jefe del Gabinete, Osamu Fujimura, en una conferencia de prensa celebrada el lunes, sobre el informe del 1 de febrero del Daily Yomiuri Online.

En 1960 un jubilado era sostenido por 11,2 trabajadores. En 2010, un jubilado fue sostenido sólo por 2,8 trabajadores. Y para 2060, se espera sólo 1,3 trabajadores por cada jubilado.

Muchos otros países están luchando para hacer frente a las consecuencias de una tasa de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo.

El presidente de Taiwán, Ma Ying-jeou, advirtió que la falta de niños en el país es "una seria amenaza para la seguridad nacional," según informó el diario The Guardian el 23 de enero.

En 1951, la mujer taiwanesa promedio tenía siete hijos. En 2010, la tasa de fertilidad fue de 0,89. Mientras que en la actualidad alrededor del 14% de la población tiene más de 65 años, número que podría duplicarse en sólo un par de décadas.

Actualmente siete personas trabajan para sostener a un jubilado, pero en el año 2045 esto habrá caído a sólo 1,45, según el informe de The Guardian.

"El rápido envejecimiento significa una tendencia a la baja en la mano de obra y en el largo plazo indica que la población caerá, lo que ralentizará la economía", dijo Ma Tieying, un economista del DBS Bank en Singapur. Su advertencia se lee en un informe sobre las consecuencias económicas nefastas por la baja fertilidad en Taiwán, publicado el 25 de enero por Bloomberg Businessweek.

Una generación

Otra experta, quien recientemente se pronunció sobre el tema es Sarah Harper, directora del Instituto Oxford de Envejecimiento de la Población de la Universidad de Oxford, quien dijo que la Unión Europea verá un aumento promedio del 23% en los costos de pensiones en los próximos 50 años, de acuerdo con un informe del 31 de enero publicado por el diario The Independent.

La mayor presión, sin embargo, no será en Europa, sino en Asia y en los países de América Latina que también están experimentando un rápido descenso en la fertilidad. “Europa, señaló Harper, ha tenido más de un siglo para adaptarse a estos cambios, pero la mayoría de los países en desarrollo tienen solo una generación”.

La rápida disminución en América Latina, en parte gracias a los programas

patrocinados por las Naciones Unidas, se hace evidente en dos ejemplos recientes.

Un informe publicado el 25 de enero por Prensa Latina dijo que es probable que la población caiga en 2025. Según Juan Carlos Alfonso, director del Centro de Investigación de la Población y el Desarrollo, para ese momento el 26% de la población estará entrando a los sesenta años.

Entretanto, un informe de la Radio Pública Nacional de Estados Unidos, emitido el 15 de enero, dijo que de un promedio de seis hijos por mujer que tenía Brasil hace 50 años, ahora tiene una tasa de fertilidad más baja que la de Estados Unidos, es decir, 1,9 hijos por mujer.

Semejante reducción tan rápida y dramática, inevitablemente traerá consigo graves problemas económicos y presupuestarios, muy lejos del "desarrollo sostenible".

Por John Flynn LC

Traducción del inglés por José Antonio Varela V.

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Recordando el origen de la Donum Vitae
Cuando cumple 25 años
ROMA, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- Ofrecemos un artículo del padre José Francisco Ballesta LC, profesor de Bioética del Ateneo Pontificio Regina Apostolorum, con motivo del 25 aniversario de la instrucción Donum Vitae.

*****

José Francisco Ballesta LC

La instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe titulada: “El respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación” más conocida como Donum Vitae1, firmada el 22 de febrero de 1987, está cumpliendo 25 años. La vigencia de sus enseñanzas ha sido totalmente revalidada por su hermana menor (por la edad), la instrucción de la misma Congregación: “Dignitas personae, sobre algunas cuestiones de bioética”2, publicada el 18 de diciembre del 2008. Las dos instrucciones reflejan la continuidad y coherencia del Magisterio de la Iglesia Católica sobre el tema de la procreación humana y el respeto debido al embrión humano desde el momento de su concepción. Esta enseñanza tiene sus orígenes en los principios enunciados ya por Pío XII a mediados del siglo pasado y se mantiene incólume a pesar de que, incluso en algunos sectores de la misma teología moral católica, se le han levantado fuertes críticas y creado vacíos.

Las palabras del entonces prefecto de la Congregación, cardenal Joseph Ratzinger, en la rueda de prensa de presentación del documento, resumen el contenido de fondo y se aplican perfectamente a la actualidad: “La ciencia, sin criterios éticos, no es fuente de progreso y puede finalmente tender hacia la destrucción de la humanidad y del mundo. Así pues, la ciencia, sobre todo cuando toca al ser humano en lo más íntimo, en su nacimiento, debe dejarse guiar por los criterios éticos si quiere seguir siendo ciencia humana. No ponemos obstáculos al progreso auténtico de la ciencia, hemos indicado solamente donde comienza la zona intocable de la dignidad de la persona humana. Esta zona es la que precisamente hoy debe ser protegida … El no a ciertas experimentaciones y a ciertas técnicas reproductivas es en realidad un sí al hombre, un testimonio a favor de la dignidad y la salvación del hombre”. Estas palabras son un eco de lo que ya Juan Pablo II señalaba en su primera encíclica3

En la misma rueda de prensa, monseñor Alberto Bovone, secretario de la Congregación, explicaba el proceso de elaboración del documento: consultas entre 1980 y 1985 (diversos episcopados, 62 teólogos y moralistas, 22 especialistas en medicina …, los 30 consultores y los 20 cardenales miembros de la Congregación); primera redacción entre junio 1985 y junio 1986; ocho meses más hasta la presentación del texto definitivo, en forma de preguntas y respuestas. Entendemos mejor todo esto cuando nos detenemos a ver lo que estaba sucediendo en el mundo en torno a este tema. El primer nacimiento de un ser humano por aplicación de la técnica de fecundación in vitro y transferencia embrionaria (1978) desencadenó la presión de los científicos sobre los legisladores. La intención era conseguir un marco legal para estas prácticas que abrían un horizonte muy prometedor bajo muchos puntos de vista. La presión se refleja en la organización de comisiones de estudio sobre el tema en diversos países4. Los trabajos de estas comisiones eran seguidos por las conferencias episcopales correspondientes que comenzaron a intervenir con documentos muy precisos y articulados.5 Estos trabajos sirvieron, sin duda, como material de base para la instrucción Donum Vitae, que recoge muchas de las argumentaciones que se presentan en ellos.

El interés y la urgencia de la instrucción por orientar la catarata legislativa que se estaba desencadenando se refleja precisamente en la tercera parte de la misma (Moral y Ley Civil) sobre los valores y las obligaciones morales que la legislación civil debe respetar y sancionar en esta materia, donde señala los mínimos éticos que las leyes deben respetar: “La autoridad política no puede autorizar que seres humanos sean llamados a la existencia mediante procedimientos que los exponen a los gravísimos riesgos anteriormente citados … La ley no podrá tolerar – es más, deberá prohibir explícitamente - que seres humanos, aunque estén en estado embrional, puedan ser tratados como objetos de experimentación, mutilados o destruidos, con el pretexto de que han resultado superfluos o de que son incapaces de desarrollarse normalmente … no podrá legalizar la donación de gametos entre personas que no estén legítimamente unidas en matrimonio … deberá prohibir además, en virtud de la ayuda debida a la familia, los bancos de embriones, la inseminación post mortem y la maternidad sustitutiva”. Todas estas limitaciones se derivan de las reflexiones hechas en las partes primera y segunda del documento, esenciales para tener una visión precisa y argumentada de los criterios morales en esta materia.

1http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_19870222_respect-for-human-life_sp.html

2http://www.vatican.va/roman_curia/congregations/cfaith/documents/rc_con_cfaith_doc_20081208_dignitas-personae_sp.html

3 “El progreso de la técnica y el desarrollo de la civilización de nuestro tiempo, que está marcado por el dominio de la técnica, exigen un desarrollo proporcional de la moral y de la ética. Mientras tanto, éste último parece, por desgracia, haberse quedado atrás. Por esto, este progreso ... no puede menos de engendrar múltiples inquietudes. La primera inquietud se refiere a la cuestión esencial y fundamental: ¿este progreso, cuyo autor y fautor es el hombre, hace la vida del hombre sobre la tierra, en todos sus aspectos, "más humana"?; ¿la hace más "digna del hombre"? No puede dudarse de que, bajos muchos aspectos, la haga así. No obstante esta pregunta vuelve a plantearse obstinadamente por lo que se refiere a lo verdaderamente esencial: si el hombre, en cuanto hombre, en el contexto de este progreso, se hace de veras mejor, es decir, más maduro espiritualmente, más consciente de la dignidad de su humanidad, más responsable, más abierto a los demás, particularmente a los más necesitados y a los más débiles, más disponible a dar y prestar ayuda a todos.” (JUAN PABLO II, Redemptor Hominis, 4-III-1979, nº 15).

4 Australia (comisiones Demak, Waller, Chalmers), Suecia (comisión de Inseminación), Francia (diversas propuestas de ley), Alemania (comisión Benda), Inglaterra (comisión Warnock), Austria (comisión Bydlinsky), España (comisión Palacios).

5 Obispos de Victoria (Australia) frente a la comisión Waller (1982 y 1984). Obispos del Reino Unido frente a la comisión Warnock (1983 y 1984). Obispos portugueses (Nota pastoral sobre la regulación de los nacimientos; en 1983). Obispos de Ontario (Canadá) (Guidelines for Family Life Education; en 1983). Obispos franceses (Vida y muerte por encargo. Elementos de reflexión; en 1983). Obispos austriacos (1985). Obispos alemanes (1985). Obispos irlandeses (1985)

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Documentación


Benedicto XVI: Jesús en la cruz triunfa sobre nuestro sufrimiento
Discurso del papa en la audiencia general
CIUDAD DEL VATICANO, miércoles 8 febrero 2012 (ZENIT.org).- La audiencia general de este miércoles tuvo lugar a las 10,30 de la mañana, en el Aula Pablo VI, en la que Benedicto XVI se encontró con grupos de fieles y peregrinos provenientes de Italia y del mundo. En su discurso, el papa siguió con el ciclo de catequesis sobre la oración y centró su meditación en la oración de Jesús ante la muerte (cfr Mc e Mt). Ofrecemos el texto de su discurso.

*****

Queridos hermanos y hermanas:

Hoy me gustaría reflexionar con ustedes sobre la oración de Jesús ante la inminencia de su muerte, reflexionando sobre lo que nos refieren san Marcos y san Mateo. Los dos evangelistas describen la oración de Jesús agonizante no solo en la lengua griega, en la que está escrita su historia, sino por la importancia de esas palabras, también en una mezcla de hebreo y arameo. De esta manera han transmitido no sólo el contenido sino incluso el sonido que esta oración ha tenido en los labios de Jesús: escuchamos realmente las palabras de Jesús tal como fueron. Al mismo tiempo, han descrito la actitud de los presentes en la crucifixión, que no entienden --o no quieren entender-- esta oración.

Escribe san Marcos, como hemos escuchado: "Llegada la hora sexta, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona. A la hora nona gritó Jesús con fuerte voz: "Eloí, Eloí, ¿lemá sabactaní?", que quiere decir: "¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?" (15,34). En la estructura de la historia, la oración, el grito de Jesús se sitúa al final de tres horas de oscuridad, que desde el mediodía hasta las tres de la tarde, cayó sobre toda la tierra. Estas tres horas de oscuridad, a su vez, son una continuación de un anterior lapso de tiempo, también de tres horas, que comenzó con la crucifixión de Jesús. El evangelista san Marcos nos informa por cierto que: "Eran las nueve de la mañana cuando le crucificaron" (cf. 15,25). De todas las indicaciones de tiempo de la historia, las seis horas de Jesús en la cruz se dividen en dos partes equivalentes cronológicamente.

En las primeras tres horas, desde las nueve hasta las doce, vienen las burlas de los diferentes grupos de personas que muestran su escepticismo, que dicen no creer. San Marcos escribe: "Los que pasaban por allí lo insultaban" (15,29), "igualmente los sumos sacerdotes se burlaban entre ellos junto con los escribas" (15,31), "también le injuriaban los que con él estaban crucificados" (15,32). En las siguientes tres horas, desde el mediodía "hasta las tres de la tarde", el evangelista habla sólo de la oscuridad que descendió sobre toda la tierra: la oscuridad ocupa sola toda la escena sin ninguna referencia a movimientos de personajes o a palabras. Cuando Jesús se acerca cada vez más a la muerte, solo está la oscuridad que cae "sobre toda la tierra." Incluso el cosmos participa en este evento: la oscuridad envuelve personas y cosas, pero incluso en esta hora oscura Dios está presente, no abandona. En la tradición bíblica, la oscuridad tiene un significado ambivalente: es un signo de la presencia y de la actividad del mal, pero también de una misteriosa presencia y acción de Dios que es capaz de vencer toda tiniebla. En el libro del Éxodo, por ejemplo, leemos: "Yahvé dijo a Moisés: ‘Yo me acercaré a ti en una densa nube’" (19,9) y otra vez: "Y la gente se mantuvo a distancia mientras Moisés se acercaba a la densa nube donde estaba Dios" (20,21). Y en los discursos del Deuteronomio, Moisés dice: "La montaña ardía en llamas hasta el mismo cielo, entre tenebrosa nube y nubarrón" (4,11); ustedes "oyeron la voz que salía de las tinieblas, mientras la montaña ardía" (5,23). En la escena de la crucifixión de Jesús las tinieblas envuelven la tierra y son tinieblas de muerte en las que el Hijo de Dios se sumerge para dar vida, con su acto de amor.

Volviendo a la narración de san Marcos, frente a los insultos de los diversos tipos de personas, en la oscuridad que se cierne sobre todo, en el momento en que está frente a la muerte, Jesús con el grito de su oración muestra que, junto al peso del sufrimiento y de la muerte, en que parece haber abandono, ausencia de Dios, Él tiene la plena certeza de la cercanía del Padre, que aprueba este acto supremo de amor, de entrega total de sí mismo, a pesar de que no se escuche, como en otras ocasiones, la voz que viene de lo alto. Leyendo los evangelios, nos damos cuenta que en otros momentos importantes de su vida terrena, Jesús había visto signos asociados con la presencia del Padre y la aprobación de su camino de amor, incluso la voz clarificadora de Dios. Así, en la historia que sigue al bautismo en el Jordán, al abrirse los cielos, había escuchado la palabra del Padre: "Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco" (Mc 1,11). Después en la transfiguración, al signo de la nube le acompañó la palabra: "Este es mi Hijo amado, escúchenle" (Mc 9,7). En cambio, al acercarse la muerte del Crucificado, enmudece, no se oye ninguna voz, pero la mirada del amor del Padre permanece fija en el don del amor del Hijo.

Pero, ¿qué significado tiene la oración de Jesús, aquel grito que lanza al Padre: "Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado", ¿la duda de su misión, de la presencia del Padre? ¿En esta oración no es quizás la propia conciencia de haber sido abandonado? Las palabras que Jesús dirige al Padre son el inicio del salmo 22, donde el salmista manifiesta a Dios la tensión entre sentirse abandonado y la conciencia cierta de la presencia de Dios entre su pueblo. El salmista reza: "Clamo de día, Dios mío, y no respondes, también de noche, sin ahorrar palabras. ¡Pero tú eres el Santo, entronizado en medio de la alabanza de Israel!" (vv. 3-4). El salmista habla de "grito" para expresar todo el sufrimiento de su oración ante Dios aparentemente ausente: en el momento de la angustia, la oración se convierte en un grito.

Y esto ocurre también en nuestra relación con el Señor: frente a las situaciones más difíciles y dolorosas, cuando parece que Dios no escucha, no temamos en confiarle todo el peso que llevamos en nuestro corazón, no debemos tener miedo de gritarle nuestro sufrimiento, debemos estar convencidos de que Dios está cerca, aunque aparentemente calla.

Al repetir desde la cruz las mismas palabras iniciales del Salmo, " Elì, Elì, lemà sabactàni?" --"¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (Mt. 27,46)--, gritando las palabras del Salmo, Jesús ora en el momento del último rechazo de los hombres, en el momento del abandono; ora, sin embargo, con el Salmo, conciente de la presencia de Dios Padre aún en esta hora, en la que se siente el drama humano de la muerte. Sin embargo surge en nosotros una pregunta: ¿cómo es posible que un Dios tan poderoso no intervenga para evitarle a su Hijo esta terrible experiencia? Es importante comprender que la oración de Jesús no es el grito de quien va al encuentro de la muerte con desesperación, ni es el grito de quien se sabe abandonado. Jesús en aquel momento hace suyo todo el Salmo 22, el salmo del pueblo de Israel que sufre, y de este modo toma sobre sí no solo el castigo de su pueblo, sino también el de todos los hombres que sufren por la opresión del mal; y al mismo tiempo, lleva todo esto al corazón de Dios mismo en la certeza de que su grito será atendido en la resurrección, "el grito en el extremo tormento es al mismo tiempo la certeza de la respuesta divina --certeza de la salvación no sólo para Jesús mismo--, sino para «muchos»" (Gesù di Nazaret II, 239-240). En esta oración de Jesús se encierra la máxima confianza y el abandono en las manos de Dios, incluso cuando parece ausente y cuando parece permanecer en silencio, siguiendo un designio para nosotros incomprensible. En el Catecismo de la Iglesia Católica se lee así: "En el amor redentor que le unía siempre al Padre (cf. Jn 8, 29), nos asumió en nuestra separación de Dios a causa del pecado hasta el punto de poder decir en nuestro nombre en la cruz: ‘¿Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?’" (n. 603). El suyo es un sufrimiento en comunión con nosotros y por nosotros, que viene del amor y lleva en sí la redención, la victoria del amor.

Las personas presentes bajo la cruz de Jesús no pueden entender y piensan que su grito es una oración dirigida a Elías. En una escena conmocionada, tratan de saciarle la sed para prolongarle la vida y ver si Elías realmente viene en su rescate, pero un fuerte grito pone fin a su deseo, y a la vida terrena de Jesús. En el momento último, Jesús dejó que su corazón expresara el dolor, pero deja salir, al mismo tiempo, el sentido de la presencia del Padre y el consentimiento de su plan de salvación para la humanidad. También nosotros nos situamos siempre y de nuevo de frente al "hoy" del sufrimiento, del silencio de Dios --lo expresamos muchas veces en nuestra oración--, pero también estamos frente al "hoy" de la resurrección, de la respuesta de Dios que ha tomado sobre sí nuestros sufrimientos, para llevarlos junto con nosotros y darnos la firme esperanza de que serán vencidos (cf. Enc. Spe salvi, 35-40).

Queridos amigos, en la oración traemos a Dios nuestras cruces diariamente, en la certeza de que Él está presente y nos escucha. El grito de Jesús nos recuerda que en la oración, debemos superar las barreras de nuestro "yo" y de nuestros problemas y abrirnos a las necesidades y sufrimientos de los demás. La oración de Jesús agonizante en la cruz nos enseña a orar con amor por tantos hermanos y hermanas que sienten el peso de la vida cotidiana, que viven momentos difíciles, que permanecen en el dolor, sin una palabra de consuelo; traigamos todo esto al corazón de Dios, para que ellos puedan sentir también el amor de Dios que nunca nos abandona. Gracias.

Traducción del original italiano por José Antonio Varela V.

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