16.02.12

 

Cuando don Manuel Fraga fue ministro de Turismo en tiempos de Franco, lanzó la exitosa campaña “Spain is different", que buscaba atraer visitantes de todo el mundo hacia nuestro país. Efectivamente, España era y es diferente, para lo bueno y para lo malo. De la misma manera que no hay dos personas iguales, tampoco hay dos naciones idénticas, aunque la nuestra ha ido “pariendo” por el mundo varias hijas que hoy la consideran como la madre patria. Pocas naciones pueden presumir de lo mismo.

A pesar de que a algún ilustrado le ha dado por seguir la senda de la masonería y el anticlericalismo de izquierdas en la tarea de acusar sectariamente a la Iglesia Católica de todos los males habidos y por haber que sufre este país, lo cierto es que históricamente hablando no hay forma de separar a España de sus raíces espirituales católicas. Se puede ser perfectamente español y no católico, pero quien odia lo que el catolicismo ha supuesto para este país, odia lo que es España, por mucho que diga amarla con todo su corazón. He ahí la razón por la que todo aquel que se considere buen hijo de la Iglesia y buen hijo de la patria española no puede permanecer impasible ante semejantes ataques. No hay cuento corto que pueda contradecir el hecho de que la fidelidad a Cristo y a su Iglesia -quien ataca a ésta, ataca a Aquél (Hch 26,14)- está por encima de cualquier relación humana, incluida la familiar o la de amistad. Pero ya habrá tiempo de escribir sobre eso.

Si decimos que España es diferente, tanto más lo podemos decir de Estados Unidos. Y si hablamos de ese país, tampoco podemos obviar el papel que la religión ha jugado en su configuración. Aunque fueron católicos españoles los primeros europeos que pusieron pie en La Florida, se suele aludir a los peregrinos del Mayflower como los primeros padres de la nación norteamericana. Eran personas que huían de las persecuciones religiosas existentes en la muy protestante Inglaterra del siglo XVII.

Estados como Pennsylvania, que debe su nombre a un misionero cuáquero, Maryland, que surge de la necesidad de los católicos de liberarse de la discriminación a manos de los protestantes, e incluso Utah, “tierra prometida” para el “profeta” mormón Joseph Smith, indican lo mucho que la fe cristiana, en sus diversas “manifestaciones", juega en la historia de EE.UU. A ello hay que unirle el papel de la masonería, pero eso daría para otro post.

Lo cierto es que desde un primer momento, los políticos estadounidenses no han tenido el menor reparo en hacer profesión pública de su fe. Pero también es cierto que el porcentaje de presidentes protestantes es abrumador. De hecho, tan solo ha habido un presidente católico, John Fitgerald Kennedy, a pesar de que el porcentaje de la población católica ha pasado del del menos del 1% de la población de las Trece Colonias que lograron la independencia al 26% de la actualidad.

En la actual carrera hacia la presidencia, figuran tres precandidatos republicanos que tienen en común curiosamente su no pertenencia a la fe protestante. Hay un mormón -Mitt Romney- y dos católicos -Newt Gingirch y Rick Santorum-. No está claro quién ganará aunque parece que todo se va a jugar entre Romney y Santorum. Y gane quien gane, enfrente tendrán a un Barack Obama cuya fortaleza electoral parece evidente a pesar de sus claros devaneos hacia el ala más izquierdista de la ideología demócrata.

En este post me quiero fijar en Rick Santorum, que puede servir como ejemplo de aquello que es prácticamente imposible encontrar no ya en España sino incluso fuera de los EE.UU. Se trata de un padre de familia católica numerosa -siete hijos- que no tiene empacho en hacer gala de su catolicismo, incluso aunque ello le lleve a defender tesis que son minoritarias en su nación. Es exactamente lo que acaba de hacer al asegurar que los anticonceptivos son un peligro para la mujer y para la sociedad. O sea, estamos ante un católico que de verdad cree lo que enseña la Iglesia sobre moral sexual y además va y lo cuenta. Dada la secularización interna del catolicismo, lo más probable es que haya una mayoría de votantes que se consideran católicos y van a Misa cada domingo que no están de acuerdo con esas palabras de Santorum. Pero este hombre ha demostrado que le importa un pimiento el ser políticamente incorrecto cuando de lo que se trata es de defender aquello en lo que cree. Solo por eso merece nuestro reconocimiento.

Santorum es igual de claro en temas como el aborto, el matrimonio homosexual y la libertad religiosa, puesta en peligro por Obama en su obsesión porque los empleadores católicos asuman el pago de seguros médicos que incluyen tratamientos contrarios a la moral católica. Ahora bien, es seguro que las políticas que promueve el ex-señador por Pensilvania en relación a la inmigración chocan con la doctrina social de la Iglesia. Sería deseable que alguien le formara adecuadamente al respecto, porque una cosa es no sostener tesis temerarias de apertura total de fronteras y otra es considerar al inmigrante ilegal como si fuera un delincuente sobre el que hay que emitir una orden de búsqueda y captura. Tiene que haber un terreno medio en el que un político católico pueda moverse con soltura sin ir contra lo que la Iglesia enseña en esa materia.

Aun así, si Santorum es finalmente el candidato republicano a la presidencia de los EE.UU, sospecho que los obispos van a tener complicado el no apoyarle. Ningún político en ese país ha estado tan cercano a los principios no negociables planteados por Benedicto XVI. Y cuando se tiene enfrente a un paladín de la cultura de la muerte, no creo que sea lícito el permanecer neutral. Esperemos en todo caso a ver qué deciden en su partido. Mientras tanto, yo me congratulo de que Santorum haya dado una lección a todos los políticos catoliquillos de este lado del charco. Hoy es impensable que en España haya un candidato a la presidencia capaz de decir lo que Santorum dice. Y lo peor de todo es que no se ve a lo lejos la más mínima posibilidad de que eso cambie. La derecha política parlamentaria española está tan paganizada que somos muchos los que veríamos con buenos ojos que se quitaran la careta y fueran honestos, cumpliendo el deseo de la delegada del gobierno en Madrid, que ha pedido que se quite el cristianismo de la definición del Partido Popular.

Luis Fernando Pérez Bustamante