13.02.12

Comunistas, piezas exóticas del museo de la historia

A las 7:52 AM, por Tomás de la Torre Lendínez
Categorías : General
 

Ser comunista está pasado de moda. El Muro de Berlín arrastró aquella dictadura del proletariado por la alcantarilla de la historia del pensamiento humano. Aún quedan países con base marxista en sus cimientos ideológicos, el hambre y la negación de las todas las libertades, en el caso de Corea del Norte y Cuba pasarán factura a sus dirigentes. En el caso de China el asunto es más complejo: una religión patriótica, un sistema económico mixto entre capitalismo y marxismo, y la anulación absoluta de todas las libertades ciudadanas.

Aún quedan los residuales nostálgicos de tiempos idos en las democracias occidentales; aún resuenan, amparándose en el régimen de libertades públicas, con sus viejas cantinelas contra la Iglesia Católica; aún creen que su clientela sube como la espuma de los tiempos pasados; aún están clavados, y, ahí seguirán, contra viento y marea.

Han pasado a ser unos personajes exóticos, la mayoría metidos dentro de las estructuras del poder municipal, regional o nacional, viviendo del pasto del presupuesto.

¿Qué diferencia con los comunistas que conocí en los buenos tiempos?

Eran gente intelectualmente muy bien amueblada; con una pequeña pero exquisita biblioteca, donde bebían de los filósofos más fieles al marxismo puro; sabían hablar con serenidad y sosiego a los jóvenes que acudían a sus casas; daban ideología marxista a cambio de que te encandilaras con aquellas teorías tan bellas salidas de sus bocas.

Gustaba volver por aquellas sencillas casas de comunistas clandestinos, quienes movían una huelga universitaria con la precisión de un reloj suizo y que no les importaba dormir en un calabozo varias noches sin más que su propia ropa. Eran los héroes de la clase obrera sufrida y valiente que buscaba horizontes de justicia en un país donde parecía todo atado y bien atado.

Aquellos comunistas tenían una “mística” especial con su ortodoxia y su ortopraxis. Esa mística la pegaban como una segunda piel a los novicios que acudían a sus cenáculos de estudio y debate de análisis de la realidad.

De entrada, no odiaban a la Iglesia de aquellos años; al contrario, decían que todo el que estaba dentro de la institución eclesial era un potencial comunista, ya que el primer comunista fue Jesús de Nazaret y la creación de las comunas se deben a su mensaje de igualdad y comunitarismo.

Manejaban al grupo muy bien en el plano de la información valiente y de la propaganda de primera línea. Las multicopistas de rodillo de carne de membrillo o las de manubrio no paraban de tirar folios llenos de ideas, gritos, asambleas, tácticas, y técnicas de estar sin ser vistos y de hacer para ser conocidos por los novatos que cada curso llenaban las borregueras de las facultades. El éxito lo tenían asegurado.

Algunos frenaron a tiempo. Tomaron otros horizontes. Los que se quedaron siguieron siendo fieles a sus principios, que no tiene nada que ver con los de ahora.

Los comunistas de hoy son señoritos de izquierda millonarios hasta las cejas. Dogmáticos y nostálgicos hasta el cuelgue mental total. Ignorantes de la evolución de la sociedad. Aprovechados de los beneficios del capitalismo. Personajes de guardarropía cuya principal enemiga es la Iglesia Católica, a quien toman como el muñeco de los palos. Alejados de las fuentes filosóficas originales, vagan por las democracias occidentales como el borracho que ha perdido las llaves de su casa en la noche de los tiempos idos que nunca volverán.

Tomás de la Torre Lendínez