25.02.12

En los altares - San Elías, Profeta

A las 12:49 AM, por Eleuterio
Categorías : General, En los altares
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San Elías

A lo largo de la historia del que fuera pueblo elegido por Dios, el judío, se vio en la necesidad el Creador de suscitar, entre sus hijos, a los que hicieran de portavoces del Todopoderoso. Los profetas, así, hacían de lo que debían en la seguridad de estar cumpliendo con la voluntad de Dios. Y algo así le pasó a Elías.

Nació en la Transjordanía. Corría, más o menos, el año 900 antes de Jesucristo. Para aquel entonces ya se había dividido el pueblo elegido en dos reinos, quedando al norte Israel (capital Samaria) y al sur Judá (capital Jerusalén).

Hemos de acudir a las Sagradas Escrituras para conocer lo que le sucedió al profeta cuyo nombre habla mucho de Dios (“Mi Dios es Yahvé” significa “El” y “IA”). Allí, en concreto en 1 Re 17-19-21 y 2 Re 1-2.

Elías cumplía con su misión de profeta. Así, por ejemplo, hizo lo propio prediciendo que, por demérito de las idolatrías que seguían muchos judíos iba a producirse una gran sequía que duraría varios años y que afectaría al normal desenvolvimiento de la vida israelí.

Es de suponer, como solía suceder, que lo que Elías decía no era del agrado de muchas personas. Pero, sobre todo no era del agrado de Jezabel, la mujer devota de los falsos dioses fenicios que se casó con Ajab, heredero del trono de Israel.

Jezabel dominaba totalmente a Ajab y lo conducía por malos caminos. Así, en una ocasión consiguió que una viña que era propiedad de Nabot pasara a sus manos tras propalar calumnias contra el propietario y conseguir que lo mataran. Tal viña, además, se la entregó a Ajab con ánimo triunfador. No cabía en ella mayor desprecio a la Ley del Único Dios a Quien, precisamente, ella no adoraba.

Y algo así le pasó con Elías al que no podía ni ver. Pero fue a raíz de una disputa que tuvo el profeta con los denominados profetas del dios Baal cuando Ajab le prometió una muerte rápida a Elías.

Disputando entre Elías y los otros supuestos profetas, resultaron vencidos los últimos pues Dios hizo caer fuego sobre una ofrenda que había hecho Elías mientras que los otros nada pudieron conseguir de su supuesto dios Baal. Elías ordenó que todos aquellos falsos profetas recibieran un castigo ejemplar y los mató en el torrente Cisón.

Esto acabó con la paciencia pagana de Ajab que, por medio de mensajero, hizo saber a Elías que al día siguiente lo mataría. Y Elías, prudentemente, puso tierra de por medio, y huyó al desierto, lugar sagrado donde encontrarse con Dios y su revelación.

Allí se encontró con Dios. No estaba en el fuego ni en un viento impetuoso ni en un terremoto. No. Dios estaba en una suave brisa que hizo a Elías cubrirse el rostro porque comprendió que su Creador se había presentado ante él o que, al menos, estaba escuchando la voz del Altísimo.

Dios le manda a Elías que unja profeta a Eliseo y a Yehu como rey de Israel. Además, le dice que salvará a las personas que no doblaron la rodilla ante Baal.

Elías cumple con la misión que le había encomendado Dios y unge a Eliseo como su sucesor. Entonces, mientras caminaban, un carro de fuego arrebató a Elías de la tierra y lo subió al cielo.

De Elías, de su forma de ser y de su forma de comportarse, podemos extraer dos buenas conclusiones: llevó una vida contemplativa en intimidad con Dios (“Vive el Señor, en cuya presencia yo vivo, yo estoy”, en 1 Re 17,1) y una vida apostólica en el que manifestó un celo por la gloria de Dios y la justicia divina muy dignas de tener en cuenta (“Me abraso de celo por el Señor, Dios de los ejércitos”, en 1 Re 19,10).

Podemos dirigirnos a San Elías con la siguiente oración

Dios todopoderoso y eterno, que concediste a tu Profeta Elías, nuestro Padre, vivir en tu presencia y arder por el celo de tu gloria, concédenos buscar siempre tu rostro y ser en el mundo testigos de tu amor. Amén.

San Elías, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán